El papa no ha ejercido un poder, sino ha desarrollado una misión
Padre Federico Lombardi, SJ , portavoz vaticano
La declaración de renuncia al pontificado por el papa Benedicto XVI el pasado lunes sacudió el mundo, que fue tan inesperado e inusual para la mayoría de las personas, dentro y fuera de la Iglesia y el Vaticano. Todos hemos sido profundamente tocados y todavía estamos tratando de entender su alcance y su significado.
Pero, para ser honesto, es una decisión que ha sorprendido más quienes no lo conocían, que a quien lo conocía bien y lo seguía de cerca. Habló claramente de esta posibilidad en los momentos difíciles, en el libro-entrevista "Luz del mundo"; tenía una costumbre discreta y prudente de hablar sobre los futuros compromisos de su pontificado; era absolutamente claro que estaba desarrollando una misión recibida, más que ejerciendo un poder que poseía. Realmente no fue una falsa humildad con la que se había calificado al inicio del pontificado como "un humilde trabajador en la viña del Señor", siempre atento a comprometer sabiamente sus fuerzas físicas --de por sí no muchas--, con el fin de hacer mejor un trabajo inmenso que se le había confiado, tan inesperado para él, en una edad ya avanzada.
Admirable sabiduría humana y cristiana de quien vive delante de Dios en la fe, en libertad de espíritu, que conoce su responsabilidad y sus fuerzas, e indica con su renuncia una perspectiva de renovado compromiso y de esperanza. Un gran acto de gobierno de la Iglesia, no tanto, como algunos piensan, porque el papa Benedicto XVI no sintiese más fuerzas para guiar la Curia romana, sino porque ante los grandes problemas que enfrenta hoy la Iglesia y el mundo, de los que él es más que consciente, se requiere un gran vigor y un horizonte temporal de gobierno, proporcional al tiempo de las empresas pastorales de amplio respiro y no poca duración.
Benedicto no nos abandona en los momentos de dificultad, con confianza invita a la Iglesia a confiar en el Espíritu y en un nuevo Sucesor de Pedro. En estos días, dijo que sentía casi físicamente la intensidad de la oración y el amor que lo acompaña. Sentiremos a su vez, la intensidad única de su oración y de su afecto hacia el sucesor y hacia nosotros.
Probablemente esta relación espiritual será aún más profunda y más fuerte que antes. Comunión intensa en una libertad absoluta.