9/30/09

El sacerdote debe transmitir alegría


Videomensaje del Papa al Retiro Internacional Sacerdotal en Ars



Queridos hermanos en el sacerdocio,
como podéis imaginar, habría sido enormemente feliz de poder estar con vosotros en este retiro sacerdotal internacional sobre el tema: “La alegría de ser sacerdote: consagrado para la salvación del mundo”. Sois muchos los que participáis y os beneficiáis de las enseñanzas del cardenal Christoph Schönborn. Saludo muy cordialmente a los demás predicadores y al obispo de Belley-Ars, monseñor Guy-Marie Bagnard. He tenido que contentarme con dirigiros este mensaje grabado, pero quiero creer que con estas palabras, a cada uno de vosotros os hablo de la manera más personal posible, para que, como dijo san Pablo, “os llevo en el corazón, partícipes como sois de mi gracia” (Fl 1, 7).
San Juan María Vianney subrayaba el papel indispensable del sacerdote, cuando decía: “Un buen pastor, un pastor según el corazón de Dios, este es el mayor tesoro que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los más precioso dones de la misericordia divina”(El cura de Ars, Pensamientos, Bernard Nodet, Desclée de Brouwer, Foi Vivante, 2000, p. 101). En este Año sacerdotal, se nos llama a todos a explorar y redescubrir la grandeza del Sacramento que nos ha configurado para siempre a Cristo Sumo Sacerdote y nos ha “santificado en la verdad” (Jn 17, 19) a todos.
Elegido entre los hombres, el sacerdote sigue siendo uno de ellos y está llamado a servirles entregándoles la vida de Dios. Es él el que “continúa la obra de redención en la tierra” (Nodet, p. 98). Nuestra vocación sacerdotal es un tesoro que llevamos en vasos de barro (cfr 2 Cor 4, 7). San Pablo expresó felizmente la infinita distancia que existe entre nuestra vocación y la pobreza de las respuestas que podemos dar a Dios. Tengamos presente en nuestros oídos y en lo íntimo de nuestro corazón la exclamación llena de confianza del Apóstol, que decía: “pues cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte” (2 Co 12, 10). La conciencia de esta debilidad nos abre a la intimidad de Dios, que nos da fuerza y alegría. Cuanto más persevere el sacerdote en la amistad de Dios, más continuará la obra del Redentor en la tierra (cfr Nodet, p. 98). El sacerdote ya no es más para si mismo, es para todos (cfr Nodet, p. 100).
Precisamente allí reside uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. El sacerdote, hombre de la Palabra divina y de las cosas sagradas, debe ser hoy más que nunca un hombre de alegría y de esperanza. A los hombres que ya no pueden concebir que Dios sea Amor puro, él afirmará siempre que la vida vale la pena ser vivida, y que Cristo le da todo su sentido porque ama a los hombres, a todos los hombres. La religión del Cura de Ars es una religión de la alegría, no una búsqueda morbosa de la mortificación, como a veces se ha creido: “Nuestra felicidad es demasiado grande, no, no, nunca podremos comprenderla” (Nodet, p. 110), decía, y también “cuando estamos de camino y divisamos un campanario, éste debería hacer latir nuestro corazón como la vista del tejado de la morada del bienamado hacer latir el corazón de la esposa”. Así, yo quisiera saludar con un afecto particular a aquellos de vosotros que tienen la carga pastoral de varias iglesias y que se desgastan sin llevar cuentas por mantener una vida sacramental en sus diferentes comunidades. ¡El reconocimiento de la Iglesia es inmenso hacia todos vosotros! No perdáis el valor, sino seguid rezando para que numerosos jóvenes acepten responder a la llamada de Cristo, que no deja de querer aumentar el número de sus apóstoles para misionar en sus campos.
Queridos sacerdotes, pienso también en la enorme diversidad de los ministerios que ejercéis al servicio de la Iglesia. Pensad en el gran número de misas que habéis celebrado o celebraréis, haciendo cada vez a Cristo realmente presente sobre el altar. Pensad en las innumerables absoluciones que habéis dado y que daréis, permitiendo a un pecador ser perdonado. Percibís en ese momento la fecundidad infinita del Sacramento del Orden. Vuestras manos, vuestros labios, se convierten, en el espacio de un instante, en las manos y en los labios de Dios. Lleváis a Cristo en vosotros; habéis, por gracia, entrado en la Santa Trinidad. Como decía el santo Cura: “Si uno tuviera fe, vería a Dios escondido en el sacerdote como una luz detrás de un vidrio, como un vino mezclado con el agua”(Nodet, p 97). Esta consideración debe ayudar a armonizar las relaciones entre los sacerdotes con el fin de realizar esa comunidad sacerdotal a la que exhorta san Pedro (cfr 1 Pe 2, 9) para formar el cuerpo de Cristo y construiros en el amor (cfr Ef 4, 11-16).
El sacerdote es el hombre del futuro: es aquel que se ha tomado en serio las palabras de Pablo: “si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba” (Col 3,1). Lo que se haga en la tierra está en el orden de los medios ordenados al Fin último. La misa es el único punto de unión entre los medios y el Fin, porque nos deja ya contemplar, bajo la humilde apariencia del pan y del vino, el Cuerpo y la Sangre de Aquel que adoraremos en la eternidad. Las frases sencillas pero densas del santo Cura sobre la Eucaristía nos ayudan a percibir mejor la riqueza de ese momento único de la jornada en el que vivimos un cara a cara vivificante para nosotros mismos y para cada uno de los fieles. “La felicidad que hay en el decir la misa se comprenderá sólo en el cielo”, escribía (Nodet. p. 104). Os animo por tanto a reforzar vuestra fe y la de los fieles en el Sacramento que celebráis y que es la fuente de la verdadera alegría. El santo de Ars escribía: “El sacerdote debe sentir la misma alegría (de los apóstoles) al ver a Nuestro Señor, al que tiene entre las manos” (Ibidem).
Agradeciéndoos lo que sois y por lo que hacéis, os repito: “Nada reemplazará nunca el ministerio de los sacerdtoes en la vida de la Iglesia” (Homilía durante la misa del 13 de septiembre de 2008 en la Explanada de los Inválidos, París). Testigos vivientes del poder de Dios que opera en la debilidad de los hombres, consagrados para la salvación del mundo, sois, mis queridos hermanos, elegidos por el propio Cristo para ser, gracias a Él, sal de la tierra y luz del mundo. ¡Que podáis, durante este retiro espiritual, experimentar de modo profundo lo Íntimo Inenarrable (San Agustín, Confesiones, iii, 6, 11, va 13, p. 383) para estar perfectamente unidos a Cristo con el fin de anunciar su amor alrededor vuestro y de comprometeros totalmente al servicio de la santificación de todos los miembros del pueblo de Dios! Confiándoos a la Virgen María, Madre de Cristo y de los sacerdotes, os imparto a todos mi Bendición Apostólica.
Tema para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2010


Comunicado del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales


La responsabilidad principal del sacerdote es anunciar la Palabra de Dios hecha carne, hombre, historia, convirtiéndose así en signo de esa comunión que Dios realiza con el hombre. La eficacia de este ministerio requiere, por tanto, que el sacerdote viva una relación íntima con Dios, radicada en un amor profundo y en un conocimiento vivo de las Sagradas Escrituras, “testimonio” escrito de la Palabra divina.
El Mensaje para la Jornada Mundial de la 44a de las Comunicaciones Sociales quiere invitar de modo particular a los sacerdotes, en el transcurso de este Año Sacerdotal y después de la celebración de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos, a considerar los nuevos medios como un poderoso recurso para su ministerio al servicio de la Palabra y quiere decir una palabra de aliento para afrontar los retos que nacen de la nueva cultura digital.
Los nuevos medios, de hecho, si se conocen y valoran adecuadamente, pueden ofrecer a los sacerdotes y a todos los agentes de pastoral una riqueza de datos y contenidos que antes eran de difícil acceso, y facilitan formas de colaboración y de crecimiento de comunión impensables en el pasado..
Gracias a los nuevos medios, los que predican y dan a conocer el Verbo de la vida pueden llegar, con palabras, sonidos e imágenes –verdadera y expresiva gramática expresiva de la cultura digital- a individuos y a comunidades enteras de cada continente, para crear nuevos espacios de conocimiento y de diálogo y llegar a proponer y a realizar itinerarios de comunión.
Si se usan sabiamente, con la ayuda de expertos en tecnología y cultura de la comunicación, los nuevos medios pueden así convertirse para los sacerdotes y para todos los agentes de pastoral en un válido y eficaz instrumento de verdadera y profunda evangelización y comunión. Serán una nueva forma de evangelización para que Cristo llegue lejos en los caminos de nuestras ciudades y, ante las puertas de nuestras casas, diga nuevamente “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él con migo” (Ap 3,20)”.

9/29/09

La República Checa debe construir sobre su herencia cristiana


Discurso de despedida del Papa en el aeropuerto de Stará Ruzyně de Praga



Señor presidente, señores cardenales, queridos hermanos en el Episcopado, excelencias, señores y señoras.
En el momento de despedirme, deseo daros las gracias por vuestra generosa hospitalidad durante mi breve permanencia en este espléndido país. Le estoy particularmente agradecido a usted, señor Presidente, por sus palabras y por el tiempo transcurrido en su residencia. En esta fiesta de san Wenceslao, protector y patrono de su país, permitame una vez más dirigirle mis más vivas felicitaciones por su onomástico. Siendo también el onomástico de su excelencia monseñor Václav Malý, le dirijo también a él mis felicitaciones y deseo agradecerle por el duro trabajo realizado para coordinar la organización de mi visita pastoral a la República Checa.
Estoy profundamente agradecido al cardenal Vlk, a su excelencia monseñor Graubner y a todos aquellos que se han prodigado para asegurar el desarrollo ordenado de los diversos encuentros y celebraciones. Naturalmente incluyo en mis agradecimientos a las autoridades, a los medios de comunicación y a muchos voluntarios que han ayudado a regular el flujo de gente, y a todos los fieles que han rezado para que esta visita trajese buenos frutos a la nación checa y a la Iglesia en esta región.
Conservaré la memoria de los momentos de oración que he podido transcurrir junto con los obispos, los sacerdotes y los fieles de este país. Ha sido especialmente conmovedor, esta mañana, celebrar la misa en Stará Boleslav, lugar del martirio del joven duque Wenceslao, y venerarle ante su tumba el pasado sábado, dentro de la majestuosa catedral que domina el panorama de Praga. Ayer en Moravia, donde los santos Cirilo y Metodio dieron comienzo a su misión apostólica, pude reflexionar, en orante acción de gracias, sobre los orígenes del cristianismo en esta región y, efectivamente, en todas las tierras eslavas. La Iglesia en este país ha sido verdaderamente bendecida con un extraordinario ejército de misioneros y de mártires, como también de santos contemplativos, entre los que quisiera recordar particularmente a santa Inés de Bohemia, cuya canonización, hace veinte años, fue mensajera de la liberación de este país de la opresión atea.
Mi encuentro de ayer con los representantes de las otras comunidades cristianas me ha confirmado la importancia del diálogo ecuménico en esta tierra que ha sufrido tanto las consecuencias de la división religiosa en el tiempo de la guerra de los Treinta Años. Mucho se ha hecho ya para curar las heridas del pasado, y se han emprendido pasos decisivos en el camino de la reconciliación y de la verdadera unidad en Cristo. En la ulterior edificación de estos fundamentos sólidos, la comunidad académica tiene un papel importante que llevar a cabo, mediante una búsqueda de la verdad sin compromisos. Ha sido un placer para mí tener la oportunidad de encontrarme ayer con los representantes de las universidades de este país y de expresar mi aprecio por la noble misión a la que estos han dedicado la vida.
He sido particularmente feliz de encontrar a los jóvenes y e animarles a construir sobre las mejores tradiciones del pasado de esta nación, de modo particular sobre la herencia cristiana. Según un dicho atribuido a Franz Kafka, “Quien mantiene la capacidad de ver la belleza no envejece nunca” (Gustav Janouch, Conversaciones con Kafka). Si nuestro ojos permanecen abiertos a la belleza de la creación de Dios y nuestras mentes a la belleza de su verdad, entonces podremos verdaderamente esperar seguir siendo jóvenes y construir un mundo que refleje algo de la belleza divina, de modo que ofrezca inspiración a las futuras generaciones para hacer otro tanto.
Señor presidente, queridos amigos: una vez más os expreso mi agradecimiento, prometiendo recordaros en mis oraciones y llevaros en mi corazón. ¡Que Dios bendiga a la República Checa! ¡Que el Niño Jesús de Praga siga inspirando y guiando a Ella a todas las familias de la nación! ¡Que Dios os bendiga a todos!
Saludo del Papa en la iglesia donde se venera el Niño de Praga


