6/02/10

Pontificado de Pío XII

El cardenal Kasper informa de las investigaciones



La apertura de los archivos del Vaticano sobre el pontificado de Pío XII anunciada por la Santa Sede se producirá dentro de seis años, indicó el cardenal Walter Kasper en una conferencia en la universidad Hope de Liverpool.
También afirmó que las declaraciones del Vaticano II sobre el judaísmo son “irrevocables”.

El presidente del Consejo Pontificio para la unidad de los cristianos, que también preside la Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo, recordó que la Iglesia no tiene “nada que ocultar” ni “nada que temer”.

Quiso referirse “brevemente” al presunto “silencio” de Pío XII, destacando que “muchas cuestiones todavía están abiertas y requieren más investigación”.

Traducimos íntegramente este fragmento del discurso sobre el pontificado de Pío XII.

“Pío XII fue papa (1938-58) en una de las épocas más difíciles del papado, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Roma estaba bajo la dominación de Mussolini y más tarde ocupada por Alemania. La evaluación que sus contemporáneos han realizado de su pontificado durante la Segunda Guerra Mundial ha sido bastante positiva. En su mensaje de radio de la Navidad de 1942, el papa fue muy claro y los nazis comprendieron muy bien lo que quería decir. El New York Times, que no es conocido como un diario favorable a la Iglesia, publicó ya en 1941 un editorial que hablaba del papa como la única voz [escuchada] en el silencio y en las tinieblas, y de su valentía al alzar la voz. Tras la deportación de más de mil judíos de Roma (sólo sobrevivieron 15), en octubre de 1943, ordenó a la Iglesia ofrecer un asilo general en todos los conventos y casas eclesiásticas, incluyendo los del Vaticano y Castel Gandolfo. Estimaciones autorizadas indican que fueron ocultados 4.500 judíos”.

“Tras la muerte del papa, la entonces ministra de Asuntos Exteriores y primera ministra de Israel, Golda Meir, agradeció al papa con cálidas palabras todo lo que había hecho en una época de sombra para el pueblo judío. Al mismo tiempo, el entonces gran rabino Herzog de Jerusalén, elogió al papa por su actuación. Éstos son sólo algunos testimonios de personas de alto rango y bien informadas, que eran muy conscientes de lo que había pasado y que pueden apelarse como testimonios de la época”.

“Con la imaginativa obra de teatro de Hochhut El Vicario (1963), la percepción cambió radicalmente. Desde entonces, el reproche por el silencio sobre el exterminio de los judíos se ha extendido largamente. Hochhut no era historiador y actualmente está comprobado que dependía de fuentes comunistas. Uno de los primeros que defendieron a Pío XII fue un judío polaco, Joseph Lichten, un diplomático que, después, como director del departamento de Asuntos internacionales de la Liga anti-difamación de la B'nai B'rith, desempeñó una función eminente en el diálogo interreligioso. La reciente investigación histórica seria es mixta. Todavía hay judíos que defienden hoy a Pío XII y, por otra parte, hay autores católicos que critican su actitud. No hay, entonces, una frontera clara entre judíos y católicos, aunque la mayoría de judíos, especialmente en Israel, sean siempre críticos. ¿Se trata de una falta de información sobre el trabajo de investigación histórica más reciente? Dejo la cuestión abierta”.

“El problema principal es el acceso a las fuentes. La petición de apertura de archivos del Vaticano es una petición legítima. Desde el 2003, el acceso es posible hasta el final del pontificado de Pío XI, en 1939, un periodo durante el cual el futuro Pío XII era secretario de Estado. El material ya accesible actualmente prueba que Pío XII nunca fue el papa de Hitler (como lo ha pretendido John Cornwell, 1999); al contrario, fue el colaborador más próximo del papa Pío XI en la publicación de la encíclica Mit brennender Sorge (Con ardiente inquietud, n.d.t.) (1937), que hace una ardiente condena de la ideología racial nazi. Los archiveros trabajan actualmente bajo una intensa presión sobre el proyecto de preparar el acceso al pontificado de Pío XII, pero el registro y la preparación de millones de documentos de manera profesional, como debe hacerse, requiere tiempo y se archivarán en unos 5 o 6 años, tras los cuales, se permitirá el acceso a los investigadores. Porque creemos que no tenemos nada que esconder ni ningún motivo para tener miedo a la verdad”.

“Once volúmenes con los documentos de la Santa Sede han sido ya publicados y recientemente a través de otras muchas fuentes se han hecho disponibles. Pero conocer los hechos no es más que un aspecto, ya que la historia no es sólo una cuestión de hechos, sino también de la interpretación histórica de los hechos: en este caso, de hechos que se produjeron hace más de medio siglo en un contexto no sólo políticamente sino también mentalmente radicalmente diferente al nuestro, y difícil de comprender para una generación que ha tenido la suerte de no haber tenido una experiencia como esa”.

“La cuestión fundamental es el debate entre los que habrían preferido una declaración más profética y los que están de acuerdo con la actitud del papa de juicio prudencial. Pío XII no era un hombre de gestos proféticos; era un diplomático y decidió no guardar silencio pero ser moderado en sus declaraciones públicas porque sabía que palabras más fuertes no harían mejorar absolutamente nada; al contrario, habrían provocado una venganza brutal y empeorado la situación. Decidió por consiguiente no actuar con palabras, sino ayudar prácticamente a cuantos más pudo. De esta manera, sólo en Roma, salvó miles de vidas judías”.

“Fue un juicio de conciencia en una situación histórica extrema, que debe ser evaluado considerando la situación de entonces, la información entonces disponible y las posibilidades que había entonces, y no sólo a partir de las perspectivas y las posibilidades de hoy. Este punto es importante para la cuestión de una posible beatificación. Si avanzara, no sería un juicio histórico sino un discernimiento espiritual sobre la cuestión de saber si el papa, en su situación, siguió su propia conciencia, y realizó la voluntad de Dios así como la entendió, en esa situación. Por lo tanto, la eventualidad de una beatificación no excluiría nuevas investigaciones e interpretaciones históricas, ni excluiría ya la idea de que otras personas, con un carácter diferente, hubieran podido llegar a conclusiones diferentes y hubieran podido actuar de manera diferente”.

“Repito: no soy historiador; supongo que la controversia sobre la interpretación va a continuar y que la cuestión histórica continuará estando abierta, con diferentes interpretaciones, incluso tras la apertura de los archivos y podría ser que la discusión continuara abierta hasta el fin de los tiempos. Ya que, ¿quién osaría decir la última palabra sobre un acontecimiento tan monstruoso como el Holocausto? La única respuesta adecuada podría ser la vergüenza y el arrepentimiento, por el hecho de que los católicos no reaccionaran con más fuerza, y la metanoia, es decir, una nueva manera de pensar, y un nuevo comportamiento, hoy, para construir nuevas relaciones con el pueblo judío”.