María Sánchez Galera
- Transhumanismo, ideología de género, derivas de la sociedad posmoderna y la situación de la familia son los temas abordados
Tras su participación en Encuentro Madrid 2021, hablamos con Fabrice Hadjadj sobre las grandes preguntas de la posmodernidad. En su opinión, es necesario recuperar comunidades carnales, más que virtuales, que no tengan miedo a estar abiertas al mundo. Nos atiende desde Friburgo, Suiza, donde radica el Instituto Philanthropos, una pequeña comunidad creativa que vive a la luz del Evangelio buscando la comunión entre fe, familia, estudio y Eucaristía.
Gracias a una videoconferencia, acortamos las distancias, aunque, como nos advierte nuestro entrevistado, podemos caer en la ilusión de que estamos realmente cerca. Nos recuerda Hadjadj, hablando de este siglo, del judaísmo, del cristianismo y del futuro en ciernes, que nosotros, los seres de carne y hueso, contenemos mucha más verdad que los algoritmos de Internet, y que compartir una mesa es, tal vez, un reducto esencial para salvaguardar la civilización.
Las frases más destacadas de Fabrice Hadjadj en El Debate
–En la actualidad, Francia es uno de los principales hervideros de ideas, sobre todo de oposición muy diversificada contra lo que se podría denominar mundialismo, progresismo, intelectualismo orgánico o corrección política. ¿Modernidad tardía, dicen ustedes? Pienso en usted, señor Hadjadj, en Robert Redeker, en Éric Zemmour, Chantal Delsol, Alain Finkielkraut, Michel Houellebecq…
– Lo primero que tendría que decir es que yo soy francés, soy católico, soy padre de familia, pero no necesariamente me encuentro dentro de una corriente o un grupo. Sí es cierto que no coincido con el progresismo, pero hay que tener en cuenta que en Francia, desde la experiencia de la Revolución, vivimos en una especie de confrontación entre quienes promulgan el progreso a toda costa, la Revolución, y los que se oponen. Aunque los que se opongan no formen un grupo compacto. Lo cierto es que la utopía de la Modernidad se ha desmoronado, ha fallado. Y, por eso, yo creo que nos hallamos en otra época. Surge la pregunta de por qué tenemos que seguir siendo humanos; estamos en la Postmodernidad, en el posthumanismo, y la gente habla de robots, de animales y de volver a la naturaleza. Hay una especie de rechazo del propio cuerpo; hay quienes quieren cambiar el cuerpo humano… Es otro tiempo, y esta es la razón por la que no estoy seguro de que la división entre izquierdas y derechas, revolucionarios y contrarrevolucionarios, sea el punto de vista adecuado. Nos enfrentamos a nuevas cuestiones. ¿Cuál es el destino de la humanidad? ¿Cuál es el futuro del ser humano sobre la tierra? No se trata de un tema político, sino de un problema que afecta a la esperanza.
– Usted asegura que el transhumanismo, igual que la ideología de género, expresa la falta de fe de la Modernidad en la propia carne. ¿Se ha renegado por completo del hecho de que Dios se hizo carne?
–La cuestión de hoy es por qué hemos de continuar con la condición humana, si podemos cambiarla, si podemos tener hijos por tecnología y no mediante el sexo, si podemos incluso detener o frenar el proceso de envejecimiento, pues disponemos de la tecnología necesaria. Si podemos ser inmortales, o si podemos cambiar el cerebro, la nueva cuestión que se nos plantea es por qué tenemos que seguir viviendo en este cuerpo capaz de sufrir y cuyo destino es la muerte. ¿Por qué hemos de continuar así? De hecho, vivimos en una era que odia la carne, sobre todo la carne humana; nos gusta nuestro ordenador más que nuestra carne.
No puede haber nada más divino que un animal racional
Pero, de igual modo que se ofrecerá la posibilidad de no envejecer, habrá gente que diga: «No, no quiero eso, no quiero ser un superhombre o un transhumano». Así que se puede ofrecer otra posibilidad: vivir como un perro, sin problemas de conciencia, ni problemas morales, con paz interior… Un perro siempre puede estar contento y satisfecho con su amo. Pero usted dice: «No, lo que yo quiero vivir es el drama humano de la historia, del pasado, y continuarlo». Y, al decir eso, usted va a seguir siendo humano… Este es el tema de la Postmodernidad: aceptar seguir siendo humanos de carne y hueso y consciencia. Para aceptar esto, has de creer que Dios es carne. No puede haber nada más divino que un animal racional, una mente dentro de un cuerpo carnal.
–Usted llega a esas conclusiones, en parte, gracias a una instrucción marxista, o a la aplicación de postulados marxistas: la técnica como elemento de cambio social, la tecnología como ideología… ¿Qué queda de esto en el Hadjadj de ahora?
– Por supuesto que soy un lector de Marx, pero no soy comunista. Lo que sucede es que Marx era un lector de Aristóteles, y Aristóteles —como puede comprobarse en sus tratados de política y de ética— comprendió la importancia de la economía y de lo que es la relación entre el modo de pensar y el modo de obrar. Otros filósofos posteriores olvidaron que el hombre vive en un mundo de objetos materiales, olvidaron la relación que tiene con los productos y con la economía. Él abordaba la cuestión de cómo el desarrollo tecnológico y el entorno tecnológico son fundamentales para el ser humano. Este entorno nos condiciona, como recuerda Marx.
– ¿De qué manera el judaísmo contribuyó a cimentar su formación intelectual?