Pide por todas las familias y niños del mundo



Señores cardenales, Señor alcalde y distinguidas autoridades, queridos hermanos y hermanas, queridos niños:
Dirijo a todos mi cordial saludo y expreso la alegría de visitar esta Iglesia, dedicada a Santa María de la Victoria, donde se venera la efigie del Niño Jesús, conocida por todos como el “Niño de Praga”.
Agradezco a monseñor Jan Graubner, presidente de la Conferencia Episcopal, por sus palabras de bienvenida en nombre de todos los obispos. Dirijo un saludo especial al alcalde y al resto de autoridades civiles y religiosas que han querido estar presentes en este encuentro.
Os saludo a vosotras, queridas familias, que habéis venido a encontraros conmigo en un número tan elevado.
La imagen del Niño Jesús lleva a pensar rápidamente en el misterio de la Encarnación, el Dios Omnipotente que se ha hecho hombre y ha vivido durante 30 años en la humilde familia de Nazaret, confiado por la Providencia al atento cuidado de María y de José. El pensamiento se dirige a vuestras familias y a todas las familias del mundo, con sus alegrías y dificultades. A la reflexión unimos la oración, pidiendo al Niño Jesús el don de la unidad y de la concordia para todas las familias. Pensamos especialmente en aquellos jóvenes que deben esforzarse tanto para dar a sus hijos seguridad y un porvenir digno. Rezamos por las familias en dificultad, probadas por la enfermedad y el dolor, por las que están en crisis, desunidas o laceradas por la discordia y la infidelidad. Todas las confiamos al Santo Niño de Praga, sabiendo lo importante que es su estabilidad y concordia para el verdadero progreso de la sociedad y para el futuro de la humanidad.
La efigie del Niño Jesús, con la ternura de su infancia, nos hace también percibir la cercanía de Dios y de su amor. Comprendemos cuán preciosos somos a sus ojos porque, gracias a Él, nos convertimos en hijos de Dios. Todo ser humano es hijo de Dios y por tanto nuestro hermano y, como tal, debe ser acogido y respetado.
¡Que nuestra sociedad pueda comprender esta realidad! Cada persona humana sería entonces valorada no por lo que hace, sino por lo que es, porque en el rostro de cada ser humano, sin distinción de raza y cultura, brilla la imagen de Dios.
Esto vale sobre todo para los niños. En el Santo Niño de Praga contemplamos la belleza de la infancia y la predilección que Jesucristo ha manifestado siempre hacia los pequeños, como leemos en el Evangelio (cf. Mc 10, 13-16). ¡Cuántos niños en cambio no son amados, acogidos ni respetados! ¡Cuántos son víctimas de la violencia y de explotación por parte de personas sin escrúpulos! Que puedan reservarse a los menores el respeto y la atención debida a ellos: los niños son el futuro y la esperanza de la humanidad.
Quería ahora dirigiros unas palabras particulares a vosotros, queridos niños, y a vuestras familias.
Habéis venido muchos a encontraros conmigo y os lo agradezco de corazón. Vosotros, que sois los predilectos del corazón del Niño Jesús, sabed corresponder a su amor y, siguiendo su ejemplo, sed obedientes, gentiles y caritativos. Aprender a ser, como Él, el confort de vuestros padres. Sed verdaderos amigos de Jesús y recurrid a Él con confianza siempre. Rezadle por vosotros mismos, por vuestros padres, familiares, profesores y amigos y rezadle también por mí. Gracias de nuevo por vuestra acogida y os bendigo de corazón mientras invoco para todos la protección del Santo Niño Jesús, de su Madre Inmaculada y de San José.
Sois la esperanza de la Iglesia


Mensaje del Papa a los jóvenes durante el Viaje Apostólico a la República Checa



Queridos jóvenes
Al final de esta celebración, me dirijo directamente a vosotros y ante todo os saludo con afecto.
Habéis venido en gran número de todo el país y también de los países vecinos; habéis “acampado” aquí ayer por la tarde y habéis dormido en las tiendas, haciendo juntos una experiencia de fe y de fraternidad. Gracias por esta presencia vuestra, que me hace sentir el entusiasmo y la generosidad que son propios de la juventud. ¡Con vosotros el Papa se siente joven! Un agradecimiento particular dirijo a vuestro representante por sus palabras y por el maravilloso regalo.
Queridos amigos, no es difícil constatar que en todo joven hay una aspiración a la felicidad, quizás mezclada con un sentimiento de inquietud; una aspiración que sin embargo a menudo la actual sociedad de consumo aprovecha de forma falsa y alienante. Es necesario en cambio valorar seriamente el anhelo a la felicidad que exige una respuesta verdadera y exhaustiva. A vuestra edad se realizan de hecho las primeras grandes elecciones, capaces de orientar la vida hacia el bien o hacia el mal. Por desgracia no son pocos vuestros coetáneos que se dejan atraer por espejismos ilusorios de paraísos artificiales para encontrarse después en una triste soledad. Hay también sin embargo muchos chicos y chicas que quieren transformar, como ha dicho vuestro portavoz, la doctrina en acción para dar un sentido pleno a sus vidas. Os invito a todos a mirar a la experiencia de san Agustín, que decía que el corazón de toda persona está inquieto hasta que no encuentra lo que verdaderamente busca. Y él descubrió que sólo Jesucristo era la respuesta satisfactoria al deseo, suyo y de cada hombre, de una vida feliz, llena de significado y de valor (cfr Confesiones I,1,1).
Como hizo con san Agustín, el Señor sale al encuentro de cada uno de vosotros. Llama a la puerta de vuestra libertad y pide ser acogido como amigo. Os quiere hacer felices, llenaros de humanidad y de dignidad. La fe cristiana es esto: el encuentro con Cristo, Persona viva que da a la vida un nuevo horizonte y son ello la dirección decisiva. Y cuando el corazón de un joven se abre a sus designios divinos, no le resulta muy difícil reconocerle y seguir su voz. El Señor llama de hecho a cada uno por su nombre y quiere confiar a cada uno una misión específica en la Iglesia y en la sociedad. Queridos jóvenes, tomad conciencia de que el Bautismo os ha hecho hijos de Dios y miembros de su Cuerpo que es la Iglesia. Jesús os renueva constantemente la invitación a ser sus discípulos y sus testigos. A muchos de vosotros os llama al matrimonio y la preparación a este Sacramento constituye un verdadero camino vocacional. Considerad por tanto seriamente la llamada divina a construir una familia cristiana y que vuestra juventud sea el tiempo de construir con sentido y responsabilidad vuestro futuro. ¡La sociedad necesita familias cristianas, familias santas!
Si después el Señor os llama a seguirle en el sacerdocio ministerial o en la vida consagrada, no dudéis en responder a su invitación. En particular, en este Año Sacerdotal, os hago un llamamiento a vosotros, jóvenes: estad atentos y disponibles a la llamada de Jesús a ofrecer la vida al servicio de Dios y de su pueblo. La Iglesia, también en este país, necesita numerosos y santos sacerdotes y personas totalmente consagradas al servicio de Cristo, Esperanza del mundo.
¡La esperanza! Esta palabra, sobre la que vuelvo a menudo, se conjuga precisamente con la juventud. ¡Vosotros, queridos jóvenes, sois la esperanza de la Iglesia! Esta espera que vosotros os hagáis mensajeros de la esperanza, como sucedió el año pasado, en Australia, para la Jornada Mundial de la Juventud, gran manifestación de fe juvenil, que pude vivir personalmente y a la que algunos de vosotros tomasteis parte. Muchos más podréis venir a Madrid en agosto de 2011. Os invito desde ahora a esta gran reunión de los jóvenes con Cristo en la Iglesia.
Queridos amigos, gracias una vez más por vuestra presencia y gracias por vuestro regalo: el libro con las fotos que cuentan la vida de los jóvenes en vuestras diócesis. Gracias también por el signo de vuestra solidaridad con los jóvenes de África, que habéis querido entregarme. El Papa os pide que viváis con alegría y entusiasmo vuestra fe; que crezcáis en unidad entre vosotros y con Cristo; que recéis y que seáis asiduos en la práctica de los sacramentos, en particular de la Eucaristía y de la Confesión; que cuidéis vuestra formación cristiana permaneciendo siempre dóciles a las enseñanzas de vuestros Pastores. Que os guíe en este camino san Wenceslao con su ejemplo y su intercesión, y que siempre os proteja la Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra. ¡Os bendigo a todos con afecto!
San Wenceslao, el vencido que venció


