10/23/23

¿Yo, qué imagen llevo dentro de mí?

 El Papa ayer en el Ángelus


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia de hoy nos relata que algunos fariseos se unen a los herodianos para tender una trampa a Jesús. Siempre buscaban tenderle trampas. Van donde Él y le preguntan: «¿Es lícito pagar impuesto al César o no?» (Mt 22,17). Es un engaño: si Jesús legitima el impuesto, se pone de parte de un poder político mal respaldado por el pueblo, mientras que si dice de no pagarlo puede ser acusado de rebelión contra el imperio. Una auténtica trampa. Pero Él escapa de esta insidia. Pide que le muestren una moneda, que lleva impresa la imagen del César, y les dice: «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (v. 21). ¿Qué significa esto?

Estas palabras de Jesús se han convertido en algo de uso común, pero a veces se han utilizado de manera equivocada – o al menos reductiva – para hablar de las relaciones entre Iglesia y Estado, entre cristianos y política; a menudo se entienden como si Jesús quisiera separar a “César” y a “Dios”, es decir, la realidad terrenal de la espiritual. A veces, también nosotros pensamos así: una cosa es la fe con sus prácticas y otra cosa, la vida de todos los días. Y esto no funciona. Esto es una “esquizofrenia”, como si la fe no tuviera nada que ver con la vida concreta, con los desafíos de la sociedad, con la justicia social, con la política y etcétera.

En realidad, Jesús quiere ayudarnos a colocar al “César” y a “Dios” cada uno en su importancia. Al César - es decir, a la política, a las instituciones civiles, a los procesos sociales y económicos – pertenece el cuidado del orden terrenal, y nosotros, que en esta realidad estamos inmersos, debemos restituir a la sociedad lo que nos ofrece a través de nuestra contribución de ciudadanos responsables, prestando atención a lo que se nos confía, promoviendo el derecho y la justicia en el mundo del trabajo, pagando honestamente los impuestos, comprometiéndonos por el bien común y etcétera. Pero, al mismo tiempo, Jesús afirma la realidad fundamental: que a Dios pertenece el hombre, todo hombre y todo ser humano. Y esto significa que nosotros no pertenecemos a ninguna realidad terrenal, a ningún “César” de turno. Somos del Señor y no debemos ser esclavos de ningún poder mundano. En la moneda, por lo tanto, está la imagen del emperador, pero Jesús nos recuerda que en nuestra vida está impresa la imagen de Dios, que nada ni nadie puede ensombrecer. Al César pertenecen las cosas de este mundo, pero el hombre y el mundo mismo pertenecen a Dios: ¡no lo olvidemos!

Comprendamos entonces que Jesús nos está devolviendo a cada uno de nosotros a la propia identidad: en la moneda de este mundo está la imagen de César, pero, ¿tú – yo, cualquiera de nosotros - qué imagen llevas dentro de ti? Hagámonos esta pregunta: ¿yo, qué imagen llevo dentro de mí? ¿Tú, de quién eres imagen en tu vida? ¿Nos acordamos de pertenecer al Señor, o nos dejamos modelar por las lógicas del mundo y hacemos del trabajo, de la política, del dinero, nuestros ídolos a adorar?

Que la Virgen Santa nos ayude a reconocer y a honrar nuestra dignidad y la de todo ser humano.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

De nuevo una vez más mi pensamiento va a lo que está sucediendo en Israel y en Palestina. Estoy muy preocupado, afligido, rezo y estoy cerca de todos lo que sufren, de los rehenes, de los heridos, de las víctimas y de sus familiares. Pienso en la grave situación humanitaria en Gaza y me aflige que también el hospital anglicano y la parroquia greco-ortodoxa hayan sido alcanzados en los días pasados. Renuevo mi llamamiento para que se abran espacios, se siga permitiendo que llegue ayuda humanitaria y se libere a los rehenes.

La guerra, toda guerra que hay en el mundo – pienso también en la martirizada Ucrania – es una derrota. La guerra siempre es una derrota, es una destrucción de la fraternidad humana. ¡Hermanos, deteneos! ¡Deteneos!

Recuerdo que, para el próximo viernes, 27 de octubre, he convocado una jornada de ayuno, de oración y de penitencia, y que esa tarde, a las 18.00 horas en la plaza de San Pedro, viviremos una hora de oración para implorar la paz en el mundo.

Hoy se celebra la Jornada Misionera Mundial, que lleva por tema “Corazones ardientes, pies en camino”. ¡Dos imágenes que dicen todo! Exhorto a todos, en las diócesis y en las parroquias a participar activamente.

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos, en particular a las hermanas Siervas de los Pobres hijas del sagrado Corazón de Jesús, de Granada; a los miembros del Centro Académico Romano Fundación; a la confraternidad del Señor de los Milagros, de los peruanos en Roma: y gracias, ¡gracias por vuestro testimonio! Seguid así, con esta piedad tan hermosa.

Saludo a los miembros del Movimiento misionero laical “Todos custodios de humanidad”, al Coro polifónico “San Antonio Abad” de Cordenons y a las asociaciones de fieles de Nápoles y de Casagiove.

Saludo también a los chicos de “Casa Giardino” de Casalmaggiore, al grupo de jóvenes amigos de la Comunidad del Emmanuel, a los dirigentes y a los profesores de la Escuela católica “Jean XXIII” de Toulon, a los estudiantes del Instituto “St. Croix” de Neuilly.

Deseo a todos un feliz domingo. también a vosotros, muchachos de la Inmaculada. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

Fuente: vatican.va