El Papa ayer en Santa Marta
Acabamos de escuchar lo que Dios dice a Moisés: Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás (Dt 30,15ss.).
La decisión de Moisés es la que el cristiano debe hacer cada día. Y es una decisión difícil. Porque es más fácil dejarse llevar por la inercia de la vida, de las situaciones, de las costumbres. Es más fácil, en definitiva, convertirse en siervos de otros dioses. Así que debemos elegir entre Dios y los demás dioses, esos que no tienen el poder de darnos nada, solo tonterías que pasan. Y no es fácil elegir, ya que siempre tenemos la costumbre de ir adonde va la gente, como hacen todos. Como todos. ¡Todos y ninguno! Pues hoy la Iglesia nos dice: ¡Detente! ¡Párate y elige! Es un buen consejo. Nos vendría bien detenernos y, durante la jornada, pensar un poco: ¿Cómo es mi estilo de vida? ¿Por qué caminos voy?
Junto a esa pregunta, excavemos más a fondo y preguntémonos también cómo es mi trato con Dios, con Jesús. El trato con los padres, con los hermanos, con la mujer o con el marido, con los hijos.
Como dice el Evangelio, Jesús pregunta a sus discípulos: ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo? (Lc 9,25). Un camino equivocado es el de buscar siempre el propio éxito, el beneficio propio, sin pensar en el Señor, sin pensar en la familia. Esas dos preguntas: ¿Cómo es mi trato con Dios, y cómo es mi trato con la familia? Uno puede ganarlo todo, pero al final acaba siendo un fracasado. Ha fracasado. Esa vida es un fracaso. Pues no lo parece, porque hasta le han hecho un monumento y le han pintado un cuadro… ¡Pero has fracasado!: no has sabido elegir bien entre la vida y la muerte.
Preguntémonos cuál es la velocidad de mi vida, si reflejo en las cosas que hago. Y pidamos a Dios la gracia de tener ese pequeño valor necesario para elegirlo a Él cada vez. Nos ayudará el consejo tan bonito del Salmo 1: Dichoso el hombre
que ha puesto su confianza en el Señor. Cuando el Señor no de ese consejo —¡Quieto! ¡Escoge hoy, elige!— no nos deja solos. Está con nosotros y quiere ayudarnos. Solamente tenemos que confiar, tener confianza en Él. Dichoso el hombre
que ha puesto su confianza en el Señor. Hoy, cuando nos detengamos a pensar en estas cosas y en tomar decisiones o elegir algo, sepamos que el Señor está con nosotros, está a nuestro lado, para ayudarnos. Jamás nos deja ir solos, nunca. Siempre está con nosotros. También a la hora de elegir está con nosotros.