Homilía del Papa en el día del patrón de la República Checa



Señores cardenales,
venerados hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas,
queridos jóvenes,
con gran alegría os encuentro esta mañana, mientras se va concluyendo mi viaje apostólico a la amada República Checa.
Dirijo a todos mi cordial saludo, de modo particular al cardenal arzobispo, al que estoy agradecido por las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre, al principio de la celebración eucarística. Mi saludo se extiende también a los otros cardenales, a los obispos, a los sacerdotes y a las personas consagradas, a los representantes de los movimientos y de las asociaciones laicales y especialmente a los jóvenes. Saludo con deferencia al señor Presidente de la República, al que presento un cordial augurio con ocasión de su fiesta onomástica; augurio que quiero extender a todos aquellos que llevan el nombre de Wenceslao, y a todo el pueblo checo en el día de su fiesta nacional.
Esta mañana nos reúne en torno al altar el recuerdo glorioso del mártir san Wenceslao, del que he podido venerar su reliquia, antes de la Santa Misa, en la basílica dedicada a él. Él derramó su sangre sobre vuestra tierra y su águila, elegida por vosotros como símbolo de esta visita – lo ha recordado hace poco vuestro cardenal arzobispo – constituye el emblema histórico de la noble nación checa. Este gran santo, que a vosotros os gusta llamar “eterno” Príncipe de los Checos, nos invita a seguir fielmente a Cristo, nos invita a ser santos. Él mismo es modelo de santidad para todos, especialmente para cuantos guían la suerte de las comunidades y de los pueblos. Pero nos preguntamos: ¿en nuestros días la santidad es aún actual? ¿O no es más bien un tema poco atrayente e importante? ¿No se buscan hoy más el éxito y la gloria de los hombres? ¿Cuánto dura, sin embargo, y cuanto vale el éxito terrenal?
El siglo pasado – y esta tierra vuestra ha sido testigo de ello – ha visto caer a no pocos poderosos, que parecían haber alcanzado alturas casi inalcanzables. De repente se encontraron privados de su poder. Quien negaba y sigue negando a Dios y, en consecuencia, no respeta al hombre, parece tener la vida fácil y conseguir un éxito material. Pero basta rascar la superficie para constatar que, en estas personas, hay tristeza e insatisfacción. Sólo quien conversa en el corazón el santo “temor de Dios” tiene confianza también en el hombre y emplea su existencia en construir un mundo más justo y más fraterno. Hoy se necesitan personas que sean “creyentes” y “creíbles”, dispuesta a difundir en cada ámbito de la sociedad esos principios e ideales cristianos en los que se inspira su acción. Esto es la santidad, vocación universal de todos los bautizados, que empuja a cumplir el propio deber con fidelidad y valentía, mirando no al propio interés egoísta, sino al bien común, y buscando en todo momento la voluntad divina.
En el pasaje evangélico hemos escuchado, al respecto, palabras muy claras: “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?” (Mt 16,26). Nos estimula así a considerar que el valor auténtico de la existencia humana no se mide sólo con los bienes terrenales y los intereses pasajeros, porque no son las realidades materiales las que apagan la sed profunda de sentido y de felicidad que hay en el corazón de cada persona. Por esto Jesús no duda en proponer a sus discípulos el camino “estrecho” de la santidad: “Quien pierda su vida por mí, la encontrará” (v. 25). y con decisión nos repite esta mañana: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (v. 24). Ciertamente es un lenguaje duro, difícil de aceptar y de poner en práctica, pero el testimonio de los santos y de las santas nos asegura que es posible a todos, si uno se fía y se confía a Cristo. Su ejemplo nos anima a los que nos llamados cristianos a ser creíbles, No basta de hecho parecer buenos y honrados, hay que serlo realmente. Y bueno y honrado es aquel que no cubre con su yo la luz de Dios, no se pone delante a sí mismo, sino que deja ver a Dios a través suya.
Esta es la lección de vida de san Wenceslao, que tuvo el valor de anteponer el reino de los cielos a la fascinación del poder terrenal. Su mirada no se despegó nunca de Jesucristo, que sufrió por nosotros, dejándonos un ejemplo, para que sigamos sus huellas, como escribe san Pedro en la segunda lectura proclamada hace poco. Como dócil discípulo del Señor, el joven soberano Wenceslao se mantuvo fiel a las enseñanzas evangélicas que le había impartido su santa abuela, la mártir Ludmilla. Siguiéndolas, aún antes de comprometerse en la construcción de una convivencia pacífica dentro de la Patria y con los países limítrofes, se empeñó en propagar la fe cristiana, llamando a sacerdotes y construyendo iglesias. En la primera “narración” paleoeslava se lee que “socorría a los ministros de Dios y embelleció muchas iglesias” y que “beneficiaba a los pobres, vestía a los desnudos”, daba de comer a los hambrientos, acogía a los peregrinos, precisamente como quiere el Evangelio. No toleraba que se hiciera injusticia a las viudas, amaba a todos los hombres, fueran ricos o pobres”. Aprendió del Señor a ser “misericordioso y piadoso” (Salmo respon.)y animado de espíritu evangélico llegó a perdonas incluso al hermano, que había atentado contra su vida. Justamente, por tanto, lo invocáis como “Heredero” de vuestra nación y, en un canto muy conocido por vosotros, le pedís que ésta no perezca.
Wenceslao murió mártir por Cristo. Es interesante notar que el hermano Boleslao consiguió, matándolo, apoderarse del trono de Praga, pero la corona que seguidamente se imponían sobre la cabeza sus sucesores no llevaba su nombre. Lleva en cambio el nombre de Wenceslao, testimoniando de que “el trono del rey que juzga a los pobres en la verdad permanecerá firme para siempre” (cfr Oficio de lecturas de hoy). Este hecho se juzga como una maravillosa intervención de Dios, que no abandona a sus fieles: “el inocente vencido venció al cruel vencedor igualmente a Cristo sobre la cruz (cfr La leyenda de san Wenceslao), y la sangre del mártir no pedía odio y venganza, sino perdón y paz.
Queridos hermanos y hermanas, demos gracias juntos, en esta Eucaristía, al Señor por haber dado a vuestra patria y a la Iglesia a este santo soberano. Oremos al mismo tiempo para que, como él, también nosotros caminemos con paso firme hacia la santidad. Ciertamente es difícil, porque la fe siempre está expuesta a múltiples desafíos, pero cuando uno se deja atraer por Dios que es Verdad, el camino se hace decidido, porque se experimenta la fuerza de su amor. Que nos obtenga esta gracia la intercesión de san Wenceslao y de los otros santos protectores de las Tierras Checas. Que nos proteja y asista siempre María, Reina de la Paz y Madre del Amor, Amén.

9/28/09

Con el Evangelio, un porvenir de solidaridad


Alocución del Papa en el Ángelus tras la misa presidida en Brno el día 27



¡Queridos hermanos y hermanas!Hemos llegado al final de esta solemne celebración y la hora del mediodía nos invita a la oración del Ángelus. Estoy feliz de rezarla aquí, en el corazón de Moravia, región fraternalmente unida a la de Bohemia, tierra marcada por muchos siglos de fe cristiana, que evoca el origen de la valiente misión de los santos Cirilo y Metodio. Cuando, hace veinte años, Juan Pablo II decidió visitar Europa central y oriental después de la caída del totalitarismo comunista, quiso comenzar su viaje pastoral desde Velehrad, centro de los famosos congresos unionistas precursores del ecumenismo entre los pueblos eslavos, y conocido en todo el mundo cristiano. Vosotros recordáis además otra visita suya, la de 1995 a Svatý Kopeček, cerca de Olomouc, con el inolvidable encuentro con los jóvenes. Quisiera retomar idealmente la enseñanza de mi venerado predecesor e invitaros a seguir siendo fieles a vuestra vocación cristiana y al Evangelio para construir juntos un porvenir de solidaridad y de paz. La tierra de Moravia tiene muchos santuarios marianos, que multitudes de peregrinos visitan durante todo el año. En este momento quisiera dirigirme en peregrinación espiritual ante la montaña boscosa de Hostýn, donde veneráis a la Virgen como vuestra protectora. Que María mantenga encendida la fe de todos vosotros, la fe alimentada también por numerosas tradiciones populares que hunden sus raíces en el pasado, pero que justamente tenéis el cuidado de conservar para que nunca falte el calor de la convivencia familiar en los pequeños pueblos y en las ciudades. A veces se constata, con cierta nostalgia, que el ritmo de la vida moderna tiende a cancelar algunas huellas de un pasado rico de fe. Es importante, sin embargo, no perder de vista el ideal que las costumbres tradicionales expresaban, y sobre todo se debe mantener el patrimonio espiritual heredado de vuestros antepasados, para custodiarlo y, aún más, hacer que responda a las exigencias de los tiempos presentes. Os ayude en ello la Virgen María, a la cual renuevo la consagración de vuestra Iglesia y de toda la nación checa.
"Nuestra firme esperanza es Cristo"

Homilía del Papa en la misa presidida en Brno


Queridos hermanos y hermanas:
"Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso" (Mateo 11, 28). Jesús invita a cada discípulo a detenerse con Él, a encontrar en Él consuelo y alivio. La invitación la dirige en particular a nuestra asamblea litúrgica, que reúne idealmente, con el Sucesor de Pedro, a toda vuestra comunidad eclesial. A todos y a cada uno va mi saludo: en primer lugar al obispo de Brno - al que expreso mi gratitud también por las cordiales palabras que me ha dirigido al comienzo de la Misa - a los señores cardenales y a los otros obispos presentes. Saludo a los sacerdotes, a los diáconos, a los seminaristas, a los religiosos y a las religiosas, a los catequistas y a los agentes pastorales, a los jóvenes y a las numerosas familias. Dirijo un respetuoso pensamiento a las autoridades civiles y militares, en especial al presidente de la República y a su amable esposa, al alcalde de la ciudad de Brno y al presidente de la región de Moravia del Sur, tierra rica de historia, de actividades culturales, de industrias y de comercio. Quisiera asimismo saludar con afecto a los peregrinos provenientes de toda la región de Moravia y de las diócesis de Eslovaquia, de Polonia, de Austria y de Alemania.Queridos amigos, por el carácter que reviste la asamblea litúrgica de hoy, he compartido con gusto la elección, a la que se ha referido vuestro obispo, de entonar las lecturas bíblicas de la santa misa con el tema de la esperanza: la he compartido pensando tanto en el pueblo de este querido país, como en Europa y en toda la humanidad, que está sedienta de algo sobre dónde poder apoyar sólidamente su propio porvenir. En mi segunda encíclica - la Spe salvi -, he subrayado que la única esperanza "cierta" y "fiable" (cf. n. 1) se funda sobre Dios. La experiencia de la historia muestra a cuáles absurdidades llega el hombre cuando excluye a Dios del horizonte de sus elecciones y de sus acciones, y cómo no es fácil construir una sociedad inspirada en los valores del bien, de la justicia y de la fraternidad, porque el ser humano es libre y su libertad permanece frágil. La libertad, entonces, debe ser constantemente reconquistada para el bien, y la ardua búsqueda de los "rectos ordenamientos para las realidades humanas", es una tarea que pertenece a cada generación (cfr ibid., 24-25). Por ello, queridos amigos, nosotros estamos aquí, ante todo en escucha, en escucha de una palabra que nos indique la senda que conduce a la esperanza; es más, estamos en escucha de la Palabra, la única que puede darnos esperanza sólida, porque es Palabra de Dios.En la primera Lectura (Isaías 61,1-3a), el profeta se presenta revestido de la misión de anunciar a todos los afligidos y los pobres la liberación, el consuelo y la dicha. Este texto, Jesús lo ha retomado y lo ha hecho propio en su predicación. Más aún, ha dicho explícitamente que la promesa del profeta se ha cumplido en Él (cf. Lucas 4,16-21). Se ha realizado completamente cuando, muriendo en la cruz y resucitando de la muerte, nos ha liberado de la esclavitud del egoísmo y del mal, del pecado y de la muerte. Y éste es el anuncio de salvación, antiguo y siempre nuevo, que la Iglesia proclama de generación en generación: ¡Cristo crucificado y resucitado, Esperanza de la humanidad!Esta palabra de salvación resuena con fuerza también hoy, en nuestra asamblea litúrgica. Jesús se dirige con amor a vosotros, hijos e hijas de esta tierra bendita, en la cual se ha esparcido desde hace más de un milenio la semilla del Evangelio. Vuestro país, como otras naciones, está viviendo una condición cultural que representa a menudo un desafío radical para la fe y, por lo tanto, también para la esperanza. En efecto, tanto la fe como la esperanza, en la época moderna, han sufrido como un "desplazamiento", porque han sido relegadas al plano privado y ‘ultraterrenal', mientras que en la vida concreta y pública se ha afirmado la fe en el progreso científico y económico (cf. Spe salvi, 17). Sabemos todos que este progreso es ambiguo: abre posibilidades de bien junto con perspectivas negativas. Los desarrollos técnicos y la mejora de las estructuras sociales son importantes y ciertamente necesarios, pero no bastan para garantizar el bienestar moral de la sociedad (cf. ibid., 24). El hombre tiene necesidad de ser liberado de las opresiones materiales, pero debe ser salvado, y con mayor profundidad, de los males que afligen el espíritu. Y ¿quién puede salvarlo sino Dios, que es Amor y ha revelado su rostro de Padre omnipotente y misericordioso en Jesucristo? Nuestra firme esperanza es pues Cristo: en Él, Dios nos ha amado hasta el extremo y nos ha dado la vida en abundancia (cfr Juan 10,10), esa vida que cada persona, algunas veces incluso sin llegar a saberlo, anhela poseer."Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso". Estas palabras de Jesús, escritas con grandes letras sobre la puerta de vuestra Catedral de Brno, las dirige ahora a cada uno de nosotros y añade: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11,29-30). ¿Podemos permanecer indiferentes ante su amor? Aquí, como en otros lugares, en los siglos pasados muchos han sufrido por mantenerse fieles al Evangelio y no han perdido la esperanza; muchos se han sacrificado para volver a dar dignidad al hombre y libertad a los pueblos, encontrando en la adhesión generosa a Cristo la fuerza para construir una nueva humanidad. Y, sin embargo, en la sociedad actual, donde tantas formas de pobreza nacen del aislamiento, del no ser amados, del rechazo de Dios y de la originaria y trágica cerrazón del hombre que piensa que se puede bastar a sí mismo, o si no que es sólo un hecho insignificante y pasajero; en este nuestro mundo que está alienado "cuando se entrega a proyectos exclusivamente humanos" (cf. Caritas in veritate, 53), sólo Cristo puede ser nuestra esperanza cierta. Éste es el anuncio que nosotros los cristianos estamos llamados a difundir cada día, con nuestro testimonio.Anunciadlo vosotros, queridos sacerdotes, permaneciendo íntimamente unidos a Jesús y ejerciendo con entusiasmo vuestro ministerio, con la certeza de que nada puede faltar a quien confía en Él. Testimoniad a Cristo vosotros, queridos religiosos y religiosas, con la alegre y coherente práctica de los consejos evangélicos, indicando cuál es nuestra verdadera patria: el Cielo. Y vosotros, queridos fieles laicos jóvenes y adultos, vosotras, queridas familias, sostened sobre la fe en Cristo vuestros proyectos familiares, del trabajo, de la escuela, y las actividades de cada ámbito de la sociedad. Jesús nunca abandona a sus amigos. Él asegura su ayuda, porque no es posible hacer nada sin Él, pero, al mismo tiempo, pide a cada uno que se comprometa personalmente para difundir su mensaje universal de amor y de paz. Os sea de aliento el ejemplo de los santos Cirilo y Metodio, Patronos principales de Moravia, que han evangelizado a los pueblos eslavos, y de los santos Pedro y Pablo, a los cuales está dedicada vuestra Catedral. Contemplad el testimonio luminoso de santa Zdislava, madre de familia, rico de obras de religión y de misericordia; de san Juan Sarkander, sacerdote y mártir; de san Clemente María Hofbauer, sacerdote y religioso, nacido en esta Diócesis, y canonizado hace 100 años, y de la beata Restituta Kafkova, religiosa nacida en Brno y asesinada por los nazis en Viena. ¡Que os acompañe y proteja la Virgen, Madre de Cristo, nuestra Esperanza! ¡Amén!
Palabras del Papa a los sacerdotes, religiosos, seminaristas y movimientos


