4/21/10

“Que el amor, la reconciliación y el perdón se abran paso”

El cardenal Jaime Ortega analiza la situación de Cuba



En una entrevista concedida a la revista Palabra Nueva, de la archidiócesis de La Habana, Cuba, el cardenal arzobispo de La Habana Jaime Ortega ofrece no sólo el criterio oportuno en relación con el momento que vive el país, sino que reitera, una vez más, el llamamiento de la Iglesia al diálogo y la reconciliación entre todos los cubanos.
Recientemente se celebró una reunión en la que estuvieron presentes los pastores y líderes de prácticamente todas las confesiones religiosas presentes en Cuba junto al presidente Raúl Castro, la señora Caridad Diego, jefa de la Oficina de Asuntos Religiosos, otros altos funcionarios cubanos, así como el religioso dominico brasileño frei Betto. ¿A qué se debe la ausencia de la Iglesia católica en este encuentro?
El cardenal Jaime Ortega responde a esta pregunta indicando que habían recibido invitación pero “declinamos asistir por tratarse de una conmemoración de dos eventos no relacionados directamente con la Iglesia Católica”.
En esa reunión se habló de una alianza estratégica, con el Estado cubano y con vistas al bien del pueblo, por parte de los distintos grupos allí reunidos.
Sobre esta propuesta, el cardenal Ortega afirma que “nunca he aceptado esos términos para considerar la acción propia de la Iglesia dentro de la sociedad y sus relaciones con los poderes del Estado, porque tienen resonancias militares o políticas en nada conformes para desarrollar las relaciones de la Iglesia con el Estado, pues la posibilidad de actuar en la sociedad, de servir a los hombres y mujeres que viven en nuestro país, no depende de un pacto social expreso o tácito de la Iglesia con el Estado”.
“La acción de la Iglesia dentro de la sociedad –añade- pertenece al orden de los derechos y el derecho a la libertad religiosa está reconocido claramente en la Constitución vigente en Cuba. Dentro de ese propio marco constitucional, según su misma identidad y su modo propio de proceder, la Iglesia Católica despliega su misión en Cuba en pro del bien común. En la búsqueda del bien común puede la Iglesia coincidir con instituciones oficiales o privadas, con organismos internacionales de ayuda, etc., que colaboran al bien general de la nación cubana; pero ni vertical ni horizontalmente la acción de la Iglesia se funda en alianza alguna, sino que brota del derecho que tiene el cuerpo eclesial de hacer presente el amor de Jesucristo en el mundo de hoy según su propia misión”.
¿Cómo puede ayudar la Iglesia en la búsqueda del bien común para toda la sociedad? A este respecto, el cardenal Ortega subraya que el país “se encuentra en una situación muy difícil, seguramente la más difícil que hemos vivido en este siglo XXI” .
Muchos hablan del socialismo y sus limitaciones –afirma--, algunos proponen un socialismo reformado, otros se refieren a cambios concretos que hay que hacer, a dejar atrás el viejo estado burocrático de tipo estalinista, otros hablan de la indolencia de los trabajadores, de la poca productividad, etc. Pero hay un denominador común fundamental en casi todos los opinantes: que se hagan en Cuba los cambios necesarios con prontitud para remediar esta situación. Yo creo que esta opinión alcanza una especie de consenso nacional y su aplazamiento produce impaciencia y malestar en el pueblo”.
¿Cree verdaderamente que el conflicto con Estados Unidos marca de modo determinante la vida de los cubanos? “Creo que un diálogo Cuba-Estados Unidos sería el primer paso necesario para romper el círculo crítico en que nos encontramos”, responde el cardenal.
Recuerda que, al comienzo de su gestión el presidente Raúl Castro propuso a los Estados Unidos este diálogo sin condiciones. En su campaña política presidencial, Barack Obama también indicó que cambiaría el estilo al uso y buscaría ante todo hablar directamente con Cuba.
“Sin embargo –se lamenta--, después de llegar al poder, el nuevo presidente norteamericano ha repetido el viejo esquema de gobiernos anteriores: si Cuba hace cambios con respecto a derechos humanos, entonces los Estados Unidos levantarían el bloqueo y se abrirían espacios para un diálogo ulterior”.
