Entrevista a Christopher West, experto en este mensaje de Juan Pablo II
ZENIT: En primer lugar, me gustaría saber acerca de su profundo encuentro con la Teología del Cuerpo (TDC) de Juan Pablo II, ¿cómo era su vida antes de ella y cómo ha influido en su existencia desde entonces?
Christopher West: ¿Por dónde empiezo? Simplemente no puedo imaginar mi vida diaria – la esperanza que me mantiene vivo, a mi esposa e hijos a quienes amo, el trabajo que hago – sin la TDC de Juan Pablo II. La encontré por primera vez en 1993 y me sentí como si hubiera descubierto la cura para el cáncer. Realmente sentí que era algo tan grande, tan importante, y supe entonces que pasaría el resto de mi vida estudiándolo y compartiéndolo con el mundo.
Fue un encuentro tan dramático para mí porque había crecido en lo que se podría llamar el “ayuno estricto” en cuanto a los deseos. El mensaje principal era: “Tus deseos son malos; solo te van a meter en problemas; tienes que reprimir todo eso y seguir estas reglas”. No es de extrañar que me convirtiera rápidamente a la “dieta de comida basura” de la cultura secular, la promesa de la satisfacción inmediata de los deseos. Aprendí por las malas que se puede morir de hambre, pero también de intoxicación por la comida. Mi corazón estaba gritando: “¿Hay algo bueno ahí fuera? ¿Hay algo que realmente corresponda a este grito doloroso de mi corazón para conseguir realizarme?”.
San Juan Pablo II, a través de su TDC, fue la primera persona que me dijo que el cristianismo no consiste en morirse de hambre. Es una invitación a la satisfacción del grito más profundo del corazón -un grito que con razón llama eros- en la eterna felicidad del Matrimonio en Cristo y en la Iglesia.
Z: Para algunos, esta teología, presentada por primera vez por Juan Pablo II en una serie de catequesis entre 1979 y 1984, al comienzo de su pontificado, puede parecer “anticuada”. ¿Podría explicarles cómo hoy en día este mensaje es totalmente vívido y válido?
CW: ¿Anticuada? Es justo lo contrario. Al dar estas charlas hace 40 años, el Papa Juan Pablo II se adelantó mucho a su tiempo. Fue previsor, vio hacia dónde se dirigía la cultura y supo de antemano lo que se necesitaba. Para un tiempo como el nuestro – de caos sexual generalizado y confusión de género – el Espíritu Santo nos ha dado la TDC de Juan Pablo II.
Z: En Chirstus vivit, el Papa Francisco señala que en una sociedad como la nuestra “que enfatiza excesivamente la sexualidad”, es complicado “mantener una buena relación con el propio cuerpo y vivir serenamente en relaciones afectivas”. Desde su propia experiencia como catequista de la TDC, ¿cuáles son los principales obstáculos que cree que encuentra la gente para vivir de acuerdo con dicha teología?
CW: Diría que son los dos errores que describí anteriormente: el enfoque de la “ayuno estricto”, la concepción temerosa y represiva con respecto al cuerpo y al deseo erótico que erróneamente es concebido como “santa”; y el enfoque de la “comida basura”, la complacencia indisciplinada de los deseos que promete satisfacción (y, sí, admitámoslo, la “comida basura” puede tener un sabor bastante bueno, sobre todo cuando te mueres de hambre), pero que conduce a la adicción, al vacío, a las relaciones rotas y heridas, a la confusión profunda, a la alienación y a la desesperación.
Como dijo Benedicto XVI, lo que se necesita es una pedagogía adecuada del deseo. Me gusta decir que Dios nos dio el eros (deseo) para que fuera como el combustible de un cohete que tiene el poder de lanzarnos a las estrellas, al infinito. Sin embargo, hay un enemigo que está empeñado en “desorientar” a nuestros cohetes. Y eso es lo que le ocurrió al eros con el pecado original, se confundió y perdió la dirección. Es por eso que muchos de nosotros salimos al mundo en busca de felicidad y satisfacción, pero nos sale el tiro por la culata. La buena noticia que aprendí de Juan Pablo II, que cambió mi vida y que estoy obligado a compartir con los demás es esta: Cristo no vino al mundo para condenar a los cohetes “desorientados”; Cristo vino al mundo para redirigir nuestros cohetes hasta las estrellas.
