Juan Luis Selma
- Con un buen relato, lo que era natural y fundamento de la sociedad pasa a ser retrógrado
Los cuentacuentos están siempre de moda. Encandilan al auditorio infantil, les hacen vivir escenas inverosímiles, activan la imaginación de los peques. Recuerdo los sábados en que el maestro nos contaba un cuento. Era el mejor colofón de las clases semanales y muy formativos. Una buena selección de historias bien contadas educa las mentes. En aquellos tiempos los cuentos eran moralizantes, se exaltaba la virtud y se condenaba el vicio.
Había un programa radiofónico a finales de los cincuenta que seguíamos en casa toda la familia: “El criminal nunca gana”. Era una serie policíaca en la que el malo siempre era pillado. La careta de entrada decía: “Por muy hábil que sea un criminal, por mucho que intente borrar sus huellas, tarde o temprano será descubierto y caerá sobre él todo el peso de la ley”. “El criminal nunca gana”. El serial ayudaba a distinguir los buenos de los malos y a tomar partido por aquellos.
Ahora hemos inventado el metarrelato, un discurso totalizante con pretensiones científicas, históricas, sociales o religiosas y, por supuesto, culturales. Relato absolutista e incuestionable que quiere dar respuesta y solución a todo. No hace falta que esté apoyado en hechos, que sea racional, que sea verdadero, basta con que sea bonito, moderno y que se repita muchas veces, para que se transforme en creíble, oportuno, bueno y, luego, necesario.
En el Evangelio se alaba al “administrador infiel”, esto es, corrupto, para hacernos entender “que los hijos de este mundo son más sagaces en lo suyo que los hijos de la luz”. Dice el Papa Francisco que, con esta narración, Jesús “nos lleva a reflexionar sobre dos estilos de vida contrapuestos: el mundano y el del Evangelio. (…) Con esta enseñanza, Jesús hoy nos exhorta a elegir claramente entre Él y el espíritu del mundo, entre la lógica de la corrupción, del abuso y de la avidez, y la de la rectitud, de la humildad y del compartir”. Pero también nos alerta del modo de hacer del maligno: astucia, engaño, seducción, para que espabilemos.
No podemos dejar que cuentos, dibujos animados, historias diseccionadas y manipuladas perviertan las mentes de jóvenes e incluso de adultos, a veces más ingenuos que ellos. Se pretende deconstruir nuestra cultura cristiana y sus raíces clásicas utilizando relatos inventados, renunciando a la verdad y a los hechos. Un “buen relato” debidamente repetido y adornado puede ser demoledor.
Pongamos el ejemplo de cómo ha ido creciendo la mentalidad abortista. Hace un siglo la vida era siempre defendida por el Estado, que fomentaba la mentalidad demográfica, y por la Religión, que considera el aborto como un homicidio, un atentado a la vida. La mentalidad cultural era provida. Los médicos lo condenaban por unanimidad. Luego se intentó despenalizar el aborto para algunos casos, se oponía mucha gente de derechas y de izquierdas, pero el relato sentimental abrió las puertas a estos pocos casos. Más adelante se pidió la ley de plazos, era legal antes de x meses. Con el tiempo los meses fueron creciendo y de una excepción se pasó a un derecho de la madre. El feto deja de ser un nasciturus, con derechos reconocidos desde el Derecho Romano, a una secreción del cuerpo materno del que se puede prescindir alegremente. Actualmente el relato condena y sataniza a los provida, que han de ser perseguidos y acallados, encarcelados por perturbadores de la paz social.
También está en juego el derecho a la objeción de conciencia de médicos y sanitarios y eso que sigue vigente el juramento hipocrático en su versión de 2017: “prometo solemnemente… velar con el máximo respeto por la vida humana”. Ahora es un delito atentar contra las especies en peligro de extinción. Según el Código Penal español incurre en delito de seis meses a dos años de prisión quien “realice actividades que impidan o dificulten la reproducción” de especies protegidas de la fauna silvestre.
Con un buen relato lo que era natural y fundamento de la sociedad pasa a ser destructivo y retrógrado. Es cuestión de crear opinión favorable y lo malo y perverso llega a ser lo normal, lo bueno. Cuando no hay verdad, cuando todo depende de los sentimientos, de opiniones, de lo fácil no hay nada que esté a salvo.
“Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho”. Que sea el relato evangélico, la palabra de Dios lo que configure nuestra vida, la sociedad. Tenemos la ventaja de que por sí es un relato amable, atrayente, el más acorde con la condición humana. Quizá tenemos que ser buenos cuentacuentos que con palabras y sobre todo con los hechos, recordemos la grandeza de la vida cristiana. Los padres, los abuelos, los sacerdotes y catequistas, los cristianos tenemos la responsabilidad de hacer atrayente y luminosa la palabra de Dios con nuestras vidas y palabras
Fuente: eldiadecordoba.es