El Papa en el Ángelus
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
La parábola que el Evangelio de la Liturgia de hoy nos presenta (cf. Lc 16,1-13), parece un poco difícil de comprender. Jesús cuenta una historia de corrupción: un administrador deshonesto, que roba y después, cuando es descubierto por su amo, actúa con astucia para salir de esa situación. Nos preguntamos: ¿en qué consiste esta astucia —es un corrupto el que la usa—, y qué quiere decirnos Jesús?
En la historia vemos que este administrador corrupto termina con problemas porque se ha aprovechado de los bienes de su amo; ahora tendrá que rendir cuentas y perderá su trabajo. Pero él no se da por vencido, no se resigna a su destino y no se hace la víctima; al contrario, actúa en seguida con astucia, busca una solución, es ingenioso. Jesús se inspira en esta historia para lanzarnos una primera provocación: «Los hijos de este mundo —dice— son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz» (v. 8). Sucede que, quien se mueve en las tinieblas, según ciertos criterios mundanos, sabe salir adelante incluso en medio de los problemas, sabe ser más astuto que los otros; en cambio, los discípulos de Jesús, es decir, nosotros, a veces estamos dormidos, o somos ingenuos, no sabemos tomar la iniciativa para buscar salidas en las dificultades (cf. Evangelii gaudium, 24). Por ejemplo, pienso en los momentos de crisis personal, social, pero también eclesial: a veces nos dejamos vencer por el desánimo, o caemos en la queja y en el victimismo. En cambio —dice Jesús— se podría también ser astutos según el Evangelio, estar despiertos y atentos para discernir la realidad, ser creativos para buscar soluciones buenas, para nosotros y para los demás.
Pero también hay otra enseñanza que Jesús nos ofrece. De hecho, ¿en qué consiste la astucia del administrador? Él decide hacer un descuento a los que están en deuda, y así se hace amigo de ellos, esperando que puedan ayudarle cuando el amo lo despida. Antes acumulaba las riquezas para sí mismo, ahora las usa para hacerse amigos que puedan ayudarle en el futuro. Haciendo lo mismo, robar. Y Jesús, entonces, nos ofrece una enseñanza sobre el uso de los bienes: «Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas» (v. 9). Para heredar la vida eterna no es necesario acumular los bienes de este mundo, lo que cuenta es la caridad que habremos vivido en nuestras relaciones fraternas. Esta es la invitación de Jesús: no uséis los bienes de este mundo solo para vosotros mismos y para vuestro egoísmo, sino utilizadlos para generar amistades, para crear relaciones buenas, para actuar en la caridad, para promover la fraternidad y ejercer el cuidado hacia los más débiles.
Hermanos y hermanas, también en el mundo de hoy hay historias de corrupción como la del Evangelio; conductas deshonestas, políticas injustas, egoísmos que dominan las decisiones de los individuos y de las instituciones, y tantas otras situaciones oscuras. Pero a los cristianos no se nos permite desanimarnos o, peor aún, dejarlo pasar, permanecer indiferentes. Al contrario, estamos llamados a ser creativos en el hacer el bien, con la prudencia y la astucia del Evangelio, usando los bienes de este mundo —no solo los materiales, sino todos los dones que hemos recibido del Señor— no para enriquecernos a nosotros mismos, sino para generar amor fraterno y amistad social. Esto es muy importante: generar amistad social con nuestra actitud.
Pidamos a María Santísima que nos ayude a ser como ella, pobres en espíritu y ricos de caridad recíproca.
Después del Ángelus
¡Queridos hermanos y hermanas!
Doy gracias a Dios por el viaje que pude realizar los días pasados en Kazajistán, con ocasión del séptimo Congreso de los Líderes de las Religiones mundiales y tradicionales. Me propongo hablar de ello en la audiencia general del próximo miércoles.
Estoy afligido por los recientes combates entre Azerbaiyán y Armenia. Expreso mi cercanía espiritual a las familias de las víctimas, y exhorto a las partes a respetar el alto el fuego, en vista de un acuerdo de paz. No lo olvidemos: ¡la paz es posible cuando callan las armas e inicia el diálogo! Y sigamos rezando por el martirizado pueblo ucraniano y por la paz en cada tierra ensangrentada por la guerra.
Deseo asegurar mi oración por las poblaciones de Las Marcas, golpeadas por una violenta inundación. Rezo por los difuntos y por sus familiares, por los heridos y por quien ha sufrido graves daños. ¡El Señor dé fuerza a esas comunidades!
Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de diferentes países. En particular, saludo a las Religiosas de María Inmaculada de varias comunidades en África, América Latina, Asia y Europa; como también a los fieles de Sevilla y el grupo Secular Nuestra Señora del Cenáculo.
Saludo al grupo de Caturano, diócesis de Capua; a los jóvenes de Confirmación de Gazzaniga (Bérgamo) y a los de Soliera (Módena); a los miembros de la comunidad “Hijos en Cielo”, a las Pro Loco del Lacio y al grupo de médicos veterinarios de la provincia de Verona, con sus familiares. Saludo también a los jóvenes de “Economy of Francesco”, que hoy están aquí en la plaza: ¡siempre adelante! Nos veremos pronto en Asís.
Un pensamiento especial dirijo a los pobres y a los voluntarios de la “Casa de Zaqueo”, de Mesagne: que el Señor os bendiga y la Virgen os custodie.
Os deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!