Belén Casado Alcalde
Si solo hubiera aprendido esta frase cuando hice la carrera de Económicas, habría sido suficiente: el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones
Esta es una frase que pronunció al menos una vez Fernando Esteve Mora, profesor que tuve de Macro y Microeconomía. No solo la pronunció, claro, la ilustró con la comparación entre dar a un pobre del tercer mundo pescado o enseñarle a pescar. Darle pescado es bien intencionado pero no resuelve el problema de su hambre; quizá lo agrava porque convierte al pobre en un dependiente.
Esta frase se me viene a la cabeza siempre que se habla de “ayuda”, “compasión”, “bondad” y “perdón”. Parece ser que parte del aprendizaje de mindfulness, directamente heredada del budismo, es la “compasión bondadosa” por los demás. Me temo que en la mayoría de los casos lleve al infierno.
¿De dónde parte la ayuda?
No hemos puesto en duda que el ser humano ha evolucionado a partir de la cooperación, se ha nutrido de la empatía, ha avanzado gracias al apoyo de otros. El ser humano es compasivo por naturaleza.
Quizá el matiz sea encontrar desde dónde se ayuda, qué empuja a ayudar, cuál es ese sentimiento y cuál es el resultado de la “transacción” de dar algo sin recibir nada a cambio.
Puede que estés caminando por la calle y veas que a la persona que está delante se le ha caído algo. En un impulso no pensado, te agachas a recogerlo y se lo ofreces. Ni siquiera ha mediado el pensamiento.
Puede que sientas culpa al ver que grandes grupos de personas sufren, puede que te parezca intolerable esta desigualdad en que tú estás tan bien y ellos están tan mal. Entonces has pensado que te sentirías mucho mejor contig@ mism@ si les enviases ayuda.
Puede que observes uno o muchos casos de algo que no te gusta y veas muy clara la solución, puede que sientas que sabes lo que las personas que están en ese caso necesitan. Por ejemplo, alguien pidiendo en la calle, alguien pidiendo en la puerta de un supermercado, alguien que está en el mundo de las drogas.
Me gustaría conocer tu opinión. ¿Qué sientes ante cada caso? ¿Es compasión? ¿Es pena? ¿Es culpabilidad? ¿Es amor?
La subida al Monte Carmelo: nada
Todo este tema, y en especial la frase “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones” me evoca la imagen de la subida al Monte Carmelo que San Juan de la Cruz ilustró.
Las buenas intenciones pueden muy bien ser el pavimento de uno de los caminos torcidos, aparentemente acertados, que parecen ascender pero que terminan perdidos.
El único camino cierto es el vacío de estar centrado “en el centro de tu humildad”, la nada, ni esto ni esto otro. ¿Cómo sería esto? Viendo realmente al que tenemos delante. Viéndolo sin interponer creencias, juicios ni esquemas culturales. Viéndolo de tú a tú, como un igual. Siendo capaz de decirle: “yo soy como tú”. Y después de eso, valorando si realmente necesita nuestra ayuda.
Fuente: belencasado.com/