9/08/15

No hay cristianismo sin persecu­ción

El Papa ayer en Santa Marta


Escribas y fariseos están fuera de sí por la cólera, porque Jesús ha hecho un milagro en sábado y discuten cómo matarlo (cfr. evangelio de hoy: Lc 6,6-11). Pues lo mismo pasa hoy con los cristianos que padecen persecuciones, quizá más que en los prime­ros tiempos. Son perseguidos, asesinados, expulsados, desvalijados solamente por ser cristianos. Queridos hermanos y hermanas, ¡no hay cristianismo sin persecu­ción! Acordaos de la última Bienaventuranza: cuando os lleven a las sinagogas, os persigan, os insulten…, ese es el destino del cristiano. Y hoy, ante este hecho que sucede en el mundo, con el silencio cómplice de tantas potencias que podían dete­nerlo, estamos ante este destino cristiano, que es ir por el camino de Jesús.
Quisiera recordar una de tantas grandes persecuciones, la del pueblo armenio. La primera nación que se convirtió al cristianismo: ¡la primera! Perseguida solo por el hecho de ser cristianos. Hoy, en los periódicos, sentimos horror por lo que hacen algunos grupos terroristas, que matan a la gente solo por ser cristianos. Pensemos en los mártires egipcios, últimamente, en las costas de Libia, que fueron asesinados mientras pronunciaban el nombre de Jesús. Y el pueblo armenio fue perseguido, expulsado de su patria, sin ayuda alguna, al desierto. Esa historia comenzó con Jesús: lo que hicieron con Jesús, durante la historia lo hicieron con su Cuerpo, que es la Iglesia (cfr. primera lectura de hoy: Col 1,24). Hoy quisiera, en este día de nues­tra primera Eucaristía, como hermanos obispos, a ti, querido hermano Patriarca y a todos vosotros obispos y fieles y sacerdotes armenios, abrazaros y recordar esa per­secución que habéis sufrido y recordar a vuestros santos, tantos santos muertos de hambre, de frío, en la tortura, en el desierto, por ser cristianos.
Que el Señor nos dé una plena inteligencia para conocer el Misterio de Dios que está en Cristo y lleva la Cruz, la Cruz de la persecución, la Cruz del odio, la Cruz de lo que viene de la cólera de los perseguidores que es suscitada por el padre del mal. Que el Señor, hoy, nos haga sentir en el Cuerpo de la Iglesia el amor por nues­tros mártires y también nuestra vocación martirial. No sabemos lo que pasará aquí. ¡No lo sabemos! Pero que el Señor nos dé la gracia, si un día llegase esa persecución aquí, del valor y el testimonio que dieron todos esos cristianos mártires y especial­mente los cristianos del pueblo armenio.