3/07/11

CRISTO ES LA ROCA DE NUESTRA VIDA


El Papa ayer durante el rezo del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas!
El Evangelio de este domingo presenta la conclusión del "Discurso de la montaña", donde el Señor Jesús, a través de la parábola de las dos casas construidas una sobre la roca y otra sobre la arena, invita a sus discípulos a escuchar sus palabras y a ponerlas en práctica (cfr Mt 7,24). De este modo Él coloca al discípulo y a su camino de fe en el horizonte de la Alianza, constituida por la relación que Dios estableció con el hombre, a través del don de su Palabra, entrando en comunicación con nosotros. El Concilio Vaticano II afirma: "Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía”. (Const... dogm. sobre la divina Revelación Dei Verbum, 2). "En esta visión, cada hombre se presenta como el destinatario de la Palabra, interpelado y llamado a entrar en este diálogo de amor mediante su respuesta libre" (Exhort. Ap. postsin. Verbum Domini, 22). Jesús es la Palabra viviente de Dios. Cuando enseñaba, la gente reconocía en sus palabras la misma autoridad divina, sentía la cercanía del Señor, su amor misericordioso, y alababa a Dios. En toda época y en todo lugar, quien tiene la gracia de conocer a Jesús, especialmente a través de la lectura del santo Evangelio, se queda fascinado con él, reconociendo que en su predicación, en sus gestos, en su Persona Él nos revela el verdadero rostro de Dios, y al mismo tiempo nos revela a nosotros mismos, nos hace sentir la alegría de ser hijos del Padre que está en los cielos, indicándonos la base sólida sobre la que edificar nuestra vida.
Pero a menudo el hombre no construye su actuación, su existencia, sobre esta identidad, y prefiere las arenas de las ideologías, del poder, del éxito y del dinero, pensando encontrar en ellos estabilidad y la respuesta a la imborrable demanda de felicidad y de plenitud que lleva en la propia alma. Y nosotros, ¿sobre qué queremos construir nuestra vida? ¿Quién puede responder verdaderamente a la inquietud de nuestro corazón? ¡Cristo es la roca de nuestra vida! Él es la Palabra eterna y definitiva que no hace temer ningún tipo de adversidad, de dificultad, de molestia (cfr Verbum Domini, 10). Que la Palabra de Dios pueda permear toda nuestra vida, pensamiento y acción, así como proclama la primera lectura de la Liturgia de hoy tomada del Libro del Deuteronomio: "Grabad estas palabras en lo más íntimo de vuestro corazón. Atadlas a vuestras manos como un signo, y que sean como una marca sobre vuestra frente" (11,18). Queridos hermanos, os exhorto a hacer lugar, cada día, a la Palabra de Dios, a nutriros de ella, a meditarla continuamente. Es una ayuda preciosa también para protegerse de un activismo superficial, que puede satisfacer por un momento el orgullo, pero que al final, nos deja vacíos e insatisfechos.
Invocamos la ayuda de la Virgen María, cuya existencia estuvo marcada por la fidelidad a la Palabra de Dios. La contemplamos en la Anunciación, a los pies de la Cruz, y ahora, partícipe de la gloria de Cristo Resucitado. Como ella, queremos renovar nuestro "sí" y entregar con confianza a Dios nuestro camino.