7/01/19

“La urgencia de comunicar el Evangelio no admite demoras”


El Papa ayer en el Ángelus



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy (cf. Lc 9, 51-62), san Lucas comienza el relato del último viaje de Jesús a Jerusalén, que concluirá en el capítulo 19. Es una larga marcha no sólo geográfica sino espiritual y teológica una marcha hacia el cumplimiento de la misión del Mesías. La decisión de Jesús fue total, y los que le siguieron fueron llamados a medirse con Él. El evangelista presenta hoy tres personajes -tres casos de vocación, podríamos decir- que ponen de relieve lo que se pide a quien quiere seguir a Jesús hasta el final, totalmente.
El primer personaje le promete: “Te seguiré dondequiera que vayas”. (v. 57). Pero Jesús responde que el Hijo del Hombre, a diferencia de los zorros que tienen madrigueras y los pájaros que tienen nidos, “no tiene donde reclinar la cabeza” (ver 58), la pobreza absoluta de Jesús. Jesús, de hecho, dejó la casa de su padre y renunció a toda seguridad para anunciar el Reino de Dios a las ovejas perdidas de su pueblo. Así Jesús señaló a sus discípulos que nuestra misión en el mundo no puede ser estática, sino itinerante. El cristiano es un itinerante. La Iglesia por su naturaleza está en movimiento, no es sedentaria y no se queda tranquila en su propio recinto. Está abierta a los horizontes más amplios, enviada, la Iglesia es enviada a llevar el Evangelio a las calles y llegar a las periferias humanas y a asistenciales. Este es el primer personaje.
El segundo personaje con el que Jesús se encuentra recibe la llamada directamente de Él, pero responde: “Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre” (v. 59). Es una petición legítima, basada en el mandamiento de honrar al padre y a la madre (cf. Ex 20,12). Sin embargo, Jesús responde: “Deja que los muertos entierren a sus muertos” (v. 60). Con estas palabras, deliberadamente provocadas Él tiene la intención de reafirmar la primacía del seguimiento y la proclamación del Reino de Dios, incluso por encima de las realidades más importantes, como la familia. La urgencia de comunicar el Evangelio, que rompe la cadena de la muerte e inaugura la vida eterna, no admite demoras, pero requiere inmediatez y disponibilidad, es decir, la Iglesia es itinerante, pero también la Iglesia es decidida, va con prontitud, al momento, sin esperar.
El tercer personaje también quiere seguir a Jesús pero con una condición, después de haber ido a despedirse de sus parientes, por eso se escucha decir al Maestro: “El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios” (v. 62). Seguir a Jesús excluye las nostalgias y las miradas hacia atrás, sino que requiere la virtud de la decisión.
La Iglesia para seguir a Jesús es itinerante, con prontitud, enseguida lo hace y decidida. El valor de estas tres condiciones planteadas por Jesús – itinerancia, prontitud y decisión – no radica en una serie de dichos de “no” a las cosas buenas e importantes de la vida. El acento, más bien, debe ser colocado sobre el objetivo principal: ¡llegar a ser discípulo de Cristo! Una elección libre y consciente, hecha por amor, para corresponder a la gracia inestimable de Dios, y no hecha de una manera de promoverse a sí mismo. Esto es triste, atención a aquellos que piensan que están siguiendo a Jesús para promoverse a sí mismos, es decir, para hacer carrera, para sentirse importantes o adquirir un puesto de prestigio. Jesús quiere que sean apasionados de él y del Evangelio. Una pasión del corazón que se traduce en gestos concretos de proximidad, de cercanía a los hermanos más necesitados de acogida y cuidados. Como él mismo lo vivió.
Que la Virgen María, icono de la Iglesia en camino, nos ayude a seguir con alegría al Señor Jesús y proclamar a nuestros  hermanos y hermanas, con renovado amor, la Buena Nueva de la salvación.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas!

En las últimas horas hemos visto un buen ejemplo de una cultura de encuentro en Corea. Saludo a los protagonistas, orando para que este gesto significativo constituya un paso más en el camino de la paz no sólo en esa península, sino en beneficio de todo el mundo.

En este último día de junio, deseo a todos los trabajadores que durante el verano puedan tener un periodo de descanso que les beneficiará a ellos y a sus familias.
Rezo por los que más han sufrido las consecuencias del calor estos días: los enfermos, personas mayores, personas que tienen que trabajar al aire libre, en obras de construcción…. Que nadie sea abandonado o explotado.
Y ahora dirijo mi cordial saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos: familias, grupos parroquiales, asociaciones. Saludo en particular al grupo de Hermanas de Santa Isabel y a los peregrinos que vinieron en bicicleta de Sartirana Lomellina. Veo que hay muchos polacos…. Saludo a los polacos. ¡Bravo!
Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós.