3/20/11

CONCLUSIÓN DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES


Discurso del Papa en la Capilla Redepmtoris Mater


Queridos Hermanos, querido Padre Léhtel:
Al final de este camino de reflexión, de meditación, de oración en compañía de los Santos amigos del Papa Juan Pablo II, querría decir de todo corazón: Gracias a usted, Padre Léthel, por su guía segura, por la riqueza espiritual que nos ha dado. Los Santos: usted nos los ha mostrado como “estrellas” en el firmamento de la historia y , con su entusiasmo y su alegría, usted nos ha metido en el círculo de estos santos y nos ha mostrado que los Santos “pequeños” son los Santos “grandes”. Nos ha mostrado que la scientia fidei y la scientia amoris van juntas y se complementan, que la razón grande y el gran amor van juntos, incluso que el gran amor ve más que la razón sola.
La Providencia ha querido que estos Ejercicios se concluyan con la fiesta de San José, mi Patrón personal y Patrón de la Santa Iglesia: un humilde santo, un humilde trabajador, que fue considerado digno de ser Custodio del Redentor.
San Mateo, define a San José con una palabra: “Era un justo”, “dikaios”, por “dike”, y en la visión del Antiguo Testamento, como la encontramos por ejemplo en el Salmo 1, “justo” es el hombre que está inmerso en la palabra de Dios, que vive en la Palabra de Dios, que vive la Ley no como un “yugo” sino como “alegría”, vive -podemos decir- la Ley como “Evangelio”. San José era justo, estaba inmerso en la Palabra de Dios, escrita, transmitida en la sabiduría de su pueblo y de esta manera estaba preparado y llamado a conocer al Verbo Encarnado -el Verbo venido a nosotros como hombre- y predestinado a custodiar, a proteger este Verbo Encarnado; está es su misión para siempre, custodiar a la Santa Iglesia y a Nuestro Señor.
Nos confiamos en este momento a su custodia, recemos para que nos ayude en nuestro humilde servicio. Vayamos adelante con valentía bajo esta protección. Agradecidos por los santos humildes, recemos al Señor para que nos haga a nosotros humildes en nuestro servicio y de esta manera santos en la compañía de los Santos.
De nuevo gracias a usted, P. Léthel, por su inspiración. ¡Gracias!