Javier Segura ( Fuente: omnesmag.com )
El miedo al estigma social, a la muerte política, acallan las voces de la necesaria discrepancia para la supervivencia de la conciencia.
Es lo que tienen los buenos escritores. Que siempre son actuales.
Estoy releyendo un texto de Julián Marías de 1975 del libro La España real que cuando se lee con perspectiva histórica uno no puede dejarse de preguntarse si hace referencia a la dictadura del franquismo o a lo que Benedicto XVI denominó ‘la dictadura del relativismo’ que estamos viviendo hoy.
Dejo al lector que juzgue.
Mientras un pueblo se mantiene alerta, con vitalidad histórica, con salud mental, con creencias vivaces, con capacidad de reacción e iniciativa, puede soportar un régimen político torpe, inmoral, opresivo, sin que esto signifique la anulación de la libertad. Podrá la libertad política ser mínima, casi inexistente, pero puede persistir una considerable libertad social y personal, lo que es todavía más importante.
En cambio, la excesiva nivelación, la homogeneidad, la ausencia de tensiones y ‘diferencias de potencial’ dentro de una sociedad, el martilleo constante de ideas o pseudo ideas uniformes en las escuela, en la Universidad, en la Prensa, en todos los medios de comunicación, la falta de individualidades discrepantes y creadoras, puede conducir a una sociedad, formalmente gobernada de manera admirable, a una tremenda desmoralización, a una pasividad que significa, si se miran las cosas de frente, una anulación de la libertad.
Julián Marías
Lo curioso del artículo es que nuestro filósofo no habla sobre política, sino que habla sobre el aborto y analiza sus repercusiones sociales a raíz de su ampliación en Suecia en aquellos años.
Un asunto en el que Julián Marías veía que estaba en juego toda una forma de ver la sociedad, las relaciones humanas, la propia destrucción de la libertad, que se van minando por debajo, desde sus raíces.
¿Qué diría hoy este gran defensor de la libertad? ¿Encontraría un pueblo alerta, capaz de resistir? ¿O más bien habrá sucumbido al ‘continuo martilleo de pseudo ideas uniformes en las escuelas, en la Universidad, en la Prensa’ y hoy añadiríamos en las redes sociales de Internet?
Mucho me temo que estamos en tiempos en el que esta dictadura avanza a ritmo acelerado. Las noticias del arresto en Gran Bretaña del sacerdote católico Sean Gough y de Isabel Vaughan Spruce por rezar en silencio delante de una clínica abortista nos dejan entrever el camino esa ‘tremenda desmoralización’ que significa esa anulación de la libertad, que auguraba Julián Marías.
Y las acciones que van llegando, especialmente de las elites que orientan las políticas de la ONU, van en la misma línea por-abortista, que rechazan como valores «nocivos» y «discriminatorios» las que defienden la familia y la vida como fundamento de la sociedad.
El pensamiento único que se basa en una nueva antropología y que quiere configurar un nuevo orden social avanza y quiere colonizar, imponiéndose por la fuerza de la ley, todos los espacios de la vida.
La mayor parte de las personas no sabemos cómo actuar ante esta presión. Nos imponemos una autocensura que nos lleva a callarnos, al menos en el ámbito público. Y aunque sabemos que el rey está desnudo, no nos atrevemos a decirlo por miedo a las represalias.
Vuelvo de nuevo al texto de Julián Marías en búsqueda de respuestas sobre qué hacer ante esta situación.
El porvenir de la libertad depende de un problema de equilibrio. Si existe un número suficiente de hombres y mujeres capaces de ejercer su libertad personal y no dejarse imponer por ningún tipo de terrorismo -desde el de las metralletas hasta el de las modas o la ‘ciencia’-, (…) se superará la inmensa ofensiva actual conta la libertad, y esta prevalecerá.
Y dentro de pocos años, los hombres se preguntarán cómo habían podido estar fascinados por tan estúpida pesadilla.
Julián Marías
Esa libertad la ejercimos valientemente contra el terrorismo de las metralletas hace años. La fuerza brutal de los atentados no acalló la conciencia de muchos de nuestros conciudadanos. Y ahora, con el tiempo, nos preguntamos cómo se pudo estar fascinado e incluso justificar el asesinato por causas políticas.
Pero el terrorismo de la moda o de la ‘ciencia’, como lo definía Julián Marías, parece estar siendo más letal en esta pérdida de libertad que el mismo terrorismo de las metralletas.
Y así el miedo al estigma social, a la muerte política, acallan las voces de la necesaria discrepancia para la supervivencia de la conciencia. Todavía seguimos fascinados por esta pesadilla. Han pasado muchos años y todavía no hemos despertado de este mal sueño. Quizás éste sea el principal problema.
Retorno al maestro y concluyo con sus palabras que creo que describen perfectamente el momento en el que nos encontramos:
Pero si pasan algunos años sin que esto ocurra -quizás no más de un decenio-, la falta de libertad quedará firmemente asentada, la libertad quedará extirpada por mucho tiempo, y el mundo entrará en una de sus largas épocas oscuras en que la condición humana queda reducida al mínimo indestructible sin el cual no es posible vivir, hasta que vuelva a germinar lentamente la vocación para la vida como libertad.
Julián Marías
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