En la catedral de Praga el día 27


¡Queridos hermanos y hermanas! Dirijo a todos ustedes el saludo de san Pablo que escuchamos en la lectura breve: Gracia a ustedes y paz de Dios, Padre nuestro! Dirijo en primer lugar un saludo al Cardenal Arzobispo, a quien agradezco por sus cordiales palabras. Extiendo mi saludo a los otros Cardenales y Prelados presentes, a los sacerdotes y a los diáconos, a los seminaristas, a los religiosos y a las religiosas, a los catequistas y a los operadores pastorales, a los jóvenes y a las familias, a las asociaciones y a los movimientos eclesiales. Estamos recogidos esta tarde en un lugar a ustedes querido, que es signo visible de cuanto sea potente la gracia divina que actúa en el corazón de los creyentes. La belleza de este templo milenario es, en efecto, testimonio viviente de la rica historia de fe y de tradición cristiana de este pueblo; una historia iluminada, en particular, por la fidelidad de quiete han sellado su adhesión a Cristo y a la Iglesia con el martirio. Pienso en las figuras de los santos Wenceslao, Adalberto y Juan Nepomuceno, piedras angulares del camino de esta Iglesia, a los que se une el ejemplo de joven san Vito, que prefirió el martirio antes que traicionar a Cristo, del monje san Procopio y de santa Ludmila. Pienso en las vicisitudes de dos Arzobispos de esta Iglesia local, en el siglo pasado, los Cardenales Josef Beran yFrantišek Tomášek, y de tantos Obispos, sacerdotes, religiosos y fieles, que han resistido con heroica firmeza a la persecución comunista, llegando incluso al sacrificio de la vida. ¿De dónde han sacado tanta fuerza estos valientes amigos de Cristo sino del Evangelio? ¡Sí! Ellos se dejaron fascinar por Jesús que les dijo: "Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga" (Mt 16,24). En la hora de la dificultad han sentido resonar en el corazón esta otra consideración del Señor: "Si a mí me han perseguido, también los perseguirán a ustedes" (Jn 15, 20). El heroísmo de los testigos de la fe recuerda que sólo del conocimiento personal y del lazo profundo con Cristo es posible extraer la energía espiritual para realizar en plenitud la vocación cristiana. Sólo el amor de Cristo hace eficaz la acción apostólica, sobretodo en los momentos de la dificultad y la prueba. Amara a Cristo y a los hermanos debe ser la característica de todo bautizado y de toda comunidad. En los Hechos de los Apóstoles leemos que "la multitud de quiete se habían convertido en creyentes tenía un solo corazón y una sola alma" (Hc 4,32). Y tertuliano, un autor de los primeros siglos, escribía que los paganos permanecían impresionados por el amor que unía a los cristianos entre sí (cfr. Apologeticum XXXIX). Queridos hermanos y hermanas, imiten al divino Maestro que "no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate de todos" (Mc 10,45). El amor resplandezca en cada parroquia y comunidad, en las diversas asociaciones y movimientos. Que esta Iglesia, según la imagen de san Pablo, sea un cuerpo bien estructurado que tiene a Cristo como Cabeza, en el cual cada miembro actúa en armonía con el todo. Alimenten el amor de Cristo con la oración y la escucha de su palabra; nútranse con Él en la Eucaristía, y sean, con su gracia, artífices de unidad y de paz en todo ambiente.Estas comunidades cristianas, después del largo invierno de la dictadura comunista, hace 20 años comenzaron a expresarse libremente cuando el pueblo, con los eventos iniciados por las manifestaciones estudiantiles del 17 de noviembre de 1989, ha reconquistando su propia libertad. Ustedes advierten que también hoy no es fácil vivir y testimoniar el Evangelio. La sociedad lleva aún las heridas causadas por la ideología atea y con frecuencia es atraída por la moderna mentalidad del consumismo hedonista, con una peligrosa crisis de valores humanos y religiosos y la deriva de un dilagante relativismo ético y cultural. En este contexto se hace urgente un renovado compromiso por parte de todos los componentes eclesiásticos para reforzar los valores espirituales y morales en la vida de la sociedad actual. Se que sus comunidades están ya comprometidas en muchos frentes, en particular en el ámbito caritativo con la Caritas. Que la actividad pastoral de ustedes abrace con particular celo el campo de la educación de las nuevas generaciones. Las escuelas católicas promuevan el respeto del hombre; se dediquen con atención a la pastoral juvenil también fuera del ámbito escolar, sin descuidar las otras categorías de fieles. ¡Cristo es para todos! Auspicio de corazón que haya un creciente entendimiento con las otras instituciones, sean de carácter público o privado. La Iglesia - siempre es útil repetirlo - no demanda privilegios, sino sólo el poder obrar libremente al servicio de todos y con espíritu evangélico.Queridos hermanos y hermanas, que el Señor les done el ser la sal de la que habla el Evangelio, aquello que da sabor a la vida, para ser fieles obreros en la viña del Señor. Corresponde en primer lugar a ustedes, Obispos y sacerdotes, trabajar incansablemente para el bien de cuantos son confiados a su cuidado. Inspírense siempre en la imagen evangélica del Buen Pastor, que conoce a sus ovejas, las llama por su nombre, las conduce a lugares seguros, y está dispuesto a dar su vida ellas (cfr. Jn 10,1-19). Queridos consagrados, con la profesión de los consejos evangélicos ustedes indican el primado que Dios debe tener en la vida de cada ser humano, y, viviendo en fraternidad, testimonian cuanto enriquecedora es la práctica del mandamiento del amor (cfr. Jn 13,34). Fieles de esta vocación, ayuden a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a dejarse fascinar de Dios y del Evangelio de su Hijo (cfr. Vita consecrata, 104). Y a ustedes, queridos jóvenes, que están en los Seminarios o en las Casas de formación, preocúpense de adquirir una sólida preparación cultural, espiritual y pastoral. En este Año Sacerdotal, que he convocado para conmemorar el 150° aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, les sea de ejemplo la figura de este Pastor totalmente dedicado a Dios y a las almas, plenamente consciente que su propio ministerio, era su camino de santificación.Queridos hermanos y hermanas, varios aniversarios celebramos este año con ánimo agradecido al Señor: los 280 años de la canonización de Juan Nepomuceno, el 80º de la dedicación de esta Catedral dedicada a san Vito y el 20° aniversario de la canonización de santa Inés de Praga, evento que ha anunciado la liberación de este País de la opresión atea. Tantos motivos para proseguir el camino eclesial con alegría y entusiasmo contando con la materna intercesión de María, Madre de Dios, y de todos sus Santos Protectores. ¡Amen!
"Todos estamos llamados a administrar responsablemente la creación"


Videomensaje del Papa a la Cumbre de la ONU sobre cambio climático



Deseo reflexionar hoy sobre la relación entre el Creador y nosotros mismos como custodios de la creación. De este modo deseo ofrecer mi apoyo a los representantes de los gobiernos y agencias internacionales que se reúnen en la sede de las Naciones Unidas para debatir sobre el tema urgente del cambio climático.
La tierra es realmente un don precioso del Creador, que al diseñar su orden intrínseco nos ha proporcionado las directrices que nos ayudan a salvaguardar la creación. Precisamente en este contexto, la Iglesia considera que los temas concernientes al medio ambiente y su protección están íntimamente relacionados con el desarrollo humano integral. En mi reciente encíclica "Caritas in veritate", me referí a estas cuestiones, recordando la "urgente necesidad moral de una renovada solidaridad" (n. 49) no sólo entre los países, sino también entre los individuos, dado que el ambiente natural es dado por Dios a cada uno, y su uso supone una responsabilidad personal con toda la humanidad, especialmente con los pobres y con las generaciones futuras (cf. n. 48).
Qué importante es por tanto el que la comunidad internacional y cada gobierno den las señales adecuadas a sus ciudadanos y logren contrarrestar formas peligrosas de utilización del ambiente. Los que agotan los recursos compartidos deben reconocerlo claramente y cargar con los costes económicos y sociales de ese hecho, que no deben recaer sobre otros pueblos o sobre las generaciones futuras. La protección del ambiente y la salvaguardia de los recursos y del clima obliga a todos los responsables a aunar sus esfuerzos, respetando la ley y promoviendo la solidaridad con las regiones mas frágiles del mundo (cf. n. 50). Juntos podemos alcanzar un desarrollo humano integral beneficioso para todos los pueblos, en el presente y en el futuro, un desarrollo inspirado por los valores de caridad y verdad. Para ello es esencial que el modelo actual de desarrollo global se transforme mediante la toma de conciencia de una responsabilidad más amplia y compartida con la creación: lo exigen no solo factores ambientales, sino también el escándalo del hambre y la pobreza.
Con estos sentimientos, deseo alentar a todos los participantes en la cumbre de las Naciones Unidas a afrontar las discusiones de forma constructiva y con valor generoso. Todos estamos llamados a administrar responsablemente la creación y a utilizar sus recursos de forma que cada ser humano y cada comunidad viva con dignidad y atestigüe "la alianza entre los seres humanos y el ambiente, que debería reflejar el amor creador de Dios" (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2008, n. 7).

