AUDIENCIA DEL PAPA A LA ASOCIACIÓN “PRO PETRI SEDE”
Queridos amigos:
Os acojo con alegría esta mañana con ocasión de la peregrinación que os conduce a la sede de Pedro para reforzar vuestra vida cristiana y para renovar vuestro compromiso al servicio de las muchas personas a las que la Asociación Pro Petri Sede socorre con gran generosidad.
Con toda la Iglesia, acabamos de entrar en el tiempo de Cuaresma. Este tiempo privilegia la peregrinación interior hacia Aquel que es “Luz del mundo”. En efecto, necesitamos dejarnos iluminar por Cristo para que, a nuestra vez, sintiendo la urgencia de nuestra responsabilidad hacia los pobres del tiempo presente, dirijamos hacia ellos nuestra mirada que nos vuelve a dar confianza y que aclara la perspectiva de la eternidad beata. De hecho cada uno está llamado a la salvación ofrecida por la victoria de Cristo sobre todo mal que oprime al hombre. El tiempo de la Cuaresma es el tiempo del ayuno, de la oración y del compartir (cfr. Mt 6, 1-18). Contribuyendo a luchar contra la pobreza, compartiendo y con la limosna, nos acercamos a los demás. Como sabéis, el don no es nada sin el amor que lo anima y los vínculos fraternos que teje. Actuando así con caridad, expresamos la verdad de nuestro ser pues hay más alegría en dar que en recibir (cfr. Hch 20, 35), y manifestamos la unidad del doble mandamiento del amor. De hecho, compartiendo con nuestro prójimo, experimentamos, a través de la alegría recibida, que la plenitud de la vida viene del amor de Dios. Así la limosna nos acerca a Dios y nos invita a la conversión.
La generosa ofrenda que hoy traéis al Sucesor de Pedro le permite ir en ayuda de las poblaciones tan duramente probadas en estos últimos tiempos, en especial las de Haití. El servicio de la caridad pertenece a la naturaleza misma de la Iglesia. Es una expresión viva de la solicitud de Dios por todos los hombres. Aportando la ayuda material indispensable, la Iglesia puede ofrecer también la atención del corazón y el amor del que las personas probadas tienen tanta necesidad. Os doy las gracias por tanto calurosamente en nombre de ellos por el apoyo que ofrecéis en la lucha contra lo que envilece y degrada la dignidad de toda persona “creada a imagen de Dios”.
¡Queridos amigos, que podáis ser en todas partes testigos luminosos y eficaces de la esperanza que el amor de Dios infunde! Confiando a cada uno de vosotros y a vuestras familias, como también a los miembros de vuestra Asociación, a la intercesión de la Beata Virgen María, a san Pedro y a los santos de vuestros países, os imparto de todo corazón la Bendición Apostólica.