ENRIQUE Gª-MÁIQUEZ
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Lo malo es que repetimos las mismas anécdotas y lo bueno es que éstas ganan con el tiempo.
Este verano he contado mucho la anécdota que le había leído a George Mikes en su manual Humor inglés para principiantes. El humor será inglés, pero el autor húngaro y cuenta de un griego, amigo suyo, poeta, que repetía siempre, como hacemos todos, las mismas historias. Su joven y hermosa mujer iba diciendo a cada rato: "Eso ya me los has contado". Y con cara de aburrida: "Ya lo sé". En un momento dado, el poeta se vuelve y le dice: "Querida, cuando la mujer de un hombre está aburrida con sus anécdotas, sólo hay una cosa que ese hombre puede hacer: cambiar de mujer. Es imposible que cambie de anécdotas". "Sabias palabras", glosa entusiasmado Mikes, "las anécdotas son la riqueza acumulada a lo largo de una esforzada biografía y es tan imposible cambiarlas como de nariz o de pie izquierdo".
Yo lo contaba para ponderar el mérito de mi mujer, que lleva veintitantos años oyéndome contar lo mismo en sucesivas reuniones con una sonrisa heroica, incluso sincera. Sin embargo, hay una cosa que se le escapaba al poeta griego y otra a mí.
Al aedo y, sobre todo, a su mujer se les escapaba que lo bueno de las anécdotas es que van ganando con el tiempo. Dan lo mejor de sí tras muchos años de envejecimiento. A mí se me escapaba la guasa soterrada de Georges Mikes.
La he descubierto gracias a un amigo que me oyó (como era inevitable este verano) esta misma historia y me escribió el otro día preguntándome quién era el escritor que le dijo eso a su mujer. Le hacía falta saberlo. Entonces caí en que Mikes no da el nombre.
Es muy raro. Porque si fuese un poeta conocido, lo daría para darse pisto. Y si fuese un desconocido, lo tendría que dar para darle pisto y por respeto a la propiedad intelectual. De modo que es muy probable que la historia se la inventase Georges Mikes. ¿Cómo elegante súplica a su esposa para que no pusiese cara de aburrida cuando en una cena contaba otra vez ese chiste que tenía tanto éxito entre recién conocidos? Lo de inventarse historias para mandar mensajitos privados es un método que los escritores, ejem, usan mucho.
Pero también hay un inmenso guiño. ¿Por qué un poeta griego, eh? ¿No nos está queriendo decir que la gran tradición occidental repite las mismas historias y que, si alguien se aburre de ellas, él se lo pierde? Cada época es como una esposa, y vivirá feliz mientras sepa descubrir que las viejas historias esconden significados siempre nuevos y más hondos.
Fuente: diariodecadiz.es