Pablo Iranzo
Catequesis para toda la familia
Empezaré con una muy breve explicación del origen de los salmos.
El tesoro de la lírica religiosa del pueblo de Israel ha sido conservado en el salterio. El salterio debe su nombre a un instrumento de cuerda que acompañaba a los cantos (Psalterion), a los salmos. Desde el punto de vista literario, o mejor desde el punto estilístico, se distinguen tres grandes géneros: los himnos, las súplicas y las acciones de gracias. Por lo tanto, debido a su carácter, no sólo literario sino también musical, los salmos, en particular el responsorial, debería ser cantado siempre que sea posible.
El salmo responsorial, ya lo dice la palabra es aquel salmo que da respuesta, responde a algo. Ni más ni menos que a la palabra de Dios. Es la primera respuesta cantada de toda la asamblea unida a una sola voz.
Me preguntaba como remarcar la importancia del salmo responsorial y la respuesta puede estar en las líneas anteriores. Pero es curioso como las cosas importantes, en mi caso, muchas veces las descubro a través de los niños.
Sí, los mismos que en algunos momentos nos desesperan en la celebración eucarística con sus continuos movimientos y sonidos. Los niños durante la misa perciben el canto como alabanza, alegría y esto es en lo que consiste el salmo responsorial. Cabe destacar que los niños nos miran, nos observan para quedarse con nuestras reacciones frente a todo.
Por lo tanto si nosotros respondemos, ellos responden; si nosotros cantamos, ellos cantan. A mí me ayuda pensar que quien reza cantando, reza dos veces. Así pues, invito a cantar como dice el salmo 33: “Exultad justos en el Señor, de los santos es propia la alabanza”.