4/18/24

Una idea actualizada del pecado original

Llucià Pou Sabaté

¿El "pecado original" es un mito?

¿Esto implica que la humanidad en su conjunto está afectada por las consecuencias de esa primera transgresión? ¿O bien que esa primera desobediencia es un mito que intenta explicar las inclinaciones desordenadas?

Ladaria, que fue jefe de la congregación vaticana sobre la doctrina, da una interpretación novedosa en su libro de Teología del pecado original y de la gracia. Una apertura a la modernidad.

¿El "pecado original" es un mito? Es una doctrina teológica que se origina en la tradición judeocristiana, sobre todo en la teología cristiana. Se refiere a la desobediencia inicial de Adán y Eva en el relato del Génesis, cuando comieron del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. La idea es que la humanidad hereda una tendencia al pecado y a la separación de Dios debido a ser descendientes de Adán y Eva. Esta desobediencia rompió la relación armoniosa entre la humanidad y Dios, introduciendo el sufrimiento, la mortalidad y la inclinación al pecado en el mundo.

En una interpretación más contemporánea, el pecado original puede entenderse como una metáfora que simboliza la condición humana: la tendencia inherente hacia el egoísmo, la injusticia y el alejamiento de lo divino. Esta tendencia de algún modo lo advierten incluso los “maestros de la sospecha”.

SigmundFreud muestra en sus teorías sobre el inconsciente y la psicodinámica una visión secular de los impulsos humanos y los deseos, algunos de ellos pueden ser considerados socialmente inaceptables o "pecaminosos" según las normas culturales y morales. También hay en el inconsciente de la mente deseos y conflictos reprimidos, formas no conscientemente reconocidas, comportamientos "pecaminosos" desde una perspectiva religiosa o moral.

Nietzsche en lugar de ver la naturaleza humana como inherentemente pecaminosa debido a la desobediencia original, argumentó que la moralidad tradicional, incluida la noción de pecado, era una construcción social que reprimía los impulsos vitales y creativos del individuo; abogaba por una afirmación y liberación de ellos, lo que él llamaba la voluntad de poder (para desarrollar la creatividad, autoafirmación e individualidad). Su teoría se basa en la afirmación de la vida y el reconocimiento de la voluntad de poder como un impulso fundamental.

¿Esto implica que la humanidad en su conjunto está afectada por las consecuencias de esa primera transgresión? ¿O bien que esa primera desobediencia es un mito que intenta explicar las inclinaciones desordenadas?

Sin duda, Adán no es un personaje histórico sino una explicación mítica de la primitiva humanidad, donde se revela una verdad religiosa, podemos pensar hoy que es una doctrina que indica que vendrá una redención a través de Jesucristo. La muerte y resurrección de Jesús proporcionan una solución al problema del pecado original, restaurando la relación entre la humanidad y Dios y ofreciendo la posibilidad de salvación y reconciliación. El sacrificio de Jesús responde muy bien a la tradición antigua, tanto judía como de otros pueblos con tradiciones atávicas, pero hay ideas como el sacrificio vicario, el chivo expiatorio (muerte de un inocente para salvar a todos) que aunque siguen en el inconsciente colectivo, no forman parte quizá de nuestra cultura actual.

En la tradición cristiana, los pelagianos desde el siglo V rechazaron la idea del pecado original y por lo tanto la necesidad del sacrificio expiatorio de Jesús para restaurar el orden: los seres humanos nacen sin pecado y tienen la capacidad innata de vivir una vida moralmente recta mediante el ejercicio de su libre albedrío. San Agustín los combatió, defendiendo la necesidad de la gracia divina para la salvación. Mostraron así similitudes con algunas corrientes gnósticas, que enfatizan la iluminación personal como el camino hacia Dios o la divinidad. Sin duda, va contra el Evangelio que la gracia divina sea innecesaria, pero tampoco es necesario pensar en una corrupción de la naturaleza humana, sino que podemos encontrar un camino intermedio, donde la persona es capaz de Dios, pero necesita la gracia para esa elevación.

"Sin duda, va contra el Evangelio que la gracia divina sea innecesaria, pero tampoco es necesario pensar en una corrupción de la naturaleza humana"

Polémicas en torno al pecado original: ¿historia o alegoría?

