El Papa en el Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
En este primer domingo de Cuaresma, el Evangelio recuerda los temas de la tentación, la conversión y la Buena nueva, tres temas.
El evangelista Marcos escribe, “el Espíritu empujó a Jesús al desierto y permaneció en el desierto durante 40 días, tentado por Satanás” (Mc 1,12-13). Jesús va al desierto a prepararse para su misión en el mundo. Él no necesita conversión, pero, como hombre, debe pasar por esta prueba, tanto para él mismo, obedecer la voluntad del Padre, como para nosotros, para darnos la gracia de vencer la tentación.
Esta preparación consiste en luchar contra el Espíritu del mal, contra el diablo. También para nosotros, la Cuaresma es un tiempo de “agonía” espiritual, estamos llamados a enfrentar al mal a través de la oración para poder ser capaces con la ayuda de Dios vencerla en nuestra vida cotidiana. Desafortunadamente el mal obra en nuestra existencia y en nuestro entorno, donde se manifiesta la violencia, el rechazo del otro, el encierro de uno mismo, las guerras, las injusticias.
Inmediatamente después de las tentaciones en el desierto, Jesús comienza a predicar el Evangelio, es decir, la Buena Nueva,– segunda palabra-. La primera era “tentación” la segunda “Buena nueva”. Y esta Buena nueva exige del hombre conversión-tercera palabra–y fe. Él anuncia, “el tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca”; luego él dirige esta exhortación: “Convertíos y creed en el Evangelio” (v. 15). Es decir, creed esta Buena nueva Creer en esta Buena Nueva que el reino de Dios está cerca.
Nosotros también tenemos necesidad de conversión en nuestra vida diaria-¡todos los días!-,y la Iglesia nos hace orar por esto De hecho, nunca estamos suficientemente orientados hacia Dios y debemos dirigir constantemente nuestra mente y nuestro corazón hacia Él.
Para ello, debemos tener el coraje de rechazar todo lo que nos aleja del camino: los falsos valores que nos engañan y atrae nuestro egoísmo de manera solapada.
Al contrario, debemos tener confianza en el Señor, en su bondad, y en su proyecto de amor para cada uno de nosotros.
La Cuaresma es un tiempo de penitencia, sí, pero no es un tiempo ¡triste!. Es un tiempo de penitencia, pero no un tiempo triste, de duelo. Es un compromiso gozoso y serio para despojarnos de nuestro egoísmo, de nuestro hombre viejo, y para renovarnos según la gracia de nuestro bautismo.
Solo Dios nos puede dar la verdadera felicidad: es inútil perder nuestro tiempo en buscarla fuera: en las riquezas, en los placeres, en el poder, en la carrera…El Reino de Dios, es la realización de todas nuestras aspiraciones, porque es, al mismo tiempo, salvación del hombre y gloria de Dios.
En este primer domingo de Cuaresma, estamos llamados a escuchar con atención y a acoger esta llamada de Jesús a convertirnos y a creer en el Evangelio. Se nos exhorta a comenzar con compromiso el camino hacia la Pascua, para acoger cada vez más la gracia de Dios que quiere transformar el mundo en un Reino de justicia, de paz, y de fraternidad.
Que la Virgen María nos ayude a vivir esta Cuaresma en la fidelidad a la Palabra de Dios, y con oración continua, como lo hizo Jesús en el desierto.
¡No es imposible! Se trata de vivir los días con el deseo de recibir el amor que proviene de Dios y que quiere transformar nuestra vida y el mundo entero.