2/02/18

“Combatir la violencia cometida en nombre de la religión”

Discurso del Papa en la Sala Clementina

Queridos amigos:
Os doy la bienvenida y os agradezco vuestra presencia. Es muy significativo que los líderes políticos y religiosos se encuentran y debatan sobre cómo contrarrestar la violencia cometida en nombre de la religión.
Me gustaría recordar aquí lo que he afirmado en diversas circunstancias, particularmente con ocasión de mi viaje a Egipto: “Dios, que ama la vida, no deja de amar al hombre y por ello lo insta a contrastar el camino de la violencia como requisito previo fundamental de toda alianza en la tierra. Siempre, pero sobre todo ahora, todas las religiones están llamadas a poner en práctica este imperativo, ya que mientras sentimos la urgente necesidad de lo Absoluto, es indispensable excluir cualquier absolutización que justifique cualquier forma de violencia. La violencia, de hecho, es la negación de toda auténtica religiosidad.”(Discurso a la Conferencia Internacional por la Paz, Al -Azhar Conference Center, El Cairo, 28 de abril de 2017).
La violencia proclamada y llevada a cabo  en nombre de la religión solo puede desacreditar a la religión misma; como tal, debería ser condenada por todos y, con especial convicción, por el hombre auténticamente religioso, que sabe que Dios es solo bondad, amor, compasión, y que en Él no puede haber espacio para el odio, el rencor y la venganza. La persona religiosa sabe que una de las mayores blasfemias es invocar a Dios como garante de los pecados y crímenes propios, invocarlo para justificar el homicidio, la matanza, la esclavitud, la explotación en todas sus formas, la opresión y la persecución de personas y poblaciones enteras.
La persona religiosa sabe que Dios es el Santo y que nadie puede pretender apelarse a su nombre para hacer el mal. Todo líder religioso está llamado a desenmascarar cualquier intento de manipular a Dios para fines que no tienen nada que ver con Él y su gloria. Debemos enseñar, sin cansarnos nunca, que cada vida humana tiene en sí misma un carácter sagrado, merece respeto, consideración, compasión, solidaridad, independientemente de su origen étnico, religión, cultura, orientación ideológica o política.
Pertenecer a una determinada religión no otorga dignidad ni derechos adicionales a quienes se adhieren a ella, así como el no pertenecer no los quitan ni los disminuyen.
Por lo tanto, es necesario que los líderes políticos y religiosos, los maestros y responsables de la educación, de la formación y de la información aúnen sus esfuerzos para advertir a cualquiera que fuera tentado por formas perversas de religiosidad equivocada, de que esas no tienen nada que ver con el testimonio de una religión digna de ese nombre.
Esto ayudará a todos los que con buena voluntad buscan a Dios a encontrarlo verdaderamente, a encontrar a Aquel que libera del miedo, del odio y  de la violencia, que quiere servirse de la creatividad y de las energías de cada uno para difundir su designio de amor y de paz que se dirige a todos.
Estimados señoras y señores, una vez más expreso mi agradecimiento por vuestra voluntad de reflexionar y dialogar sobre un tema tan dramáticamente importante, y por haber dado una aportación tan significativa al crecimiento de una cultura de la  paz basada siempre en la verdad y en el amor. Dios os bendiga así como a vuestro trabajo. Gracias.