El Papa en la Audiencia General del 25
La Carta a los Gálatas recoge un hecho bastante sorprendente. Como hemos escuchado, Pablo dice que tuvo que corregir a Cefas, es decir, a Pedro, ante la comunidad de Antioquía, porque su comportamiento no era bueno. ¿Qué había pasado tan grave como para obligar a Pablo a dirigirse en términos duros a Pedro? ¿Quizá Pablo exagera, se deja llevar por su carácter sin saberse dominar? Veremos que no es así, sino que una vez más está en juego la relación entre la Ley y la libertad. Y debemos volver sobre esto muchas veces.
Escribiendo a los Gálatas, Pablo menciona a propósito este episodio que había pasado en Antioquía años antes. Pretende recordar a los cristianos de aquellas comunidades que no deben en absoluto escuchar a cuantos predican la necesidad de hacerse circuncidar y, por tanto, caer “bajo la Ley” con todas sus prescripciones. Recordemos que son esos predicadores fundamentalistas los que llegaron allí y crearon confusión, e incluso quitaron la paz a aquella comunidad. El motivo de la crítica a Pedro fue su comportamiento a la hora de comer. A un judío, la Ley le prohibía comer con los no judíos. Pero el mismo Pedro, en otra circunstancia, fue a Cesarea a la casa del centurión Cornelio, sabiendo que transgredía la Ley. Entonces afirmó: «Dios me ha enseñado a no llamar profano a ningún hombre» (Hch 10,28). Una vez de vuelta a Jerusalén, los cristianos circuncisos fieles a la Ley mosaica reprochan a Pedro por ese comportamiento, pero él se justificó diciendo: «Entonces recordé la palabra del Señor cuando decía: 'Juan bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo'. Si Dios les concedió el mismo don que a nosotros, que creímos en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios» (Hch 11,16-17). Recordemos que el Espíritu Santo vino en aquel momento a casa de Cornelio cuando Pedro estaba allí.
Un hecho similar sucedió también en Antioquía en presencia de Pablo. Primero Pedro estaba en la mesa sin ninguna dificultad con los cristianos venidos del paganismo; pero cuando llegaron a la ciudad algunos cristianos circuncisos de Jerusalén −los que venían del judaísmo− entonces ya no lo hizo, para no caer en sus críticas. Ese fue el error: estaba más atento a las críticas, a quedar bien. Y eso es grave a los ojos de Pablo, también porque Pedro era imitado por otros discípulos, el primero de todos Bernabé, que con Pablo había evangelizado precisamente a los Gálatas (cfr. Gal 2,13). Sin quererlo, Pedro, con aquel modo de hacer −un poco así, un poco asá…, no claro, ni transparente− creaba de hecho una injusta división en la comunidad: “Yo soy puro… yo voy por esta línea, yo debo ir así, esto no se puede…”.
Pablo, en su reproche −y aquí está el núcleo del problema− utiliza un término que permite entrar en el centro de su reacción: hipocresía (cfr. Gal 2,13). Esta es una palabra que saldrá muchas veces: hipocresía. Creo que todos sabemos lo que significa. La observancia de la Ley por parte de los cristianos llevaba a ese comportamiento hipócrita, que el Apóstol pretende combatir con fuerza y convicción. Pablo era recto, tenía sus defectos −muchos, su carácter era terrible− pero era recto. ¿Qué es la hipocresía? Cuando decimos: estate atento que aquel es un hipócrita: ¿qué queremos decir? ¿Qué es la hipocresía? Se puede decir que es miedo a la verdad. El hipócrita tiene miedo a la verdad. Prefiere fingir antes que ser él mismo. Es como maquillarse el alma, como disfrazarse en los comportamientos, como actuar de modo postizo: no es la verdad. “Tengo miedo de ser como soy y me disfrazo con estos comportamientos”. Y la ficción impide el valor de decir abiertamente la verdad y así se elude fácilmente la obligación de decirla siempre, en todas partes y a pesar de todo. La ficción te lleva a eso: a las medias verdades. Y las medias verdades son una ficción: porque la verdad es verdad o no es verdad. Pero las medias verdades son ese modo de actuar falso. Se prefiere, como digo, fingir antes que ser uno mismo, y la ficción impide el valor de decir abiertamente la verdad. Y así se excusa de la obligación −y esto es un mandamiento− de decir siempre la verdad, decirla en todas partes y decirla a pesar de todo. Y en un ambiente donde las relaciones interpersonales se viven de puro formalismo, se difunde fácilmente el virus de la hipocresía. Esa sonrisa que no viene del corazón, ese buscar estar bien con todos, pero con nadie…
En la Biblia se encuentran varios ejemplos donde se combate la hipocresía. Un bonito testimonio para combatir la hipocresía es el del viejo Eleazar, al que se le pedía que fingiera comer la carne sacrificada a las divinidades paganas para salvar su vida: disimular que la comía, pero no la comía. O parecer que comía carne de cerdo cuando los amigos le habían preparada otra. Pero aquel hombre temeroso de Dios respondió: «No es digno de mi edad ese engaño. Van a creer los jóvenes que Eleazar a los noventa años ha apostatado y si miento por un poco de vida que me queda se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso sería manchar e infamar mi vejez» (2Mac 6,24-25). Honrado: no entra por la senda de la hipocresía. ¡Qué hermosa página en la que reflexionar para alejarse de la hipocresía! También los Evangelios recogen diversas situaciones en las que Jesús reprocha fuertemente a los que parecen justos por fuera, pero por dentro están llenos de falsedad e iniquidad (cfr. Mt 23,13-29). Si tenéis un poco de tiempo hoy tomad el capítulo 23 del Evangelio de San Mateo y ved cuántas veces Jesús dice: “hipócritas, hipócritas, hipócritas”, y desvela qué es la hipocresía.