La Iglesia bautiza a los cristianos y desde antiguo se señala que así «la regeneración limpie en ellos lo que por la generación contrajeron», aludiendo al pecado original. La tradición ha repetido siempre que es «transmitido a todos por propagación, y no por imitación». Pero Ladaria, que fue jefe de la congregación vaticana sobre la doctrina, da una interpretación novedosa.

La satisfacción vicaria es una teoría que sugiere que la expiación o el perdón de los pecados pueden ser obtenidos a través del sufrimiento o sacrificio de otra persona en lugar del individuo que cometió el pecado. Esta idea está relacionada con conceptos como el sacrificio expiatorio y el chivo expiatorio. Ha sido parte de diversas tradiciones religiosas y culturales. Por ejemplo, en la tradición judía, el sacrificio de animales en el Templo de Jerusalén era visto como una forma de expiar los pecados del pueblo. Además, el concepto del chivo expiatorio, en el cual una persona o animal cargaba simbólicamente con los pecados del grupo y luego era expulsada, era una práctica en algunas culturas antiguas. En el caso de Abraham, se sustituyen los sacrificios humanos del primogénito por un cordero.

En el contexto cristiano, la idea de la satisfacción vicaria está estrechamente relacionada con la doctrina de la expiación, que enseña que Jesucristo sufrió y murió en la cruz para expiar los pecados de la humanidad. Según esta doctrina, Jesús asumió el castigo que la humanidad merecía por sus pecados, proporcionando así una forma de reconciliación con Dios. La voluntad del Padre es ofrecer a su hijo para salvación de todos.

Sin embargo, en el contexto actual, la comprensión y aceptación de la satisfacción vicaria, así como de los sacrificios expiatorios y los rituales relacionados, no es comprensible para muchas personas debido a un contexto mental distinto (una mayor secularización, un enfoque en la responsabilidad personal y la ética individual, y una idea distinta de pecado y expiación...).

Por eso, sin quitar el sentido de expiación de la culpa del género humano, históricamente realizado en Jesús en el contexto histórico de entonces, podemos decir que hemos de encontrar una explicación para mostrar esa tradición en un enfoque adecuado a nuestro contexto. San Pablo nos da una pista cuando habla de la solidaridad del género humano: en Adán todos pecamos (estamos unidos en la acción de la humanidad) y en Cristo todos hemos resucitado (acogemos la unidad de esa nueva creación que es la dimensión salvífica universal). Hay por tanto una unidad del género humano, una participación de todos en la humanidad en su naturaleza que actúa como un todo orgánico.

¿Esto significa que hay una reversibilidad? El misterio de la redención nos indica que requiere la acción divina para revertir esa condición de incompletitud inicial. Pero la solidaridad del género humano puede entenderse en términos de la conexión y responsabilidad compartida entre los individuos de la humanidad. Esta solidaridad implica reconocer que las acciones de un individuo pueden tener impacto en otros y que todos comparten una responsabilidad colectiva hacia el bienestar y el bien común. Esa comunión se ha estudiado en teología, pero es posible que la analicemos en términos de consciencia como hizo Jung al hablar de “inconsciente colectivo”, una cierta wifi en la que todos podemos estar conectados de algún modo, y de una evolución de la humanidad. Además, en términos de una línea del tiempo reversible, podríamos considerar que las acciones individuales y colectivas a lo largo del tiempo pueden influir en la solidaridad del género humano. Por ejemplo, los actos de amor, justicia y compasión pueden fortalecer esta solidaridad, mientras que los actos de injusticia, odio y violencia pueden debilitarla.

El sentido de pecado, redención y responsabilidad colectiva nos habla así de una situación “original” incompleta, y podemos ver en la persona un desequilibrio original: el propio moralista Immanuel Kant mantiene que el hombre se ve aquejado -en términos paulinos lo dice- por un “mal radical” que le lleva a hacer “el mal que no quiere”, en lugar de “el bien que (supuestamente) quiere”. El propio Heidegger, en la hermenéutica existencial de Sein un Zeit, tiene que poner “la caída” como un hito insalvable.

El pecado original, una explicación

Recientemente, Ken Wilber en su filosofía transpersonal ha tocado el tema del sentido histórico del pecado original o de la primera humanidad, recogiendo la literatura reciente. Hay un aspecto mítico, que es hablar de un estado pre-caída donde había inocencia en aquel hombre primitivo, que sin duda no tenía altas capacidades intelectuales ni dones “preternaturales” que se refieren a algo profético de un estadio evolutivo posterior.

