1/25/10

El cruzado de la caridad

Entrevista con el cardenal Paul Josef Cordes


Cuando Paul Josef Cordes era niño en su nativa Alemania, descubrió que una monja había estado rezando por su vocación, y no le agradó. Ahora, cardenal y responsable del consejo vaticano que supervisa las organizaciones de caridad de la Iglesia, dice que debe mucho de lo que hoy es a las oraciones de aquella religiosa.
Cordes nació en Kirchhundem, archidiócesis de Paderborn (Alemania) en 1934. Sus padres poseían un cine, un restaurante y un hotel.
De pequeño, recordaba, una religiosa rezaba intensa y constantemente para que Dios le hiciera sacerdote. Nunca habló a Cordes de esto, ni nunca le preguntó si le gustaría serlo. Cuando oyó hablar de esto por primera vez, no le gustó mucho, y se lo dijo a ella que sonrió y se rió.
Desde aquel momento, hicieron un “trato”, contaba el cardenal, añadiendo que, cada vez que ha tenido que hacer algo difícil, le ha escrito para que rece. El cardenal está convencido que fueron las oraciones de esta religiosa las que fomentaron su vocación.
El cardenal Cordes, de 75 años, ha sido presidente del Pontificio Consejo Cor Unum desde 1995, cuando dejó el Pontificio Consejo Justicia y Paz. Acaba de publicar dos libros: “Where Are the Helpers: Caritas and Spirituality?” (Notre Dame University Press), y “Why Priests? Various Answers Guided by the Teachings of Benedict XVI” (Scepter Press).
En esta entrevista con ZENIT, el cardenal Cordes reflexiona sobre la tarea a la que se ha dedicado durante los últimos 15 años: la Caridad.
-¿Cuál es la misión de Cor Unum?
Cardenal Cordes: El Pontificio Consejo Cor Unum es el dicasterio de la Santa Sede encargado de la realización concreta de las intenciones caritativas del Santo Padre. En su primera encíclica – Deus Caritas Est – Benedicto XVI describe Cor Unum como “el organismo de la Santa Sede responsable para la orientación y coordinación entre las organizaciones y las actividades caritativas promovidas por la Iglesia Católica (No. 32).
Establecido en 1971 por el Papa Pablo VI, Cor Unum – o “un corazón” – recuerda la unidad de corazón y mente de los primeros cristianos e identifica su misión unificadora en términos de caridad. Una parte importante de esta labor se hace a través de la “catequesis” en la caridad que implica el espíritu de la actividad caritativa de la Iglesia.
Debemos mostrar el amor que tenemos a los demás y comunicarlo a otros. Debemos ser seres humanos, no técnicos o únicamente administrativos. El encuentro personal es la clave, que es la causa de que dependa tanto del corazón y del testimonio personal. Necesitamos desarrollar un espíritu de celosa convicción para no desarrollar una mentalidad funcional.
Aunque Cor Unum asiste a las agencias para fomentar su convicción de fe, los esfuerzos de ayuda más técnicos y prácticos son gestionados por las instituciones nacionales e internacionales. Un ejemplo de esto último es Caritas Internationalis, una plataforma para diversas instituciones caritativas de todo el mundo. Cor Unum tiene la competencia específica de “guiar y acompañar” a Caritas Internationalis, tanto a nivel internacional como regional (Carta Pontificia Durante la Última Cena, septiembre de 2004).
Cor Unum también administra dos fundaciones: La Fundación Populorum Progressio, que está dirigida a los más abandonados y necesitados de protección entre los indígenas y campesinos de Latinoamérica, y La Fundación Pontificia Juan Pablo II para el Sahel, destinada a combatir la desertificación en la parte meridional del Sáhara. Además, el consejo tiene una limitada financiación para ayudas de emergencia, que, en nombre del Papa, van directamente a los necesitados.
-¿Cuál debe ser, según su opinión, la prioridad de las agencias de ayuda y desarrollo católicas?
