3/31/23

Arthur C. Brooks: «El sentido de la vida se encuentra a través del sufrimiento»

Lucía Ferrer


Me sentí en casa porque todos valoraban las ideas y disfrutaban hablando de sus convicciones

Es científico social, conservador y profesor en la Harvard Business School, la misma que le rechazó como alumno hace casi tres décadas. Arthur C. Brooks (Seattle, 1964) presume de un 'best seller' en «The New York Times» y de varios pódcast. ¿Su objeto de estudio? La felicidad. A los diecinueve dejó la carrera, se dedicó a tocar la trompa y se definió de izquierdas. Doce años más tarde, el amor de Ester, su mujer, y la vuelta a los libros le dieron a su vida un giro que lo llevó a dirigir uno de los principales think tanks de Estados Unidos. Hoy lo consideran uno de los intelectuales más influyentes de la derecha estadounidense.

Arthur C. Brooks sabe hacer feliz a la gente. Al menos por eso le paga Harvard: su asignatura Liderazgo y Felicidad es una de las más concurridas del centro. Además de dar clases, Brooks publica los jueves la columna «How to Build a Life» en la centenaria revista The Atlantic, presenta los pódcast «The Art of Happiness» y «How to Build a Happy Life» —este último también en The Atlantic— y da la vuelta al mundo buscando formas de mejorarlo en el documental The Pursuit. Antes, dirigió durante una década el Instituto Americano de la Empresa, uno de los think tanks más influyentes del planeta. Ha publicado doce libros con títulos como The Road to Freedom (2012), Gross National Happiness (2016) y The Conservative Heart (2017). Sin embargo, probablemente se siente mejor definido por las palabras católico, esposo y padre.

Lo primero sucedió en el santuario de Guadalupe en 1980, donde tuvo una «experiencia mística» y se convirtió del protestantismo. En aquella época no era un buen estudiante. Comenzó una carrera pero la dejó a los diecinueve para dedicarse a la música, el sueño de su niñez. La cosa cambió en un festival de música en Francia, donde conoció a la barcelonesa Ester Munt. Ella no hablaba inglés ni él español o catalán (aunque ahora se expresa a la perfección en ambas lenguas), pero se enamoraron como solo sucede en las películas. Ella vendió el coche para ir a verle a su país. Él, a los veinticinco, dejó su trabajo en Nueva York persiguiéndola a ella para probar suerte en Barcelona, donde se hizo un hueco para tocar la trompa en una orquesta. Gracias a ella se dio cuenta de que no era feliz, pero podía llegar a serlo. Ese es el origen de su inquietud por el tema que le apasiona. 

Dos años después se casaron y empezaron una nueva vida en Estados Unidos. Esa vuelta a la patria la vivió Brooks como un emigrante, como su particular sueño americano. Algo así debió de sucederles a sus bisabuelos, que procedían de Dinamarca —curiosamente, uno de los países más felices del mundo— y emigraron, en el 1900, a la tierra de las oportunidades. Compraron una granja en Dakota del Sur, trabajaron duro y, al cabo de una generación, la familia nunca más sería pobre.

El matrimonio Brooks-Munt tiene tres hijos: Joaquim, que es profesor de secundaria; Carlos, militar, y Marina [Hum 23], que estudia Humanidades en la Universidad de Navarra. Ella fue una de los quinientos alumnos que el 16 de septiembre escucharon a Brooks pronunciar, con un acento medio yanqui medio catalán, la ponencia inaugural del Congreso Forun en el campus de Pamplona. Se trata de un congreso de alumnos para alumnos que reflexiona sobre valores relacionados con la persona y la cultura. En la charla, el profesor intentó dar a los jóvenes las claves de la felicidad.

Ese día, Brooks viste traje. De la muñeca derecha le cuelgan unas pulseras de bolitas negras que le regalaron los empleados de su empresa ACB Ideas. En unos pequeños cubos blancos está escrito un verso del salmo 84: From Strength to Strength. Esas palabras son también el título de su último libro, que se publicó en febrero de 2022 y apareció en la lista de best sellers de The New York Times. Como cuenta Brooks, «querían que tuviéramos mucho éxito en el mercado». Eso —el éxito— no fue precisamente su primera experiencia.

El profesor Brooks en el campus de la Universidad de Navarra, antes de su conferencia.

¿Por qué volvió a los estudios, si ya había dejado la universidad?

A veces me lo pregunto. Mi mujer me animó a ello porque sabía que yo no era feliz. Me dijo: «¿Por qué no experimentas con otras cosas?». Mi padre era catedrático de Matemáticas, y yo, el primero de mi familia desde hace siglos sin birrete de doctor. A los veintiocho me di cuenta de que para ganar dinero necesitaba más formación, pero fui un mal estudiante en el instituto. Como era pobre pobre, me matriculé en una universidad pública a distancia en Nueva Jersey [el Thomas Edison State College] y me encantó expandirme en lo intelectual. Suponía un mundo nuevo, una aventura: cuanto más profundizaba, más me gustaba. No quería dejar de aprender.

En 1994 me gradué en Economía. Obtuve el diploma por poco dinero y solo después pisé un campus, cuando empecé el doctorado. [Se doctoró en Análisis de Políticas Públicas por la Grand Valley State University en 1998]. Allí me sentí en casa porque todos valoraban las ideas y disfrutaban hablando de sus convicciones. Fue la primera vez que me encontré a gusto intelectualmente.

Fuente: nuestrotiempo.unav.edu/es

3/30/23

El Papa Francisco, ingresado en el Gemelli

Permanecerá varios días en el centro hospitalario.


La Santa Sede ha comunicado, en la tarde del 29 de marzo, que el Papa Francisco ha sufrido en los últimos días ciertas “dificultades respiratorias y esta tarde ha acudido al Hospital Universitario Gemelli para someterse a algunos controles médicos”.

Unas horas antes, la propia Sala Stampa había informado del ingreso del Pontífice en el centro hospitalario, si bien en un primer momento, apuntaron a “revisiones programadas”.

En cuanto a los resultados de los chequeos que se le han realizado al Papa, la Sala Stampa explica que el Papa sufre una infección respiratoria que requerirá “varios días de tratamiento médico hospitalario adecuado” por lo que el Papa Francisco continuará en el Gemelli durante las próximas horas (no se ha especificado el tiempo de su ingreso) y su agenda ha sido ya despejada. El Vaticano ha aclarado específicamente que esta infección respiratoria no es Covid19.

El comunicado vaticano recoge además el agradecimiento del Papa por la cercanía y oración mostrados a través e los mensajes de ánimo que ha recibido de diversas partes del mundo.

La salud del Papa Francisco

La última vez que vimos un largo ingreso del Papa Francisco en el hospital Gemelli fue en julio de 2021. En aquel momento fue intervenido de una  “estenosis diverticular sintomática del colon”, una operación por la que permaneció varios días en el hospital.

Un año más tarde, volvieron los rumores sobre la salud del Papa a causa de los fuertes dolores que padecía en su rodilla derecha, aún presentes, y que le obligaron a usar, por primera vez una silla de ruedas, una ayuda a la que acude de vez en cuando desde mayo de 2022. Fue este problema en la rodilla el que obligó al Papa a posponer su viaje a la República Democrática del Congo y Sudán del Sur hasta febrero de este año.

Fuente: omnesmag.com

Mensaje del Prelado del Opus Dei

Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

Como sabéis, en la semana de Pascua tendrá lugar el Congreso General Extraordinario para adaptar los Estatutos de la Prelatura al motu proprio Ad charisma tuendum. Os agradezco mucho vuestra contribución en estos meses, con la oración por esos trabajos y, también, con la preparación y el envío de las numerosas sugerencias que se han recibido. Os pido que sigáis rezando por los preparativos y el desarrollo de este Congreso General y por su resultado, que nos ha de ayudar a renovar el deseo de hacer el Opus Dei, en servicio de Dios y de la Iglesia en todo el mundo.

