Eva Carreras del Rincón
Catequesis para toda la familia
Terminaron los ritos iniciales y comienza la liturgia de la Palabra.
Nos sentamos.
¡Qué difícil es mantener una escucha activa! Y para los niños es más difícil todavía.
Empiezan a oír palabras raras que no significan nada para ellos y desconectan en el minuto cero.
Pero vamos a oír la Palabra de Dios. Nos va a hablar a todos y a cada uno de nosotros.
Dios nos habla porque quiere entablar un diálogo, ¡diálogo, no monólogo!
Dios es nuestro Padre. Un Padre que quiere darse a conocer y conocernos.
Muchos de nosotros no hemos superado la adolescencia en este punto de nuestra relación con Él. Nos sentamos y pensamos "vamos a escuchar el mismo rollo de siempre..."
Como cuando nuestros padres nos advertían, animaban, corregían...sólo cuando maduramos nos damos cuenta de cuánto amor y de cuánta preocupación había en cada una de sus palabras.
Los niños pequeños están dispuestos a escuchar si les ayudamos a hacerlo y para eso tenemos que superar nuestra propia adolescencia.
Comencemos a leer las lecturas de la misa con antelación (Ahora es muy fácil encontrarlas en internet).
¿Encontramos dificultades en entender lo que nos quiere decir? Busquemos soluciones. En las parroquias suele haber grupos para leer la Biblia y, si no, lo podemos organizar nosotros. Pidamos ayuda a nuestro párroco.
Esta semana, este domingo, cambiemos nuestra actitud. Guardemos silencio en nuestro interior para escuchar la Palabra de Dios como punto de partida para entablar una conversación con Él.
Nadie transmite lo que no tiene. Empecemos nosotros y luego se lo enseñaremos a nuestros pequeños.