Por tanto, es una imagen de la evolución-iluminación de la consciencia, algo no histórico sino con un sentido profético, de lo que vendrá cuando haya tenido lugar esa evolución. Es decir que esa primera “caída”, en esas primeras fases de la evolución histórica, al mismo tiempo que refleja el misterio del mal, avisa de que un día habrá un resurgir de esa culpa o lacra. No cayeron los miembros de esa primitiva humanidad de un estado por así decir más elevado, sino que la flecha del tiempo muestra que en Adán todos pecamos (como dice san Pablo) en el sentido de que estábamos ahí de algún modo, y todos estamos llamados a volver al Edén (al estado del paraíso) pero por una salvación que viene de arriba, que nos da una evolución de la consciencia. Es una flecha del tiempo transversal que atraviesa las épocas, que va de delante-atrás y de atrás-delante.

Esto no es desconocido en el mundo bíblico, pues la teología recoge cómo Adán (el tatarabuelo) está hecho hasta físicamente a imagen de Jesús (tataranieto), que es el modelo de Adán, que llegaría físicamente después pero que está presente en el modelo que Adán tiene y que se ha hecho según ese modelo. En este sentido, la tradición de la Iglesia es rica en la analogía y en los cantos compara la madre Eva-Ave que es el saludo a María, quien con su planta inmaculada aplasta la cabeza del dragón infernal, que es siempre una forma de ignorancia. Ella es también la que por su maternidad nos trae la salvación allí profetizada.

Pierre Teilhard de Chardin, sacerdote, paleontólogo y filósofo francés, creía que la evolución era un proceso dirigido hacia una meta espiritual, que él llamó "punto Omega". Según su visión, el proceso evolutivo no sólo estaba impulsado por fuerzas naturales, sino también por una fuerza espiritual o divina que guiaba el desarrollo de la vida hacia una mayor complejidad y conciencia. Argumentaba que la ciencia y la religión eran complementarias y que podían ofrecer perspectivas diferentes pero compatibles sobre la realidad. Creía que la evolución era un proceso que revelaba el plan divino para la creación.

La cosmovisión integral de Teilhard integraba la ciencia, la filosofía y la religión en una visión unificada del mundo y del cosmos. Creía en la interconexión de todas las cosas y la evolución de la conciencia hacia una mayor unidad y armonía.

Esta idea probablemente no iría en contra de lo que piensan científicos conocidos por sus contribuciones al campo de la biología evolutiva y la antropología, incluso ateos como Richard Dawkins, en su obra "El gen egoísta" y "El espejismo de Dios", donde argumenta a favor de una explicación científica de la evolución y critica las creencias religiosas desde una perspectiva secular.

Stephen Jay Gould, paleontólogo y biólogo evolutivo, es conocido por su teoría del equilibrio puntuado y su enfoque en la contingencia y la complejidad en la evolución, argumentó en contra del creacionismo y abogó por la separación entre la ciencia y la religión en su libro "Roca de Jazmín y otros ensayos".

Jared Diamond, biólogo evolutivo y geógrafo conocido por su trabajo en la teoría de la evolución cultural y la geografía histórica, en sus libros "Armas, gérmenes y acero" y "Colapso", explora cómo factores geográficos y ambientales han influido en la evolución humana y la historia de las civilizaciones. No se ha pronunciado sobre el mito de Adán y Eva.

Si vemos la narración de Adán y Eva como mítica (así lo señala Juan Pablo II) el contexto del pecado original es una verdad también perteneciente a ese ámbito simbólico o metafórico, expresión de verdades espirituales más profundas sobre el origen y el propósito de la humanidad, en lugar de un relato histórico o científico literal. El enfoque integrador y perspectiva evolucionista de Chardin podrían ayudarnos a esa comprensión, la interpretación del mito en relación con la evolución humana y la fe religiosa.

Wilber, en esta línea, da una síntesis interesante: habla de una primera caída científica: en aquella era arcaica, se despertó en los hombres una consciencia reflexiva y aislada, que dio un sentido de culpabilidad, vulnerabilidad, conciencia de su propia mortalidad y finitud. No se llega ahí desde un estado superior previo, transpersonal, sino desde un estado pre-personal, de los dominios de la tierra, desde la naturaleza del instinto, donde domina también la emoción y la ausencia de conciencia de uno mismo.