Las sugerencias se han estudiado en Roma, con la ayuda de expertas y expertos, para presentar propuestas concretas en el Congreso. Las que no eran aplicables a la petición de la Santa Sede contenida en el motu proprio se podrán tener en cuenta, como ya adelanté en mi mensaje de octubre, durante las próximas Semanas de trabajo, cuando se convoquen, y servirán para preparar el próximo Congreso General ordinario en 2025. Son un material muy valioso, que os quiero agradecer de nuevo.

Durante esos días, las reuniones de las congresistas y de los congresistas se realizarán en paralelo y participaré en ambas, junto con los Vicarios. Tendrán lugar en las sedes del Colegio Romano de Santa María y del Colegio Romano de la Santa Cruz. Las dos se iniciarán con una Santa Misa. En sucesivas sesiones, se estudiarán las propuestas elaboradas y lo que resulte como texto final se votará el último día. Terminaremos con la bendición con el Santísimo y el rezo del Te Deum.

A diferencia de otros Congresos Generales, ya sean electivos –donde se elige al Prelado– o sean ordinarios –donde se fijan algunas prioridades apostólicas–, en este caso no puede haber una comunicación inmediata del resultado final, pues se debe enviar al Dicasterio del Clero, para el estudio de la Santa Sede, a quien corresponde aprobarlo.

Todos los Congresos Generales son momentos muy especiales de unidad entre toda la Obra, y de la Obra con el Santo Padre y con el conjunto de la Iglesia. En estas semanas, deseamos que esté especialmente presente la aspiración de nuestro Padre: Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam.

Con todo cariño, os bendice,

Vuestro Padre

Roma, 30 de marzo de 2023

3/29/23

La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente

 El Papa en la Audiencia General


Catequesis.  9.  Los testigos: san Pablo 1

¡Queridos hermanos y hermanas buenos días!

En el camino de catequesis sobre el celo apostólico, empezamos hoy a mirar a algunas figuras que, en formas y tiempos diferentes, han dado testimonio ejemplar de qué quiere decir pasión por el Evangelio. Y, naturalmente, el primer testigo es el apóstol Pablo. A él quisiera dedicar dos catequesis.

La historia de Pablo de Tarso es emblemática sobre este argumento. En el primer capítulo de la Carta los Gálatas, así como en la narración de los Hechos de los Apóstoles, podemos detectar que su celo por el Evangelio aparece después de su conversión, y toma el lugar de su precedente celo por el judaísmo. Era un hombre celante por la ley de Moisés, por el judaísmo y después de la conversión este celo continúa, pero para proclamar, para predicar a Jesucristo. Pablo era un enamorado de Jesús.  Saulo —el primer nombre de Pablo— ya era celante, pero Cristo convierte su celo: de la Ley al Evangelio. Su impulso primero quería destruir la Iglesia, después, en cambio, la construye. Nos podemos preguntar: ¿qué ha sucedido, que sucede de la destrucción a la construcción? ¿Qué ha cambiado en Pablo? ¿En qué sentido su celo, su impulso por la gloria de Dios ha sido transformado?

Santo Tomás de Aquino enseña que la pasión, desde el punto de vista moral, no es ni buena ni mala: su uso virtuoso la hace moralmente buena, el pecado la hace mala. En el caso de Pablo, lo que le ha cambiado no es una simple idea o una convicción: ha sido el encuentro con el Señor resucitado —no olvidéis esto, lo que cambia una vida es el encuentro con el Señor—,  para Saulo ha sido el encuentro con el Señor resucitado lo que ha transformado todo su ser. La humanidad de Pablo, su pasión por Dios y su gloria no es aniquilada, sino transformada, “convertida” por el Espíritu Santo. El único que puede cambiar nuestros corazones es el Espíritu Santo. Y así para cada aspecto de su vida. Precisamente como sucede en la Eucaristía: el pan y el vino no desaparecen, sino que se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El celo de Pablo permanece, pero se convierte en celo de Cristo. Cambia el sentido, pero el celo es el mismo. Al Señor se le sirve con nuestra humanidad, con nuestras prerrogativas y nuestras características, pero lo que cambia todo no es una idea, sino la vida auténtica, como dice el mismo Pablo: «El que está en Cristo, es una nueva creación: pasó lo viejo, todo es nuevo» ( 2 Cor 5,17). El encuentro con Jesús te cambia desde dentro, te hace otra persona. Si uno está en Cristo es una nueva criatura, este es el sentido de ser una nueva criatura. Convertirse en cristiano no es un maquillaje que te cambia la cara, ¡no! Si tú eres cristiano te cambia el corazón, pero si tú eres cristiano de apariencia, esto no va bien… cristianos de maquillaje no está bien. El verdadero cambio es del corazón. Y esto le sucedió a Pablo.

La pasión por el Evangelio no es una cuestión de comprensión o de estudios, que también son necesarios pero no la generan; significa más bien recorrer esa misma experiencia de “caída y resurrección” que Saulo/Pablo vivió y que está en el origen de la transfiguración de su impulso apostólico. Tú puedes estudiar toda la teología que quieras, tú puedes estudiar la Biblia y todo eso y convertirte en ateo o mundano, no es una cuestión de estudios; ¡en la historia ha habido muchos teólogos ateos! Estudiar es necesario, pero no genera la nueva vida de gracia. De hecho, como dice san Ignacio de Loyola: «No el mucho saber harta y satisface al anima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente». Se trata de las cosas que te cambian dentro, que te hacen saber otra cosa, gustar otra cosa. Cada uno de nosotros piense en esto: “¿Yo soy religioso?” – “De acuerdo” – “¿Yo rezo?” – “Sí” – “¿Yo trato de cumplir los mandamientos?” – “Sí” – “Pero ¿dónde está Jesús en mi vida?” – “Ah no, yo hago lo que manda la Iglesia”. Pero Jesús ¿dónde está? ¿Has encontrado a Jesús? ¿Has hablado con Jesús? ¿Lees el Evangelio o hablas con Jesús? ¿Te acuerdas de quién es Jesús? Y esto es algo que nos falta muchas veces. Cuando Jesús entra en tu vida, como entró en la vida de Pablo, Jesús entra, cambia todo. Muchas veces hemos escuchado comentarios sobre la gente: “Mira ese otro, que era un desgraciado y ahora es un hombre bueno, una mujer buena… ¿Quién lo ha cambiado? Jesús, ha encontrado a Jesús. Tu vida que es cristiana ¿ha cambiado?  “Eh, no, más o menos, sí…”. Si no ha entrado Jesús en tu vida no ha cambiado. Tú puedes ser cristiano por fuera solamente. No, debe entrar Jesús y esto te cambia y esto le sucedió a Pablo. Es necesario encontrar a Jesús y por esto Pablo decía que el amor de Cristo nos impulsa, lo que te lleva adelante. El mismo cambio les sucedió a todos los santos, que cuando encontraron a Jesús fueron adelante.

Podemos hacer una ulterior reflexión sobre el cambio que tiene lugar en Pablo, el cual de perseguidor se convirtió en apóstol de Cristo. Notemos que en él se verifica una especie de paradoja:  mientras se considera justo delante de Dios, se siente autorizado a perseguir, a arrestar, incluso a matar, como en el caso de Esteban; pero cuando iluminado por el Señor Resucitado descubre haber sido “un blasfemo y un violento” (cfr. 1 Tm 1, 13) —así dice de sí mismo: “yo he sido un blasfemador y un violento”—,  entonces empieza a ser realmente capaz de amar. Y este es el camino. Si uno de nosotros dice: “Ah, gracias Señor, porque soy una persona buena, yo hago cosas buenas, no hago pecados grandes…”. Este no es un buen camino, este es un camino de autosuficiencia, es un camino que no te justifica, te hace un católico elegante, pero un católico elegante no es un católico santo, es elegante. El verdadero católico, el verdadero cristiano es el que recibe a Jesús dentro, que cambia el corazón. Esta es la pregunta que os hago a todos vosotros hoy: ¿qué significa Jesús para mí? ¿Le he dejado entrar en mi corazón o solamente lo tengo a mano pero que no vaya muy dentro? ¿Me he dejado cambiar por Él? O Jesús es solamente una idea, una teología que va adelante… Y el celo es que cuando uno encuentra a Jesús siente el fuego y como Pablo debe predicar a Jesús, debe hablar de Jesús, debe ayudar a la gente, debe hacer cosas buenas. Cuando uno encuentra la idea de Jesús permanece un ideólogo del cristianismo y esto no salva, solamente Jesús nos salva, si tú lo has encontrado y le has abierto la puerta de tu corazón. ¡La idea de Jesús no te salva! Que el Señor nos ayude a encontrar a Jesús, a encontrarnos con Jesús, y que Jesús desde dentro nos cambie la vida y nos ayude a ayudar a los demás.


