Antonio Rivero, L.C.
JUEVES SANTO - Ciclo B
Textos: Ex 12, 1-8. 11-14; 1 Co
11, 23-26; Jn 13, 1-15
Idea
principal: Tanto
los gestos y acciones, como las palabras y silencios de Jesús son
cuasi “sacramentos” de Cristo que realizan lo que significan y
demuestran la seriedad y sublimidad del momento.
Síntesis
del mensaje: Con
la Misa de hoy damos por concluida la Cuaresma e iniciamos el Triduo
Pascual, que abarcará los tres días siguientes: Viernes, Sábado y
Domingo. Tradicionalmente en la mañana de este Jueves, se celebraba
la misa de reconciliación de los que durante la Cuaresma habían
hecho el camino de los “penitentes”. La misa de hoy recuerda la
institución de la Eucaristía, el mandamiento del amor fraterno y la
institución del ministerio sacerdotal.
Puntos de la idea principal:
En
primer lugar,
los gestos. Primer gesto: Jesús se levanta de la misa, se quita el
manto, toma la toalla, se la ciñe, pone agua en la jofaina y lava
los pies de los discípulos. Todas estas acciones son señal visible
de un significado invisible, portador de la gracia divina aquí y
ahora para nosotros. Con ese primer gesto, Jesús estaba entregando a
su Iglesia el mandamiento de la caridad fraterna y del servicio
eclesial; todos somos hermanos y con la misma dignidad. Segundo gesto
del Jueves Santo: el pan y el vino que Él consagra, convirtiéndolos
en su Cuerpo glorioso y en su Sangre bendita para nuestra
transformación en Él y alimento y consuelo para el camino. Tercer
gesto: impone las manos a los doce discípulos, haciéndoles sus
sacerdotes, continuadores de sus misterios de salvación. Y éstos, a
su vez, deberán seguir esa cadena, prolongando el sacerdocio de
Cristo por todos los rincones de la tierra, a quienes Dios llamó a
tan sublime vocación.
En
segundo lugar,
las palabras que realizan lo que significan, pues son eficaces.
Primera palabra: “Amaos los unos a los otros, como Yo os amé”,
imperativo que podemos vivir con la gracia de Cristo. Segunda
palabra: “Tomad y comed…tomad y bebed”, imperativo que
transformó en realidad lo que había sigo una figura en la Pascua
judía; Cristo será el Cordero de Dios y en cada Eucaristía hacemos
presentes la nueva cena pascual inaugurada por Cristo en ese Jueves
Santo, pues cada vez que se celebre este rito se recordará la muerte
del Señor hasta el día de su venida. Tercera palabra: “Haced esto
en conmemoración mía”; palabra esta que la Iglesia siempre meditó
y en la que fundamentó el sacramento del Orden Sacerdotal, por el
que un hombre de carne y hueso es configurado con Cristo Cabeza y
Pastor, a quien con su ministerio sacerdotal hacen visible a Cristo
en la comunidad, a quien sirve con caridad pastoral.
Finalmente,
los silencios. ¡Cuántos silencios en esa noche santa del Jueves
Santo! Silencio del alma y de su voluntad para no gritar al Padre
ante la Pasión que se avecinaba y que su Padre quiso para
redimirnos. Silencio de los sentimientos que en esos momentos estaban
convulsionados ante la traición de Judas, la resistencia de Pedro,
el abandono del resto de los apóstoles, la prisión y la
agonía…sentimientos que tenía que controlar, sublimar. Silencio
de sus pasiones irascibles, sometidas todas a la fuerza y bálsamo
del amor. Silencio de los ojos para ver a todos con los ojos
misericordiosos del Padre, sin odio, sin reproches; sólo derramarían
lágrimas y manifestaban un velo de tristeza. Silencio de la boca,
para sólo pronunciar esas palabras sacramentales, y guardar sus
palabras de queja, para crucificarlas en la cruz el Viernes Santo.
Silencio de los pies para no ir en busca de consuelos humanos, sino
postrarse en el suelo en oración al Padre.
Para
reflexionar: ¿Agradezco
todos los días el don de la Eucaristía, del Sacerdocio y del
Mandamiento de la caridad? ¿Vivo la Eucaristía cada día con más
fervor y me compromete a ser yo Eucaristía para mis hermanos
mediante el sacrificio de mi vida? ¿Trato a todos los hombres y
mujeres como hermanos en Cristo y los trato como trataría a Cristo?
¿Rezo todos los días por los sacerdotes y les agradezco el servicio
insustituible que realizan en bien de mi alma?
Para
rezar: Señor,
gracias por el don de la Eucaristía, que te comamos y te asimilemos
con alma limpia. Gracias, por el mandamiento de la caridad fraterna
que cura nuestros egoísmos y ambiciones. Gracias, por darnos
sacerdotes según tu corazón; guárdalos en la fidelidad a ti y a la
Iglesia.