El hipócrita es una persona que finge, adula y engaña porque vive con una máscara en el rostro y no tiene el valor de enfrentarse a la verdad. Por eso, no es capaz de amar de verdad −un hipócrita no sabe amar−, se limita a vivir del egoísmo y no tiene la fuerza de mostrar con transparencia su corazón. Hay muchas situaciones en que se puede dar la hipocresía. A menudo se esconde en el lugar de trabajo, donde se busca parecer amigo con los colegas mientras la competencia lleva a culparles a sus espaldas. En la política no es inusual encontrar hipócritas que llevan una doble vida: la pública y la privada. Es particularmente detestable la hipocresía en la Iglesia, y desgraciadamente existe la hipocresía en la Iglesia, y hay muchos cristianos y ministros hipócritas. Nunca debemos olvidar las palabras del Señor: “Que vuestro modo de hablar sea: 'Sí, sí'; 'no, no'. Lo que exceda de esto, viene del Maligno” (Mt 5,37). Hermanos y hermanas, pensemos hoy en lo que Pablo condena y Jesús condena: la hipocresía. Y no tengamos miedo de ser veraces, de decir la verdad, de sentir la verdad, de conformarnos a la verdad. Así podremos amar. Un hipócrita no sabe amar. Obrar en contra de la verdad significa poner en peligro la unidad de la Iglesia, por la que el mismo Señor rezó.
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa, en particular a los monaguillos de las Diócesis de Tulle, Limoges y Angoulême, así como a los de la Parroquia de Meyzieu. En este tiempo de vacaciones y de encuentros, no nos dejemos condicionar por el miedo a los prejuicios que debilita el amor del Señor en nosotros y nos lleva a excluí y marginar al prójimo. Aprendamos más bien a cultivar entre nosotros relaciones verdaderas y sinceras, capaces de devolver vida y esperanza a los que nos rodean. Sobre cada uno invoco la Bendición de Dios.
Dirijo un cordial saludo a los fieles de lengua inglesa. Espero que esto periodo de vacaciones estivales sea un momento de descanso y de renovación espiritual para vosotros y para vuestras familias. Sobre todos invoco la alegría y la paz del Señor Jesús. ¡Dios os bendiga!
Queridos hermanos y hermanas de lengua alemana, pidamos que el Espíritu Santo nos ayude a vivir lo que hemos reconocido en la fe como verdadero. El Evangelio es creíble, pero los cristianos debemos empeñarnos en manifestarlo con autenticidad. ¡Dios os proteja y os bendiga!
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos al Señor que nos ayude a ser coherentes, a dejarnos confrontar y a combatir con valentía todo lo que nos aleja de la verdad y de la fe que profesamos. Sólo así podremos ser auténticos constructores de unidad y de fraternidad. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua portuguesa: encomendémonos a la protección de la Virgen para que no haya entre nosotros ni en nuestras comunidades la hipocresía que pone en peligro la unidad de la Iglesia. ¡Dios os bendiga y os proteja de todo mal!
Saludo a los fieles de lengua árabe. Los Evangelios recogen diversas situaciones en las que Jesús reprocha fuertemente a los que parecen justos por fuera, pero por dentro están llenos de falsedad e iniquidad. Para no ser como esos, nunca debemos olvidar las palabras de Jesús: “Sea vuestro hablar sí, sí, no, no, lo demás viene del maligno”. ¡Que el Señor os bendiga a todos y os proteja siempre de todo mal!
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, mañana en Polonia se celebra la solemnidad de la Madre de Dios venerada en el santuario nacional de Jasna Gora. Hace cinco años, pude estar con los jóvenes ante su rostro negro y encomendarle la Iglesia en Polonia y en el mundo. Que su materna protección sea para vosotros, para vuestras familias, y para todos los polacos fuente de paz y de todo bien. Os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Saludo a las Capitulares de le Hermanas Oblatas del Niño Jesús: a ellas y a todo el Instituto dirijo mi aliento para que sepan afrontar los problemas de la educación con gran confianza, sembrando la palabra de Dios con alegría en los corazones de los jóvenes. Saludo también a los fieles de Montegallo, que el 24 de agosto de hace 5 años fueron víctimas del terremoto. Queridos hermanos y hermanas, vuestra presencia me da la ocasión de dirigir mi pensamiento a las víctimas y comunidades de Italia central, entre otras Accumoli y Amatrice, que padecieron las duras consecuencias de aquel evento sísmico. Con la concreta ayuda de las Instituciones, es necesario dar prueba de “renacimiento” sin dejarse abatir por el desánimo. Animo a todos a seguir adelante con esperanza. ¡Ánimo!
Mi pensamiento va finalmente, como de costumbre, a los ancianos, enfermos, jóvenes y recién casados. Que aumente en el corazón de todos el deseo de entrar cada vez más en amistad con Cristo y encontrar en Él serenidad y cristiana esperanza. A todos mi Bendición.
Llamamiento
Ayer, en Tokio, dieron comienzo las Paralimpiadas. Envío mi saludo a los atletas y les doy las gracias porque dan a todos un ejemplo de esperanza y de valentía. Manifiestan que el compromiso deportivo ayuda a superar dificultades aparentemente insuperables.