El año que pasó inspira algunas líneas maestras del 2012
Nieves San Martín
“En este final del año, Europa se encuentra en una crisis económica y financiera que, en última instancia, se funda sobre la crisis ética que amenaza al Viejo Continente”, afirmaba Benedicto XVI en su discurso de felicitación a la curia vaticana, en el que hacía un somero balance del año transcurrido.
Es sin duda, un año más, la contracorriente adversa en la que se debe nadar, una crisis de la que hay unos pocos, poquísimos, causantes y miles de millones de víctimas. En esta situación, la Iglesia, a través de sus pastores y líderes ha llamado a la solidaridad con los más golpeados.
En este sentido son importantes los mensajes de Caritas Internacional, de los obispos europeos y, en el caso de España, el llamamiento de Caritas a los electores y a los nuevos gobernantes sobre la necesidad de nuevos parámetros para un sistema económico más justo y solidario, aportando ideas y soluciones concretas.
Sin embargo, en ese importante discurso, Benedicto no se detuvo en la crisis y otros males, porque para él está claro que todo tiene una raíz: el abandono de los valores cristianos. Por ello, el remedio que propone es muy sencillo: una reevangelización en aquellos países tradicionalmente cristianos que en gran parte han dejado de serlo. “En efecto, el gran tema de este año, como también de los siguientes, es cómo anunciar el Evangelio. ¿De qué manera la fe, en cuanto fuerza viva y vital, puede llegar a ser hoy realidad? Todos los acontecimientos eclesiales del año que está por concluir han estado relacionados en definitiva con este tema”, resume Benedicto XVI.
Recuerda sus viajes a Croacia, a España, para la Jornada Mundial de la Juventud, a su patria, Alemania, y a África, Benín, para la entrega del documento postsinodal sobre justicia, paz y reconciliación. Un documento, señalaba el papa, “del que ha de nacer una realidad concreta en las diversas Iglesias particulares”.
Diagnosticar y afrontar un mal oculto
Uno de los retos que desde hace varios años afronta la Iglesia es el descubrimiento de centenares de casos de abusos a menores por parte de miembros del clero o religiosos. Son casos que, en general, se remontan a muchos lustros atrás. Cabe preguntarse por qué afloran ahora. Pero no hay duda de que hay que admirar el coraje con el que Benedicto XVI personalmente ha lanzado un mensaje muy claro al mundo: tolerancia cero.
La Iglesia no sólo ha salido al paso pagando indemnizaciones millonarias sino que ha puesto las bases para que tales atentados contra la infancia no se repitan. Las comisiones creadas en los distintos países no sólo han proporcionado asistencia a las víctimas, sino que han propuesto itinerarios de formación para los futuros sacerdotes y religiosos. Y también hay que destacar el coraje del papa al mirar cara a cara a los afectados: se ha entrevistado en privado con las víctimas en varios países de los que ha visitado.
Benedicto XVI, de modo extraordinario, este año ha estado dos veces en España. Fue el tercer país que visitó, tras ser elegido en 2005, luego de Alemania y Polonia, para asistir al Encuentro Mundial de las Familias en Valencia. Y tanto le debió gustar la experiencia que este año ha regresado dos veces. La última, la Jornada Mundial de la Juventud, tras las experiencias vividas en Colonia y Sydney, le ha servido para hacer balance de esta iniciativa impulsada por el beato Juan Pablo II y el siervo de Dios cardenal Eduardo Pironio. Su reflexión sobre las constantes que marcan cada vez más a estos encuentros de las nuevas generaciones, le ha servido para marcar cinco líneas que podrían orientar a los nuevos evangelizadores.
Se podría decir que a Benedicto algo le han cambiado los jóvenes. Un papa que, a diferencia de su predecesor, no es en principio un papa "mediático", se sintió feliz en las “movidas” juveniles madrileñas. Benedicto quedó tan tocado con la inédita respuesta de los jóvenes a la tormenta de Cuatro Vientos, que ante aquella multitud calada por la lluvia e inmóvil adorando al Santísimo, improvisó unas palabras de gratitud y se dijo: algo nuevo está naciendo en la Iglesia. Un nuevo modo de ser cristiano: alegre, comunicativo, fresco, vital, sin complejos, y que no se arredra ante los elementos adversos.
