2/21/13


Palabra y Creador: cómo se manifiesta Dios al hombre

Salvatore Cernuzio


El Dios de la gracia, el Dios de la palabra, el Dios creador. Las extraordinarias imágenes utilizadas por el cardenal Ravasi en sus catequesis antes de los Ejercicios Espirituales dibujan un recorrido que, marcado por la poesía de los Salmos, fluye de las "sagradas corrientes del Jordán" para llegar hasta los "altísimos impresionantes espacios siderales", horizontes epifánicos en los que Dios se muestra al hombre.
Las reflexiones del presidente del dicasterio para la Cultura, ante el papa y la Curia Romana son una invitación a descubrir de nuevo el rostro de Dios a partir precisamente de las páginas de los Salmos. En particular, en la segunda meditación pronunciada el lunes por la mañana, el purpurado utilizó los salmos 119 y 23 para describir el vibrante amor presente en la Palabra de Dios, definida antes gran teofanía "que brilla en la oscuridad de la existencia".
Es la Palabra, de hecho, el "primer rostro con el que Dios se presenta" ha dicho el cardenal. "La gracia de Dios se confía a la Palabra" y es significativo señalar "que las palabras iniciales del Antiguo y del Nuevo Testamento están marcadas por la Palabra".
"Al inicio era el Verbo...", "Dios dijo...", todas expresiones que identifican esta Palabra reveladora y al mismo tiempo creadora. Porque la misma creación "es un evento sonoro", afirmó el cardenal, "es una Palabra, la realidad paradójicamente más humana, la extremadamente frágil --porque una vez dicha se apaga- pero al mismo tiempo tiene una eficacia particular, porque sin la Palabra no existiría la comunicación".
Haciéndonos eco de los versos del salmo 119: "Lámpara para mis pies es tu palabra", la palabra es "guía dentro de la niebla", es luz que abre una luz tenue en el horizonte "gris", "fluido", "incierto" de la cultura moderna, donde, según el purpurado, "se celebra la amoralidad", y reina la absoluta indiferencia, tanto que "ya no hay distinción entre dulce y amargo, entre día y noche".
Pero la Palabra es también criterio que indica "la verdadera escala de los valores", demasiado a menudo "calibrada sobre las cosas, el dinero, el poder". Y es también "profesión de amor" que lleva a "un nivel superior" de comunicación: la oración, diálogo íntimo con el Padre Eterno. "Corriente de luz, de guía, de dulzura, corriente de amor, de iluminación ética", el Logos es todo esto, pero sobre todo, para el purpurado, es "principio de confianza". Una confianza que en los cantos litúrgicos se ejemplifica en los versos del Salmo 23, el llamado "canto del pastor".
En este Salmo, explicó el presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, Dios se revela como "pastor que guía el rebaño y que es, al mismo tiempo, compañero de viaje", remarcando así "el valor de la gracia: verdad de un lado y amor por el otro".
Hay, en estos versos, "el compartir del camino", subrayó el cardenal. Un camino que no es el "del mundo vagante sin una meta", sino que indica una llegada: la mesa repleta en el Templo para el sacrificio de comunión, símbolo de la liturgia que es también Epifanía de Dios.
Por esto el 23 "es el salmo de la confianza", concluyó Ravasi, porque esto demuestra que "no estamos solos en el camino de la vida", y que "la meta a alcanzar por la oración, por la fe, es la celebración de la liturgia, cuando juntos comeremos en la misma mesa".
Si la Palabra es la primera Epifanía del Señor, la segunda es la creación: "una palabra diferente de Dios" que "contiene una música teológica silenciosa", como afirmaba el comentarista del Salterio Gunkel.
Profundizando este tema en la tercera meditación, del lunes por la mañana, el cardenal Ravasi habló de los espacios astrales como "testimonios entusiastas de la obra creadora de Dios", y de hombres incapaces de contemplar la creación a ellos confiada, tanto como para "humillarla", "devastarla" y "usarla solo instrumentalmente".
"La ausencia del estupor en el hombre contemporáneo es signo de superficialidad" denunció el purpurado. Este, añadió, “se inclina sólo ante la obra de sus manos, incapaz de alzar la vista hacia el cielo, de admirar en profundidad los dos extremos, el del universo y el del microcosmos. Ya no tiene sentido de la tierra como hermana".
Por eso es necesario "encontrar de nuevo los poiemata [el poemario], las armonías de Dios en la creación", crear "una espiritualidad que --paradójicamente- tenga su carnalidad".
De lo contrario, como presagiaba Chersterton: "El mundo no se perderá por falta de maravillas sino por falta de maravilla".
El presidente del dicasterio para la Cultura se detuvo en el tema tan querido por el teólogo Benedicto XVI y aún antes por Juan Pablo II: la relación entre fe y ciencia. "Dos magisterios no superpuestos”, dijo el cardenal, recordando las palabras del científico Gould, "distintas pero no totalmente separadas". "La fe está interesada en el fundamento, la ciencia en el escenario". Una responde a los "por qués" y la otra a los "cómo". Por tanto, "se necesitan la una a la otra para completarse en la mente del hombre que piensa seriamente". "Es decir --dijo Ravasi- nos lleva a la fide set ratio, dos alas para viajar por el mundo del misterio pero también por la realidad misma", de la que Ratzinger ha sido riguroso testimonio.
Hay algunos excesos que evitar, como indica Pascal: "excluir la razón, no admitir más que la razón". Pero al mismo tiempo hay un camino, que el mismo filósofo ilustra: "Las cosas humanas es necesario entenderlas para poder amarlas; las cosas divinas es necesario amarlas para poder entenderlas".
Añadió el purpurado: "Debes lanzarte primero al mar de la fe y después comenzar a navegar". Emblema de estas dos vías que proceden "en contrapunto y no en oposición", es el doble sol del Salmo 19. "Así el sol luce en el cielo y nos habla de la revelación cósmica --concluyó el cardenal de la Cultura--. Pero está también la Palabra de Dios que es el otro sol, que nos ilumina en plenitud. Esto es, palabra reveladora y palabra creadora".