San Buenaventura y la historia de la salvación
Introducción al segundo volumen de las obras completas de Joseph Ratzinger
El volumen fue presentado al Papa el 13 de septiembre por monseñor Gerhard Ludwig Müller, obispo de Ratisbona, y publica por primera vez el texto íntegro de la tesis de habilitación a la docencia que el joven Ratzinger dedicó a la comprensión de la Revelación y a la teología de la historia de san Buenaventura.
A la publicación de mis escritos sobre la liturgia le sigue ahora, en la edición general de mis obras, un libro con estudios sobre la teología del gran franciscano y doctor de la Iglesia Buenaventura Fidanza. Desde el principio era evidente que esta obra incluiría también mis estudios sobre el concepto de Revelación en el santo, realizados junto a la interpretación de su teología de la historia, en los años 1953-1955, pero hasta ahora inéditos. Para completar todo este trabajo, el manuscrito debía ser revisado y corregido según las modernas formas editoriales, pero no me sentí capaz de hacerlo. La profesora Marianne Schlosser de Viena, profunda conocedora de la teología medieval y en particular de las obras de san Buenaventura, tuvo la consideración de ofrecerse a realizar esa labor, necesaria y ciertamente no fácil. Por esto no puedo menos de darle las gracias de todo corazón. Al hablar del proyecto estuvimos enseguida de acuerdo en que no se trataba de reelaborar el libro desde el punto de vista del contenido ni de continuar la investigación hasta el estado actual. Más de medio siglo después de la redacción del texto, eso habría significado en la práctica escribir un nuevo libro. Además yo deseaba que fuera una edición "histórica", que ofreciera, tal como era, un texto concebido en un pasado lejano, dejando a la investigación la posibilidad de sacar de él provecho incluso hoy. De la labor editorial realizada trata la introducción de la profesora Schlosser, quien, junto con sus colaboradores, ha invertido mucho tiempo y ha puesto gran empeño en la preparación de una edición histórica del texto, confiando en el hecho de que teológica e históricamente valía la pena hacerlo accesible a todos en su integridad.
En la segunda parte del libro se presenta de nuevo la Teología de la historia de san Buenaventura como se publicó en 1959. Los ensayos que siguen proceden, con pocas excepciones, del estudio sobre la interpretación de la Revelación y de la teología de la historia. En algunos casos han sido adaptados para poder constituir un texto completo, modificándolos ligeramente según el contexto. La idea de actualizar el manuscrito y presentarlo como libro al público tuve que abandonarla temporalmente junto al proyecto de un estudio comentado del Hexamerón, pues la actividad de experto conciliar y las exigencias de mi docencia académica requerían tanto empeño que hacían impensable la investigación medievalista. En el período posconciliar, el cambio de la situación teológica y las nuevas circunstancias en la universidad alemana me absorbieron de tal forma que pospuse el trabajo sobre san Buenaventura al período sucesivo a la jubilación. Entretanto el Señor me ha llevado por otros caminos y así ahora se publica el libro en su forma actual. Espero que otros realicen la tarea de comentar el Hexamerón.
En un primer momento la exposición del tema de la obra podría parecer sorprendente, y de hecho lo es. Después de mi tesis sobre el concepto de Iglesia en san Agustín, mi maestro Gottlieb Söhngen me propuso que me dedicara al medioevo y en particular a la figura de san Buenaventura, que fue el representante más significativo de la corriente agustiniana en la teología medieval. En cuanto al contenido, tuve que afrontar la segunda cuestión importante de la que se ocupa la teología fundamental, o sea, el tema de la Revelación. En aquel tiempo, en particular con motivo de la célebre obra de Oscar Cullmann Christus und die Zeit (Zurich, 1946), el tema de la historia de la salvación, especialmente su relación con la metafísica, se había convertido en el centro del interés teológico. Si la Revelación en la teología neoescolástica se había entendido esencialmente como transmisión divina de misterios, que permanecen inaccesibles al intelecto humano, hoy la Revelación se considera como una manifestación de sí mismo por parte de Dios en una acción histórica y la historia de la salvación se contempla como elemento central de la Revelación. Mi tarea consistía en intentar descubrir cómo había entendido san Buenaventura la Revelación y si para él existía algo semejante a una idea de "historia de la salvación".
