Giovanni Tridente
Sin el Espíritu Santo no habrá Sínodo. (Papa Francisco)
El Sínodo tan esperado, que implica a la Iglesia universal, ha comenzado. Con las coordenadas que ha ofrecido el Papa en la Misa de apertura en la basílica de san Pedro este domingo, las iglesias particulares tienen las claves para el desarrollo de este proceso sinodal.
El sábado 9 de octubre de 2021 se abrió oficialmente el proceso sinodal que implicará a la Iglesia universal hasta 2023 con el tema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”.
En sus palabras, el Papa Francisco expuso las expectativas de este nuevo proceso de escucha y discernimiento de todo el Pueblo de Dios, que en los últimos años se ha renovado sustancialmente también en su forma, como ya hemos informado en otros artículos.
El Espíritu Santo como protagonista
Lo que más destaca en la visión y los deseos del Pontífice para esta cita en tres etapas, que ahora comienza con la participación de las Iglesias locales, es la necesidad de reservar un lugar privilegiado al Espíritu Santo. Debe ser el protagonista absoluto, que “nos guiará y nos dará la gracia para seguir adelante juntos”. Sin él, dijo categóricamente el Papa Francisco, “no habrá Sínodo”.
Será el Espíritu Santo, en definitiva, quien libere “de todo cerrazón”, reviva “lo que está muerto”, afloje “las cadenas” y difunda “la alegría”: “Aquel que nos guíe hacia donde Dios quiere, y no hacia donde nos llevarían nuestras ideas y nuestros gustos personales”.
Como vemos, no es un aspecto que deba subestimarse, precisamente porque la actitud que debe animar al Papa, a los Obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles laicos debe ser la de una apertura a la novedad que Dios quiere sugerir a la Iglesia, no para hacerla “otra” sino ciertamente para hacerla “distinta”, no “una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro”.
El Santo Padre ha repetido al final de sus palabras, que ésta sea una experiencia sinodal en la que “no nos dejemos abrumar por el desencanto, no diluyamos la profecía, no terminemos por reducirlo todo a discusiones estériles”.
Tres palabras clave
En su discurso, el Papa mencionó entonces tres palabras clave que deben animar este gran encuentro de personas: comunión, participación y misión. La comunicación y la misión forman parte de la propia naturaleza de la Iglesia, a través de la cual contempla e imita, entre otras cosas, a la Santísima Trinidad. Pero podrían seguir siendo conceptos abstractos si no estuvieran vinculados precisamente a la participación, que debe ser la práctica eclesial como expresión de la “sinodalidad de manera concreta”, con el objetivo de implicar verdaderamente a cada bautizado.
De hecho, de eso se trata precisamente, de que todos puedan participar: “¡es un compromiso eclesial irrenunciable!”.
Tres riesgos
Esta ocasión de encuentro, escucha y reflexión, que debe ser vivida “como un tiempo de gracia”, no está exenta de al menos tres riesgos, según el Papa Francisco. El primero de ellos es el “formalismo”, reduciendo el Sínodo a un evento de fachada, perdiendo la oportunidad de un sano discernimiento y acabando por caer en las habituales “visiones verticalistas, distorsionadas y parciales de la Iglesia, del ministerio presbiteral, del papel de los laicos, de las responsabilidades eclesiales, de los roles de gobierno, entre otras”.
Por último, existe el riesgo de “inmovilismo” – “un veneno en la vida de la Iglesia”- que puede llevar a la adopción de “viejas soluciones para nuevos problemas; un pedazo de tela nuevo, que como resultado provoca una rotura más grande”.
Tres oportunidades
Por supuesto, todo esto también trae consigo “tres grandes oportunidades”, añadió el Papa en su discurso: Avanzar “estructuralmente” hacia una Iglesia sinodal, un lugar en el que todos se sientan como en casa y sientan el deseo de participar; convertirse en una “Iglesia de la escucha”, aprendiendo en primer lugar a “escuchar el Espíritu en la adoración y la oración”, ya que muchos han perdido el hábito y la noción de la misma; finalmente, la posibilidad de convertirse en una “Iglesia de la cercanía”, fiel precisamente al espíritu de Dios, que trabaja siempre con “cercanía, compasión y ternura”. Una Iglesia, en definitiva, “que no se separa de la vida, sino que se hace cargo de las fragilidades y pobrezas de nuestro tiempo”.
Tres actitudes
En la Misa de apertura del Sínodo -celebrada el domingo 10 de octubre en la Basílica de San Pedro, con la participación de más de tres mil fieles, muchos de ellos delegados de las Reuniones Internacionales de las Conferencias Episcopales, miembros de la Curia Romana, delegados fraternos, miembros de la vida consagrada y de los movimientos eclesiales, y jóvenes del Órgano Consultivo Internacional- el Pontífice resumió las tres actitudes que deben animar finalmente este proceso sinodal. Son el encuentro, la escucha y el discernimiento, tomando prestada la historia evangélica del rico que se encuentra con Jesús, ofrecida por la liturgia.
Ciertamente, hacer Sínodo “significa caminar juntos en la misma dirección”, dijo Francisco. Y en este camino “estamos llamados a ser expertos en el arte del encuentro”, es decir, no sólo a organizar eventos, sino ante todo a tomar “tiempo para estar con el Señor y favorecer el encuentro entre nosotros”, dando espacio a la oración y a la adoración y dejándonos “tocar por las peticiones de las mujeres y de los hombres”, recibiendo el enriquecimiento de la diversidad de carismas, vcaciones y ministerios en la Iglesia.
Dicho esto, un verdadero encuentro nace de la escucha, y en el caso del Sínodo esto significa escuchar ante todo la Palabra de Dios “junto con las palabras de los demás”, para “descubrir con inquietud que el Espíritu Santo habla siempre de manera sorprendente, dando lugar a nuevas orientaciones y nuevos lenguajes”. Esto requiere, como había dicho el Santo Padre el día anterior, ponerse a disposición “de los afanes, de las esperanzas de cada Iglesia, de cada pueblo y nación”, y “del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante”.
Después de haber conocido y escuchado, no se pueden dejar las cosas como están, por lo que viene al rescate el discernimiento, sobre todo espiritual y por tanto eclesial, “que se realiza en la adoración, en la oración, en el contacto con la Palabra de Dios”.
Apertura en las diócesis del mundo
Con estas indicaciones del Pontífice, que servirán de brújula para el desarrollo del viaje, y siguiendo el Documento Preparatorio y el Vademécum puestos a disposición por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, el viaje sinodal está listo para comenzar en cada Iglesia particular de los cinco continentes, con la presencia del Obispo a partir del domingo 17 de octubre, para realizar la primera etapa que concluirá en abril del próximo año.
La siguiente etapa, la continental, tendrá lugar de septiembre de 2022 a marzo de 2023, y en ella se discutirá el texto del primer Instrumentum laboris. En la última etapa se celebrará la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos en octubre de 2023, a la que seguirá la fase de implementación.
Todas las actualizaciones de esta gran implicación del Pueblo de Dios pueden seguirse en la página multilingüe https://www.synod.va.