Benedicto XVI ilustra la verdadera sabiduría
Vivir la verdad en la caridad
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, con motivo de la acostumbrada reflexión dominical, me baso en el pasaje de la Carta de Santiago, que presenta la liturgia del día (3,16-4,3), para detenerme, en particular, en una expresión que impresiona por su belleza y su actualidad. Se trata de la descripción de la verdadera sabiduría, que el apóstol contrapone a la falsa sabiduría. Mientras ésta última es "terrena, natural, demoníaca", y se reconoce por el hecho de que provoca celos, rencillas, desorden, y toda clase de maldad (Cf. 3,16). En cambio, "la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía" (3,17). Una lista de las siete cualidades, según el uso de la Biblia, en la que destacan la perfección de la auténtica sabiduría y los efectos positivos que produce. Como primera y principal cualidad, presentada casi como una premisa de las demás, Santiago cita la "pureza", es decir, la santidad, el reflejo trasparente, por así decir, de Dios en el espíritu humano. Y, como Dios de quien procede, la sabiduría no tiene necesidad de imponerse por la fuerza, pues tiene el vigor invencible de la verdad y del amor, que se afirma por sí mismo. Por este motivo, es pacífica, dócil, complaciente; no es parcial y no recurre a la mentira; es indulgente y generosa, se reconoce por los buenos frutos que suscita en abundancia.
¿Por qué no detenerse de vez en cuando a contemplar la belleza de esta sabiduría? ¿Por qué no sacar del manantial incontaminado del amor de Dios la sabiduría del corazón, que nos desintoxica de las escorias de la mentira y el egoísmo? Esto se aplica a todos, pero, en primer lugar, a quien está llamado a ser promotor y "tejedor" de paz en las comunidades religiosas y civiles, en las relaciones sociales y políticas y en las relaciones internacionales.
En nuestros días, quizá en parte a causa de ciertas dinámicas propias de las sociedades de masa, se constata con frecuencia una falta de respeto por la verdad y la palabra dada, junto a una difundida tendencia a la agresividad, al odio y a la venganza. Escribe Santiago: "Frutos de justicia se siembran en la paz para los que procuran la paz" (Santiago 3,18). Pero para hacer obras de paz hay que ser hombres de paz, poniéndose a la escucha de la "sabiduría que desciende de lo alto" para asimilar sus cualidades y producir sus efectos. Si cada quien, en su propio ambiente, lograse rechazar la mentira y la violencia en las intenciones, en las palabras y en las acciones, cultivando con cuidado sentimientos de respeto, de comprensión y de estima por los demás, quizá no resolvería todos los problemas de la vida cotidiana, pero podría afrontarlos con más serenidad y eficacia.
Queridos amigos: una vez más la Sagrada Escritura nos ha llevado a reflexionar sobre aspectos morales de la existencia humana, pero a partir de una realidad que precede a la moral misma, es decir, la verdadera sabiduría. Pidamos a Dios, con confianza, la sabiduría del corazón por intercesión de quien acogió en su seno y engendró a la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor. ¡María, trono de Sabiduría, ruega por nosotros!