“Si bien se dieron pasos importantes que modificaron algunas medidas contraproducentes impuestas por el anterior gobierno –añade--, con el tiempo se alteró la propuesta preelectoral. De nuevo la antigua política prevaleció: comenzar por el final. Estoy convencido que lo primero debe ser encontrarse, hablar y en el avance del diálogo se darían pasos que puedan mejorar las situaciones difíciles o superar los puntos más críticos. Este es el modo civilizado de enfrentar cualquier conflicto”.
En las últimas semanas, esta situación de enfrentamiento se ha agudizado, sobre todo a partir de la muerte del preso Orlando Zapata Tamayo debido a una huelga de hambre. Al menos otro ciudadano cubano se ha sumado a este tipo de protesta. Todo esto enrarece aún más el ambiente. ¿Es posible un diálogo en estas condiciones?
“El hecho trágico de la muerte de un prisionero por huelga de hambre ha dado lugar a una guerra verbal de los medios de comunicación de Estados Unidos, de España y otros. Esta fuerte campaña mediática contribuye a exacerbar aún más la crisis. Se trata de una forma de violencia mediática, a la cual el gobierno cubano responde según su modo propio”, subraya el cardenal.
“En medio de esto ¿qué puede hacer la Iglesia por el bien común? Ciertamente su misión le impide sumarse simplemente a una de las dos partes enfrentadas, con propósitos políticos de desestabilización de un lado, y con el consecuente atrincheramiento defensivo de otro. Lo que nos corresponde como Iglesia es invitar a todos a la cordura y a la sensatez para que se pacifiquen los ánimos”, añade.
“Este llamado lo hicimos los obispos de Cuba en nuestra nota que lamentaba la trágica muerte de Orlando Zapata”. “Esta disposición conciliadora, aunque parezca mostrarse infructuosa, es la misma que repetimos en el caso de Guillermo Fariñas, el otro ciudadano cubano que se ha sumado a este modo de protestar: pedirle que abandone la huelga de hambre”.
Sobre la violencia contra las manifestaciones de las Damas de Blanco, el cardenal responde: “No es el momento de atizar las pasiones. Por eso resultan penosos los actos de repudio hacia las madres y esposas de varios presos, a las cuales se unen ahora otro grupo de mujeres, conocidas todas como las Damas de Blanco”.
Respecto a los presos por causas políticas, el cardenal subraya que “la Iglesia ha hecho históricamente todo lo posible porque sean puestos en libertad, no sólo los enfermos, sino también otros”.
“Con la participación de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos en la década de los 80 salieron de la cárcel un buen grupo de presos, que junto con sus familiares más cercanos partieron para los Estados Unidos. Considerados todos juntos, prisioneros y familiares, fueron más de mil los que en varios vuelos costeados por los obispos norteamericanos salieron de Cuba. Sólo los que tenían grandes delitos de sangre no recibieron visas para los Estados Unidos u otros países. A petición del Papa Juan Pablo II en su visita a Cuba, también un buen número de presos fue puesto en libertad y emigraron cuantos recibieron visas de diversos países, con la misma reserva hacia los delitos graves por los países receptores”, añade.
“Esto es lo que siempre hace la Iglesia con los presos y toda persona afectada en relación con ellos, como son sus familiares. Lo mismo ha hecho con respecto a los cinco cubanos presos en Estados Unidos a solicitud de sus familiares, haciendo gestiones, hasta ahora infructuosas, para que al menos dos de las esposas que hace ya casi diez años que no ven a sus esposos puedan visitarlos. Con respecto a todo aquel que se encuentra en situaciones deplorables, sin analizar las causas ni las razones de su condena, la misión de la Iglesia es siempre la de la comprensión y la misericordia, actuando discreta pero eficazmente para que la situación de esas personas afectadas sea superada para bien de ellas y de los suyos, aunque no siempre se logren los resultados esperados”, señala.
En suma, concluye, “en este tiempo difícil, la Iglesia en Cuba pide la oración y la acción de todos los creyentes para que el amor, la reconciliación y el perdón se abran paso entre todos los cubanos de aquí y de otras latitudes”.