El Papa recibe a los donantes de los dos símbolos
Queridos hermanos y hermanas:
Es un placer para mí daros la bienvenida en esta ocasión y mi agradecimiento por el regalo del Nacimiento Natividad y del árbol de Navidad, puestos en la Plaza de San Pedro. Saludo cordialmente a todos vosotros empezando por las autoridades y los representantes de las instituciones que han promovido esta iniciativa. Saludo al abad de Montevergine, por el don del pesebre; al arzobispo de Warmia y al obispo de Elk en Polonia, de donde proviene el árbol, con la Dirección de los Bosques Estatales de Bialystok. Saludo también los niños tratados en los servicios de oncología de varios hospitales italianos y de las zonas afectadas por el terremoto del centro de Italia, coordinados por la Fundación “Condesa Lene Thun”, que se han ocupado de los adornos.
Cada año, el pesebre y el árbol de Navidad nos hablan con su lenguaje simbólico. Hacen que sea más visible cuanto se percibe en la experiencia del nacimiento del Hijo de Dios. Son los signos de la compasión del Padre celestial, de su participación y su cercanía a la humanidad, que siente que no ha sido abandonada en la noche de los tiempos, sino visitada y acompañados en sus dificultades. El árbol erguido, nos estimula a tender “a los dones más altos ” (cf. 1 Co 12,31), a elevarnos por encima de las nieblas que ofuscan, para experimentar cómo es hermoso y alegre sumergirse en la luz de Cristo. En la simplicidad del pesebre encontramos y contemplamos la ternura de Dios, manifestada en la del Niño Jesús.
El Nacimiento, este año, es una expresión típica del arte napolitano, y está inspirado en las obras de misericordia. Nos recuerdan que el Señor nos ha dicho: “Todo lo que queráis que os hagan los hombres, ” (Mt 7:12). El Nacimiento es el lugar evocador donde contemplamos a Jesús que, tomando sobre sí las miserias del hombre, nos invita a hacer lo mismo, a través de acciones de misericordia. El árbol, que viene este año de Polonia, es un signo de la fe de ese pueblo que, también con este gesto, ha querido expresar su lealtad a la sede de Pedro.
Queridos niños, mi agradecimiento es sobre todo para vosotros. En vuestras creaciones habéis transferido vuestros sueños y vuestros deseos de ser levantados hacia el cielo y de dar a conocer a Jesús, que se hace niño como vosotros para deciros que os ama. Gracias por vuestro testimonio, por embellecer estos signos navideños que los peregrinos y visitantes de todo el mundo podrán admirar. ¡Gracias! ¡Gracias! Esta noche, cuando se enciendan las luces del Nacimiento y del árbol de Navidad, también se iluminarán los deseos que hayáis transferido a los adornos y los podrán ver todos. ¡Gracias!
¡Que la Natividad del Señor sea una ocasión para estar más atentos a las necesidades de los pobres y de aquellos que, como Jesús, no encuentran quien los reciba!. A vosotros, aquí presentes, a vuestros seres queridos y a quienes representáis, os deseo una Feliz Navidad. Os aseguro mi oración para que el Señor acepte y cumpla vuestras esperanzas. Rezad también vosotros por mí y por mi servicio a la Iglesia.
Y ahora os bendeciré a todos, pero antes recemos todos juntos a Nuestra Señora:
[Ave, oh Maria …]