Tema para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2010
Comunicado del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales
La responsabilidad principal del sacerdote es anunciar la Palabra de Dios hecha carne, hombre, historia, convirtiéndose así en signo de esa comunión que Dios realiza con el hombre. La eficacia de este ministerio requiere, por tanto, que el sacerdote viva una relación íntima con Dios, radicada en un amor profundo y en un conocimiento vivo de las Sagradas Escrituras, “testimonio” escrito de la Palabra divina.
El Mensaje para la Jornada Mundial de la 44a de las Comunicaciones Sociales quiere invitar de modo particular a los sacerdotes, en el transcurso de este Año Sacerdotal y después de la celebración de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos, a considerar los nuevos medios como un poderoso recurso para su ministerio al servicio de la Palabra y quiere decir una palabra de aliento para afrontar los retos que nacen de la nueva cultura digital.
Los nuevos medios, de hecho, si se conocen y valoran adecuadamente, pueden ofrecer a los sacerdotes y a todos los agentes de pastoral una riqueza de datos y contenidos que antes eran de difícil acceso, y facilitan formas de colaboración y de crecimiento de comunión impensables en el pasado..
Gracias a los nuevos medios, los que predican y dan a conocer el Verbo de la vida pueden llegar, con palabras, sonidos e imágenes –verdadera y expresiva gramática expresiva de la cultura digital- a individuos y a comunidades enteras de cada continente, para crear nuevos espacios de conocimiento y de diálogo y llegar a proponer y a realizar itinerarios de comunión.
Si se usan sabiamente, con la ayuda de expertos en tecnología y cultura de la comunicación, los nuevos medios pueden así convertirse para los sacerdotes y para todos los agentes de pastoral en un válido y eficaz instrumento de verdadera y profunda evangelización y comunión. Serán una nueva forma de evangelización para que Cristo llegue lejos en los caminos de nuestras ciudades y, ante las puertas de nuestras casas, diga nuevamente “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él con migo” (Ap 3,20)”.