El Papa en el Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (cf. Mt 5,17-37) está tomado del “Sermón de la Montaña” y trata del cumplimiento de la Ley: cómo debo cumplir la Ley, cómo hacerlo. Jesús quiere ayudar a sus oyentes a tener un acercamiento justo con las prescripciones de los mandamientos dados a Moisés, exhortándo a estar disponibles para Dios que nos educa en la verdadera libertad y responsabilidad a través de la Ley. Se trata de vivirla como un instrumento de libertad. No olvidemos eso: viviendo la Ley como un instrumento de libertad, que me ayuda a ser más libre, que me ayuda a no ser esclavo de las pasiones y del pecado. Pensemos en las guerras, pensemos en las consecuencias de las guerras, pensemos en esa niña que murió congelada en Siria anteayer. Muchas calamidades, muchas. Este es el resultado de las pasiones, y la gente que hace la guerra no sabe cómo dominar sus pasiones. Les hace falta cumplir la Ley. Cuando cedemos a las tentaciones y pasiones, no somos señores y protagonistas de nuestra propia vida, sino que nos volvemos incapaces de manejarla con voluntad y responsabilidad.
El discurso de Jesús está estructurado en cuatro antítesis, expresadas con la fórmula “Habéis comprendido que se dijo… pero yo te digo”. Estas antítesis se refieren a otras tantas situaciones de la vida cotidiana: asesinato, adulterio, divorcio y juramentos. Jesús no abolió las prescripciones que se ocupan de estos temas, pero explica su pleno significado e indica el espíritu con el que …deben ser observadas. Nos anima a pasar de una observancia formal de la Ley a una observancia sustancial, acogiendo la Ley en el corazón, que es el centro de las intenciones, decisiones palabras y gestos de cada uno de nosotros. Del corazón salen las buenas y las malas acciones aceptando la Ley de Dios en nuestros corazones entendemos que, cuando no amamos a nuestro prójimo, uno se mata a sí mismo y a otros hasta cierto punto, porque el odio, la rivalidad y la división matan la caridad fraternal que es la base de las relaciones interpersonales. Y esto se aplica a lo que dije sobre las guerras, porque la lengua mata. Aceptando la Ley de Dios en el corazón se entiende que los deseos tienen que ser guiados, porque no todo lo que deseas lo puedes tener, y no es bueno… ceder a los sentimientos egoístas y posesivos. Cuando uno acepta la Ley de Dios en su corazón, uno entiende que hay que abandonar un estilo de vida hecho de promesas rotas, no mantenida, así como pasar de prohibición del perjurio a la decisión de no jurar en absoluto, asumiendo la actitud de plena sinceridad con todos.
Y Jesús es consciente de que no es fácil vivir los mandamientos de una manera total y tan profundamente. Por esta razón nos ofrece la ayuda de su amor: Vino al mundo no sólo para cumplir la Ley, sino también para darnos su Gracia, para que podamos hacer la voluntad de Dios, amándolo a Él y a nuestros hermanos. ¡Todo, todo lo podemos hacer con la gracia de Dios! De hecho, la santidad no es otra cosa que guardar esta gratuidad que Dios nos ha dado, esta gracia. Se trata de la confianza y confiarnos a Él, a su gracia, a esa gratuidad que nos ha dado y acoger la mano nos tiende constantemente, para que nuestros esfuerzos y nuestro necesario compromiso puedan ser apoyados por su ayuda, llena de bondad y misericordia.
Hoy Jesús nos pide que avancemos en el camino del amor que nos ha mostrado y que comienza desde el corazón. Esta es la manera de vivir como cristianos.
Que la Virgen María nos ayude a seguir el camino trazado por su Hijo, para lograr la verdadera alegría y difundir la justicia y la paz por todas partes.