FAMILIA Y VIDA
Ante la noticia de un embarazo, se unen sentimientos de alegría y momentos de dudas o de miedo
Ser madre es hermoso aunque no faltan dificultades. Ante la noticia de un embarazo, se unen sentimientos de alegría y momentos de dudas o de miedo. Inician semanas y meses llenos de esperanzas, de preguntas y, en ocasiones, de zozobras y de angustia.
Ser madre, además, es una aventura compartida: si hay una mamá es obvio que hay un papá. La maternidad no puede ser vista como un asunto exclusivo de la mujer, como algo que ella debe “gestionar” autónomamente. Necesita el apoyo del esposo que también inicia una experiencia maravillosa: la paternidad
Empezar a ser madre y ser padre supone emprender una aventura que abre a futuros inciertos. Mientras en el noviazgo la pareja puede conocerse y aceptarse con mayor o menor conciencia, en una decisión de tanta fuerza que lleva a ese compromiso de amor que se llama matrimonio, ocurre algo distinto cuando nace un niño, con todos los misterios que le rodean.
Las preguntas surgen continuamente. ¿Cómo viene, cómo nacerá? ¿Corresponderá a los sueños y esperanzas que se tienen sobre él? ¿Tendrá los ojos negros o azules? ¿Estará sano o enfermo? ¿Llorará por las noches o será un bebé modelo?
Ante tanto riesgo y aventura, hay quienes se sienten tentados a la renuncia: mejor no tener hijos (o los menos posibles) para así no estar continuamente en vilo; mejor la seguridad del ser solamente esposos que el viaje a lo desconocido de cada nuevo embarazo.
Existe la posibilidad de pensar así, y hay quienes así piensan de hecho. Pero, ¿es que el mismo vivir no es un riesgo continuo? ¿O será que, a base de miedos, los esposos pierden ocasiones irrepetibles para amar y para dar?
Las personas empiezan a ser mejores cuando se abren y acogen con generosidad y amor el misterio de cada nueva vida. Los hijos que hoy nacen desde padres generosos y “arriesgados” serán mañana quienes continuarán en el mundo la aventura de la existencia humana.
Otros, nuestros padres, un día se abrieron a nosotros. Ahora toca a cada nueva generación compartir esa experiencia maravillosa como señal de gratitud hacia los propios padres, y como esperanza que se ofrece a cada nuevo hijo para que inicie a caminar en este mundo y hacia lo que inicia a cada uno tras la muerte.