Saludos:

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Recemos por los migrantes que fallecieron ayer en un trágico incendio en Ciudad Juárez, México, para que el Señor los reciba en su Reino y dé consuelo a sus familias. Recemos por ellos. Saludo también a los jóvenes de Teruel. Pidamos también al Señor que en este camino cuaresmal aumente en nosotros el “celo” por el Evangelio de Cristo, que nace de reconocernos “pecadores perdonados” y de acoger en nuestra vida la gracia del amor de Dios. Que Jesús los bendiga a todos y la Virgen los cuide. Muchas gracias.


 

Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

En este ciclo de catequesis dedicadas al celo apostólico, hoy reflexionamos sobre la figura del apóstol san Pablo. Su ejemplo es emblemático en este tema. Recorriendo su vida, vemos que Saulo —que era el primer nombre de Pablo— siempre fue un apasionado, un apasionado de la Ley de Dios, la defendía con radicalidad. Este celo, este apasionamiento que lo caracterizaba no desapareció después de su conversión, sino que siguió siendo apasionado. Se transformó por la acción del Espíritu Santo: Pablo pasó de querer destruir la Iglesia a abrazar la causa del Evangelio, anunciando a Cristo en todos los lugares donde iba y formando nuevas comunidades cristianas.

Esto nos enseña que lo que origina la pasión por el Evangelio no es la personalidad o los estudios de una persona —que ciertamente pueden ayudar—, sino lo que lo define es el encuentro con Cristo. Como le sucedió a san Pablo, vemos que el auténtico celo apostólico surge de una experiencia de “caída y resurrección”, que nos lleva a reconocer la Vida verdadera.

Fuente: vatican.va

Varón de deseos

Enrique García-Máiquez

«Los deseos, si uno no se exige convertirlos en realidad a base de entrega y autoexigencia, terminan supurando en envidias y resentimientos».

Mi hijo de 10 años me confiesa su deseo de jugar al fútbol tan bien como Peri Benítez, que es el mejor de su clase. «Yo soy bastante malo», confiesa. «Excelente», le digo, pero no su fútbol, que yo no soy un padre postmoderno al que, con tal de elevar la autoestima de su hijo –percíbase la paradoja– le dé igual Juana que su hermana. Lo excelente es que reconozca que juega de pena. Añado: «Si quieres jugar igual de bien que Peri, entrena mucho. Suda la camiseta. Haz tandas de ejercicios. Flexiones. Abdominales. Sentadillas. Sal a correr por las tardes. Chuta en las horas solitarias contra la pared del lavadero. Sufre. Y en unos meses o unos años jugarás más o menos igual de bien que el mejor de tu clase».

Lo piensa un rato y me reconoce que eso no le compensa. «Excelente», le aplaudo de nuevo, entusiasmado. Uno tiene que saber qué desea de verdad. Los deseos, si uno no se exige convertirlos en realidad a base de entrega y autoexigencia, terminan supurando en envidias y resentimientos. Estoy convencido de que Caín no intentó en ningún momento que sus sacrificios fuesen tan agradables a Yahvé como los de Abel. No hizo examen de conciencia, no admiró sanamente las virtudes de Abel, no quiso imitarle en lo bueno, ni renunciar a sus mejores cereales. Pero sí siguió deseando (¡encima!) que el humo de sus sacrificios fuese agradable a Dios (de sus sacrificios poco sacros o descafeinados, sin sacrificio). Así la lió.

A los deseos que uno tiene, que es muy bueno tenerlos, hay que mirarlos cara a cara y o pelear por ellos o dejar de desearlos

Caín podría haberse salvado de dos maneras legítimas: o esforzándose por imitar a Abel en su piedad o reconociendo que su hermano era inimitable y asumiendo, como Marta con María, que Abel se había quedado con la mejor parte. A los deseos que uno tiene, que es muy bueno tenerlos, hay que mirarlos cara a cara y o pelear por ellos o dejar de desearlos.

El poeta Pedro Sevilla tiene dos o tres poemas que voy a buscar para leerle a mi hijo, en los que glosa su torpeza futbolística de alumno en el patio de La Salle de Arcos de la Frontera. Lo importante es que canalizó esa energía emulativa, no en correr detrás de un balón, sino en escribir versos. Quería conseguir esa belleza del gol de chilena en unos endecasílabos por toda la escuadra. Y lo logró hablando además con generosidad de su compañero Amaya Flores. El poema Fotografía remata a puerta: «Así, sutiles críticos, no busquéis en mis versos/ ni poéticas serias ni raros argumentos/ sobre este noble oficio. Mi escritura/ es sólo un vano intento de emular/ la fama de los niños de la escuela./ En especial de uno, Ramón Amaya Flores,/ un gitano muy guapo/ que marcaba los goles de chilena».

Ya lanzado al culturalismo, le diré a mi hijo que «Nihil difficile volenti», esto es, que nada es difícil para el que le echa ganas. ¿No estaré —se preguntará el amable lector— transmitiéndole una visión demasiado voluntarista de la vida? Nuestro querido vizconde de Chateaubriand afirmaba que «una ambición para la que no se tiene talento es un crimen». ¿Qué gana uno por esforzarse en cumplir un sueño imposible? ¿No estaré lanzando a mi hijo a un esfuerzo inútil?

Ya vemos que no lo lanzo a nada, pero, si se pusiese a entrenar como un loco, podría pasar que sí se sacase a pulso el talento. Es un crimen dejar enterrado o desconocido un talento por falta de ambición, podríamos replicar al vizconde con una autoridad más alta. Pero algo es todavía más seguro. Si no se tiene el talento, nuestro esfuerzo habrá purificado el deseo y lo habrá elevado. Por ese camino, se gana admiración por el talento ajeno, conocimiento propio y un carácter firme. ¿Qué más se puede desear?

Fuente: eldebate.com/

3/27/23

La vida es bella

Juan Luis Selma

El 25 de marzo celebramos la fiesta de la Encarnación, el día en el que Dios se hizo hombre La grandeza de ser padre

La famosa película de Roberto Benigni comienza con una voz en off diciendo: “Esta es una historia sencilla, pero no es fácil contarla. Como en una fábula, hay dolor, y como una fábula, está llena de maravillas y felicidad”. Así es la vida, llena de maravillas y dolor. Este contraste, como el de las estaciones del año, como el sucederse del día y de la noche, llenan de gran riqueza nuestras vidas, le dan relieve, grandeza. La voz en off se repite al término del film: “Esta es mi historia. Ese es el sacrificio que hizo mi padre. Aquel fue el regalo que tenía para mí”. Podemos regalar ganas de vivir, sentido a la vida de los demás. Hacerles la vida bella, hermosa, agradable. Ver que todo tiene sentido, aunque haya contradicción, dolor. Reza la canción: “Decidles que hay esperanza / Que todo tiene un sentido /Que Jesucristo está vivo /Decidles que existe Dios”.

