8/03/18

“La gloria de Dios es la aguja de la brújula de nuestra conciencia”

Homilía del Papa a 60.000 monaguillos en el Vaticano

“Haced todo para gloria de Dios”: Así nos exhorta San Pablo en la lectura recién escuchada. Sirviendo a la gloria de Dios en todo lo que hacemos y el criterio decisivo para nuestras acciones, la síntesis máxima de lo que significa vivir la amistad con Jesús. Es la indicación que nos orienta cuando no estamos seguros de qué es lo correcto; nos ayuda a reconocer la voz de Dios dentro de nosotros, que habla en nuestra conciencia porque podemos discernir su voluntad. La gloria de Dios es la aguja de la brújula de nuestra conciencia.
San Pablo nos habla también de otro criterio: esforzarse por complacer a todos en todo porque ellos vienen a la salvación. Somos todos hijos de Dios, tenemos los mismos deseos, sueños e ideales. A veces, alguien está desilusionado, y somos nosotros quienes podemos reavivar la luz, transmitir un poco de buen humor. Por lo tanto, es más fácil llevarse bien y atestiguar en la vida cotidiana el amor de Dios y la alegría de la fe. Depende de nuestra coherencia que nuestros hermanos reconozcan a Jesucristo, el único salvador y la esperanza del mundo.
Quizás vosotros os preguntéis: “¿Cómo puedo hacerlo? ¿No es una tarea demasiado difícil?”. Es verdad, es una gran misión, pero es posible. Mas San Pablo nos anima: “Haceos imitadores míos, como yo lo soy de Cristo”. Sí, podemos vivir esta misión imitando a Jesús como lo hicieron el apóstol Pablo y todos los santos. Miremos a los santos, ellos son el Evangelio vivido, porque han podido traducir el mensaje de Cristo en sus vidas. El santo de hoy, Ignacio de Loyola, que como joven soldado estaba pensando en su propia gloria, en el momento correcto, se sintió atraído por la gloria de Dios, y descubrió que existe el centro y el sentido de la vida. Seamos imitadores de los santos; hacemos todo para la gloria de Dios y para la salvación de nuestros hermanos. Pero, tened cuidado y recordad: en este camino de seguir a los santos, en este camino de santidad, no hay lugar para los jóvenes perezosos. ¡Gracias!