Misioneros de la fe, testigos del Evangelio
Anastasio Gil García
La iniciativa de Benedicto XVI de convocar el Año de la Fe y su Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones (DOMUND 2012) ha inspirado al Consejo Nacional de OMP el lema “Misioneros de la fe”, que tiene sabor evangélico y evoca el trabajo evangelizador de los misioneros y misioneras.
Las situaciones dramáticas de pobreza, enfermedad, confrontaciones bélicas, etc., con las que los misioneros se tienen que enfrentar en cada momento hacen que estas atenciones humanitarias y evangélicas puedan empañar la verdadera y genuina razón de su presencia en los territorios de misión: comunicar la fe, en la certeza de que esta “se fortalece dándola” (RM 2). Por eso, el mejor título que puede otorgarse a un misionero es el de ser “misionero de la fe”. Muchos sacerdotes, religiosos y religiosas, matrimonios e incluso familias enteras y laicos dejan sus países para trasladarse a otras Iglesias con vistas a testimoniar y anunciar la fe. A la vez, y sin separación posible, “el anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, de justicia para los más pobres, de posibilidad de instrucción en los pueblos más recónditos, de asistencia médica en lugares remotos, de superación de la miseria, de rehabilitación de los marginados, de apoyo al desarrollo de los pueblos, de superación de las divisiones étnicas, de respeto por la vida en cada una de sus etapas” (Benedicto XVI, Mensaje para el DOMUND, 11).
El don de la fe
El Evangelio hace continuas referencias a la fe como don que hay que pedir. A nadie se le puede imponer. Jesús mismo llama a esta fe respetando la decisión de cada uno. Se llega a la fe cuando la persona se adentra en el conocimiento y en la aceptación de la Persona de Jesús y de su mensaje. Entonces el creyente “se abre” a los nuevos planes de Dios mediante la primera conversión y la incorporación a la familia de los fieles por medio del Bautismo.
Este proceso e itinerario es largo y laborioso. Tanto, que el Evangelio relata en algún momento las dificultades inherentes al acto de fe y la necesidad de fortalecer la fe propia, a pesar de las posibles resistencias. Un padre suplica al Señor la curación de su hijo, ante la ineficacia de otras “terapias”, con estas palabras: “Si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos. Jesús replicó: «¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe». Entonces el padre del muchacho se puso a gritar: «Creo, pero ayuda mi falta de fe»” (Mc 9,22-24). Los mismos discípulos, ante sus incertidumbres para aceptar lo que veían y oían, le suplican: “«Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería” (Lc 17,5-6).
Esta es la tarea de los misioneros, que, con sus palabras y, sobre todo, con su testimonio de su vida, comunican la fe a aquellos que libremente han mostrado el deseo de conocer y seguir al Maestro. Comunicar la fe no es solo dar a conocer una persona o un mensaje, sino también y, a la vez, llamar al asentimiento. Esta llamada del misionero, que respeta la libertad de cada persona y las etapas de la conversión, tiene siempre en cuenta que “la fe nace del mensaje que se escucha” (Rom 10,17), porque “es la Palabra oída la que invita a creer” (EN 42).
Tres propuestas concretas
Así inicia Benedicto XVI su Mensaje para este DOMUND: “La celebración de la Jornada Mundial de las Misiones de este año adquiere un significado especial. La celebración del 50 aniversario del comienzo del Concilio Vaticano II, la apertura del Año de la Fe y el Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización contribuyen a reafirmar la voluntad de la Iglesia de comprometerse con más valor y celo en la misión ad gentes, para que el Evangelio llegue hasta los confines de la tierra” (n. 1). No son simples referencias históricas, sino el marco donde puede articularse una pastoral misionera, al menos durante el Octubre Misionero.
Año de la Fe: Campaña Mundial de Oración por la Evangelización
“El Año de la Fe nos interpela directamente y exige de nosotros, de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y de las Obras Pontificias el máximo compromiso y una participación activa. Es una gracia y una oportunidad que se nos ofrece para confirmar nuestro servicio, y atreverse decididamente a la proclamación del Evangelio, y ampliar en cantidad y calidad la cooperación misionera”. Así se expresaba el prefecto de la Congregación, el cardenal Filoni. Después de profundizar en las implicaciones misioneras de este “año de gracia”, pedía a los directores nacionales de las OMP su máxima colaboración para llevar a cabo en la Iglesia universal una Campaña Mundial de Oración por la Evangelización. La oración es una de las dimensiones de la cooperación misionera y, por tanto, “un elemento que hay que tomarse en serio, si queremos que nuestro servicio a la evangelización sea eficaz”. La iniciativa fue ratificada por el Papa en la audiencia que concedió al Consejo Superior de las OMP.
Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización
El Sínodo será una nueva oportunidad para clarificar y enriquecer la complementariedad entre la misión ad gentes y la Nueva Evangelización, a tenor de las palabras de Redemptoris missio: “La misión ad intra es signo creíble y estímulo para la misión ad extra, y viceversa” (RM 34). Prueba de ello son las palabras que Benedicto XVI dijo a los directores nacionales de las OMP el 11 de mayo: “La missio ad gentes constituye el paradigma de toda la acción apostólica de la Iglesia”. Ello será posible desde la convicción de que, entre las prioridades pastorales de las comunidades cristianas, la cooperación a la misión universal no puede quedar al margen de la acción eclesial, y desde la certeza de que es absolutamente necesario mantener viva la solicitud por el anuncio y por la fundación de nuevas Iglesias en los pueblos y grupos humanos donde no existen, tarea primordial de la Iglesia, a la que esta no debe renunciar.
50 aniversario de la apertura del Concilio
Al inicio de la segunda sesión del Concilio Vaticano II, Pablo VI se preguntaba: “Tú, Iglesia, ¿qué dices de ti misma?”. Evocando este interrogante, nos preguntamos: ¿cuál es hoy la tarea del misionero?; ¿dónde es más urgente desplegar la actividad misionera? La respuesta se puede encontrar en el decreto Ad gentes, en el que “la Iglesia, reconociéndose como esencialmente misionera, individualiza los contenidos esenciales del kerigma, la naturaleza de la actividad evangelizadora, la metodología, los destinatarios, las relaciones con las culturas y las demás religiones, y los sujetos de la misión” (Card. Filoni). La doctrina conciliar sigue siendo actual y novedosa. Para su aplicación, pueden ser buen instrumento las carpetas Formación de animadores misioneros, que Obras Misionales Pontificias pone a disposición de los grupos misioneros que van surgiendo en las comunidades cristianas.