El 25 de marzo, fue la fiesta de la Encarnación, el día en el que Dios se hizo Hombre: tomó cuerpo, sentimientos y alma humana. Se hizo uno de los nuestros. Necesitó, como todos los hombres, estar nueve meses en el seno de su madre completando su desarrollo para poder ver la luz. Desde ese día, sin que hiciera falta esperar a la Navidad, Dios se había unido a la humanidad. La Virgen María, en estado de buena esperanza, comenzó a darle a su hijo nonnato todo su amor y cuidados.

Durante la gestación la madre sabe que no está sola. Ya no es una, sino dos. Entre madre e hijo comienza una historia de amor. Una relación de mutua dependencia, un intercambio de fluidos, sensaciones y emociones que les enriquece. Dos vidas paralelas, para siempre inseparables.

Un emocionante video se ha hecho viral en las redes sociales. Se trata del momento en que un bebé deja de llorar al sentir el corazón de su madre, que fue donado a otra persona luego de su muerte, tras el intento de varias personas por calmar su llanto. En la liturgia de ese día leemos: “Entonces dijo Isaías: Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel, porque con nosotros está Dios".

El Día Internacional de la Vida se viene celebrando en España anualmente desde 2011 en torno al 25 de marzo, como muestra de compromiso de la sociedad con la vida humana. Quienes defendemos la vida, desde su inicio hasta su fin natural, nunca perdemos la esperanza y estamos convencidos de que la sociedad dará un giro en su valoración. Tenemos la misión de mostrar lo bonita que es y de ayudar a aquellos que por diversas circunstancias no lo sienten así.

Hace unos días hubo una manifestación a favor de la vida en Madrid. Llamaba la atención la alegría de los asistentes. Alegría que contrastaba con la de las manifestaciones de días anteriores. De por sí la vida es bella, los que la aprecian y valoran disfrutan de ella, también en los malos momentos.

Recuerdo la reacción de un cordobés al que visité en un hospital. Ante la pregunta de cómo estaba, su respuesta fue: “Muy bien. Muriéndome, pero muy bien”. Me edificó su entereza y confianza en Dios.

Podemos perder el sentido de la vida, la percepción de que es un don, de que ni nos la podemos dar, ni quitar. La vida es para vivirla con sentido, para compartirla. Para dar gloria a Dios amando a los demás y viviéndola con Él, sabiendo que no acaba aquí. Hay vida eterna. Nuestro caminar aquí abajo encuentra su pleno sentido arriba: es camino del cielo.

Contrasta la pasión ecológica de nuestros días, el cuidado de la naturaleza, frente el desprecio de la vida humana. La práctica masiva del aborto, en nombre del derecho de las madres a decidir sobre su cuerpo, está conculcando el derecho fundamental de la vida del hijo. La práctica de las fecundaciones artificiales ha hecho desaparecer el respeto debido al embrión humano: es seleccionado, manipulado, desechado, congelado…La proliferación de los vientres de alquiler hace de la maternidad una especie de almoneda. Hemos olvidado que lo que tiene que ver con la vida se rige por unas normas éticas y morales, que no todo vale.

Enseña el Papa que la vida “que estamos llamados a promover y defender no es un concepto abstracto, sino que se manifiesta siempre en una persona de carne y hueso: un niño recién concebido, un pobre marginado, un enfermo solo y desanimado o en estado terminal, uno que ha perdido su trabajo o no puede encontrarlo, un emigrante rechazado o en un gueto... La vida se manifiesta concretamente en las personas”.

Fuente: eldiadecordoba.es

3/26/23

«¡Sal fuera!»

 El Papa en el Ángelus


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, quinto domingo de Cuaresma, el Evangelio nos presenta la resurrección de Lázaro (cfr. Jn 11, 1-45). Es el último de los milagros de Jesús narrados antes de la Pascua: la resurrección de su amigo Lázaro. Lázaro es un querido amigo de Jesús. El Señor, que sabe que su amigo está a punto de morir, se pone en camino, pero llega a casa de Lázaro cuatro días después de que haya sido sepultado, cuando ya se ha perdido toda esperanza. Sin embargo, su presencia enciende un poco de confianza en el corazón de las hermanas, Marta y María (cfr. v. 22-27). Ellas, en medio del dolor, se aferran a esa luz, a este pequeña esperanza. Y Jesús las invita a tener fe, y pide que abran el sepulcro. Luego reza al Padre, y grita a Lázaro: «¡Sal fuera!» (v. 43). Éste vuelve a vivir y sale. Este es el milagro, tal cual, sencillo.

El mensaje es claro: Jesús da la vida incluso cuando parece que ya no hay esperanza. Sucede, a veces, que uno se siente sin esperanza —a todos nos ha pasado esto—, o que encuentra personas que han dejado de esperar, amargadas porque han vivido malas experiencias, el corazón herido no puede esperar.  A causa de una pérdida dolorosa, de una enfermedad, de un cruel desengaño, de una injusticia o una traición sufrida, de un grave error cometido… han dejado de esperar. En ocasiones, oímos a alguien que dice: “Ya no hay nada que hacer”, y cierra la puerta a la esperanza. Son momentos en los que la vida se asemeja a un sepulcro cerrado: todo es oscuridad, en torno se ve solamente dolor y desesperación. El milagro de hoy nos dice que no es así, que el final no es este, que en esos momentos no estamos solos, al contrario, que precisamente en esos momentos Él se hace más cercano que nunca para darnos de nuevo la vida. Jesús llora: dice el Evangelio que Jesús, ante el sepulcro de Lázaro se echó a llorar, y hoy Jesús llora con nosotros, como lloró por Lázaro: el Evangelio repite dos veces que se conmovió (cfr. v. 33-38), y subraya que «se echó a llorar» (cfr. v. 35). Y, al mismo tiempo, Jesús nos invita a no dejar de creer y esperar, a no dejarnos abatir por los sentimientos negativos, que nos roban el llanto. Se acerca a nuestros sepulcros y nos dice, como entonces: «¡Quitad la piedra!» (v. 39). En esos momentos tenemos como un piedra dentro y el único capaz de quitarla es Jesús, con su palabra: «¡Quitad la piedra!».

Jesús nos dice esto también a nosotros. Quitad la piedra: no escondáis el dolor, los errores, los fracasos, dentro de vosotros, en una habitación oscura y solitaria, cerrada. Quitad la piedra: sacad todo lo que hay dentro. “Me da vergüenza”, decimos. Pero el Señor dice: ponedlo ante mí con confianza, yo no me escandalizo; ponedlo ante mi sin temor, porque yo estoy con vosotros, os amo y deseo que volváis a vivir. Y, como a Lázaro, repite a cada uno de nosotros: ¡Sal fuera! ¡Levántate, reemprende el camino, reencuentra la confianza! Cuantas veces en la vida nos hemos visto así, en la situación de no tener fuerzas para volver a levantarnos. Y Jesús: “¡Ve, adelante! Yo estoy contigo”. Te tomo de la mano, dice Jesús, como cuando de pequeño aprendías a dar los primeros pasos. Querido hermana, querida hermana, quítate las vendas que te atan (cfr. v. 45), no cedas, por favor, al pesimismo que deprime, no cedas al temor que aísla, no cedas al desánimo por el recuerdo de malas experiencias, no cedas al miedo que paraliza. Jesús nos dice: “¡Yo te quiero libre y te quiero vivo, no te abandono, estoy contigo! Todo está oscuro, pero yo estoy contigo. No te dejes aprisionar por el dolor, no dejes que muera la esperanza. Hermano, hermana ¡vuelve a vivir!”. — “¿Cómo lo hago?” — “Tómame de la mano”, y Él nos toma de la mano. Deja que te saque, Él es capaz de hacerlo. En esos malos momentos por los que todos pasamos.