El despertar consciente a un mundo que era ya mortal y finito es por tanto ese primer cambio: una aprehensión original de ese pecado primero. No había antes toma de consciencia, no había una idea de eternidad, sino una ingenuidad de no conocer la finitud, el samsara que los mantenía atados a su separatibilidad.

El árbol del conocimiento, que de algún modo da la autoconsciencia, abrió los ojos a una aprehensión primera de la alienación, de ese primer estado original. Es un regreso consciente. Es la salida del paraíso. Es también una salida del Padre.

Y –según esa interpretación del mito, de ese lenguaje mítico- están las personas humanas llamadas a ser almas despiertas e iluminadas, y alcanzar la totalidad, Atman. Por tanto no es un descenso sino un ascenso e ingreso en la autoconsciencia, y al sufrimiento y la culpa.

Pero sea como fuere la oscura interpretación de un evento explicado en forma de mito, una cosa es lo que ocurrió y otra por qué ocurrió, y para qué ocurrió. Está claro que el período egoico que comienza tiene un sentido dentro de la evolución. Es la entrada del mal en la historia.

Recuerdo la película “El Señor de las moscas” (del libro homónimo premio Nobel), donde un grupo de jóvenes náufragos viven un proceso de degeneración en una isla, frente a otros que se mantienen honestos, que creen en los valores; la conciencia resentida de los pervertidos, que forman una secta aparte cada vez más mayoritaria, va a la caza de los restantes (que son como una bofetada para su conciencia resentida). Pasada la frontera del crimen, nada importa ya... Así vemos que en la historia la ignorancia del mal se va expandiendo en las épocas.

Decía Susanna Tamaro que cuando la inteligencia humana no es humilde y niega la trascendencia, el hombre no es más que un mono que va por el mundo con las manos manchadas de sangre. Es una clara referencia a que, cuando el hombre se cree dios y desobedece al Creador –que es lo que indica la caída de Adán-, pierde el sentido de quién es su hermano y lo mata –Caín mató a Abel-, ya en la primera generación, es decir poco tiempo falta para que el abismo del mal llame a otro abismo.

Todo ello depende del nivel de consciencia de las personas, o al menos de las que tienen liderazgo y consiguen una cierta “masa crítica” para guiar a los demás.

La verdad moral queda viciada por esa tendencia al mal, que a lo largo de la historia va marcando una involución y evolución, por tanto no hay un crecimiento o progreso lineal según vemos.

Los movimientos esotéricos van propagándose hoy para dar explicaciones variadas, crísticas, aunque no se refieran al Cristo histórico. Ofrecen diversas explicaciones y perspectivas en visiones alternativas de la espiritualidad, la religión y la búsqueda de significado, que pueden resonar con ciertas personas en la sociedad contemporánea. Pueden así reinterpretar símbolos, enseñanzas o conceptos cristianos en un contexto más amplio de espiritualidad universal o metafísica: el amor, la compasión o la redención, y reinterpretarlos en términos de energía cósmica, conciencia colectiva o evolución espiritual. Estas reinterpretaciones pueden resonar con personas que buscan una espiritualidad que vaya más allá de las estructuras religiosas tradicionales o que integre diferentes tradiciones espirituales en su búsqueda de significado y conexión con lo divino. Influenciados algunos de ellos por la filosofía oriental, la nueva era, la psicología transpersonal u otras tradiciones espirituales y filosóficas, pueden dar luz a una explicación tradicional.

Estos movimientos reflejan la búsqueda humana continua de significado, conexión y trascendencia en la era contemporánea. Son formas gnósticas que de algún modo forman parte de ese inconsciente colectivo, del humus descrito. No todas están abiertas a la gracia, y pueden ser formas de construir unas nuevas torres de babel para alzar al ser humano hacia una iluminación, una divinización, por nuestros medios. Para ello, se usan los resortes de la espiritualidad, de la mística.

La luz es siempre una interacción humano-divina, que no se hace sino a través de pasar por las sombras. En cierto modo todo es sombra pero hay niveles, una jerarquía: en el movimiento ascendente, encontramos los niveles físico, biológico, la mente inferior (verbal-pertenencia), el superior (conceptual-egoico), el alma inferior (psíquico, Nirmanakaya), el alma superior (nivel sutil, sambhogakaya), el espíritu (límite de lo humano, dharmakaya) y Espíritu (sustrato, Svabhavikakaya). Expliquemos mejor estos conceptos:

La evolución espiritual del ser humano pasa a través de diferentes niveles o estados de conciencia. Y en ellos, la experiencia de la luz es una interacción entre lo humano y lo divino, lo terrenal y lo trascendental. Pasar por las sombras implica que la iluminación espiritual o la experiencia de la luz divina ocurre a través de atravesar o enfrentar las sombras, es decir, los desafíos, las pruebas o las oscuridades de la vida.