9/24/09

Religión en tiempos de globalización: creer sin pertenecer


Entrevista al profesor Joan-Andreu Rocha Scarpetta


Los periodistas que informan sobre las religiones se encuentran a menudo sin fuentes confiables. También se enfrentan a realidades complejas sin disponer de instrumentos para analizarlas y con lenguajes crípticos y difíciles de transmitir al público. El resultado es una información religiosa que no alcanza la calidad suficiente.
Un seminario para periodistas organizado por el Instituto Internacional de Ciencias Sociales (IICS) en Sao Paolo, Brasil, ha analizado este tema los días 8 y 9 de septiembre. Entrevistamos a uno de los ponentes que ha presentado la "radiografía" de las religiones en el mundo, el profesor Joan-Andreu Rocha Scarpetta, vicedecano de Periodismo de la Universidad Abat Oliba CEU, en Barcelona.Rocha, que dirige en Roma el Máster en "Iglesia, Ecumenismo y Religiones" en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma, subraya la "lightización" de la religión y la tendencia a "creer sin pertenecer", dos claves para entender las tendencias sociales."Las religiones tienen maneras privilegiadas de comunicarse, lo que no significa que sus líderes o representantes tengan que ser expertos mediáticos", puntualiza Rocha, que trata el vínculo entre comunicación y religiones en el curso "Mass Media, Ecumenismo y Religiones" en la Pontificia Universidad Gregoriana.--Las religiones se han globalizado. ¿Es positivo?--Rocha: La globalización religiosa ha producido la desaparición de las fronteras religiosas, y las religiones mundiales hoy están presentes en todos los lugares.Se ha producido lo que los sociólogos llaman un paso de la religión a la espiritualidad: las formas tradicionales religiosas de adhesión están cambiando, y se pasa, en algunos contextos, de una experiencia religiosa organizada a una forma de fe y de espiritualidad personalizada, lo que se llamaría una "lightización" de la religión, por su aspecto "light", "ligero".--Tan "light" es la religión que se diluye la creencia y la práctica. Vuelve lo de "creyente pero no practicante?--Rocha: Hoy se hace más evidente que se cree sin pertenecer, y se pertenece sin creer: la mayoría de religiones afrontan la polarización de tener a gente espiritual que no pertenece a tradiciones religiosas, y miembros culturales que no son creyentes.Se regresa a las identidades religiosas. Ante un panorama de incertidumbre cultural, las identidades religiosas tienden a definirse de manera extrema: fundamentalismo o trascendentalismo místico.Comunicativamente se da una tendencia interesante, y es que el ágora mediática se ha convertido en un nuevo espacio para los encuentros religiosos.Otra característica de las religiones hoy es la tensión entre dos formas de representación religiosa: la institucional y la carismática, no siempre armónicas. Y esto puede confundir a los comunicadores.--¿Lo hacen muy mal, los periodistas que se ocupan de religión?--Rocha: Hay excelentes profesionales que cubren la religión de manera ejemplar, pero también hay muchos clichés. Cuando hablo con periodistas que se ocupan de religión les sugiero siempre que cuando hagan informes o artículos sobre temáticas religiosas no olviden el aspecto de pluralidad en las tradiciones religiosas, que contienen una gran multiplicidad de grupos y sensibilidades.En este sentido un seminario como el de Sao Paolo es muy pertinente, pues a los periodistas les faltan estrategias, datos, contexto... y a los que se lideran las comunidades religiosas les resulta muy útil saber qué es lo que pide un periodista, que no suele ser una homilía completa, sino un titular. Y alguien a quien poder recurrir, que responda al teléfono, que les trate bien y no les rehuya.--Hay periodistas que consideran a las religiones estáticas y pasadas de moda.--Rocha: Las tradiciones religiosas están vivas y son cambiantes y dinámicas. Un periodista no debería fijarse bien no sólo en las creencias de los grupos religiosos, sino en cómo estas se ponen en práctica. Y verá como no son estáticas.Además, verá que contienen en sí elementos de comunicación: un mensaje, muchas veces un profeta, un libro... pero por sí solos estos elementos no se integran en el mundo mediático: hay que buscar la manera de canalizarlo.Las religiones tienen maneras privilegiadas de comunicarse, lo que no significa que sus líderes o representantes tengan que ser expertos mediáticos. Una esperanza son los informadores que os dedicáis a la religión, tarea que si se hace bien, es un beneficio enorme para la religión y para la calidad en los medios.
Ante la fallida reprobación del Papa en el Parlamento español


Nota del Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española




"Las instituciones del Estado democrático, a través de las cuales se expresa la soberanía popular, son las únicas legitimadas para establecer las normas jurídicas de la convivencia social" (Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, Instrucción Pastoral Moral y sociedad democrática). El Parlamento, como institución fundamental que ejercita tal función en el Estado de derecho, merece el máximo respeto de todos.
Precisamente por eso, lamentamos profundamente que en su día se haya admitido a trámite y que hoy se haya votado en Comisión parlamentaria una reprobación de las palabras y de la actuación de Su Santidad el Papa Benedicto XVI. Con tales acciones el Parlamento pone en peligro el principio de la libertad religiosa. En efecto, la justa distinción entre Estado y sociedad y, más en concreto, entre Estado e Iglesia y entre el orden político y el orden moral, exige que las instituciones del Estado se abstengan de intervenir en el libre desarrollo de las instituciones religiosas, y en nuestro caso, de la Iglesia Católica, mientras no esté probado que atenten contra el orden público. Tratar de interferir por medio de reprobaciones políticas parlamentarias en la guía moral que el Papa ejerce en la Iglesia mediante su Magisterio ordinario, contradice seriamente el principio de no intervención y lesiona el derecho de libertad religiosa.
La Iglesia Católica, al exponer la doctrina moral que se deriva del Evangelio, contribuye a la formación de las personas como verdaderos sujetos responsables y como ciudadanos capaces de colaborar en la consecución del bien común. El Magisterio de la Iglesia propone a los católicos y a todos los hombres unos principios de vida que no quiere ni puede imponer a nadie, pero que no dejará de anunciar con toda libertad de acuerdo con la misión recibida.
Expresamos de nuevo al Papa el afecto y la adhesión más cordial de los obispos y de todos los católicos españoles.
San Anselmo, teólogo, maestro y pastor valiente


Intervención del Papa en la Audiencia General del día 23



Queridos hermanos y hermanas:
En Roma, en la colina del Aventino, se encuentra la abadía benedictina de San Anselmo. Como sede de un Instituto de estudios superiores y del abad primado de los Benedictinos Confederados, es un lugar que une la oración, el estudio y el gobierno, precisamente las tres actividades que caracterizaron la vida del santo al que está dedicada: Anselmo de Aosta, de cuya muerte se celebra este año el IX centenario. Las múltiples iniciativas, promovidas especialmente por la diócesis de Aosta por este feliz aniversario, han manifestado el interés que sigue suscitando este pensador medieval. Es conocido también como Anselmo de Bec y Anselmo de Canterbury con motivo de las ciudades con las que ha tenido relación. ¿Quién es este personaje al que tres localidades, lejanas entre sí y colocadas en tres naciones distintas - Italia, Francia e Inglaterra - se sienten particularmente vinculadas? Monje de intensa vida espiritual, excelente educador de jóvenes, teólogo con una extraordinaria capacidad especulativa, sabio hombre de gobierno e intransigente defensor de la libertas Ecclesiae, de la libertad de de la Iglesia, Anselmo en una de las personalidades eminentes de la Edad Media, que supo armonizar todas estas cualidades gracias a una profunda experiencia mística que guió siempre su pensamiento y su acción.
San Anselmo nació en el 1033 (o a principios del 1034) en Aosta, primogénito de una familia noble. El padre era un hombre rudo, dedicado a los placeres de la vida y disipador de sus bienes; la madre, en cambio, era mujer de elevadas costumbres y de profunda religiosidad (Cf. Eadmero, Vita s. Anselmi, PL 159, col 49). Fue ella, la madre, quien cuidó de la primera formación humana y religiosa de su hijo, que confió después a los Benedictinos de un priorato de Aosta. Anselmo, que desde niño - como narra su biógrafo - imaginaba la morada del buen Dios entre las altas y nevadas cumbres de los Alpes, soñó una noche que era invitado en este palacio espléndido por el mismo Dios, que se entretuvo mucho rato y afablemente con él y al final le ofreció de comer "un pan blanquísimo" (ibid., col 51). Este sueño le dejó la convicción de ser llamado a cumplir una alta misión. A la edad de quince años, pidió ser admitido en la Orden benedictina, pero el padre se opuso con toda su autoridad y no cedió siquiera cuando el hijo, gravemente enfermo, sintiéndose cerca de la muerte, imploró el hábito religioso como último consuelo. Después de la curación y la desaparición prematura de su madre, Anselmo atravesó un periodo de disipación moral: descuidó los estudios y, abrumado por las pasiones terrenales, se hizo sordo a la llamada de Dios. Volvió a casa y empezó a viajar por Francia, buscando nuevas experiencias. Después de tres años, llegado a Normandía, se dirigió a la abadía benedictina de Bec, atraído por la fama de Lanfranco de Pavía, prior del monasterio. Para él fue un encuentro providencial y decisivo para el resto de su vida. Bajo la guía de Lanfranco, Anselmo retomó con vigor sus estudios y en poco tiempo se convirtió no sólo en el alumno predilecto, sino también en el confidente de su maestro. Su vocación monástica se volvió a encender y, tras una atenta valoración, a la edad de 27 años entró en la Orden monástica y fue ordenado sacerdote. La ascética y el estudio le abrieron nuevos horizontes, haciéndole volver a encontrar, a un nivel mucho más alto, esa familiaridad con Dios que había tenido de niño.
Cuando en el 1063 Lanfranco se convirtió en abad de Caen, Anselmo, con apenas tres años de vida monástica, fue nombrado prior del monasterio de Bec y maestro de la escuela claustral, revelando dotes de refinado educador. No le gustaban los métodos autoritarios; comparaba a los jóvenes con las pequeñas plantas que se desarrollan mejor si no se las encierra en un invernadero, y les concedía una "sana" libertad. Era muy exigente consigo mismo y con los demás en la observancia monástica, pero en lugar de imponer la disciplina se empeñaba en hacerla seguir con la persuasión. A la muerte del abad Erluino, fundador de la abadía de Bec, Anselmo fue elegido por unanimidad a sucederle: era en febrero de 1079. Entretanto numerosos monjes habían sido llamados a Canterbury para llevar a los hermanos del otro lado del Canal de la Mancha la renovación que se estaba produciendo en el continente. Su obra fue bien aceptada, hasta el punto de que Lanfranco de Pavía, abad de Caen, se convirtió en el nuevo arzobispo de Canterbury y pidió a Anselmo que transcurriera un cierto tiempo con él para instruir a los monjes y ayudarle en la difícil situación en que se encontraba su comunidad eclesial tras la invasión de los normandos. La permanencia de Anselmo se reveló muy fecunda; ganó simpatía y estima, hasta tal punto que a la muerte de Lanfranco, fue elegido para sustituirle en la sede arzobispal de Canterbury. Recibió la solemne consagración episcopal en diciembre de 1093.
Anselmo se empeñó inmediatamente en una enérgica lucha por la libertad de la Iglesia, manteniendo con valor la independencia del poder espiritual respecto del temporal. Defendió a la Iglesia de las indebidas injerencias de las autoridades políticas, sobre todo de los reyes Guillermo el Rojo y Enrique I, encontrando ánimo y apoyo en el Romano Pontífice, al que Anselmo demostró siempre una valiente y cordial adhesión. Esta fidelidad le costó, en el 1103, también la amargura del exilio de su sede de Canterbury. Y sólo cuando, en 1106, el rey Enrique I renunció a la pretensión de conferir las investiduras eclesiásticas, como también a la acumulación de los impuestos y a la confiscación de los bienes de la Iglesia, Anselmo pudo volver a Inglaterra, donde fue acogido festivamente por el clero y por el pueblo. Se había concluido así felizmente la larga lucha combatida por él con las armas de la perseverancia, del orgullo y de la bondad. Este santo arzobispo que tanta admiración suscitaba en torno a sí, allí donde se dirigiera, dedicó los últimos años de su vida sobre todo a la formación moral del clero y a la búsqueda espiritual sobre argumentos teológicos. Murió el 21 de abril de 1109, acompañado por las palabras del Evangelio proclamado en la Santa Misa de aquel día: "Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino..." (Lucas 22,28-30). El sueño de aquel misterioso banquete, que había tenido desde pequeño, precisamente al principio de su camino espiritual, encontraba así su realización. Jesús, que le había invitado a sentarse a su mesa, acogió a san Anselmo, a su muerte, en el reino eterno del Padre.
"Dios, te lo ruego, quiero conocerte, quiero amarte y poder gozar de ti. Y si en esta vida no soy capaz de ello plenamente, que al menos cada día pueda progresar hasta cuando llegue a la plenitud" (Proslogion, cap.14). Esta oración nos permite comprender el alma mística de este gran santo de la época medieval, fundador de la teología escolástica, al que la tradición cristiana ha dado el título de "doctor magnífico", porque cultivó un intenso deseo de profundizar en los misterios divinos, en la plena conciencia sin embargo de que el camino de búsqueda de Dios nunca se concluye, al menos en esta tierra. La claridad y el rigor lógico de su pensamiento han tenido siempre como objetivo "alzar la mente a la contemplación de Dios" (Ivi, Proemium). Afirma claramente que quien pretende hacer teología no puede contar sólo con su inteligencia, sino que debe cultivar al mismo tiempo una profunda experiencia de fe. La actividad del teólogo, según san Anselmo, se desarrolla así en tres estadios: la fe, don gratuito de Dios que hay que acoger con humildad; la experiencia, que consiste en la encarnación de la palabra de Dios en la propia existencia cotidiana; y por último el verdadero conocimiento, que nunca es fruto de razonamientos asépticos, sino de una intuición contemplativa. Siguen siendo, por tanto, muy útiles también hoy, para una investigación teológica sana y para quien quiera profundizar en las verdades de la fe, sus célebres palabras: "No pretendo, Señor, penetrar en tu profundidad, porque no puedo siquiera desde lejos confrontar con ella mi intelecto; pero deseo entender, al menos hasta cierto punto, tu verdad, que mi corazón cree y ama. No busco entender para creer, sino que creo para entender" (Ivi, 1).
Queridos hermanos y hermanas, que el amor por la verdad y la sed constante de Dios, que han marcado toda la existencia de san Ambrosio, sean un estímulo para todo cristiano para buscar sin cansarse nunca una unión cada vez más íntima con Cristo, Camino, Verdad y Vida. Además, que el celo lleno de valentía que distinguió su acción pastoral, y que le procuró entonces incomprensiones, amargura y finalmente el exilio, sea un ánimo para los pastores, para las personas consagradas y para todos los fieles a amar a la Iglesia de Cristo, a rezar, a trabajar y a sufrir por ella, sin abandonarla nunca o traicionarla. Que nos obtenga esta gracia la Virgen Madre de Dios, hacia la cual Anselmo nutrió una tierna devoción filial. "María, a ti quiere amar mi corazón - escribe san Anselmo - a ti mi lengua desea alabar ardientemente".

