Formación de los laicos para la política
Ramiro Pellitero
La formación de los laicos para
la política, entiende Benedicto XVI, debe considerarse como «un componente
esencial de la nueva evangelización»
Cuando
nos acercamos a un sínodo sobre la nueva Evangelización, conviene tener en
cuenta la importancia de los fieles laicos, los “cristianos corrientes”.
Ellos están llamados a participar, según su propia condición de ciudadanos y
cristianos, en la nueva Evangelización. Para eso requieren una adecuada
formación.
Lo
ha señalado Benedicto XVI ante
un grupo de obispos estadounidenses, en el contexto de una reflexión sobre su
tarea en el momento actual, concretamente para defender
los principios éticos de la ley natural,
como garantía de humanidad y de progreso.
«En
el corazón de cada cultura —afirma
el Papa—, sea o no percibido, existe un consenso acerca de la
naturaleza de la realidad y el bien moral, y así acerca de las condiciones para
la prosperidad humana». Pero hoy existen corrientes culturales que
erosionan esos principios éticos que, junto con otros procedentes de la
tradición judeocristiana y de la fe cristiana, están en las raíces de nuestra
civilización. (Y esto que está dicho para Estados Unidos, sirve también para
otros muchos lugares, sobre todo de Europa y de América Latina).
Claves para la felicidad y el
progreso
Respecto
a los valores morales perennes, que la Iglesia propone como claves
para la felicidad y el progreso, «en
la medida que algunas tendencias culturales actuales contienen elementos que
podrían restringir la proclamación de esas verdades, sea constriñéndolas en los
límites de una racionalidad meramente científica, o suprimiéndolas en el nombre
del poder político o la regla de la mayoría (esas tendencias), representan una
amenaza no sólo para la fe cristiana, sino también para la humanidad misma y
para la verdad profunda acerca de nuestro ser y vocación últimos, nuestra
relación con Dios».
Notemos
que no se trata de una afirmación gratuita y menos de una obsesión de los
católicos, sino de un argumento de experiencia al que Benedicto XVI acude con
frecuencia. «Cuando una cultura intenta suprimir la dimensión del misterio
último, y cerrar las puertas a la verdad trascendente, inevitablemente se
empobrece y cae presa,
como vio claramente en sus últimos añosJuan Pablo II, de lecturas reduccionistas y
totalitarias sobre la persona humana y la
naturaleza de la sociedad».
Justicia y razón abierta al
espíritu
En
consecuencia, continúa, la Iglesia juega un papel decisivo al oponerse a esas «tendencias
culturales que, sobre la base de un individualismo
extremo, intentan proponer nociones de
libertad separadas de la verdad moral».
Subraya el Papa actual que «nuestra tradición no habla desde la fe
ciega, sino desde una perspectiva racional que vincula nuestro
compromiso por la edificación de una sociedad justa, humana y próspera, con
nuestra definitiva certeza de que el cosmos posee una lógica interioraccesible al razonamiento humano».
Por
eso la ley natural no es una amenaza a la libertad, sino más bien un “lenguaje” que
nos capacita para entendernos a nosotros mismos y la verdad de nuestro bien
(diríamos, como un potente ipad que nos permite contemplar y
leer, en su contexto, las maravillas de los seres que nos rodean y a nosotros
mismos). De esta manera la enseñanza moral no es un mensaje de constricción
sino de liberación, y la base para edificar un futuro seguro.
De
ahí deduce Benedicto XVI que el testimonio de la Iglesia es por naturaleza
público, y propone argumentos racionales en la plaza pública. La legítima separación entre Iglesia y Estado no debe
significar que la Iglesia permanezca en silencio ante determinados temas, o que
el Estado no pueda dialogar con las voces de creyentes comprometidos en la
determinación de valores que configurarán el futuro de la nación.
Libertad de los laicos en las
cuestiones opinables
En
efecto. Todo ello es muy oportuno en el actual momento de debate ético sobre
las cuestiones fundamentales que afectan a las personas y a la sociedad. El
camino para todos sólo puede ser el respeto a la ley natural, que precisamente
por ser natural está abierta a la verdad trascendente, y no cerrada en las
realidades meramente empíricas y en las decisiones voluntaristas.
Por
otra parte, cabe recordar la libertad de los fieles laicos a la hora de
mantener sus opiniones como ciudadanos: pueden tomar, y de hecho lo hacen,
opciones diversas en los temas políticos, sociales y culturales, siempre que no
estén en contra del lenguaje que la naturaleza imprime en la creación.
Es
claro que los fieles laicos no representan oficialmente a la Iglesia, por lo que ni sus opiniones ni sus actuaciones han de
ser tomadas por las “opiniones de la Iglesia” o actuaciones de
la Iglesia institucional. Los laicos hacen presente el misterio de la Iglesia
en la sociedad civil, pero esto no les priva de su libertad
en las cuestiones opinables, y no implica
una uniformidad de pareceres o caminos concretos entre los católicos, tampoco
por tanto entre los que se dedican a la política.
Con
este trasfondo que sin duda tiene presente, Benedicto XVI considera imperativo
que los católicos se opongan al“secularismo radical” que amenaza
los ámbitos político y cultural. Particularmente, dice, deben oponerse
a los intentos de limitar la libertad religiosa, por ejemplo negando el derecho a la objeción de
conciencia por parte de personas o instituciones respecto a la cooperación con
prácticas intrínsecamente malas; o también intentado «reducir la libertad
religiosa a una mera libertad de culto sin garantizar el respeto a la libertad
de conciencia».
Laicos, política y nueva evangelización
El
Papa declara la necesidad de la formación de fieles laicos dotados de un «fuerte sentido crítico» frente
a estos aspectos de la cultura dominante relacionados con un «secularismo
reductivo». Y señala que la preparación de líderes laicos comprometidos y
la presentación de una convincente articulación de la visión cristiana del
hombre y la sociedad, aparece como una tarea primordial.
La
formación de los laicos para la política, entiende Benedicto XVI, debe
considerarse como «un componente esencial de la nueva
evangelización». Por tanto ha de «configurar
el enfoque y las metas de los programas catequéticos en todos los niveles»(léase:
para todas las edades, no sólo para los niños y jóvenes, sino también para los
adultos, y en cualquiera de los ámbitos de la formación: escuela y familia,
parroquia, grupos y realidades eclesiales, etc.).
Insiste
el Papa en la formación de los laicos, especialmente los que se dedican a la
política, en lo que se refiere a los grandes temas morales de nuestro tiempo: «el
respeto por el don divino de la vida, la protección de la dignidad humana y la
promoción de los derechos humanos auténticos». Teniendo en cuenta la libertad en lo temporal y el
respeto a una justa autonomía de la esfera secular, subraya que «no hay
ningún ámbito de los asuntos humanos que pueda ser retraído del Creador y su
dominio» (cf. GS 36).
Conviene
tomar nota de esta llamada de atención para la formación de los laicos, que
implica a toda la comunidad cristiana, comenzando por sus pastores. Éstos deben
impulsar, en efecto, una educación que prepare a todos, en concreto, para los
desafíos éticos de nuestro tiempo.