Fue una tarea difícil. La teología medieval no posee ningún tratado de revelatione ("sobre la Revelación") como sucede en cambio en la teología moderna. Además, demostré enseguida que la teología medieval no conoce siquiera un término para expresar desde un punto de vista de contenido nuestro concepto moderno de Revelación. La palabra revelatio, que es común a la neoescolástica y a la teología medieval, no significa, como se ha ido evidenciando, lo mismo en la teología medieval y en la moderna. Por eso tuve que buscar las respuestas a mi planteamiento del problema en otras formas lingüísticas y de pensamiento, e incluso modificarla respecto a cuando me había aproximado a la obra de san Buenaventura. Ante todo había que llevar a cabo difíciles investigaciones sobre su lenguaje. Tuve que dejar de lado nuestros conceptos para comprender qué entendía san Buenaventura por Revelación. En cualquier caso se ha demostrado que el contenido conceptual de Revelación se adaptaba a gran número de conceptos: revelatio, manifestatio, doctrina, fides, y así sucesivamente. Sólo una visión de conjunto de estos conceptos y de sus aserciones permite comprender la idea de Revelación en san Buenaventura.
El hecho de que en la doctrina medieval no existiera concepto alguno de "historia de la salvación" en el sentido actual del término quedó claro desde el principio. Con todo, dos indicios demostraron que en san Buenaventura estaba presente el problema de la Revelación como camino histórico. Ante todo se presentó la doble figura de la Revelación como Antiguo y Nuevo Testamento, que planteó la cuestión de la sintonía entre la unidad de la verdad y la diversidad de la mediación histórica suscitada desde la edad patrística y después afrontada también por los teólogos medievales. A esta forma clásica de la presencia del problema de la relación entre historia y verdad, que san Buenaventura comparte con la teología de su tiempo y que trata a su manera, se añade en él también la novedad de su punto de vista histórico, según el cual la historia, que es proseguimiento de la obra divina, se convierte en un desafío dramático. Joaquín de Fiore (+1202) había enseñado un ritmo trinitario de la historia. A la edad del Padre (Antiguo Testamento) y a la edad del Hijo (Nuevo Testamento, Iglesia), debía seguir una edad del Espíritu Santo en la cual, con la observancia del Sermón de la Montaña, se manifestarían espíritu de pobreza, reconciliación entre griegos y latinos, reconciliación entre cristianos y judíos, y llegaría un tiempo de paz. Gracias a una combinación de cifras simbólicas, el erudito abad había predicho el inicio de una nueva era en 1260. En torno a 1240 el movimiento franciscano se encontró con estos escritos, que en muchos tuvieron un efecto electrizante: esta nueva era, ¿no había comenzado tal vez con san Francisco de Asís? Por este motivo, dentro de la Orden se creó una tensión dramática entre "realistas", que querían utilizar el legado de san Francisco según las posibilidades concretas de la vida de la Orden como se había transmitido, y "espirituales", que en cambio apuntaban a la novedad radical de un período histórico nuevo.
Como ministro general de la Orden, san Buenaventura tuvo que afrontar el enorme desafío de esta tensión, que para él no era una cuestión académica, sino un problema concreto de su encargo como séptimo sucesor de san Francisco. En este sentido la historia fue de improviso tangible como realidad y como tal tuvo que ser afrontada con la acción real y con la reflexión teológica. En mi estudio procuré explicar de qué modo san Buenaventura afrontó este desafío y puso en relación la "historia de la salvación" con la "Revelación".
Desde 1962 no había vuelto a tomar en mis manos el escrito. Así que me ha entusiasmado releerlo después de tanto tiempo. Está claro que el planteamiento del problema, así como el lenguaje del libro, reflejan la influencia de la realidad de los años cincuenta. Además, para las investigaciones lingüísticas no existían los medios técnicos de los que disponemos ahora. Por este motivo la obra tiene sus limitaciones y evidentemente está marcada por el influjo del período histórico en que fue concebida. Sin embargo, al volver a leerla, he tenido la impresión de que sus respuestas están fundadas, aunque superadas en muchos detalles, y que todavía tienen algo que decir hoy. Sobre todo me he dado cuenta de que la cuestión de la esencia de la Revelación y el hecho de volver a proponerla, que es el tema del libro, siguen teniendo hoy su urgencia, tal vez incluso mayor que en el pasado.
Al final de esta introducción, además de dar las gracias a la profesora Schlosser, deseo expresar mi gratitud al obispo de Ratisbona, Gerhard Ludwig Müller, quien, a través de la fundación del Institut Papst Benedikt XVI, ha hecho posible la publicación de esta obra y ha seguido, con activa participación, el proceso editorial de mis escritos. Asimismo, doy las gracias a los colaboradores del Instituto, el profesor Rudolf Voderholzer, el doctor Christian Schaller, los señores Franz-Xaver Heibl y Gabriel Weiten. Y no en último lugar manifiesto mi agradecimiento a la editorial Herder, que se ha ocupado de la publicación de este libro con la precisión que la caracteriza. Dedico la obra a mi hermano Georg por su octogésimo quinto cumpleaños, agradecido por la comunión de pensamiento y de camino de toda una vida.