Queridos hermanos y hermanas, este pasaje del capítulo 11 del Evangelio de Juan, que nos hace mucho bien leer, es un himno a la vida, y se proclama cuando la Pascua está cerca. Quizá también nosotros llevamos ahora en el corazón algún peso o algún sufrimiento que parece aplastarnos; alguna cosa mala, algún viejo pecado que no logramos sacar a la luz, algún  error de juventud, ¡quién sabe! Estas cosas malas deben salir. Y Jesús dice: “¡Sal fuera!”. Es el momento de quitar la piedra y de salir al encuentro de Jesús que está cerca. ¿Somos capaces de abrirle el corazón y confiarle nuestras preocupaciones? ¿Lo hacemos? ¿Somos capaces de abrir el sepulcro de los problemas y mirar más allá del umbral, hacia su luz? ¿O tenemos miedo? Y, a nuestra vez, como pequeños espejos del amor de Dios, ¿logramos iluminar los ambientes en los que vivimos con palabras y gestos de vida? ¿Testimoniamos la esperanza y la alegría de Jesús? Todos nosotros, pecadores. Y también quisiera decir una palabra a los confesores: queridos hermanos, no olvidéis que también vosotros sois pecadores, y estáis en el confesionario no para torturar, para perdonar y para perdonar todo, como el Señor perdona todo. Que María, Madre de la esperanza, renueve en nosotros la alegría de no sentirnos solos y la llamada a llevar luz a la oscuridad que nos rodea.


 
Después del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas!

Ayer, Solemnidad de la Anunciación, renovamos nuestra consagración al Inmaculado Corazón de María, en la certeza de que sólo la conversión de los corazones puede abrir el camino que conduce a la paz. Sigamos rezando por el martirizado pueblo ucraniano.

Y sigamos estando cerca de las víctimas del terremoto de Turquía y Siria. A ellos está destinada la colecta especial que se realiza hoy en todas las parroquias de Italia. Recemos también por la población del estado de Misisipi afectada por un tornado devastador.

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de muchos países, especialmente a los de Madrid y Pamplona y a los mexicanos; así como los peruanos, renovando la oración por la reconciliación y la paz en Perú. Hay que rezar por el Perú que está sufriendo tanto.

Saludo a los fieles de Zollino, Rieti, Azzano Mella y Capriano del Colle, Bellizzi, Crotone y Castelnovo Monti con el UNITALSI; y saludo a los confirmandos de Pavía, Melendugno, Cavaion y Sega, Settignano y Prato; a los muchachos de Ganzanigo, Acilia y Longi; y a la Asociación Amigos del Crucifijo de las Marcas.

Dirijo un saludo especial a la delegación de la Aeronáutica Militar Italiana, que celebra el centenario de su fundación. Expreso mis mejores deseos para este aniversario y os animo a trabajar siempre por la construcción de la justicia y la paz.

Rezo por todos vosotros y hacedlo por mí. Y os deseo a todos un feliz domingo. Buen almuerzo y hasta pronto.

Fuente: vatican.va

3/25/23

La resurrección de Lázaro

5º domingo de Cuaresma (Ciclo A) 

Evangelio (Jn 11,1-45)

Había un enfermo que se llamaba Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro había caído enfermo. Entonces las hermanas le enviaron este recado:

—Señor, mira, aquel a quien amas está enfermo.

Al oírlo, dijo Jesús:

—Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, a fin de que por ella sea glorificado el Hijo de Dios.

Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Aun cuando oyó que estaba enfermo, se quedó dos días más en el mismo lugar. Luego, después de esto, les dijo a sus discípulos:

—Vamos otra vez a Judea.

Le dijeron los discípulos:

—Rabbí, hace poco te buscaban los judíos para lapidarte, y ¿vas a volver allí?

—¿Acaso no son doce las horas del día? —respondió Jesús—. Si alguien camina de día no tropieza porque ve la luz de este mundo; pero si alguien camina de noche tropieza porque no tiene luz.

Dijo esto, y a continuación añadió:

—Lázaro, nuestro amigo, está dormido, pero voy a despertarle.

Le dijeron entonces sus discípulos:

—Señor, si está dormido se salvará.

Jesús había hablado de su muerte, pero ellos pensaron que hablaba del sueño natural.

Entonces Jesús les dijo claramente:

—Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vayamos adonde está él.

Tomás, el llamado Dídimo, les dijo a los otros discípulos:

—Vayamos también nosotros y muramos con él.

Al llegar Jesús, encontró que ya llevaba sepultado cuatro días. Betania distaba de Jerusalén como quince estadios. Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para consolarlas por lo de su hermano.

En cuanto Marta oyó que Jesús venía, salió a recibirle; María, en cambio, se quedó sentada en casa. Le dijo Marta a Jesús:

—Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano, pero incluso ahora sé que todo cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.

—Tu hermano resucitará —le dijo Jesús.

Marta le respondió:

—Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día.

—Yo soy la Resurrección y la Vida —le dijo Jesús—; el que cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?

—Sí, Señor —le contestó—. Yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido a este mundo.

En cuanto dijo esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en un aparte:

—El Maestro está aquí y te llama.

Ella, en cuanto lo oyó, se levantó enseguida y fue hacia él. Todavía no había llegado Jesús a la aldea, sino que se encontraba aún donde Marta le había salido al encuentro. Los judíos que estaban con ella en la casa y la consolaban, al ver que María se levantaba de repente y se marchaba, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Entonces María llegó donde se encontraba Jesús y, al verle, se postró a sus pies y le dijo:

—Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.

Jesús, cuando la vio llorando y que los judíos que la acompañaban también lloraban, se estremeció por dentro, se conmovió y dijo:

—¿Dónde le habéis puesto?

Le contestaron:

—Señor, ven a verlo.

Jesús rompió a llorar. Decían entonces los judíos:

—Mirad cuánto le amaba.

Pero algunos de ellos dijeron:

—Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que no muriera?

Jesús, conmoviéndose de nuevo, fue al sepulcro. Era una cueva tapada con una piedra. Jesús dijo:

—Quitad la piedra.

Marta, la hermana del difunto, le dijo:

—Señor, ya huele muy mal, pues lleva cuatro días.

Le dijo Jesús:

—¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

Retiraron entonces la piedra. Jesús, alzando los ojos hacia lo alto, dijo:

—Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la muchedumbre que está alrededor, para que crean que Tú me enviaste.

Y después de decir esto, gritó con voz fuerte:

—¡Lázaro, sal afuera!

Y el que estaba muerto salió atado de pies y manos con vendas, y el rostro envuelto con un sudario. Jesús les dijo:

—Desatadle y dejadle andar.

Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que hizo Jesús, creyeron en él.

Comentario

Después de los pasajes de los domingos pasados sobre la samaritana y el ciego de nacimiento, que nos revelaban a Jesús como agua viva y luz del mundo, este quinto domingo de Cuaresma nos presenta el relato de la resurrección de Lázaro, el séptimo signo o milagro narrado por san Juan, el último y más portentoso, y que revela a Jesús como señor de la vida y de la muerte.

San Juan señala que Marta, María y Lázaro eran amigos de Jesús. Fruto de esta confianza mutua, las hermanas hacen llegar al Maestro la noticia de que su hermano está enfermo. El evangelista añade que “Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro” (v. 5). Y más adelante, con el versículo más breve de la Biblia, afirma que Jesús se conmovió y “rompió a llorar” (v. 35). Este cariño del Señor siempre ha despertado el asombro de los santos y su afán de correspondencia. San Josemaría los expresaba así: “Jesús es tu amigo. —El Amigo. —Con corazón de carne, como el tuyo. —Con ojos, de mirar amabilísimo, que lloraron por Lázaro... Y tanto como a Lázaro, te quiere a ti”[1].

A pesar de todo, Jesús no acude al instante a la llamada de las hermanas, sino que espera dos días. Y cuando llega a los confines de Betania, Lázaro lleva ya cuatro días muerto. Existía entonces la creencia judía de que el alma del difunto podía vagar fuera del cuerpo hasta el tercer día, pero al cuarto día el cuerpo entraba en corrupción[2]. A esta creencia podría referirse María cuando Jesús pide retirar la piedra del sepulcro y ella comenta que el cadáver olería muy mal. Según esto, Jesús habría retrasado su llegada porque iba a llamar a Lázaro realmente desde la corrupción, es decir, desde el sheol, la región de los muertos. Por contraste, Jesús resucitó al tercer día, porque como recordarían más tarde los apóstoles (cfr. Hch 2,14-36; 13,15-43), la Escritura había vaticinado: “no dejarás que tu Santo vea la corrupción” (Sal 16,10).