Z: Obviamente, una de las mejores formas de luchar contra estos obstáculos es acudir a eventos como “Living the joy of beauty, descubre cómo Dios habla a través de tu cuerpo”, que tiene lugar estos días en la Universidad Francisco de Vitoria, pero, ¿puede ofrecernos alguna recomendación más?
CW: Sí, debemos aprovechar la verdadera gloria, las verdaderas riquezas, el verdadero esplendor de lo que realmente la Iglesia enseña y librarnos de esa terriblemente imagen sesgada (…), de una clara tergiversación, de lo que la Iglesia enseña sobre estos asuntos. La TDC de Juan Pablo II es un buen punto de partida (…).
Pero, la razón por la que la TDC de Juan Pablo II es tan transformadora para la gente es porque nos pone en contacto con el Verbo hecho carne. Es el mismo Cristo quien nos salva, no una simple enseñanza o programa. Y somos salvados por su cuerpo y su sangre, la nuestra es una fe encarnada. Debemos ser muy, muy cuidadosos de no “desencarnarla”. Según San Juan en sus cartas del Nuevo Testamento, la manera de reconocer al anticristo es identificar al que niega que Cristo se hizo hombre, que vino hecho carne.
De eso se trata la teología TDC, después de todo: se trata del Dios que tomó un cuerpo para redimir los nuestros; el Señor que entró en la dinámica de la existencia humana (…). Pero incluso cuando digo esto, soy consciente de que como a menudo “desencarnamos” nuestra fe, no tenemos en cuenta que Dios fue hombre, no creemos que Jesús tenga mucho que decir o mucho que ver con nuestra sexualidad. ¡Nada más lejos de la realidad!
Dios hizo su primer milagro en una boda donde los novios se habían quedado sin vino. El vino es un símbolo del amor divino. El propósito de la relación sexual es compartir el amor divino, pero a todos “se nos ha acabado el vino” y no se puede dar lo que no se tiene: esta es la raíz de todo el dolor, la confusión y la disfunción humana.
El primer milagro de Jesús es la redención de la relación sexual, porque ahí es donde más lo necesitamos. Como dijo el Padre Cantalamessa,el predicador de la casa papal: Debemos cambiar la idea de “un reino de Dios que viene a ‘juzgar’ al mundo, con la de un reino de Dios que viene a ‘salvar’ al mundo, partiendo del eros que es la fuerza dominante”. La salvación comienza con la fuerza más dominante en nuestra humanidad: el eros. ¡Comienza con la redirección del motor de nuestros cohetes hacia las estrellas!
Z: En cuanto a los no creyentes y las personas alejadas de la fe. ¿Cuál crees que es la mejor manera de acercarlos a esta Teología del Cuerpo, como forma de evangelización?
CW: Juan el Evangelista pone como primeras palabras en la boca de Jesús en su evangelio: “¿Qué es lo que buscas?” (…) Ese es el común denominador de nuestra humanidad. Todo el mundo está buscando algo. Todo el mundo tiene esa sed que estamos tratando de saciar. Como dijo el difunto Mons. Albacete, uno de mis mentores y profesores, y amigo de Juan Pablo II: “La religión es o la búsqueda de la satisfacción de los deseos originales del corazón humano, o es una pérdida de tiempo dañina, divisiva y peligrosa”.
Hubo un hombre que vivió hace 2.000 años que afirmó que no solo había encontrado el camino para saciar esa sed, sino que Él era el camino. Tenemos que volver a examinar esa afirmación por nosotros mismos y convertirnos en testigos del “agua viva” que sació la sed de la mujer en el pozo. En ese pasaje hay una mujer de pasión, sed y deseo, pero lo había estado orientando hacia el lugar equivocado. Y Jesús no la condena, sino que redirige su deseo hacia lo que ella realmente está buscando. Eso es evangelización: una persona sedienta ayudando a otra persona sedienta a encontrar el agua viva.
Z: Hoy en día el número de solteros (personas que no están casadas pero tampoco son célibes) va en aumento y les parece más difícil encontrar la mejor manera de vivir una vida afectiva sana sin caer en la “comida basura” ¿Cuál crees que es el mensaje para ellos según esta catequesis específica de Juan Pablo II?