–Soy cristiano, y mis cimientos intelectuales son judíos, pero pienso que el catolicismo es la Ilustración del judaísmo. Y el misterio judeocristiano consiste en que, cuanto más espiritual eres, más carnal eres, y cuanto más te ocupas de lo eterno, más te involucras en la historia. Porque Dios se ha revelado a lo largo de la historia, y no como una idea, sino como un acontecimiento histórico y real. Por tanto, no estamos ante un problema de conceptos, sino de acontecimientos.
No se trata de defender la idea de la familia tradicional, sino cómo vives tú con tu mujer y con tus hijos en el entorno económico de hoy
– ¿Hablamos, entonces, de Dios como algo fáctico, no teórico, como un hecho?
– Prefiero la palabra «acontecimiento» antes que «hecho». Decía C.S. Lewis que Cristo es un mito hecho realidad. Pero Cristo no es sólo un hecho, ni «el hecho entre los hechos», sino un acontecimiento. Porque, cuando eres cristiano, o cuando eres judío, tú sabes que Dios está dentro de ti, en tu vida diaria, en tu vida ordinaria, cotidiana, y que lo que Él quiere es estar contigo ahí; dentro de tu día a día. Esto no se trata de una mera cuestión de ideas, ni de «guerra cultural»; la cuestión es cómo vivir en tu día a día, en tu práctica diaria. Porque no, no se trata de defender la idea de la familia tradicional, sino cómo vives tú con tu mujer y con tus hijos en el entorno económico de hoy. Ese es el tema: lograr una vida hogareña concreta, unas prácticas que generen hogar. Sea lo que lo sea lo que hagamos juntos. Porque la cuestión consiste en estar juntos. ¡Ese es el tema! Ese es el motivo por el que Cristo ha venido a nosotros, pero no es sólo una doctrina, o una idea, o una tesis filosófica…
Cristo es un acontecimiento real en la historia, de una familia, pero también es… ¡una cena! Es una cena. El tema que nos debe preocupar es cómo podemos permanecer juntos en torno a una mesa compartiendo el pan y el vino. Es algo muy sencillo, muy cotidiano. De eso se trata, de cosas muy sencillas, como el pan, el vino y la palabra. Pan, vino y palabra… y compartirlo. Podemos compartir pan y vino y charlar incluso con los enemigos. Esa es la cuestión, ese es el acontecimiento alrededor de la mesa… Y, volviendo a los cimientos judíos de mi pensamiento, aquí podemos hablar de la fiesta judía de la Pascua: estamos alrededor de la mesa y estamos relatando la historia de la liberación de la esclavitud en Egipto en mitad de la noche. Pero contamos la historia alrededor de la mesa compartiendo pan y vino y todo lo demás.
Nos falta una vida práctica real en casa, en una comunidad carnal
Contamos la historia de la salvación, de la liberación, pero la emancipación consiste precisamente en esto, en estar alrededor de la mesa contando la historia juntos. De modo que no nos faltan ideas, sino prácticas concretas hogareñas. El gran problema en la sociedad postmoderna consiste en que no estamos juntos, ni siquiera ahora, cuando usted y yo estamos charlando por internet en vivo. Nos falta una vida práctica real en casa, en una comunidad carnal, de carne y hueso. Este es el principal problema.
– Hablando de comunidades próximas y de rituales, ¿ve usted que en el futuro próximo los cristianos vayan a ser como judíos en un gueto medieval o antiguos cristianos en una catacumba?
– El Papa Benedicto XVI hablaba de comunidades pequeñas quizá al final de los tiempos. Comunidades pequeñas pero vivas, con una fe fuerte, y en contraposición a una amplia comunidad cristiana débil y sin fe. Es una forma de verlo, y esto nos puede llevar a sentir cierta fascinación por los amish, pero creo que no es el caso, no es el problema actual. Ser cristiano no consiste sólo en formar parte de una comunidad, no es una simple cuestión social. Porque, cuando eres cristiano, sabes que el mundo, la creación, el entero universo es cristiano. Incluso cuando ves una gota de agua, un árbol, te dices: «Esto está aquí para cooperar, de alguna forma, en el flujo del amor hacia mi vida». En el cristianismo no se trata solamente de estar nosotros juntos los cristianos. No se trata de ser simpático y estar a gusto dentro de mi comunidad.
Una pequeña comunidad puede ser un lugar donde reconfortarte y restaurar tu fe, pero tienes que salir, ir afuera, y divulgar la fe a otra gente y aprender de quienes no son cristianos
– Por tanto, nada de guetos...
– Lo que quiero decir es que siempre ha sido difícil ser cristiano. Incluso puede resultar más difícil ser cristiano dentro de un mundo cristiano que en el mundo moderno o postmoderno. No es más difícil hoy que ayer. Ser cristiano consiste en estar en el mundo; por tanto, hemos de saber que la Revelación no es sólo para nuestra comunidad; es para todo el mundo. Tenemos que dispersar esta palabra por todo el mundo, no sólo en pequeñas comunidades. Una pequeña comunidad puede ser un lugar donde reconfortarte y restaurar tu fe, pero tienes que salir, ir afuera, y divulgar la fe a otra gente y aprender de quienes no son cristianos. Todas las criaturas son hijos de Dios, no solo yo, que soy cristiano Yo soy una criatura de Dios y todos los demás son también criaturas de Dios. Ahí radica el problema, el gran problema, porque, cuando te encierras en una comunidad pequeña, aquello puede convertirse en una secta y entonces deja de ser Iglesia.
José María Sánchez Galera, en eldebate.com/