Dice el relato que “todavía no había llegado Jesús a la aldea” (v. 30) cuando llamó en secreto a Marta para que acudiera hasta Él. Quizá Jesús hizo esto para no incomodar a las hermanas, de luto, con el alojamiento del Maestro y sus discípulos, o para no comprometer a sus amigos, ya que los judíos lo buscaban para matarlo (cfr. v. 8). En cualquier caso, Marta llega y demuestra su gran fe en Jesús. Luego avisa a María, que se postra ante el Maestro delante de todos, sin respetos humanos, y conmueve al Señor.

“En el Evangelio de hoy —comentaba Benedicto XVI—, escuchamos la voz de la fe de labios de Marta, la hermana de Lázaro. A Jesús, que le dice: ‘Tu hermano resucitará’, ella responde: ‘Sé que resucitará en la resurrección en el último día’ (Jn 11, 23-24). Y Jesús replica: ‘Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá’ (Jn 11, 25). Esta es la verdadera novedad, que irrumpe y supera toda barrera. Cristo derrumba el muro de la muerte; en él habita toda la plenitud de Dios, que es vida, vida eterna. Por esto la muerte no tuvo poder sobre él; y la resurrección de Lázaro es signo de su dominio total sobre la muerte física, que ante Dios es como un sueño (cf. Jn 11, 11)”[3].

Una vez abierto el sepulcro, Jesús grita: “¡Lázaro, sal fuera!” (v. 43). Lázaro era la forma griega del nombre hebreo Eleazar, que significa ayuda de Dios. Lázaro se convierte en el preludio de lo anunciado por Jesús: “Viene la hora, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oyeren vivirán” (Jn 5,25). Jesús tiene poder sobre la muerte porque también lo tiene sobre el pecado, que es su causa. Por eso de algún modo, los lienzos que atan y envuelven a Lázaro representan no solo las ligaduras del sheol sino también las del pecado.

El Papa Francisco lo explicaba así: “el gesto de Jesús que resucita a Lázaro muestra hasta dónde puede llegar la fuerza de la Gracia de Dios, y por lo tanto, donde puede llegar nuestra conversión, nuestro cambio… ¡No hay ningún límite a la misericordia divina ofrecida a todos! El Señor está siempre listo para levantar la piedra tumbal de nuestros pecados, que nos separa de Él, luz de los vivientes”[4]. Si nos fijamos en un detalle, Jesús no actúa directamente sobre Lázaro, sino que cuenta con la mediación de otros para que lo desaten. En estos colaboradores pueden verse simbolizados también los ministros en la Iglesia que absuelven los pecados.

Fuente: opusdei.org


Ecología de la vida

Emilio Chuvieco / Maria Carmen Molina/ Paulina Nuñez


La ecología integral no puede mirar para otro lado cuando se trata de defender la vida humana en todas sus edades y en todas sus condiciones.

El día 25 de marzo se conmemora la Jornada por la vida. Desde la Comisión diocesana de Ecología Integral de Madrid, nos parece un buen momento para recordar el valor sagrado de toda vida.

Nos parece paradójico que sea necesario dedicar un día a recordar un derecho que está en la base de todos los demás: sin derecho a la vida, no existe ningún otro derecho.

Como ocurre en celebraciones similares, el día 25 de marzo nos da pie para recordar la importancia de lo que celebramos y reivindicar lo que todavía queda por conseguir.

A lo largo de la historia, los derechos han ido consiguiéndose de manera gradual: primero fue la abolición de la esclavitud, luego la independencia jurídica de las mujeres, más tarde los derechos civiles para las poblaciones marginales, personas de otras razas o religiones.

Desgraciadamente, no en todos los países está ampliación de la frontera moral está asegurada, no en todos hay igualdad ante la ley respecto a los grupos minoritarios, no en todos las mujeres tienen las mismas oportunidades que los hombres, todavía en muchos se siguen despreciando los derechos humanos más elementales.

Es triste también recordar que en la mayor parte de los países que consideramos socialmente avanzados, todavía no todos los seres humanos tienen garantizado el derecho a la vida, lo cual resulta a la vez sonrojante y sorprendente, casi inconcebible.

La ciencia moderna sabe lo suficiente sobre los primeros estadios del desarrollo embrionario para afirmar, sin ninguna duda, que una vez producida la fecundación, el ser resultante tiene una carga genética genuinamente humana, distinta a la de sus padres biológicos, y perfectamente autónoma, en el sentido que no necesita algo externo que le complete, solo que le alimente.

Entre la fecundación y el nacimiento no ocurre nada biológicamente relevante para establecer un antes y un después en el proceso de “humanización” de ese embrión gestante.

Por otro lado, la dependencia de ese niño o niña no puede justificar que se decida sobre ellos a voluntad: al fin y al cabo, también serán dependientes de su madre muchos días después de nacer.

Discutir sobre la viabilidad de un embrión humano, cuando ahora se hacen tratamientos y operaciones intrauterinas, tampoco aporta nada al fondo de la discusión; es más, parece que ya ni siquiera es necesaria la discusión, pues algunos consideran el debate cerrado.

La gran mayoría de los ciudadanos de los países occidentales asumen como moralmente aceptable el aborto, la eliminación de un ser humano en gestación, cuyo derecho a la vida se pone por debajo de otros derechos que se esgrimen como confrontados: la necesidad, la autonomía, la inmadurez o el descuido se consideran razones suficientes para acabar con la vida de quien pocos meses después será un ser humano como cualquiera de nosotros.

Ciertamente, deben considerarse las dificultades económicas, la juventud de las gestantes y las situaciones de violencia que a veces ocurren en torno a un embarazo. En este sentido, no se trata tanto de enjuiciar sino de proteger a quien es más vulnerable.

Los movimientos pro-provida no solo denuncian, sino que también se implican, para apoyar -económica y sicológicamente- a quien pasa por situaciones difíciles. Ver ahora las fotos de jóvenes de 14 o 15 años que, sin ese apoyo, hubieran sido abortados, que no existirían, es un argumento humano incontestable para seguir defendiendo la vida del ser humano en gestación.

La ecología es la ciencia de la vida, de las relaciones de dependencia entre los seres vivos, de los sistemas biodiversos, donde todos reciben algo y ponen algo, donde no debería haber excluidos. Los niños y niñas en gestación parece que no forman todavía parte de la comunidad moral que garantice su continuidad: todo queda al criterio de los padres.

Pero una vida humana, toda vida, no puede ser instrumento para otra cosa, tiene una dignidad inviolable, es preciso protegerla, precisamente por ser la más vulnerable.

La ecología integral no puede mirar para otro lado cuando se trata de defender la vida humana en todas sus edades, en todas sus condiciones: no hay vidas dignas e indignas, a nosotros no nos toca juzgar eso; tan solo aceptarlas con la acogida de quien recibe a un ser débil y decide cuidarlo.

Romper la cadena de la vida traerá consecuencias graves para nuestra civilización, ya las está teniendo, tanto sociales como ambientales.

Como bien nos recuerda el papa Francisco: “Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad –por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado” (LS, n. 117). Respetar la vida es respetarla en todas sus formas; no tendría sentido hacerlo para las vidas de otras especies, despreciando la nuestra.

La lógica del cuidado es la misma en un caso y en otro, también la lógica del desprecio:  “si pensás que el aborto, la eutanasia y la pena de muerte son aceptables, a tu corazón le va a resultar difícil preocuparse por la contaminación de los ríos y la destrucción de la selva. Y lo inverso también es cierto. Así que, aunque la gente siga sosteniendo vehementemente que son problemas de un orden moral distinto, mientras se insista en que el aborto está justificado, pero no la desertificación, o que la eutanasia está mal, pero la contaminación de los ríos es el precio del progreso económico, seguiremos estancados en la misma falta de integridad que nos llevó a donde estamos” (Papa Francisco, Soñemos juntos. El camino a un mundo futuro mejor, 2020, 37).