Hay una jerarquía de niveles o estados de conciencia en el proceso de ascenso espiritual:

-Niveles físico y biológico: Representan los aspectos materiales y corporales de la existencia.

-Mente inferior: Se refiere a la mente que está enfocada en lo verbal y en la identificación con roles y pertenencias sociales.

-Mente superior: Indica una etapa conceptual y más allá del ego, donde la conciencia trasciende las identificaciones y conceptos limitados.

-Alma inferior: Se relaciona con el aspecto psíquico del ser humano, posiblemente mencionando la manifestación del alma en un nivel más mundano o terrenal.

-Alma superior: Sugiere una dimensión más sutil y elevada del alma, relacionada con experiencias de gozo espiritual y conexión trascendental.

-Espíritu: Se refiere al límite de lo humano, una etapa en la que la conciencia se fusiona con lo divino, representada por el Dharmakaya en la tradición budista.

-Espíritu (Sustrato): Es la esencia última de la existencia, el Svabhavikakaya, que trasciende la dualidad y es la fuente de toda manifestación.

La evolución espiritual es así como un proceso de ascenso a través de diferentes niveles de conciencia, desde lo más básico y material hasta la realización última de la unidad con lo divino.

Todo depende de que esta doctrina de la nodualidad (advaita) nos lleve al Espíritu olvidándose de sí, y de qué hablamos cuando nos referimos al Espíritu. Mientras tanto, hay alienación y sufrimiento.

Podemos hablar de ello como un movimiento ascendente (el que hemos descrito más arriba) y descendente: en cuanto a ese descendimiento, hay un perderse, una involución. Es un sustrato inconsciente, Ursprung. Un alejamiento ilusorio, unos juegos del Espíritu que juega con nosotros, agonía en un gran juego del escondite.

Wilber indica que con la evolución, vemos un despliegue hacia arriba. El ego procede de allí. Hay como un campo del olvido: el descendimiento del absoluto (lo llama "Ilíada") está en relación con la evolución hacia el absoluto ("Odisea"). Son los grandes mitos, presentes en la cultura humana, y lo ve como expresión de un caminodescendente y ascendente, en los que hay una dialéctica entre eros (afirmación), que es la tesis; como antítesis de thanatos (negación) y que da paso a una síntesis: resurrección (iluminación), que es algo así como que por el destino vamos quemando karma para la evolución. Así, indica: “el big-bang es simplemente el límite explosivo de la involución, el punto en el cual la materia se precipita a la existencia desde su dimensión precedente, el Espíritu”.

Dice también Wilber que se ha entendido mal el evolucionismo de Darwin, que puede explicar qué pasó pero no el cómo ni el por qué. Y si la involución es amnesis, la evolución es anamnesis en una integración en lo superior (reminiscencia lo llama Platón, zikrsufi, smara hindú, recolección de Buda). Anamnesis es igual a holismo, re-cordar es volver a unir en lo superior, remembrar (me recuerda como los huesos se vuelven a unir, en la imagen de Ezequiel 37 en el campo de los muertos); es unificar lo disperso. Es la unidad (es el recapitular todo en Cristo del que habla Colosenses 1 y Efesios 1, el Atman telosque de Aristóteles a Hegel y Aurbingo que han señalado).

Siguiendo con esa explicación, el self asciende, el cuerpo impulsivo y mágico, corporal y emocional y pránico. Trasciende y sube a otro nivel, intuye la Fuente y origen de todos los niveles. Intuición de Atman, del Espíritu, la Divinidad le lleva a aspirar a la Eternidad e Inmortalidad Absoluta. Y aspira al infinito pero el Eterno Sacrificio es necesario para la liberación. Elige mientras lo inferior, no lo acepta. Hasta que no hay seducción y se deja actuar a thanatos y se sube al nivel superior. Dejar de preocuparse por el dinero etc., en una iluminación última. El self recuerda una totalidad de orden superior, y cuando se han muerto todas las muertes el resultado es Dios. El alma se asienta en la fuente y esencia, alfa y omega de ese viaje en el tiempo.