Cardenal Cordes: La prioridad de cualquier organización católica, incluyendo las agencias de ayuda y desarrollo, es llevar el rostro de Cristo y su Evangelio al pobre y al necesitado. Este es el deseo de todo cristiano que intente dar lo mejor de sí: el amor de Dios presente en Jesucristo. La noción de que una organización católica puede funcionar o trabajar sin la dimensión de evangelización mina el fundamento y el propósito esencial de la entidad. Implicarse en el mundo no significa la incorporación de los valores y creencias del mundo a la Iglesia sino, más bien, la infusión del Evangelio en el mundo para su salvación.
Tenemos la Cruz Roja y otras grandes entidades filantrópicas, y todas están muy bien. Pero si analizamos lo que es específicamente cristiano, nos percatamos que va más allá de la miseria humana. Con frecuencia, la ayuda material no es suficiente, si las personas se encuentran en dificultades a las que no se puede ayudar con pan para comer, o con un techo sobre sus cabezas, o con medicinas. ¿Qué se ofrece a una persona que se está muriendo? ¿O a una mujer que ha perdido a sus hijos en un terremoto? Podemos dar consuelo, hablar de Dios que nos ha preparado la vida eterna. Este mensaje es esencial, y nosotros, los fieles, deberíamos salvaguardarlo.
Esta convicción no debería identificarse con el proselitismo. Como dice Benedicto XVI en su encíclica: “La caridad no ha de ser un medio en función de lo hoy se considera proselitismo. El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos. Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por decirlo así, dejar de lado a Dios y a Cristo. Siempre está en juego todo el hombre. Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios. Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia” (Deus Caritas Est, No. 31c).
-En sus viajes a las diversas conferencias episcopales del mundo entero para dar a conocer la enseñanza de la primera encíclica de Benedicto XVI – Deus Caritas Est – usted advertía contra la tendencia de las agencias de ayuda y desarrollo católicas hacia el secularismo. ¿Cuáles son sus preocupaciones principales y específicas en esta área?
El cardenal Cordes: Como en mi reciente visita a la Conferencia Episcopal Australiana (23 a 29 de noviembre), he sido invitado a algunas asambleas plenarias, incluyendo Estados Unidos, India, Filipinas, Inglaterra y Gales, Rusia, Polonia, Austria y España. Una de las primeras cosas que hago es afirmar el gran bien que hacen tantas de nuestras organizaciones caritativas católicas, que llevan el testimonio de la presencia de Cristo en el mundo. Quienes lo llevan a cabo suelen algunas de las personas más dedicadas y llenas de fe de entre los creyentes. Son irreemplazables en términos de misión y mensaje de la Iglesia.
Sin embargo, a lo largo de los años que he pasado en Cor Unum, las mismas organizaciones han compartido con nosotros sus luchas para servir a los necesitados y mantener su fe e identidad católicas. El secularismo es una de las muchas ideologías que buscan influir en la forma en que la se lleva a cabo la caridad católica. El tema de la financiación, especialmente de fuentes exteriores al mundo de fe, de gobiernos y de donantes privados, plantea en ocasiones restricciones a la dimensión religiosa de nuestra actividad caritativa, y obliga al abandono de elementos cristianos como requisito previo para las donaciones.
Otra influencia laicista proviene de la promoción de la cultura de la muerte, que presiona a los grupos de trasfondo creyente a apartarse de las enseñanzas morales respecto a la vida humana. Una tercera es la noción de la sociedad laica de que el compromiso es al mayor valor, en interés de la armonía. Esto puede parecer algo muy atractivo, especialmente cuando se trata de las dificultades que puedan surgir de la moral y la enseñanza social de la Iglesia, pero otorga una unidad meramente superficial. Es importante que tengamos presente que, frecuentemente, como creyentes, debemos implicarnos en el mundo para traerle a Cristo a través de la misión de la Iglesia, no para hacer a la Iglesia y a Cristo a imagen del mundo.
-¿Cómo trata estas preocupaciones Deus Caritas Est y cómo ayuda a consolidar la identidad católica de estas organizaciones?