¿De dónde sacan las fuerzas?

Juan Luis Selma

La Diócesis de Manchester quiere abrir el proceso de beatificación del joven Pedro Ballester

Acabo de leer una biografía que me ha impresionado. Se trata de la vida de Pedro Ballester Arenas que tiene como título: ¡Nunca he sido más feliz! Lo asombroso de esa afirmación es que es la respuesta a la pregunta que le hace su amigo Tom pocos días antes de morir a los veintiún años. Pedro repitió en muchas ocasiones que los últimos tres años de lucha contra su cáncer habían sido los mejores de su vida.

Pedro era un joven brillante y especial, pero muy normal. Hijo de españoles, nacido en Manchester al igual que sus dos hermanos. De familia profundamente cristiana en la que le enseñaron a tener a Dios muy presente, solían rezar todos los días por la mañana, bendecir la mesa, rezar por la noche. Además, desde pequeño, tenía un trato familiar con Jesús al que le contaba sus cosas.

También solía rezar el rosario. Era deportista y buen estudiante, le encantaba la naturaleza, estar con los amigos, leer. Destacaba por su buen humor y por la capacidad de hacer amigos. Se preocupaba de los demás y procuraba que se lo pasaran bien cediendo a sus propios gustos.

Se daba cuenta de que Jesús le quería de un modo especial, que le había elegido para ser su amigo, que le llenaba de regalos: su familia, su fe, sus amigos, su formación cristiana. Esto le ayudaba a ser agradecido, a ser también generoso con Dios. A los 16 años se planteó su entrega total a Dios. No sabía si Dios le pedía la vocación al matrimonio o al celibato. Le tiraba mucho formar una familia cristiana. Decía: “Sé que tengo esa inclinación natural a formar una familia porque soy un tipo normal y tengo el corazón joven”, pero estaba abierto a lo que Dios quisiera. Acabó solicitando a admisión al Opus Dei como numerario.

Como era un chico brillante y apuesto no pasaba desapercibido. En una ocasión una chica de su grupo de confirmación se fijó en él y le pidió quedar a dar una vuelta. Pedro, para que no se hiciera ilusiones, le dijo: “Le he dado mi vida a Dios”. La chica repuso enseguida: “Ya decía yo que era demasiado bueno para ser cierto”.

Por sus buenas calificaciones podía elegir la universidad que quisiera. Se decantó por estudiar Ingeniería Química en el Imperial College de Londres. Estudiaba mucho, sacaba buenas notas y tenía muchos amigos. Como todo le iba muy bien, comentó que se sentía “demasiado privilegiado” y, por eso, se le ocurrió pedir al Señor una cruz con la que pagar de algún modo todo lo recibido. Poco después le vino su enfermedad.

Dice el Evangelio: “He visto el Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: Sobre el que veas que desciende el Espíritu y permanece sobre él, ése es quien bautiza en el Espíritu Santo. Y yo he visto y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”. La fuerza de los santos viene de Dios, es el Espíritu Santo quien con sus dones nos transforma.

Pedro acogió el don de Dios, como nosotros también lo podemos acoger. Llevó la enfermedad con gran entereza y buen humor y supo dar sentido al dolor: al físico, pues su cáncer de huesos en la pelvis fue muy doloroso; y al moral, al ver cómo se iban reduciendo sus fuerzas y sus días. En una ocasión se preguntó: “¿Por qué yo? ¿Por qué a mí?” y se respondió a sí mismo: “¿Y por qué yo no, que tengo fe y lo puedo ofrecer?”.

Una gran lección que nos da Pedro es la de saber sacar partido al dolor, a las limitaciones, al aparente fracaso. Para ser feliz no hace falta que todo sea color de rosa, fácil y agradable. Basta con tener un corazón enamorado, con apoyarse en Dios y en los demás. No pensar en porqué me ha pasado esto a mí, sino en para qué.

Cuenta el libro que, en cierta ocasión, al entrar en la habitación del hospital, alguien se encontró con Pedro dormido, y a otro joven con cáncer junto a él. Le preguntó si estaba hablando con Pedro y el chico le respondió: “No. Está dormido. Yo vengo a verle porque me da paz estar cerca de él”. Si rezamos, si acudimos a los sacramentos, si nos apoyamos en Dios y en la Virgen, tendremos las fuerzas necesarias para llevar bien las cruces de la vida.

El próximo día 13 se cumplirán los cinco años de la muerte de Pedro. La Diócesis de Manchester quiere abrir su proceso de beatificación. Seguramente será el primer santo inglés de origen español del siglo XXI. Asegura su hermano: “Pedro ya en vida atraía a muchas personas y ahora va a llegar a más gente… Como ha llevado una vida muy santa, están seguros de que está cerca de Dios y van a acudir a él, a rezarle. Dicen: ¡Voy a pedírselo a Pedrito!’”.

Fuente: eldiadecordoba.es


Lo confieso: estoy enamorado de Jesucristo

Juan Carlos Parra

Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”. (Mt 8, 27)

Diez citas de detractores de la fe, que al estudiar con franqueza la figura histórica de Jesús de Nazaret reconocen que “no hay otro como Él”

¿Qué hombre es este? ¿Qué clase de persona? ¿Qué otro nacido de mujer se ha parado sobre un barco ante una tormenta que hacía temblar a los pescadores más habituados a ellas y, simplemente con su voz, la ha calmado? ¿Qué otro hombre ha resucitado un cuerpo que hedía, ha andado sobre el mar, ha transformado agua en vino, ha abierto los ojos a ciegos de nacimiento, ha muerto con tanto amor y ha resucitado después de tres días? En fin, podríamos seguir preguntándonos "¿Qué hombre es este?", junto a los discípulos, y siempre llegar a la misma conclusión: no hay otro como Jesucristo; y, es mucho más que un hombre; es Dios hecho hombre.

Debo confesarlo... ¡Quiero hacerlo! Siento la necesidad de decir que estoy enamorado de Jesús. No hay otro igual: tan cercano y tierno, y poderoso y santo a la vez; tan perfecto y alto, y que ama a seres humanos tan imperfectos y débiles como nosotros. Después de más de dos décadas de amistad con él, todavía me sigo preguntando: ¿Por qué me ama? ¿Por qué está empeñado en amarme y estar a mi lado? Sin duda, es gracia inexplicable; es gracia escandalosa.

He recopilado diez citas, del libro fantástico, Evidencia que exige un veredicto, de Josh McDowell, para hacer una alabanza al Cristo Incomparable. Todas las citas tienen algo en común: son las conclusiones de hombres, detractores de la fe en muchos casos, que al estudiar con franqueza la figura histórica de Jesús de Nazaret han tenido que reconocer que “no hay otro como Él”. ¡Atrévete a escuchar lo que estos ilustres dijeron del Hijo de Dios, que nació de María!

1- Rousseau (antagonista del cristianismo): “Cuando Platón describió a su imaginario hombre justo, cargado con toda la penalidad por la culpa, y mereciendo, sin embargo, las más altas recompensas de la virtud, él describió exactamente el carácter de Jesucristo”. “¿Puede la persona cuya historia relatan los evangelios ser un hombre? ¡Qué dulzura, qué pureza en sus maneras! ¡Qué bondad tan estimulante hay en sus instrucciones! ¡Qué sublimidad en sus máximas! ¡Qué profunda sabiduría en sus discursos! ¡Qué lucidez mental, qué ingenuidad de justicia en sus réplicas! Sí, si la vida y muerte de Sócrates son las de un filósofo, la vida y muerte de Jesucristo son las de un Dios”. Jean-Jacques Rousseau (Ginebra, 28 de junio de 1712- Ermenonville, 2 de julio de 1778) fue un polímata suizo francófono. Fue a la vez escritor, pedagogo, filósofo, músico, botánico y naturalista. Ginebrino escéptico.

