El Papa ayer en Santa Marta
“Considerad, hermanos míos, un gran gozo cuando os veáis rodeados de toda clase de pruebas, sabiendo que la autenticidad de vuestra fe produce paciencia”. Así escribe Santiago Apóstol en la primera lectura de hoy (Sant 1,1-11).
¿Y qué significa ser pacientes en la vida y ante las pruebas? No es tan fácil de entender. No es lo mismo la paciencia cristiana que la resignación o la actitud de derrota, pues la paciencia en la virtud de quien está en camino, no del que está quieto o encerrado. Y cuando se está en camino suceden muchas cosas que no siempre son buenas. A mí me dice mucho de la paciencia como virtud en camino, la actitud de los padres cuando tienen un hijo enfermo o discapacitado, porque nace así. “¡Gracias a Dios que está vivo!”: ¡esos sí que son pacientes! Y llevan toda la vida a ese hijo con amor, hasta el final. ¡Y no es fácil llevar durante años y años a un hijo discapacitado, a un hijo enfermo! Pero la alegría de tener ese hijo les da la fuerza para seguir adelante. Y eso es paciencia, no resignación: o sea, es la virtud que viene cuando uno está en camino.
¿Además, qué puede enseñarnos la etimología de la palabra paciencia? Su significado lleva consigo el sentido de responsabilidad, porque el paciente no deja el sufrimiento: lo lleva a cuestas, y lo hace con gozo, con alegría, “para que la paciencia lleve consigo una obra perfecta, y que seáis perfectos e íntegros, sin ninguna deficiencia”, dice el apóstol. La paciencia significa “llevar a cuestas” y no dejar a otro que cargue con el problema, o lleve la dificultad: la llevo yo, porque es mi dificultad, es mi problema. ¿Me hace sufrir? ¡Pues claro! Pero lo llevo. Cargar a cuestas. Y también la paciencia es la sabiduría de saber dialogar con la limitación. Hay tantas limitaciones en la vida, pero el impaciente no las quiere, las ignora porque no sabe dialogar con las limitaciones. Hay cierta fantasía de omnipotencia o de pereza… ¡Pero no sabe!
Y la paciencia de la que habla Santiago no es solo un consejo para los cristianos. Si miramos la historia de la Salvación, podemos ver la paciencia de Dios, nuestro Padre, que guio y sacó adelante a su pueblo testarudo cada vez que hacía un ídolo e iba de una parte a otra. Y paciencia es también la que el Padre tiene con cada uno de nosotros, acompañándonos y esperando nuestros tiempos. Dios que también envió a su Hijo para que entrase en paciencia, tomase su misión y se ofreciese con decisión a la Pasión. Y aquí pienso en nuestros hermanos perseguidos en el Oriente Medio, expulsados por ser cristianos… Y ellos están orgullosos de ser cristianos: han entrado en paciencia, como el Señor entró en paciencia.
Con estas ideas, tal vez, podemos hay rezar, rezar por nuestro pueblo: “Señor, da a tu pueblo paciencia para cargar con sus pruebas”. Y también rezar por nosotros. Tantas veces somos impacientes: cuando algo no va, gritamos… “Pero, párate un poco, piensa en la paciencia de Dios Padre, entra en paciencia como Jesús”. Es una bonita virtud la paciencia, pidámosla al Señor.