Cardenal Cordes: El Santo Padre busca reorientarnos a todos nosotros hacia la realidad de la Caridad de Cristo, recordándonos el significado y la naturaleza verdaderos de lo que Dios ha revelado de sí mismo: una unidad amorosa de Tres Personas. Benedicto XVI nos pide que contemplemos esta Trinidad y nos conformemos a nosotros mismos de acuerdo a las amorosas Personas que contemplamos. Al intentar reflexionar sobre esta realidad de amor, debe considerarse la verdadera caridad y la dignidad plena de todas las mujeres y hombres a imagen de Dios. Manteniendo estos amores tan verdaderos ante nuestros ojos, que se nos muestran tan intensamente en la Cruz de Cristo, la identidad de las organizaciones y de su misión quedan bastante claras.
-¿Qué es lo que hace Cor Unum para asegurar que estas organizaciones no se convierten en ideológicas o viran para adoptar valores laicistas en sus prácticas?
Cardenal Cordes: Hay al menos tres elementos importantes:
Primero, junto a la proclamación de la Palabra y a la celebración de la liturgia, el obispo es el primer responsable de la misión de caridad en su diócesis. En el curso de las visitas ad limina de los obispos a Cor Unum y de mis visitas a las diversas conferencias episcopales del mundo, he intentado recordar a los pastores esta responsabilidad.
Deus Caritas Est confirma esto de forma categórica: “Es propio de la estructura episcopal de la Iglesia que los obispos, como sucesores de los Apóstoles, tengan en las Iglesias particulares la primera responsabilidad de cumplir, también hoy, el programa expuesto en los Hechos de los Apóstoles (# 32). Puesto los obispos llevan el peso de la caridad no pueden simplemente delegar o abdicar esta responsabilidad final en otros. Esto no quiere decir, en modo alguno, que deban hacer todo ellos mismos, algo que sería imposible. Pero esto quiere decir que aquellos que asisten en esta necesaria labor lo hacen en conexión y bajo la supervisión y guía del pastor con el que el Señor ha proveído a la diócesis.
Como segunda área, Cor Unum tiene, como uno de sus principales deberes, la proclamación de la “Catequesis de Caridad”. La encíclica del Santo Padre hace esto más fácil e incluso más vivo, y además, algo mucho más importante, proporciona una oportunidad para la reflexión, tanto para el dicasterio como para todas las organizaciones de caridad católicas.
Cuando pienso en los cientos de personas con las que me he encontrado, llenas de fe y motivados por su amor a Cristo, que lleva a cabo incontables labores de caridad dentro de la Iglesia cada día, un creciente número de los cuales como voluntarios, encuentro verdaderamente difícil que alguien quiera seguir la senda incorrecta.
Les animamos a poner en práctica las exigencias ordinarias de la vida cristiana y animamos a sus obispos a darle inspiración y guía apropiada. Intentamos apoyar una mayor apertura por parte de los empleados a tiempo completo de las organizaciones de caridad hacia los cada vez más numerosos voluntarios que se encuentran en cada parroquia y en tantos nuevos movimientos. También intentamos que los órganos directivos de las organizaciones conozcan las directivas propuestas en la nueva encíclica. En nuestras dos últimas Asambleas Plenarias, reflexionamos con nuestros miembros y consultores sobre la necesidad de establecer directrices que ayuden a la formación de los trabajadores de las agencias de caridad, tanto asalariados como voluntarios.
Una tercera y reciente iniciativa del Pontificio Consejo son los “Ejercicios Espirituales” para los directores de Caritas y de otras organizaciones de caridad católicas, organizados en los diversos continentes. En junio de 2008, estos tuvieron lugar en Guadalajara, México, para América (Norte y Sur), y asistieron cerca de 500 personas, incluyendo a 40 obispos. El pasado septiembre, un encuentro similar tuvo lugar en Taipéi, Taiwán, para el gran continente de Asia. Más de 450 personas acogieron con satisfacción nuestra invitación, de los que cinco eran cardenales y 60 obispos.
La muy positiva respuesta que hemos recibido de ambos eventos muestra la sed de espiritualidad en el campo de la caridad. Los participantes apreciaron especialmente que la caridad cristiana no se pueda separar de su raíz, la Palabra, y que se nutra siempre de la oración. La Palabra de Dios y la oración: esto nutre alimenta las raíces de la fe en la actividad caritativa. La importancia de esta iniciativa se puede apreciar de las conmovedoras palabras de un arzobispo de una gran diócesis en Vietnam: “Tras los ejercicios espirituales, estoy más convencido que nunca de que la labor de caridad significa esto: revelar a los demás el amor de Dios; conformarme más a Jesús a través de la íntima relación con el Padre; e irradiar esta intimidad a mi gente sin distinción. Intentaré compartir la experiencia de Taipéi con el Pueblo de Dios de mi archidiócesis”.
