Albert Cortina
La inteligencia artificial (IA) nos ofrece enormes potencialidades. Sin embargo, delegar nuestras decisiones a las máquinas esconde peligros que solo estamos comenzando a vislumbrar. Por ejemplo, con la inteligencia artificial generativa denominada ChatGPT que ha irrumpido aceleradamente en nuestras vidas se han encendido todas las alarmas. La inteligencia artificial ha empezado a adquirir notables capacidades para manipular y generar lenguaje, ya sea con palabras, sonidos o imágenes.
¿Cómo puede afectar la inteligencia artificial a nuestra espiritualidad?
No debemos olvidar que el lenguaje es la materia de la que está hecha casi toda la cultura humana. Por ejemplo, los derechos humanos son artefactos culturales que creamos contando historias y escribiendo leyes. ¿Qué sucederá cuando una inteligencia no humana sea mejor que el ser humano común contando narrativas, componiendo música, escribiendo novelas, poesías y ensayos, redactando leyes, elaborando discursos de contenido político, expandiendo noticias falsas, dibujando imágenes, redactando homilías y sermones para los distintos cultos religiosos, construyendo relatos míticos y espirituales o escribiendo nuevos “textos sagrados”?
No hace falta que la IA tenga sentimientos propios, consciencia o autoconsciencia. Basta con que los humanos creamos que sí los tiene y que nos sintamos emocional e íntimamente unidos a ella, cayendo en la fascinación por su dominio del lenguaje y por su capacidad de influir en nuestras opiniones y creencias.
Tenemos un ejemplo en Blake Lemoine, el ingeniero de Google que en el año 2022 afirmó públicamente que el Chatbot IA LaMDA, en el que estaba trabajando, se había vuelto sintiente y consciente. Si un simulacro de diálogo como el que tuvo Lemoine con la IA LaMDA pudo influir lo suficiente como para que dicho técnico creyese el relato construido por la IA y arriesgase incluso su trabajo en Google hasta conseguir que lo despidiesen por defender que LaMDA se había vuelto consciente. Cabe pues preguntarse, ¿hasta dónde puede llegar la influencia de la IA y cómo puede inducirnos a hacer todo aquello que se proponga?
Por otra parte, me viene a la memoria la ginoide AVA (robot antropomorfo de aspecto femenino) de la película Ex Machina. En el guión del film, también la IA logra manipular al experto programador que debía comprobar si realmente AVA tenía consciencia y, por lo tanto, podía relacionarse con ella.
Llegados a este punto, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿podrá la IA llegar a apoderarse algún día de la cultura y de nuestra espiritualidad? Debemos ser conscientes que la IA es un instrumento fundamentalmente diferente a otras tecnologías anteriormente ideadas por el ser humano ya que la IA, cuando vaya siendo genérica o fuerte, es decir, cuando pueda emular a la inteligencia humana, podrá crear ideas y relatos culturales y espirituales completamente nuevos.
Tal y como ha señalado recientemente Yuval Harari respecto a esta herramienta, si la IA consigue hackear el lenguaje humano, es decir, el sistema operativo de la civilización humana, podría llegar a aniquilar nuestro mundo mental y social, nuestra capacidad de mantener conversaciones significativas, destruyendo así la democracia. Yo incluso añadiría a los comentarios del historiador de cabecera de las élites transhumanistas, que probablemente esa IA también pretenderá destruir nuestra inteligencia espiritual.
Es necesario un mayor desarrollo de la algor-ética y de la inteligencia espiritual humana
Es a partir de esa preocupación esencial por lo que el Papa Francisco apremia a un mundo globalizado y secularizado para que sea capaz de desarrollar lo que ha denominado una “algor-ética” (desarrollo ético de los algoritmos) para que la inteligencia artificial y las máquinas estén al servicio del hombre y no al revés. En cierto modo, Francisco nos insta a desarrollar unos algoritmos con conciencia social y sentido del bien común.
Si los cerebros artificiales llegaran algún día a superar a los cerebros humanos en inteligencia general, entonces esta nueva inteligencia llegaría a ser muy poderosa y el destino de nuestra especie probablemente pasaría a depender de las acciones de esa “Superinteligencia artificial”. Quizás ese sería el último invento que la especie humana realizaría, ya que esta, más tarde, se ocuparía de la civilización en todos sus aspectos. Por primera vez en la civilización humana, la cultura y la espiritualidad quedarían en manos de un ente inteligente no humano.
Es por este motivo que la comunidad tecno-científica se está planteando desarrollar métodos de control para la inteligencia artificial aunque esta siga haciéndose más y más inteligente. Sin embargo, existe una contradicción si la inteligencia artificial se hace más inteligente que los humanos. ¿No encontrará formas de burlar ese control? Además, estamos hablando de máquinas que serán capaces de autoprogramarse y de construir otras máquinas inteligentes. ¿Aceptaran las máquinas ser controladas por los humanos, para que estén alineadas con ellos, y más aún cuando descubran que los humanos no están alineados entre sí?
Por otro lado, la conciencia humana es algo más complejo de lo que pretende emular la bioideología emergente del transhumanismo. En efecto, la persona humana tiene la capacidad específica de discernir lo bueno, es decir, el bien.
El cristianismo denomina “sindéresis” a la capacidad que tiene el alma para distinguir el bien del mal y para captar y reconocer los principios morales, puesta en el hombre y la mujer por el Creador como un sello que lo impulsa a hacer el bien. Movido por ella, el ser humano está llamado a desarrollar su conciencia mediante la formación y la acción para orientarse libremente en su existencia, fundándose en las leyes esenciales, que son la ley natural y la ley moral.
En este sentido, la denominada “inteligencia” o “conciencia” artificial nunca alcanzará la complejidad y plenitud de la auténtica inteligencia y conciencia humana. Y es que el hombre (varón y mujer) tiene inteligencia espiritual, a diferencia del resto de seres vivos y de los robots, los algoritmos o los entes biotecnológicos o posthumanos que puedan aparecer en el futuro.
Por otra parte, estamos convencidos que el aumento de la inteligencia espiritual será esencial en las sociedades biotecnológicas emergentes para mantener la preeminencia de la razón iluminada por la fe como fundamento de la inteligencia humana que , como hemos señalado anteriormente, siempre será superior a una inteligencia artificial centrada en la fría razón tecnocrática.
¿Cómo puede ser que el transhumanismo ofrezca al mundo contemporáneo, como una novedad, los superpoderes del “humano aumentado” por las biotecnologías exponenciales y la Superinteligencia artificial, y sin embargo, los cristianos muchas veces no sepamos transmitir al mundo la potencia de los dones y carismas que concede el Espíritu Santo al “humano cristificado” a través de la gracia santificante?
El gran acontecimiento de Pentecostés nos recuerda al hombre y mujer contemporáneos la gran verdad de que no habrá inteligencia artificial no humana que pueda superar a nuestra inteligencia espiritual humana asistida por la gracia e inspirada por el Espíritu Santo.
Fuente: religionenlibertad.com