9/23/09

"Cristo es nuestra fuerza"


El Papa lleva un mensaje a la secularizada Praga, veinte años después de la caída del comunismo


El viaje del Papa Benedicto XVI a la República Checa servirá para "alentar a la Iglesia a ofrecer una contribución de vitalidad, de esperanza y de caridad en la sociedad secularizada en la que se encuentra", aseguró el jefe de prensa de la Santa Sede, padre Federico Lombardi S.I.
El portavoz vaticano dio a conocer esta mañana durante un encuentro con los periodistas detalles sobre el viaje del pontífice a esta nación, que recibe la tercera visita de un Papa, después de que Juan Pablo II pisara sus tierras en tres ocasiones (1990, 1995 y 1997).
El lema que ha escogido el obispo de Roma para viajar al corazón de Europa es "El amor de Cristo es nuestra fuerza". Acude por invitación del presidente de la República Checa, Václav Klaus, y de la Conferencia Episcopal del país.
La visita a la República Checa, decimotercera peregrinación de Benedicto XVI como Papa fuera de Italia, tendrá lugar del 26 al 28 de septiembre.
El entonces cardenal Joseph Ratzinger visitó la República Checa siendo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en marzo de 1992, para participar en un congreso sobre el Catecismo de la Iglesia Católica.
Según dijo el padre Lombardi, este viaje, en el que el Papa festejará al patrono de la nación, san Wenceslao, se enmarca en el contexto histórico de los veinte años de la caída del comunismo, y las dos décadas de aniversario de canonización de santa Inés de Praga (1211-1282), hija de Premysl Otakar I, rey de Bohemia, canonizada por Juan Pablo II el 12 de noviembre de 1989.
El padre Lombardi recordó a los periodistas que cuando Juan Pablo II viajó a este país, en 1990, visitaba por primera vez una nación del antiguo bloque comunista tras la caída del telón de acero.
El recorrido de Benedicto XVI
Tras aterrizar en el aeropuerto internacional Stará Ruzyně de Praga, lo primero que hará el Papa será visitar la imagen del Niño Jesús de Praga, en la iglesia de Santa María de la Victoria de Praga.
A las 16:30 el pontífice realizará una visita de cortesía al presidente Klaus en el Palacio Presidencial de Praga. Poco después en ese mismo lugar mantendrá un encuentro ¡con las autoridades políticas y civiles y con el Cuerpo Diplomático.
A las seis de la tarde, presidirá las Vísperas con los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y movimientos laicales en la Catedral de los santos Vito, Wenceslao y Adalberto de Praga
Al día siguiente, el Papa se trasladará a la ciudad de Brno. En el Aeropuerto Turany presidirá a las diez de la mañana una misa multitudinaria, a la que se espera que acudan unos 150.000 fieles. La eucaristía estará seguida por el el rezo del Ángelus.
A las 12:45, volará de nuevo a Praga, donde a las 17:15 se tiene previsto un encuentro ecuménico en la Sala del Trono del Arzobispado de Praga, en el que ofrecerá también un discurso.A las seis de la tarde, tendrá un encuentro con el mundo académico en el Salón de Vladislav del Castillo de Praga. Estarán presentes los rectores de las universidades del país, además de una representación de los profesores y estudiantes.
El lunes 28 de septiembre, día nacional de la República Checa, Benedicto XVI se desplazará a la ciudad de Stará Boleslav, donde participará en los actos de conmemoración del día de san Venceslao, patrono del país.
En la explanada de Vía de Melnik, tendrá un encuentro multitudinario con jóvenes que comenzará a las 9:45 de la mañana. Los chicos y chicas, según indicó el padre Lombardi, se congregarán desde la noche anterior para prepararse a este encuentro. Será una especie de jornada nacional de la juventud.
La ceremonia de despedida se realizará en el Aeropuerto Internacional Stará Ruzyne de Praga a las 17:15 horas. Media hora más tarde su Santidad partirá de regreso a Roma.
La República Checa nació junto con Eslovaquia el 1 de enero de 1993 luego de la separación pacífica y consensual de las dos entidades nacionales que formaban Checoslovaquia.
La Iglesia en números
La República Checa tiene una población de 10.380.000 habitantes, de los cuales 3.290.000 son católicos, es decir, el 31,7 % de la población.
Son asistidos espiritualmente por 20 obispos, 1.956 sacerdotes, 1.725 religiosas, 160 miembros laicos de institutos seculares y 1.109 catequistas. Los seminaristas menores son 7 y los mayores 184.Un total de 15.977 alumnos asisten a los 79 centros de educación católicos, desde los jardines infantiles hasta la universidad.Con respecto a los centros caritativos y sociales de propiedad de la Iglesia o que son dirigidos por eclesiásticos o religiosos, en la República Checa hay 50 hospitales, 98 ambulatorios, 134 hogares para ancianos e inválidos, 59 orfanatos y guarderías, 58 consultorios familiares y otros centros para la protección de la vida, 170 centros especiales de educación o reeducación social y 28 instituciones asistenciales de otro tipo.
“Caritas in Veritate”, la “Rerum Novarum” del siglo XXI


Cardenal Angelo Bagnasco, presidente de los obispos italianos


La encíclica Caritas in Veritate supone, como en su momento la Rerum novarum y la Populorum progressio, un hito importante en la historia de la doctrina social de la Iglesia, una encíclica "providencial" ante la globalización.
Así lo afirmó este lunes el cardenal Angelo Bagnasco, arzobispo de Génova y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, durante la apertura del Consejo Permanente de los obispos.
Para el "presidente" del episcopado italiano, la encíclica de Benedicto XVI, como la Rerum novarum y la Populorum progressio, sale al paso de un nuevo fenómeno, que es, tras la caída del Muro, el de "la progresiva explosión de la interdependencia planetaria, hoy comúnmente conocido como globalización".
El gran desafío de esta encíclica es, para el cardenal Bagnasco, que Benedicto XVI "invita a todos a abandonar actitudes fatalistas, como si las dinámicas actuales fuesen producidas por fuerzas anónimas e impersonales y por estructuras independientes de la voluntad humana".
Otro de los puntos doctrinales fundamentales es el concepto de desarrollo, en la línea en que Pablo VI lo concibió, "como corazón del mensaje social cristiano".
"Es muy poderosa la idea de que el desarrollo es la vocación indómita y plenaria del hombre, que no puede no desear ser más. Y es precisamente sobre este camino que él, si quiere, encuentra a Cristo", observó el prelado.
"La verdad del desarrollo consiste en su integridad: si no es de todo el hombre y de todos los hombres, no es un verdadero desarrollo", citó el purpurado. "Estas palabras del Papa no deben reducirse a un eslogan estéril, sino que deben asumirse en todo su significado histórico y social".
"Es importante destacar cómo de esta centralidad de la persona se sigue en la encíclica la apertura a la vida, que está en el centro del verdadero desarrollo, como también la exigencia de que los Estados provean políticas que promuevan la centralidad y la integridad de la familia".
Crisis de sistema
Para el cardenal Bagnasco, esta encíclica es "providencial".
"No hay aspecto de la dinámica social que no sea considerado y, si procede, recolocado según una visión innovadora y al mismo tiempo dinámica, en una sociedad en vías de globalización", afirmó.
La encíclica "se revela como un texto providencial, que ofrece un marco sólido dentro del cual buscar respuestas a la altura de los grandes cambios que se están produciendo, en especial, por los cambios exigidos por la crisis económica y financiera que está atravesando el mundo entero", añadió.
"Para quienes piensen que esta crisis se parece a las que la han precedido, y que se podrá volver sin peligro a la exuberancia del pasado, esta encíclica le asesta un oportuno vaivén, para que no se difundan ilusiones cómodas o improponibles".
El cardenal afirma que esta "es una crisis de sistema, que ha atascado los engrasados mecanismos de una economía inadecuada a las complejidades de los desafíos actuales, y de ella no se saldrá, según el Papa, sin volver a proyectar nuestro camino, sin darnos nuevas reglas y sin encontrar nuevas formas de compromiso".
"Si continua el escándalo de un superdesarrollo disipador frente a pobrezas cada vez más desoladoras, si las distorsiones y los graves efectos de una actividad financiera mal utilizada, cuando no especulativa, siguen recayendo sobre los sectores más indefensos de la población mundial, si la corrupción y la ilegalidad no se marginen y superen, si los proteccionismos económicos y culturales, si los diversos proteccionismos económicos y culturales no son arrinconados por la cuota de egoísmo que encierran" y si "los poderes públicos no renuevan su capacidad de afrontar los problemas y si no hay una mayor participación ciudadana", esta crisis "habrá sucedido en vano, limitándose a empobrecer al mundo".
El cardenal Bagnasco felicita al Papa "en nombre de los obispos italianos" por "el don de esta encíclica, destinada a la Iglesia pero también puesta como nunca a disposición de la inteligencia del mundo".