En la Asamblea Plenaria del episcopado australiano, expresé nuestro deseo de ofrecer ejercicios espirituales para los directores de las organizaciones de caridad de la Iglesia en Australia, Nueva Zelanda y Oceanía. Los obispos apoyaron la idea, y ahora están buscando las fechas más adecuadas.
-¿Cuánto depende de las conferencias episcopales regionales el asegurar que las agencias católicas llevan a cabo la labor que quiere la Iglesia?
Cardenal Cordes: Hace algún tiempo – el 9 de septiembre del 2002, para ser exactos – el antiguo Secretario de Estado, el cardenal Angelo Sodano, envió una carta a todas las conferencias episcopales del mundo sobre este preciso tema. Aclaraba que la responsabilidad última de todas las actividades caritativas de su diócesis, incluso aunque confíe en otros para que le ayuden, pertenece al obispo: “De hecho”, observaba el cardenal, “el dar testimonio de caridad en el nombre de Cristo se menciona explícitamente en la liturgia de la ordenación episcopal con la pregunta: ¿Estás dispuesto a acoger siempre y misericordiosamente, en el nombre del Señor, al pobre y todo el que tenga necesidad de consuelo y ayuda?”.
La encíclica Deus Caritas Est de Benedicto XVI confirma esta responsabilidad de forma incluso más categórica.
-¿Cómo ve usted el futuro de la labor católica asistencial y para el desarrollo?
Cardenal Cordes: No podemos cometer la equivocación de creer que podemos erradicar la pobreza por nosotros mismos, puesto el mismo Señor nos aseguró que los pobres siempre estarán con nosotros. El paraíso en la tierra es una ilusión. Como establece Benedicto XVI en Deus Caritas Est: “Nunca habrá situaciones en las que no haga falta la caridad de cada cristiano individualmente, porque el hombre, más allá de la justicia, tiene y tendrá siempre necesidad de amor” (No. 29).
Hemos llegado a un mayor aprecio del futuro de la labor asistencial y al desarrollo católica al reflexionar en la vida de la primera Iglesia: “Él (Jesús) pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal, porque Dios estaba con él” (Cf. Hechos 10:38). La misión misma de la Iglesia es “hacer el bien” y proclamar la Buena Nueva a los pobres como hizo Cristo.
La credibilidad de nuestro testimonio evangélico a través de la caridad se encontrará en hacer todo lo que podamos para proporcionar una experiencia de la bondad de Dios, permitiéndole así que cure las heridas de la humanidad.
-Usted dio también una conferencia en la Universidad Católica Australiana sobre la última encíclica del Santo Padre, Caritas in Veritate. ¿Cuál fue su idea principal?
Cardenal Cordes: He intentado comprender la encíclica dentro de la historia de la doctrina social de la Iglesia. Desde los tiempos de la Revolución Industrial, la lucha de la Iglesia por la dignidad humana se centró en metas sociales y políticas. Tuvo como objetivo una eficacia mundanal interna. En el reciente Sínodo Especial para África en el Vaticano (octubre de 2009), las intervenciones de muchos obispos se centraron en esto. La labor de Caritas o la encíclica Deus Caritas Est apenas se mencionaron. De hecho, el documento preparatorio – los Lineamenta – mencionaba la palabra clave “justicia” no menos de 160 veces (la palabra “amor” sólo parecía tres veces). Es cierto, estos detalles se inspiraban en las diversas necesidades de África.
El mismo tema del sínodo – “Justicia, Paz, Reconciliación” – animaba tales contenidos. Fue deplorable, sin embargo, que la labor caritativa de las Iglesias locales y el compromiso de los voluntarios en las comunidades, de las que nosotros en Cor Unum oímos tantas cosas buenas durante las visitas ad limina de los obispos africanos, no tuvieran resonancia.
