2/10/13


"A nosotros nos corresponde echar las redes con fe, el Señor hace el resto"

El Papa, hoy en el Ángelus



En la liturgia de hoy, el Evangelio según san Lucas presenta el pasaje de la llamadas de los primeros discípulos, con una versión original respecto a los otros dos sinópticos, Marcos y Mateo (cfr Mc 1,16-20; Mt 4,18-22). La llamada, de hecho, está precedida de la enseñanza de Jesús a la multitud y de la pesca milagrosa, cumplida por voluntad del Señor (Lc 5,1-6). Mientras la multitud se reúne a las orillas del lago de Jerusalén para escuchar a Jesús, Él ve a Simón desalentado por no haber pescado nada en toda la noche. Primero le pide subir a la barca para predicar a la gente estando a poca distancia de la orilla; después, terminada la predicación, le pide que vaya mar adentro con sus compañeros y que echen las redes (cfr v. 5). Simón obedece y pescan una cantidad increíble de pescado. De esta forma, el evangelista hace ver como los primeros discípulos siguieron a Jesús fiándose de Él, fundándose en su Palabra, acompañada también de signos prodigiosos. Observamos que, antes de este signo, Simón se dirige a Jesús llamándole "Maestro" (v. 5), mientras que después le llama "Señor" (v. 7). Es la pedagogía de la llamada de Dios, que no mira tanto a la calidad de los elegidos, sino a su fe, como la de Simón que dice: "En tu palabra, echaré las redes" (v. 5).
La imagen de la pesca remite a la misión de la Iglesia. Comenta al respecto san Agustín: «Dos veces los discípulos se pusieron a pescar por orden del Señor: una vez antes de la pasión y otra después de la resurrección. En las dos pescas está representada toda la Iglesia: la Iglesia como es ahora y como será después de la resurrección de los muertos. Ahora acoge a una multitud imposible de numerar, que comprende a los buenos y a los malos; después de la resurrección comprenderá sólo a los buenos» (Discurso 248,1). La experiencia de Pedro, ciertamente singular, es también representativa de la llamada de cada apóstol del Evangelio, que no debe nunca desanimarse en el anunciar a Cristo a todos lo hombres, hasta los confines del mundo. Además, el texto de hoy hace reflexionar sobre la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada. Esa es obra de Dios. El hombre no es autor de la propia vocación, sino que es una respuesta a la propuesta divina; y la debilidad humana no debe tener miedo si Dios llama. Es necesario tener confianza en su fuerza que actúa precisamente en nuestra pobreza; es necesario confiar cada vez más en la potencia de su misericordia, que transforma y renueva.
Queridos hermanos y hermanas, esta Palabra de Dios revive también en nosotros y en nuestras comunidades cristianas el valor, la confianza y el impulso en el anunciar y testimoniar el Evangelio. Que los fracasos y las dificultades no lleven al desanimo: a nosotros nos corresponde echar las redes con fe, el Señor hace el resto.
Confiamos también en la intercesión de la Virgen María, Reina de los Apóstoles. A la llamada del Señor, ella, muy consciente de su pequeñez, responde con total confianza: "Aquí estoy". Con su ayuda maternal, renovamos nuestra disponibilidad a seguir a Jesús, Maestro y Señor.
Traducido del original italiano por Rocío Lancho García.