2- David Strauss, escéptico, cuyas obras hicieron más para destruir la fe en Cristo que cualquier otro hombre en los tiempos modernos. Aún Strauss que negaba todo lo que es milagroso con brillante y maligna crítica, se vio obligado a confesar, al final de su vida que en Jesús hay perfección moral: “Este Cristo… es histórico, no mítico; es un individuo y no un mero símbolo… y se presenta como el más alto modelo de religión dentro del alcance de nuestro pensamiento; y la piedad perfecta es imposible sin su presencia en el corazón”. David Friedrich Strauss (Ludwigsburg, 27 de enero de 1808 - 8 de febrero de 1874). Teólogo y filósofo alemán. En su obra más importante, Das Leben Jesu, kritisch bearbeitet (La vida de Jesús, críticamente elaborada, 1835-1836), plantea la idea de que los evangelios son relatos míticos, al contener elementos que no pueden explicarse racionalmente.

3- W. S. Peake, otro escéptico: “¿Cómo pudo suceder que un carpintero, sin adiestramiento especial, ignorante de la cultura y ciencia de los griegos, nacido en un pueblo cuyos maestros más grandes eran unos legalistas estrechos, rudos, intolerantes y pedantes, fuese el supremo Maestro religioso que haya conocido el mundo, cuya supremacía en este respecto lo constituye en la figura más importante en la historia del mundo?”.

4- Sholem Asch, novelista judío: “Jesucristo es la personalidad más sobresaliente de todos los tiempos… Ningún otro maestro, judío, cristiano, budista o mahometano, es todavía un maestro cuya enseñanza sea una guía semejante para el mundo en el cual vivimos. Otros maestros pueden tener algo básico para un oriental, para un árabe o para un occidental; pero cada acto y palabra de Jesús tiene valor para todos nosotros. Él llegó a ser La Luz del Mundo. ¿Por qué no debería yo, un judío, estar orgulloso de eso?”. Sholem Asch (1 de noviembre de 1880, Kutno, Polonia – 10 de julio de 1957, Londres, Inglaterra) fue un novelista y dramaturgo estadounidense de origen polaco. Gran parte de sus escritos tienen que ver con la experiencia de los judíos en los poblados de la Europa Oriental o como inmigrantes en los Estados Unidos.

5- Napoleón Bonaparte: “Conozco a los hombres y puedo decirles que Jesucristo no es meramente un hombre. Entre él y cualquier otra persona en el mundo no hay término posible de comparación. Alejandro, César, Carlomagno y yo, hemos fundado imperios. ¿Pero sobre qué descansan las creaciones de nuestro genio? Sobre la fuerza. Jesucristo fundó su imperio sobre el amor; y en esta hora millones de personas morirían por él”. “Si se lo rechaza, el mundo es un enigma inexplicable; si se lo cree, la historia de nuestra raza es explicada satisfactoriamente”.

6- Thomas Wright: “El Sermón del Monte es la biografía de Cristo. Cada sílaba ya la había escrito él con sus hechos. El sermón era simplemente una traducción de su vida a las palabras”. Thomas Wright (22 de septiembre de 1711 - 22 de febrero de 1786) fue un astrónomo inglés, matemático, constructor de instrumental de medición, arquitecto y diseñador de jardines.

7- Griffith Thomas: “Él es la más grande influencia en el mundo hoy. Hay, como bien se ha dicho, un quinto evangelio que ha sido escrito: la obra de Jesucristo en los corazones y vidas de los hombres y naciones”. William Henry Griffith Thomas era un clérigo y erudito anglicano de Inglaterra.

8- Bernard Ramm: “Estadísticamente hablando, los evangelios son la más grande literatura que se haya escrito. Son leídos por más gente, citados por más autores, traducidos a una mayor cantidad de idiomas, con mayor cantidad de representaciones en el arte, con más música compuesta que cualquier otro libro escrito por algún hombre en cualquier siglo y en cualquier nación. Pero las palabras de Cristo no son grandes por el hecho de que tienen una ventaja tan grande sobre las palabras de cualquier otro. Son más leídas, más citadas, más amadas, más creídas, y más traducidas porque son las palabras más grandes que se hayan dicho. ¿Y en qué consiste su grandeza? Su grandeza yace en la espiritualidad pura y lúcida en que trata con claridad, definitiva y autorizadamente con el mayor problema que se agita en el pecho humano; es decir, ¿Quién es Dios? ¿Me ama? ¿Se preocupa de mí? ¿Qué debería yo hacer para agradarle? ¿Cómo mira él mi pescado? ¿Cómo puedo ser yo perdonado? ¿Adónde iré cuando muera? ¿Cómo debo tratar a otros? Las palabras de ningún otro hombre tienen la apelación de las palabras de Jesús, porque ningún otro hombre puede contestar estas preguntas fundamentales humanas como Jesús las contestó. Son la clase de palabras y de respuestas que esperaríamos que vinieran de Dios, y los que creemos en la deidad de Jesús no tenemos problema en cuanto al por qué estas palabras salieron de su boca”. Bernard Ramm, teólogo y apologista cristiano del siglo XX. Falleció el 11 de agosto de 1992, en Irvine (California).

9- Josefo, el historiador: “Ahora bien, hubo en esta época un Jesús, un hombre sabio -si puede permitirse llamársele hombre-, puesto que es hacedor de obras maravillosas, un maestro para enseñar a aquellos que están dispuestos a recibir la verdad con alegría. Atrajo tanto a judíos como a gentiles. Era el Cristo. Y cuando Pilato, por sugerencia de los hombres principales entre nosotros, le condenó a la cruz, los que antes le habían amado no le olvidaron. Porque se les apareció al tercer día, tal como los profetas divinos habían dicho (habían dicho esto y una multitud de cosas maravillosas acerca de Él). Y la tribu de cristianos, nombrados así como Él, todavía está aumentando su número hoy día”. En el volumen XVIII (18), capítulo tercero, de sus Antigüedades de los judíos. Josefo, el famoso historiador judío, vivió del 37 al 95 d.C. Logra describir la muerte y resurrección de Jesús como un hecho.

10- Quiero terminar las citas, pues serían infinitas, con esta experiencia de Robert Browning y Charles Lamb:

Robert Browning era ateo y no sabía cómo consolar a una señora que pronto moriría por una enfermedad terminal. En una carta le contó el siguiente incidente a la moribunda. Relató cómo estaban hablando ambos literatos, y Lamb le contó a Browning que una vez estaba reunido con amigos y se imaginaron lo que sucedería si en ese momento se aparecieran en carne y hueso los más grandes de todos los muertos. “¿Y si Cristo entrara?”, inquirieron sus amigos. En ese momento Lamb se emocionó y con un cierto tartamudeo respondió: “Si Shakespeare hubiese de entrar en esta habitación, todos nos levantaríamos para saludarle, pero si Jesús es el que entra, todos nos postraríamos y trataríamos de besar el borde de su vestidura”. Así el poeta inglés le dijo a su amiga que quizás pronto ella podría llevar a cabo este deseo en persona.

Robert Browning (Camberwell, Surrey, 7 de mayo de 1812-Venecia, 12 de diciembre de 1889) fue un poeta y dramaturgo inglés. Ateo. Charles Lamb (Londres, 10 de febrero de 1775 – Edmonton, 27 de diciembre de 1834) fue un ensayista inglés de ascendencia galesa, principalmente reconocido por su obra Essays of Elia y por el libro de cuentos Tales from Shakespeare.

Diez citas que son para sacarnos unas lágrimas o unas carcajadas de alegría, depende del momento y la persona.

Espero que tú también te llenes de regocijo al meditar en la grandeza de nuestro amado. Y si todavía, por alguna suerte de desgracia, estás leyendo este soliloquio y no amas a Jesucristo, que sepas que Él te conoce y te ama rotundamente (prueba de ello es que dio su vida para salvarte) y quiere sembrar fe en tu corazón.

Fuente: evangelicodigital.com/