9/22/09

Urge el diálogo ecuménico e interreligioso en Oriente Medio


Encuentro del Papa con los patriarcas y arzobispos de las Iglesias orientales



Señores cardenales,beatitudes,venerados patriarcas y arzobispos mayores:Os saludo a todos cordialmente y os agradezco por haber acogido la invitación a participar en este encuentro: a cada uno de vosotros os doy mi abrazo fraterno de paz. Saludo al cardenal Tarcisio Bertone, mi Secretario de Estado, y al cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, junto al Secretario y a los demás colaboradores del dicasterio.Damos gracias a Dios por esta reunión de carácter informal, que nos permite escuchar la voz de las Iglesias a las que vosotros servís con admirable abnegación, y de reforzar los vínculos de comunión que les unen a la Sede Apostólica. El encuentro de hoy me trae a la mente el del 24 de abril de 2005 ante la tumba de san Pedro. Entonces, al inicio de mi pontificado, quise emprender una peregrinación ideal al corazón del Oriente cristiano: peregrinación que hoy conoce otra etapa significativa y que es mi intención proseguir. En diversas circunstancias habéis solicitado un contacto más frecuente con el Obispo de Roma para hacer cada vez más firme la comunión de vuestras Iglesias con el Sucesor de Pedro y para examinar juntos, en cada ocasión, eventuales temáticas de particular importancia. Propuesta esta renovada también en la última Plenaria del Dicasterio para las Iglesias Orientales y en las Asambleas Generales del Sínodo de los Obispos.En cuanto a mí, advierto como deber primordial promover esa sinodalidad tan querida a la eclesiología oriental, y saludada con aprecio por el Concilio Ecuménico Vaticano II. La estima que la Audiencia conciliar reservó a vuestras Iglesias en el Decreto "Orientalium Ecclesiarum", y que mi venerado predecesor Juan Pablo II reafirmó sobre todo en la Exhortación apostólica "Orientale Lumen", la comparto plenamente, junto al augurio de que las Iglesias Orientales católicas "florezcan" para cumplir "con renovado vigor apostólico la misión a ellas confiada... de promover la unidad de todos los cristianos, especialmente orientales, según el decreto sobre el ecumenismo..." ("Orientalium Ecclesiarum", 1). El horizonte ecuménico está a menudo conectado con el interreligioso. En estos dos ámbitos toda la Iglesia tiene necesidad de la experiencia de convivencia que vuestras Iglesias han madurado desde el primer milenio cristiano.Venerados hermanos, en este encuentro fraterno, desde vuestras intervenciones surgirán ciertamente esas problemáticas que os acosan, y que podrán encontrar orientaciones adecuadas en las sedes competentes. Quisiera aseguraros que estáis constantemente en mi pensamiento y en mi oración. No olvido, en particular, el llamamiento a la paz que pusisteis en mis manos al final de la Asamblea del Sínodo de los Obispos del pasado octubre. Y, hablando de paz, el pensamiento va, en primer lugar, a las regiones de Oriente Medio. Aprovechó por tanto la ocasión para anunciar la celebración de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio, convocada por mí, y que se celebrará del 10 al 24 de octubre de 2010, sobre el tema: /La Iglesia católica en Oriente Medio: comunión y testimonio. "La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma" (Hechos 4, 32).Mientras auguro que la reunión de hoy aporte los frutos esperados, invocando la maternal intercesión de María Santísima, os bendigo de corazón a vosotros y a todas las Iglesias Orientales católicas.
Benedicto XVI a los obispos nombrados en el último año


En el encuentro de las Congregaciones para los Obispos y las Iglesias Orientales



¡Queridos hermanos en el Episcopado!
Gracias de corazón por vuestra visita, con ocasión del congreso promovido para los obispos que han emprendido hace poco su ministerio pastoral. Estas jornadas de reflexión, de oración y de puesta al día, son verdaderamente propicias para ayudaros, queridos Hermanos, a familiarizaros mejor con las tareas que estáis llamados a asumir como Pastores de comunidades diocesanas; son también jornadas de convivencia amistosa que constituyen una experiencia singular de esa collegialitas affectiva que une a todos los obispos en un único cuerpo apostólico, junto con el Sucesor de Pedro, "perpetuo y visible fundamento de la unidad" (Lumen gentium, 23). Agradezco al cardenal Giovanni Battista Re, prefecto de la Congregación para los Obispos, por las corteses palabras que me ha dirigido en vuestro nombre; saludo al cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, y expreso mi reconocimiento a cuantos de varias formas colaboran en la organización de este encuentro anual.
Este año, vuestro congreso se inserta en el contexto del Año Sacerdotal, proclamado por el 150° aniversario de la muerte de san Juan María Vianney. Como he escrito en la Carta enviada para la ocasión a todos los sacerdotes, este año especial "quiere contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes para un testimonio evangélico más fuerte e incisivo en el mundo de hoy". La imitación de Jesús Buen Pastor es, para todo sacerdote, el camino obligatorio de la propia santificación y la condición esencial para ejercer responsablemente el ministerio pastoral. Si esto vale para los presbíteros, vale aún más para nosotros, queridos Hermanos Obispos. Es más, es importante no olvidar que una de las tareas esenciales del obispo es precisamente el de ayudar, con el ejemplo y con el apoyo fraterno, a los sacerdotes a seguir fielmente su vocación, y a trabajar con entusiasmo y amor en la viña del Señor.
A propósito de esto, en la Exhortación postsinodal Pastores gregis, mi venerado predecesor Juan Pablo II observó que el gesto del sacerdote, cuando pone sus propias manos en las manos del obispo en el día de su ordenación presbiteral, compromete a ambos: el sacerdote y el obispo. El nuevo presbítero elige confiarse al obispo y, por su parte, el obispo se compromete a custodiar estas manos n.47). Bien mirado, esta es una tarea solemne que se configura para el obispo como responsabilidad paterna en la custodia y promoción de la identidad sacerdotal de los presbíteros confiados a sus cuidados pastorales, una identidad que vemos hoy por desgracia sometida a dura prueba por la creciente secularización. El obispo por tanto - prosigue la Pastores gregis - "buscará siempre actuar con sus sacerdotes como padre y hermano que les ama, les acoge, les corrige, les conforta, busca su colaboración y, en la medida de lo posible, se preocupa por su bienestar humano, espiritual, ministerial y económico" (Ibidem, 47).
De modo especial, el obispo está llamado a alimentar en los sacerdotes la vida espiritual, para favorecer en ellos la armonía entre la oración y el apostolado, mirando al ejemplo de Jesús y de los apóstoles, a quienes Él llamó ante todo para que "estuvieran con él" (Mc 3,14). Una condición indispensabile para que produzca frutos de bien es, de hecho, que el sacerdote permanezca unido al Señor; aquí está el secreto de la fecundidad de su ministerio: sólo si se incorpora a Cristo, verdadera Vid, produce fruto. La misión de un presbítero y, con mayor razón, la de un obispo, comporta hoy una cantidad de trabajo que tiende a absorberlo continua y totalmente. Las dificultades aumentan y las incumbencias se multiplican, también porque estamos ante realidades nuevas y crecientes exigencias pastorales. Con todo, la atención a los problemas de cada día y las iniciativas dirigidas a conducir a los hombres por el camino de Dios, no deben jnunca distraernos de la unión íntima y personal con Cristo. Estar a disposición de la gente no debe disminuir u ofuscar nuestra disponibilidad hacia el Señor. El tiempo que el sacerdote y el obispo consagran a Dios en la oración es siempre el mejor empleado, porque la oración es el alma de la actividad pastoral, la "linfa" que le infunde fuerza, es el apoyo en los momentos de incertidumbre y la fuente inextinguible de fervor misionero y de amor fraterno hacia todos.
En el centro de la vida sacerdotal está la Eucaristía. En la Exhortación Apostólica Sacramentum caritatis he subrayado cómo "la Santa Misa es formativa en el sentido más profundo del término, en cuanto que promueve la conformación a Crsito y refuerza al sacerdote en su vocación" (n. 80). Que la celebración eucarística ilumine por tanto vuestra jornada y la de vuestros sacerdotes, imrpimiendo su gracia y su influjo espiritual en los momentos tristes o alegres, agitados o en reposo, de acción y de contemplación. Un modo privilegiado de prolongar en la jornada la misteriosa acción santificadora de la Eucaristía es recitar devotamente la Liturgia de las Horas, como también la adoración eucarística, la lectio divina y la oración contemplativa del Rosario. El snato Cura de Ars nos enseña cuán preciosos son la empatía del sacerdote con el Sacrificio eucarístico y la educación de los fieles en la presencia eucarística y en la comunión. Con la Palabra y los Sacramentos - recordé en la Carta a los sacerdotes - san Juan María Vianney edificó a su pueblo. El Vicario General de la diócesis de Belley, en el momento del nombramiento como párroco de Ars, le había dicho: "¡No hay mucho amor de Dios en esa parroquia, pero vos se lo pondréis!". Y aquella parroquia se transformó.
Queridos nuevos obispos, gracias por el servicio que hacéis a la Iglesia con dedicación y amor. Os saludo con afecto y os aseguro mi constante apoyo unido a la oración para que "vayáis y déis fruto, y que vuestro fruto permanezca" (Jn 15,16). Por ello invoco la intercesión de María Regina Apostolorum, e imparto de corazón sobre vosotros, sobre vuestros sacerdotes y sobre vuestras comunidades diocesanas una especial Bendición Apostólica.