El fenómeno, como ya sucediera en Estados Unidos o en el Reino Unido, causó un giro copernicano en algunos medios españoles laicistas que no pudieron dejar de dar cuenta, si querían seguir siendo creíbles, del hecho asombroso en estos días de "botellón" y "litronas" en la calle, de una juventud que se reúne, intercambia, disfruta, ora en la calle, canta y baila, transpira alegría y “buen rollo”, sin otro incidente que los ataques e insultos de algunos “indignados” en la Puerta del Sol, que achacaban a la visita papal su desalojo del kilómetro cero de la capital.
Líneas de la Nueva Evangelización
Por ello, en ese discurso programático a la curia, el papa ha trazado unas líneas maestras de la Nueva Evangelización a partir de lo que enseñan las JMJ, que han pasado ya sus bodas de plata.
“La magnífica experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, ha sido también una medicina contra el cansancio de creer. Ha sido una nueva evangelización vivida. Cada vez con más claridad se perfila en las Jornadas Mundiales de la Juventud un modo nuevo, rejuvenecido, de ser cristiano, que quisiera intentar caracterizar en cinco puntos”, dijo en ese discurso programático Benedicto XVI.
Son, en resumen, “una nueva experiencia de la catolicidad” de la que “nace después un modo nuevo de vivir el ser hombres, el ser cristianos”. “Un tercer elemento, que de manera cada vez más natural y central forma parte de las Jornadas Mundiales de la Juventud, y de la espiritualidad que proviene de ellas, es la adoración”. “Otro elemento importante de las Jornadas Mundiales de la Juventud es la presencia del Sacramento de la Penitencia que, de modo cada vez más natural, forma parte del conjunto”, explicó. “Finalmente, como última característica que no hay que descuidar en la espiritualidad de las Jornadas Mundiales de la Juventud, quisiera mencionar la alegría”, concluyó Benedicto XVI.
El año que comienza
En línea también de prospectiva, el papa señalaba que “la institución del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización nos remite anticipadamente al Sínodo que sobre el mismo tema tendrá lugar en el próximo año. También tiene que ver con ello el Año de la Fe, en recuerdo del comienzo del Concilio, hace cincuenta años”. Son dos citas importantes del año que comienza.
En Alemania, el país de origen de la Reforma, el papa recordó que, en su viaje, “la cuestión ecuménica, con todas sus dificultades y esperanzas, ha tenido naturalmente una importancia particular. Indisolublemente unida a esto, hay siempre en el centro de las discusiones una pregunta: ¿Qué es una reforma de la Iglesia? ¿Cómo sucede? ¿Cuáles son sus caminos y sus objetivos?”.
¿Reforma de la Iglesia?
Benedicto XVI parece estar proponiendo una reforma de la Iglesia: “No sólo los fieles creyentes, sino también otros ajenos, observan con preocupación cómo los que van regularmente a la iglesia son cada vez más ancianos y su número disminuye continuamente; cómo hay un estancamiento de las vocaciones al sacerdocio; cómo crecen el escepticismo y la incredulidad. ¿Qué debemos hacer entonces?”. Se pregunta el papa. Y responde que todo es cuestión de fe. Es decir, la reforma empieza con una renovación de la fe.
“El núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de fe. Si no encontramos una respuesta para ella, si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces”, afirma.
Lo que África enseña a la vieja Europa
En este sentido, añade, “el encuentro en África con la gozosa pasión por la fe ha sido de gran aliento. Allí no se percibía ninguna señal del cansancio de la fe, tan difundido entre nosotros, ningún tedio de ser cristianos, como se percibe cada vez más en nosotros. Con tantos problemas, sufrimientos y penas como hay ciertamente en África, siempre se experimentaba sin embargo la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia. De esta alegría nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones agobiantes de sufrimiento humano, para ponerse a su disposición, sin replegarse en el propio bienestar. Encontrar esta fe dispuesta al sacrificio, y precisamente alegre en ello, es una gran medicina contra el cansancio de ser cristianos que experimentamos en Europa”.
Así que, tanto de España y los jóvenes como de los católicos africanos, Benedicto se llevó en la maleta una y la misma gran fuerza dinamizadora de la transmisión del Evangelio: la alegría de ser cristianos.
En África, Benedicto entregó un documento eclesial que habla de justicia, paz y reconciliación.
En su mensaje de la paz para este año, ha unido esas dos experiencias, sus dos mensajes, a la juventud y a los africanos, en el que marca la jornada eclesial de la paz 2012, este 1 de enero: eduquemos para formar hombres y mujeres pacíficos, amantes de la justicia y hacedores de reconciliación.