5/10/14

Ser santo no es ser faquir, la santidad es un don de Jesús

El papa ayer en Santa Marta


Los santos son personas que practicaron las virtudes con heroísmo, pero no hay que confundirlos con los superhéroes, porque los santo son pecadores que han seguido a Jesús en el camino de la humildad y de la cruz, pues nadie pude santificarse por sí mismo.
Lo recordó el Santo padre en la homilía de este viernes en la Casa Santa Marta. Partió de la primera lectura: la conversión de San Pablo que de perseguidor de los cristianos se transforma en santo. Y se interroga ¿si somos todos pecadores y estamos dentro la Iglesia cómo es posible que ella sea santa? 

“Nosotros -precisa el Papa- somos todos pecadores, pero ella es santa. Es la esposa de Jesucristo y él la ama, la santifica, cada día con su sacrificio eucarístico”. O sea “nosotros somos pecadores pero dentro de una Iglesia santa, y nosotros también nos santificamos por el hecho de pertenecer a la Iglesia, somos hijos de la Iglesia y la Madre Iglesia nos santifica con su amor, con los sacramentos de su esposo”.

“San Pablo en sus cartas --recuerda el Papa-- se dirige a los santos y a nosotros: pecadores pero hijos de la Iglesia santa, santificada por la sangre y cuerpo de Jesús”.
“En esta Iglesia santa --prosigue el Santo Padre-- el Señor elige a algunas personas para hacer ver mejor la santidad, para hacer ver que es él quien santifica y que nadie se santifica a sí mismo, que no hay un curso para volverse santo, que ser santo no es ser un faquir o algo de este estilo... ¡No, no lo es!”
Y precisa: “La santidad es un don de Jesús a su Iglesia y para hacer ver ésto Él elige personas en las cuales quede clara su labor santificadora”.
En el evangelio, indica el Papa, existen muchos ejemplos de santos: está la Magdalena, de la cual Jesús había expulsado siete demonios; está Mateo, “que era un traidor de su pueblo y le quitaba el dinero para dárselo a los romanos”; está Zaqueo y tantos otros que hacer ver a todos cuál es la primera regla de la santidad: “es necesario que Cristo crezca y nosotros nos abajemos. Es la regla de la santidad. La humillación nuestra para que el Señor crezca”.
Así Cristo elige a Saulo, un perseguidor de la Iglesia. “El Señor lo espera. Lo espera y le hace sentir su poder”. Saulo “se vuelve ciego y obedece” y de grande que era “se vuelve como un niño y obedece”. Su corazón cambia: “es otra vida”. Pero Paolo no se transforma en un héroe, porque el que había predicado el evangelio en todo el mundo “concluye su vida junto a un pequeño grupito de amigos, aquí en Roma, víctima de sus discípulos”.
Y una mañana “fueron 3, 4, 5 soldados en donde él estaba, se lo llevaron y le cortaron la cabeza, simplemente. El grande, aquel que había ido por todo el mundo termina así”.
El papa recuerda que “la diferencia entre los héroes y los santos es el testimonio, la imitación de Jesucristo. Es el ir por el camino de Jesucristo”, el camino de las cruces. Y añade que muchos santos “terminan de manera tan humilde. Los grandes santos. Pienso por ejemplo a los últimos días de Juan Pablo II... Todos lo hemos visto”. No podía hablar este gran atleta de Dios, este gran guerrero de Dios que termina así: demolido por la enfermedad, humillado como Jesús. Este es el recorrido de la santidad de los grandes”.
“También es -concluye el papa Francisco- el recorrido nuestra santidad. Si nosotros dejamos que el corazón se convierta por este camino de Jesús, el de llevar la cruz todos los días, la cruz ordinaria, la cruz simple, y dejamos que Jesús crezca. Y si no tomamos este camino no seremos santos. Pero si lo tomamos, todos nosotros daremos testimonio de Jesucristo que nos ama tanto. Y daremos testimonio de que, aunque pecadores, la Iglesia es Santa, es la esposa de Jesús”.