CW: Juan Pablo II dice que la vocación esencial e innata de todo ser humano es el amor. Se resume, por supuesto, en el mandamiento de Cristo, que es igual para todos, independientemente de su estado civil o vocación: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. ¿Cómo nos amó Cristo? “Este es mi cuerpo entregado por ti”, volvemos al cuerpo.
Una de las ideas clave del TDC de Juan Pablo II es que este llamado evangélico al amor como Cristo ama es sellado por Dios en el cuerpo humano como hombre y mujer. La diferencia sexual revela el llamado a ser un regalo que da vida. El cuerpo de un hombre no tiene sentido por sí mismo, ni el de la mujer. A menos que seamos ciegos, reconocemos que la diferencia genital misma revela el llamado divino a ser un don que da vida.
El matrimonio es la manera original y paradigmática de vivir esta llamada a ser un don. Cristo revela también otro camino, el del celibato consagrado. Esto realmente constituye un don corporal de sí mismo (…). Estos dos “tipos de compromiso” (matrimonio y celibato por el reino) son las expresiones más completas de esa “entrega” total de sí mismo. No obstante, en cada estado en el que una persona está aprendiendo a amar, cada vez que alguien está aprendiendo a ser un don para los demás, esto es también vivir la TDC. Una persona soltera que solo vive para complacerse a sí misma no vive esta llamada, sin embargo, aquellas personas solteras que se entregan generosamente a los demás están viviendo la teología de sus cuerpos.
Otra cosa importante que hay que tener en cuenta a este respecto es que el amor humano, especialmente el amor conyugal en este caso, es solo un signo y un sacramento de algo mucho más grande. La Biblia comienza con un matrimonio humano en un paraíso terrenal, pero termina con Matrimonio de Cristo y la Iglesia eternamente en el paraíso. Solo este Matrimonio eterno provee el cumplimiento completo del eros. El amor humano y el matrimonio terrenal pueden ser un hermoso signo de esa realidad eterna, un presagio de lo que realmente deseamos.
No obstante, no debemos esperar que ese profundo “dolor” por el amor y la unión en nuestros corazones sea siempre satisfecho en esta vida. Ni siquiera la más bella de las relaciones humanas es capaz de acabar con ese dolor. San Agustín lo dijo mejor: “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestros corazones están inquietos hasta que descansen en Ti”. Si realmente pudiéramos dejar que esa verdad nos calara y nos transformara, estaríamos mucho menos decepcionados y desilusionados en esta vida, cualquiera que sea nuestro estado.
Z: Por último, ¿qué importancia tiene la presencia de expertos en TDC en el mundo actual para difundir este importante mensaje sobre la afectividad? ¿Quién cree que debería cursar el programa de formación certificado del Instituto de la Teología del Cuerpo? Por favor, cuéntenos si es posible que personas de todo el mundo tengan acceso a él y cómo hacerlo.
CW: Soy un hombre de gran esperanza, pero también soy realista y reconozco que la situación cultural -tanto dentro como fuera de la Iglesia- es desesperada. Vivimos en una cultura pornográfica de muerte, una “zona de guerra” en la que las granadas están explotando por todas partes y los seres humanos están siendo dañados (…).
Por otra parte, un sin número de personas están abandonadas por el simple hecho de que no hemos encontrado la manera de llegar a ellas y tratar sus lesiones. Nuestras soluciones humanas prefabricadas a menudo tienen el mismo efecto de la sal sobre las heridas. La TDC de Juan Pablo II es un aceite derramado sobre esas heridas. No se trata de una nueva “cura mágica”, la cura es la misma de siempre: debemos entrar en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo con todo nuestro ser, con toda nuestra humanidad rota.
Pero cuando la Iglesia se enfrenta a crisis, el Espíritu Santo empuja a los grandes santos para que respondan con la respuesta necesaria. Creo que Juan Pablo II es uno de esos santos y su TDC es justo lo que necesitamos en este momento. Pero tener la respuesta sin ningún medio para difundirla entre los que más lo necesitan no nos beneficia.
El Instituto de la Teología del Cuerpo se fundó en 2004 con una misión simple: formar un ejército de hombres y mujeres bien preparados para responder a la crisis de nuestro tiempo. Si nuestro programa de certificación es de interés para alguien, puede obtener más información en theologyofthebody.com.