Pecado original y caída teológica

El filósofo Schelling dice que “la historia es una epopeya en la mente de Dios”, y compuesta de esa involución y evolución, Ilíada y Odisea. Es una fuerza centrífuga / centrípeta del self-atman en hindi. El pecado original puede entenderse como la separación del self del atman, una fuerza centrífuga/centrípeta en la mente divina. El pecado es la misma estructura del self separado, y su origen se relaciona con la involución del ser humano.

La religión del tiempo / de la eternidad son los caminos. El pecado es la misma estructura del self separado. El pecado original es la involución y en el Edén hay una toma de conciencia de esa separatividad. Hegel dice: “trascender es, al mismo tiempo, negar y conservar”. Es reconectarcon la fuente, la trascendencia final es el abrazo final. Iluminación última, y regreso al Espíritu, pecado de origen, tiempo sin eternidad, espíritu sin infinitud, muerte sin sacrificio, culpa sin redención. Separación de la divinidad. Carcajada de Dios.

No es un Edén supraconsciente entonces sino que señala algo que vendrá. Es lo que hemos recordado de Teilhard de Chardin cuando habla del punto omega. Hegel habla de la autorrealización del Espíritu a lo largo de 3 fases: naturaleza, caída de la Idea (letargo del espíritu), Dios en su otredad. Describe la autorrealización del Espíritu a través de estas tres fases: naturaleza, caída de la Idea y Dios en su otredad; proceso evolutivo hacia la supraconciencia y la transformación a un nivel superior de conciencia. Es la tesis (eros negando lo otro), antítesis (negación, thanatos) y síntesis (nuevo eros, y de ahí un nuevo thanatos) hacia una transformación a un nivel superior, un proceso evolutivo hacia conocer al superior absoluto de sí mismo (supraconsciencia). Esa forma idealista hegeliana olvida el papel de la gracia que hemos recordado, es como una fotocopia en negativo de la verdad pascual cristiana (nacer-morir-resucitar) que evolucionará por ejemplo en el materialismo dialéctico marxista, absolutizando lo material y negando lo espiritual.

Nicolás Berdyaev habla del reino de lo inconsciente. Su idea sobre el reino de lo inconsciente abarca estados pre-personales, personales, transpersonales y la fusión con el Self trascendente. Esto sugiere un viaje espiritual que culmina en la unidad cósmica. Se trata de: a) un estado pre-personal y subconsciente – de inocencia; b) un estado personal y autoconsciente – de juicio y libertad: atman, separatabilidad de no saberse uno con los demás, sentirse individuo; c) un estado transpersonal y supraconsciente – estado de plenitud; d) unidad cósmica hasta fundirse con el Self trascendente (atman). Y acaba Wilber diciendo: Procedemos del edén y debemos regresar a los cielos.

A modo de conclusión: queda mucho por dilucidar

Todo lo dicho comentando a Wilber es pura especulación, pero esplicación congruente que explica ese mito de un modo actual. Luis F. Ladaria, en su libro de Teología del pecado original y de la gracia hace una apertua a la modernidad, y puede relacionarse a lo dicho anteriormente por Wilber: no está en desacuerdo con que hubiera un estado supraconsciente en aquel estado primitivo, y que la persona se abriera a la amistad con Dios.

Por tanto, no habría un estado primitivo histórico de esa relación íntima con Dios, sino que es una promesa de que en la evolución humana existirá ese estado místico, evolucionado. En todo caso, seguirá diciendo Ladaria, la relación entre el dogma del pecado original y la cuestión del monogenismo/poligenismo no está aún definitivamente esclarecida, como lo confirma el hecho de que el Catecismo de la Iglesia Católica no trata directamente de este problema. La vocación que invita a una criatura a la vida intratrinitaria es lo esencial del estado original.

Se le critica al cardenal Ladaria también su afirmación de que «no debemos afirmar que la generación sea formalmente la causa de la transmisión del pecado» original (p. 116). Explica que «“el pecado de Adán” es el “pecado inaugural” de la serie que después seguirá, pero sin que pueda hablarse de causalidad de este primer pecado respecto de los otros» (p. 126). Así, «es, simplemente, el primero y, como tal, de algún modo el desencadenante de una historia de pecado, a la que todos los hombres hemos contribuido después y seguimos contribuyendo» (p. 128). Se le critica que la afirmación de que el hombre contrae el pecado original por inmersión en un mundo de pecado es incorrecta, cuando afirma que «desde esta concepción se relativiza, como también la Escritura a su manera hace, el problema de la transmisión del pecado original por la generación física» (p. 116).