9/21/09

Benedicto XVI ilustra la verdadera sabiduría


Vivir la verdad en la caridad



Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, con motivo de la acostumbrada reflexión dominical, me baso en el pasaje de la Carta de Santiago, que presenta la liturgia del día (3,16-4,3), para detenerme, en particular, en una expresión que impresiona por su belleza y su actualidad. Se trata de la descripción de la verdadera sabiduría, que el apóstol contrapone a la falsa sabiduría. Mientras ésta última es "terrena, natural, demoníaca", y se reconoce por el hecho de que provoca celos, rencillas, desorden, y toda clase de maldad (Cf. 3,16). En cambio, "la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía" (3,17). Una lista de las siete cualidades, según el uso de la Biblia, en la que destacan la perfección de la auténtica sabiduría y los efectos positivos que produce. Como primera y principal cualidad, presentada casi como una premisa de las demás, Santiago cita la "pureza", es decir, la santidad, el reflejo trasparente, por así decir, de Dios en el espíritu humano. Y, como Dios de quien procede, la sabiduría no tiene necesidad de imponerse por la fuerza, pues tiene el vigor invencible de la verdad y del amor, que se afirma por sí mismo. Por este motivo, es pacífica, dócil, complaciente; no es parcial y no recurre a la mentira; es indulgente y generosa, se reconoce por los buenos frutos que suscita en abundancia.
¿Por qué no detenerse de vez en cuando a contemplar la belleza de esta sabiduría? ¿Por qué no sacar del manantial incontaminado del amor de Dios la sabiduría del corazón, que nos desintoxica de las escorias de la mentira y el egoísmo? Esto se aplica a todos, pero, en primer lugar, a quien está llamado a ser promotor y "tejedor" de paz en las comunidades religiosas y civiles, en las relaciones sociales y políticas y en las relaciones internacionales.
En nuestros días, quizá en parte a causa de ciertas dinámicas propias de las sociedades de masa, se constata con frecuencia una falta de respeto por la verdad y la palabra dada, junto a una difundida tendencia a la agresividad, al odio y a la venganza. Escribe Santiago: "Frutos de justicia se siembran en la paz para los que procuran la paz" (Santiago 3,18). Pero para hacer obras de paz hay que ser hombres de paz, poniéndose a la escucha de la "sabiduría que desciende de lo alto" para asimilar sus cualidades y producir sus efectos. Si cada quien, en su propio ambiente, lograse rechazar la mentira y la violencia en las intenciones, en las palabras y en las acciones, cultivando con cuidado sentimientos de respeto, de comprensión y de estima por los demás, quizá no resolvería todos los problemas de la vida cotidiana, pero podría afrontarlos con más serenidad y eficacia.
Queridos amigos: una vez más la Sagrada Escritura nos ha llevado a reflexionar sobre aspectos morales de la existencia humana, pero a partir de una realidad que precede a la moral misma, es decir, la verdadera sabiduría. Pidamos a Dios, con confianza, la sabiduría del corazón por intercesión de quien acogió en su seno y engendró a la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor. ¡María, trono de Sabiduría, ruega por nosotros!
San Buenaventura y la historia de la salvación


Introducción al segundo volumen de las obras completas de Joseph Ratzinger



El volumen fue presentado al Papa el 13 de septiembre por monseñor Gerhard Ludwig Müller, obispo de Ratisbona, y publica por primera vez el texto íntegro de la tesis de habilitación a la docencia que el joven Ratzinger dedicó a la comprensión de la Revelación y a la teología de la historia de san Buenaventura.


A la publicación de mis escritos sobre la liturgia le sigue ahora, en la edición general de mis obras, un libro con estudios sobre la teología del gran franciscano y doctor de la Iglesia Buenaventura Fidanza. Desde el principio era evidente que esta obra incluiría también mis estudios sobre el concepto de Revelación en el santo, realizados junto a la interpretación de su teología de la historia, en los años 1953-1955, pero hasta ahora inéditos. Para completar todo este trabajo, el manuscrito debía ser revisado y corregido según las modernas formas editoriales, pero no me sentí capaz de hacerlo. La profesora Marianne Schlosser de Viena, profunda conocedora de la teología medieval y en particular de las obras de san Buenaventura, tuvo la consideración de ofrecerse a realizar esa labor, necesaria y ciertamente no fácil. Por esto no puedo menos de darle las gracias de todo corazón. Al hablar del proyecto estuvimos enseguida de acuerdo en que no se trataba de reelaborar el libro desde el punto de vista del contenido ni de continuar la investigación hasta el estado actual. Más de medio siglo después de la redacción del texto, eso habría significado en la práctica escribir un nuevo libro. Además yo deseaba que fuera una edición "histórica", que ofreciera, tal como era, un texto concebido en un pasado lejano, dejando a la investigación la posibilidad de sacar de él provecho incluso hoy. De la labor editorial realizada trata la introducción de la profesora Schlosser, quien, junto con sus colaboradores, ha invertido mucho tiempo y ha puesto gran empeño en la preparación de una edición histórica del texto, confiando en el hecho de que teológica e históricamente valía la pena hacerlo accesible a todos en su integridad.
En la segunda parte del libro se presenta de nuevo la Teología de la historia de san Buenaventura como se publicó en 1959. Los ensayos que siguen proceden, con pocas excepciones, del estudio sobre la interpretación de la Revelación y de la teología de la historia. En algunos casos han sido adaptados para poder constituir un texto completo, modificándolos ligeramente según el contexto. La idea de actualizar el manuscrito y presentarlo como libro al público tuve que abandonarla temporalmente junto al proyecto de un estudio comentado del Hexamerón, pues la actividad de experto conciliar y las exigencias de mi docencia académica requerían tanto empeño que hacían impensable la investigación medievalista. En el período posconciliar, el cambio de la situación teológica y las nuevas circunstancias en la universidad alemana me absorbieron de tal forma que pospuse el trabajo sobre san Buenaventura al período sucesivo a la jubilación. Entretanto el Señor me ha llevado por otros caminos y así ahora se publica el libro en su forma actual. Espero que otros realicen la tarea de comentar el Hexamerón.
En un primer momento la exposición del tema de la obra podría parecer sorprendente, y de hecho lo es. Después de mi tesis sobre el concepto de Iglesia en san Agustín, mi maestro Gottlieb Söhngen me propuso que me dedicara al medioevo y en particular a la figura de san Buenaventura, que fue el representante más significativo de la corriente agustiniana en la teología medieval. En cuanto al contenido, tuve que afrontar la segunda cuestión importante de la que se ocupa la teología fundamental, o sea, el tema de la Revelación. En aquel tiempo, en particular con motivo de la célebre obra de Oscar Cullmann Christus und die Zeit (Zurich, 1946), el tema de la historia de la salvación, especialmente su relación con la metafísica, se había convertido en el centro del interés teológico. Si la Revelación en la teología neoescolástica se había entendido esencialmente como transmisión divina de misterios, que permanecen inaccesibles al intelecto humano, hoy la Revelación se considera como una manifestación de sí mismo por parte de Dios en una acción histórica y la historia de la salvación se contempla como elemento central de la Revelación. Mi tarea consistía en intentar descubrir cómo había entendido san Buenaventura la Revelación y si para él existía algo semejante a una idea de "historia de la salvación".
Fue una tarea difícil. La teología medieval no posee ningún tratado de revelatione ("sobre la Revelación") como sucede en cambio en la teología moderna. Además, demostré enseguida que la teología medieval no conoce siquiera un término para expresar desde un punto de vista de contenido nuestro concepto moderno de Revelación. La palabra revelatio, que es común a la neoescolástica y a la teología medieval, no significa, como se ha ido evidenciando, lo mismo en la teología medieval y en la moderna. Por eso tuve que buscar las respuestas a mi planteamiento del problema en otras formas lingüísticas y de pensamiento, e incluso modificarla respecto a cuando me había aproximado a la obra de san Buenaventura. Ante todo había que llevar a cabo difíciles investigaciones sobre su lenguaje. Tuve que dejar de lado nuestros conceptos para comprender qué entendía san Buenaventura por Revelación. En cualquier caso se ha demostrado que el contenido conceptual de Revelación se adaptaba a gran número de conceptos: revelatio, manifestatio, doctrina, fides, y así sucesivamente. Sólo una visión de conjunto de estos conceptos y de sus aserciones permite comprender la idea de Revelación en san Buenaventura.
El hecho de que en la doctrina medieval no existiera concepto alguno de "historia de la salvación" en el sentido actual del término quedó claro desde el principio. Con todo, dos indicios demostraron que en san Buenaventura estaba presente el problema de la Revelación como camino histórico. Ante todo se presentó la doble figura de la Revelación como Antiguo y Nuevo Testamento, que planteó la cuestión de la sintonía entre la unidad de la verdad y la diversidad de la mediación histórica suscitada desde la edad patrística y después afrontada también por los teólogos medievales. A esta forma clásica de la presencia del problema de la relación entre historia y verdad, que san Buenaventura comparte con la teología de su tiempo y que trata a su manera, se añade en él también la novedad de su punto de vista histórico, según el cual la historia, que es proseguimiento de la obra divina, se convierte en un desafío dramático. Joaquín de Fiore (+1202) había enseñado un ritmo trinitario de la historia. A la edad del Padre (Antiguo Testamento) y a la edad del Hijo (Nuevo Testamento, Iglesia), debía seguir una edad del Espíritu Santo en la cual, con la observancia del Sermón de la Montaña, se manifestarían espíritu de pobreza, reconciliación entre griegos y latinos, reconciliación entre cristianos y judíos, y llegaría un tiempo de paz. Gracias a una combinación de cifras simbólicas, el erudito abad había predicho el inicio de una nueva era en 1260. En torno a 1240 el movimiento franciscano se encontró con estos escritos, que en muchos tuvieron un efecto electrizante: esta nueva era, ¿no había comenzado tal vez con san Francisco de Asís? Por este motivo, dentro de la Orden se creó una tensión dramática entre "realistas", que querían utilizar el legado de san Francisco según las posibilidades concretas de la vida de la Orden como se había transmitido, y "espirituales", que en cambio apuntaban a la novedad radical de un período histórico nuevo.
Como ministro general de la Orden, san Buenaventura tuvo que afrontar el enorme desafío de esta tensión, que para él no era una cuestión académica, sino un problema concreto de su encargo como séptimo sucesor de san Francisco. En este sentido la historia fue de improviso tangible como realidad y como tal tuvo que ser afrontada con la acción real y con la reflexión teológica. En mi estudio procuré explicar de qué modo san Buenaventura afrontó este desafío y puso en relación la "historia de la salvación" con la "Revelación".
Desde 1962 no había vuelto a tomar en mis manos el escrito. Así que me ha entusiasmado releerlo después de tanto tiempo. Está claro que el planteamiento del problema, así como el lenguaje del libro, reflejan la influencia de la realidad de los años cincuenta. Además, para las investigaciones lingüísticas no existían los medios técnicos de los que disponemos ahora. Por este motivo la obra tiene sus limitaciones y evidentemente está marcada por el influjo del período histórico en que fue concebida. Sin embargo, al volver a leerla, he tenido la impresión de que sus respuestas están fundadas, aunque superadas en muchos detalles, y que todavía tienen algo que decir hoy. Sobre todo me he dado cuenta de que la cuestión de la esencia de la Revelación y el hecho de volver a proponerla, que es el tema del libro, siguen teniendo hoy su urgencia, tal vez incluso mayor que en el pasado.
Al final de esta introducción, además de dar las gracias a la profesora Schlosser, deseo expresar mi gratitud al obispo de Ratisbona, Gerhard Ludwig Müller, quien, a través de la fundación del Institut Papst Benedikt XVI, ha hecho posible la publicación de esta obra y ha seguido, con activa participación, el proceso editorial de mis escritos. Asimismo, doy las gracias a los colaboradores del Instituto, el profesor Rudolf Voderholzer, el doctor Christian Schaller, los señores Franz-Xaver Heibl y Gabriel Weiten. Y no en último lugar manifiesto mi agradecimiento a la editorial Herder, que se ha ocupado de la publicación de este libro con la precisión que la caracteriza. Dedico la obra a mi hermano Georg por su octogésimo quinto cumpleaños, agradecido por la comunión de pensamiento y de camino de toda una vida.