7/31/23

Buscar la novedad del Señor

 EL Papa ayer en el Ángelus


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy el Evangelio narra la parábola de un comerciante en busca de perlas preciosas. Él, dice Jesús, "encontró una perla de gran valor, fue, vendió todos sus bienes y la compró" (Mt 13,46). Detengámonos un poco en los gestos de este comerciante, que primero busca, luego encuentra y finalmente compra.

Primer gesto: buscar. Es un comerciante emprendedor, que no se queda quieto, sino que sale de su casa y se pone a buscar perlas preciosas. No dice: "Me conformo con las que ya tengo", sino que busca otras más bellas. Y esto nos invita a no encerrarnos en la costumbre, en la mediocridad de los que se conforman, sino a reavivar el deseo, para que el deseo de buscar, de seguir adelante no se extinga, a cultivar los sueños de bien, a buscar la novedad del Señor, porque el Señor no es repetitivo, siempre trae novedad, la novedad del Espíritu, siempre hace nuevas las realidades de la vida (cf. Ap 21,5). Y nosotros debemos tener esta actitud: buscar.

El segundo gesto del comerciante es encontrar. Es una persona prudente, que "tiene ojo" y sabe reconocer una perla de gran valor. No es fácil. Pensemos, por ejemplo, en los fascinantes bazares orientales, donde los bancos, llenos de mercancías, se sitúan a lo largo de las paredes de las calles abarrotadas de gente; o en algunos de los puestos que se ven en muchas ciudades, llenos de libros y objetos diversos. A veces, en estos mercados, si uno se detiene a mirar bien, puede descubrir tesoros: cosas muy valiosas, volúmenes raros que, mezclados con todo lo demás, uno no advierte a primera vista. Pero el mercader de la parábola tiene buen ojo y sabe encontrar, sabe "discernir" para encontrar la perla. Esto también es un aprendizaje para nosotros: cada día, en casa, en la calle, en el trabajo, de vacaciones, tenemos la oportunidad de vislumbrar el bien. Y es importante saber encontrar lo que vale: entrenarnos para reconocer las gemas preciosas de la vida y distinguirlas de las baratijas. ¡No desperdiciemos el tiempo y la libertad en cosas triviales, pasatiempos que nos dejan vacíos por dentro, mientras la vida nos ofrece cada día la perla preciosa del encuentro con Dios y con los demás! Es necesario saber reconocerla: discernir para encontrarla.

Y el último gesto del comerciante: compra la perla. Al darse cuenta de su inmenso valor, vende todo, sacrifica todos sus bienes para tenerla. Cambia radicalmente el inventario de su almacén; no queda nada más que esa perla: es su única riqueza, el sentido de su presente y de su futuro. Esto también es una invitación para nosotros. Pero, ¿cuál es esa perla por la que se puede renunciar a todo, de la que nos habla el Señor? Esta perla es Él mismo, es el Señor! Buscar al Señor y encontrar al Señor, encontrar al Señor, vivir con el Señor. La perla es Jesús: Él es la perla preciosa de la vida, que hay que buscar, encontrar y hacer propia. Merece la pena invertirlo todo en Él, porque, cuando uno encuentra a Cristo, la vida cambia. Si te encuentras con Cristo, te cambia la vida.

Retomemos entonces los tres gestos del mercader -buscar, encontrar, comprar- y hagámonos algunas preguntas. Buscar: ¿yo, en mi vida, estoy en búsqueda? ¿Me siento bien, conforme, o entreno mi deseo por el bien? ¿Estoy en una “jubilación espiritual”? ¡Cuántos jóvenes están “jubilados”! Segundo gesto, encontrar: ¿me ejercito en discernir lo que es bueno y viene de Dios, sabiendo renunciar a lo que me deja poco o nada? Por último, comprar: ¿sé gastarme por Jesús? ¿Está Él en primer lugar para mí, es Él el mayor bien de la vida? Sería bonito decirle hoy: "Jesús, Tú eres mi mayor bien". Cada uno, en su corazón, diga ahora: “Jesús, Tú eres mi mayor bien”.

Que María nos ayude a buscar, encontrar y abrazar a Jesús con todo nuestro ser.

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Después del Ángelus:

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos dos Jornadas Mundiales convocadas por la ONU: el Día de la Amistad y el Día contra la Trata de Seres Humanos. El primero promueve la amistad entre pueblos y culturas; el segundo combate el delito que convierte a las personas en mercancía. La trata es una terrible realidad que afecta a demasiadas personas: niños, mujeres, nietos, trabajadores... tantas personas explotadas. Todos ellos viven en condiciones inhumanas y sufren la indiferencia y el rechazo de la sociedad. Hay tanta trata en el mundo de hoy. Dios bendiga a los que se comprometen para luchar contra la trata.

No dejemos de rezar por la atormentada Ucrania, donde la guerra destruye todo, incluso el trigo. Esto es una grave ofensa a Dios, pues el trigo es Su don para alimentar a la humanidad; y el clamor de millones de hermanos y hermanas que padecen hambre se eleva al Cielo. Hago un llamamiento a mis hermanos, las autoridades de la Federación Rusa, para que se restablezca la iniciativa del Mar Negro y el trigo sea transportado con seguridad.

El próximo 4 de agosto se cumplirán tres años de la devastadora explosión en el puerto de Beirut. Renuevo mi oración por las víctimas y sus familias, que buscan verdad y justicia, y espero que la compleja crisis del Líbano pueda encontrar una solución digna de la historia y de los valores de ese pueblo. No olvidemos que el Líbano es también un mensaje.

Les pido que me acompañen con su oración en el Viaje a Portugal, que realizaré a partir del próximo miércoles, en ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud. Tantos jóvenes, de todos los continentes, vivirán la alegría del encuentro con Dios y con los hermanos, guiados por la Virgen María, que después de la Anunciación "se levantó y partió sin demora" (Lc 1,39). A Ella, estrella luminosa del camino cristiano, tan venerada en Portugal, encomiendo los peregrinos de la JMJ y todos los jóvenes del mundo.

Y ahora saludo a ustedes, romanos y peregrinos de Italia y de muchos países. Saludo en particular al coro de niños de Veliko Tarnovo, Bulgaria, y al grupo de jóvenes de México; así como a los adolescentes de Biadene y Caonada. Y saludo a los chicos de la Inmaculada.

Les deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta luego!.

Fuente: vatican.va