El mal está en el mundo, es un hecho, y «por ello hay que afirmar que desde que un hombre entra en el mundo se encuentra realmente inserto en la masa de pecado de la humanidad, en una situación de pecado, de ruptura de la relación con Dios» (p. 117). Es una interpretación teológica del relato mítico (por tanto, como hemos dicho, no habla aquí de un relato histórico). La crítica que se le hace, en mi opinión, no tiene en cuenta que el sustrato literario es mítico, y por tanto la interpretación no puede ser histórica sino alegórica.

Pero si bien indica san Pablo que la desobedienciade «uno solo» nos ha constituido «a todos» pecadores, y la gracia y la obediencia de «uno solo», Jesucristo, nos gana la salvación de Dios (Rm 5,12-19), ya he comentado más arriba que esa interconexión entre todos nos invita a profundizar en una tradición platónico-agustiniana, para salir de una interpretación pobre de otras vías como la aristotélica, donde parece que esa interacción es solamente por la generación biológica de padres a hijos.

Sin duda, veo muy interesantes dichas aportaciones que hemos descrito brevemente sobre la verisimilitud de una primera caída en el contexto de un relato mítico, y la elevación en el sentido profético que decimos aquí. Apreciar la verdad en diferentes perspectivas y buscar una visión unificada que integre diversas interpretaciones. Hemos intentado una profundización reflexiva sobre el pecado original y la evolución espiritual desde una perspectiva teológica y filosófica contemporánea, que ofrezca una apertura a nuevas interpretaciones y una invitación a seguir reflexionando sobre estos temas importantes en el contexto moderno.

Ladaria –como Cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe que ha sido, está fuera de toda sospecha de heterodoxia- insiste: «La imagen de paraíso nos remite al fin de la historia» (p. 53); «todo ello (el conjunto de elementos plenificadores del hombre) se ha proyectado en los orígenes» (p. 50), pues la idea de una elevación realmente acaecida en los albores de la historia choca, sin duda, con una visión progresiva y «homogénea» de la historia, derivada de un planteamiento evolucionista.

Choca porque se ha interpretado como algo histórico, cuando en realidad es un relato mítico: «Este esquema (en el que se afirma que el hombre poseyó actualmente, antes del pecado, ciertas perfecciones sobrenaturales) se encuadra difícilmente en una visión evolucionista del mundo». El Prof. Ladaria, aun rechazando las líneas extremas de la interpretación evolucionista, parece coincidir con la visión de fondo moderna de Wilber, de Chardin y otros: la de un ascenso continuo de la humanidad que culmine en dos picos sucesivos, Cristo y el eschatón, y -como consecuencia-la repugnancia de la idea de un estado inicial -simbolizado por el paraíso- que fuera superior a estadios cronológicamente posteriores.

Ladaria va en contra de la visión de Adán y Eva que hablaban con Dios con dones preternaturales, etc., una manera de concebir la historia salutis muy difundida en épocas anteriores. La perfección en el estado original, una verdadera plenitud, no existió históricamente, y por tanto no hemos de volver a una perfección original, sino que Ladaria da una visión escatológica a esta concepción de los orígenes. Se trata de algo como inicio, profético de lo que será llevado a perfección.

He señalado antes que en la flecha del tiempo, vemos aquí una visión profética de lo que está llamado el hombre en la evolución-iluminación hacia Dios, un estado supra-consciente. Es decir, algo que está llamado el hombre en el futuro y se da como presente.

Sirvan estas líneas como una apertura a la modernidad, sin perder la genuina visión cristiana que es la esencia de la deificación por la gracia de Cristo, que es una interpretación unificante. No se trata de rechazar a quien piensa distinto, sino de apreciar si hay algo de verdad en ese pensamiento, pues lo genuino cristiano no es la oposición de “o lo tuyo o lo mío” con una lucha de verdades, sino transformar la partícula opositiva “o” en la unitiva “y”: “lo tuyo y lo mío”. Como bien reza el adagio, “lo que asciende converge”, y así cuanto más alto pensamos, más apreciamos la parte de verdad en el modo de pensar de otros, y más en temas en los que queda mucho por dilucidar.

Fuente: religiondigital.org