El antídoto a la dictadura de la técnica
Explica el Papa en el Ángelus del día 12
Queridos hermanos y hermanas:
En los días pasados, la atención de todos se ha dirigido al G8 que se ha celebrado en L'Aquila, ciudad que tanto a sufrido a causa del terremoto. Algunos de los problemas de la agenda eran dramáticamente urgentes. En el mundo hay desigualdades sociales e injusticias estructurales que no pueden tolerarse, que exigen, además de las debidas intervenciones inmediatas, una estrategia coordinada para buscar soluciones globales duraderas. Durante la cumbre, los jefes de Estado y de Gobierno han confirmado la necesidad de alcanzar acuerdos comunes para asegurar a la humanidad un futuro mejor. La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer, sino, experta en humanidad, ofrece a todos la enseñanza de la Sagrada Escritura sobre el hombre y anuncia el Evangelio del Amor y de la justicia. El miércoles pasado, al comentar en la audiencia general la encíclica "Caritas in veritate", publicada precisamente en vísperas del G8, decía que "es necesaria una nueva proyección económica que vuelva a diseñar el desarrollo de forma global, basándose en el fundamento ético de la responsabilidad ante Dios y ante el ser humano como criatura de Dios". Pues, como he escrito en la encíclica, "en una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la familia humana" (n. 7).
Ya el gran pontífice Pablo VI, en la encíclica "Populorum progressio", había reconocido e indicado el horizonte mundial de la cuestión social. Continuando por el mismo camino, también yo he experimentado la necesidad de dedicar la "Caritas in veritate" a esta cuestión, que en nuestro tiempo "se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica", es decir, afecta a la misma manera de concebir al ser humano, que cada vez está más en manos del mismo hombre por las modernas biotecnologías (Cf. ibídem 75). Las soluciones a los problemas actuales de la humanidad no sólo pueden ser técnicas, sino que deben tener en cuenta todas las exigencias de la persona, que está dotada de alma y cuerpo, y que de este modo deben tener en cuenta al Creador, Dios. De hecho, podría diseñar oscuros escenarios para el futuro de la humanidad "el absolutismo de la técnica", que encuentra su máxima expresión en algunas prácticas contrarias a la vida. Los ataques que no respetan la verdadera dignidad de la persona, incluso cuando parecen motivados por una "opción de amor", en realidad son el fruto de "una concepción materialista y mecanicista de la vida humana", que reduce el amor sin verdad a "un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente" (Cf. n. 6) y que, de este modo, puede implicar efectos negativos para el desarrollo humano integral.
Por más compleja que sea la actual situación del mundo, la Iglesia mira al futuro con esperanza y recuerda a los cristianos que "el anuncio de Cristo es el primer y principal factor de desarrollo". Precisamente hoy, en la oración colecta de la misa, la liturgia nos invita a rezar: "Padre, que amemos a nada más que a tu Hijo, que revela al mundo el misterio de tu amor y la verdadera dignidad del hombre". Que la Virgen María nos permita caminar por la senda del desarrollo con todo nuestro corazón y nuestra inteligencia, "es decir, con el ardor de la caridad y la sabiduría de la verdad" (Cf. n. 8).
En los días pasados, la atención de todos se ha dirigido al G8 que se ha celebrado en L'Aquila, ciudad que tanto a sufrido a causa del terremoto. Algunos de los problemas de la agenda eran dramáticamente urgentes. En el mundo hay desigualdades sociales e injusticias estructurales que no pueden tolerarse, que exigen, además de las debidas intervenciones inmediatas, una estrategia coordinada para buscar soluciones globales duraderas. Durante la cumbre, los jefes de Estado y de Gobierno han confirmado la necesidad de alcanzar acuerdos comunes para asegurar a la humanidad un futuro mejor. La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer, sino, experta en humanidad, ofrece a todos la enseñanza de la Sagrada Escritura sobre el hombre y anuncia el Evangelio del Amor y de la justicia. El miércoles pasado, al comentar en la audiencia general la encíclica "Caritas in veritate", publicada precisamente en vísperas del G8, decía que "es necesaria una nueva proyección económica que vuelva a diseñar el desarrollo de forma global, basándose en el fundamento ético de la responsabilidad ante Dios y ante el ser humano como criatura de Dios". Pues, como he escrito en la encíclica, "en una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la familia humana" (n. 7).
Ya el gran pontífice Pablo VI, en la encíclica "Populorum progressio", había reconocido e indicado el horizonte mundial de la cuestión social. Continuando por el mismo camino, también yo he experimentado la necesidad de dedicar la "Caritas in veritate" a esta cuestión, que en nuestro tiempo "se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica", es decir, afecta a la misma manera de concebir al ser humano, que cada vez está más en manos del mismo hombre por las modernas biotecnologías (Cf. ibídem 75). Las soluciones a los problemas actuales de la humanidad no sólo pueden ser técnicas, sino que deben tener en cuenta todas las exigencias de la persona, que está dotada de alma y cuerpo, y que de este modo deben tener en cuenta al Creador, Dios. De hecho, podría diseñar oscuros escenarios para el futuro de la humanidad "el absolutismo de la técnica", que encuentra su máxima expresión en algunas prácticas contrarias a la vida. Los ataques que no respetan la verdadera dignidad de la persona, incluso cuando parecen motivados por una "opción de amor", en realidad son el fruto de "una concepción materialista y mecanicista de la vida humana", que reduce el amor sin verdad a "un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente" (Cf. n. 6) y que, de este modo, puede implicar efectos negativos para el desarrollo humano integral.
Por más compleja que sea la actual situación del mundo, la Iglesia mira al futuro con esperanza y recuerda a los cristianos que "el anuncio de Cristo es el primer y principal factor de desarrollo". Precisamente hoy, en la oración colecta de la misa, la liturgia nos invita a rezar: "Padre, que amemos a nada más que a tu Hijo, que revela al mundo el misterio de tu amor y la verdadera dignidad del hombre". Que la Virgen María nos permita caminar por la senda del desarrollo con todo nuestro corazón y nuestra inteligencia, "es decir, con el ardor de la caridad y la sabiduría de la verdad" (Cf. n. 8).