Más inquietante incluso es el hecho de que casi exclusivamente el compromiso en nombre de la humanidad sea cambiar las estructuras sociales. De esta forma, la comprensión de Caritas y de sus metas estará dominad por una perspectiva meramente política. Obviamente, el ejemplo de ciertas organizaciones de caridad de la Iglesia, que acompañan algunos eventos de la ONU y encuentros mundiales con protestas políticas, animando a una “cultura de protesta”, se ha convertido en una escuela. Es bastante lógico que luego la descripción de las metas para la labor de Caritas África, que se presentaron al sínodo de los obispos en un folleto, culmine en el cambio social (“Defensa del Pobre”).
En su nuevo documento, Caritas in Veritate, Benedicto XVI es claramente consciente de esta tendencia secularizante. Asume la perspectiva de fe, y plantea las directivas sociales de la Iglesia a la luz la Caritas, del amor. El Papa enseña: “La caridad está en el corazón de la doctrina social de la Iglesia” (No. 2). El amor se entiende aquí “recibido y dado” por Dios (No. 5). Es el amor del Padre como Dios Creador, del Hijo como Redentor, e impulsado a través del Espíritu Santo que adorna la vida comunitaria de los hombres y las mujeres en base a ciertos principios.
Para el desarrollo humano, la encíclica afirma el “lugar central de la caridad” (No. 19). La sabiduría – dice la carta – que es capaz de dirigir a los hombres “debe sazonarse con la sal de la caridad” (No. 30). Estas frases simples y evidentes que encontramos tienen importantes implicaciones: separada de la experiencia cristiana, la doctrina social se convertiría en una ideología como cualquier otra, que el Papa Juan Pablo II rechazaba. O incluso se podría convertir en un manifiesto sin alma. En realidad, la instrucción social “encarna” al fiel en la sociedad. Convierte en un deber para el cristiano encarnar su fe. Como establece el documento: “La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo” (No. 6).
Tales rasgos de la doctrina social la anclan firmemente a la Revelación. En esto vemos una continuidad directa con el mensaje de Deus Caritas Est y su orientación de fe para toda diakonia de la Iglesia.
-Usted ha escrito dos libros que pronto se publicarán en inglés. ¿De qué tratan?
Cardenal Cordes: Where are the Helpers: Caritas and Spirituality? (Notre Dame University Press) se ocupa en profundidad de Deus Caritas Est de Benedicto XVI, la primera encíclica de su papado. Puesto que representa la carta magna de nuestra labor – que orienta e inspira la labor caritativa de la Iglesia católica – en este volumen, presento mis propios estudios y otras reflexiones que dilucidan el significado de la asistencia cristiana, que comentan las pautas teológicas, espirituales y canónicas de Deus Caritas Est y que ilustran las formas concretas de ayudar a los necesitados y, al hacerlo, experimentar la bondad de Dios. Este trabajo muestra la necesidad de una “formación del corazón” para quienes se implican en la actividad caritativa. ,
“Why Priests? Various Answers Guided by the Teachings of Benedict XVI (Scepter Press) es el segundo libro. Está escrito en el contexto del Año Sacerdotal, querido por Benedicto XVI. Intenta abordar algunas cuestiones muy relevantes a las que se enfrenta la Iglesia de hoy. Cuando – como escuchamos muchas veces – hay tan pocos sacerdotes, ¿pueden y deben asumir los lacios alguna parte del ministerio sacerdotal? ¿Cuándo todos los hombres y mujeres tienen igual dignidad a los ojos de Dios, no es también el momento de organizar las parroquias democráticamente? ¿Tras la eficaz división de la labor del cuidado de almas o de las estructuras organizativas de las parroquias, por qué necesita la Iglesia a los sacerdotes?
Busco una respuesta a través del diálogo con el teólogo Benedicto XVI, cuyas declaraciones fundacionales sobre el ministerio de los sacerdotes se presentan al principio de cada capítulo. De esta forma, las “diversas respuestas” que se ofrecen sobre el sacerdocio católico, son útiles para el sacerdote y su parroquia, el seminarista y su ambiente, así como para todos los interesados en el ministerio sacerdotal, y el proceso de toma de decisiones en la Iglesia.