El Papa en Santa Marta
Ambas lecturas son una profecía de la Pasión del Señor. José vendido como esclavo por 20 siclos de plata, entregados a los gentiles. Y la parábola de Jesús, que claramente habla simbólicamente del asesinato del Hijo. Esta historia de “un hombre que poseía un pedazo de tierra, plantó un viñedo allí – el cuidado con el que lo había hecho -, lo rodeó con un seto, cavó un agujero y construyó una torre – lo había hecho bien – luego lo alquiló a los agricultores y se fue lejos”.
Este es el pueblo de Dios. El Señor eligió a esa gente, hay una elección de esa gente. Son el pueblo de la elección. También hay una promesa: “Continúa. Tu eres mi pueblo”, una promesa hecha a Abraham. Y también hay una alianza con el pueblo en Sinaí. El pueblo debe custodiar en la memoria la elección, que es un pueblo elegido, la promesa de mirar hacia adelante con esperanza y la alianza para vivir cada día la fidelidad. Pero en esta parábola sucede que cuando llegó el momento de cosechar los frutos, esta gente había olvidado que no eran los amos: “Los campesinos tomaron a los sirvientes, a uno lo golpearon, a otro lo mataron, a otro lo apedrearon. Luego envió otros sirvientes, más numerosos, pero los trataron de la misma manera”. Ciertamente Jesús muestra aquí – está hablando con los doctores de la ley – cómo los doctores de la ley trataron a los profetas. “Finalmente les envió a su propio hijo”, pensando que tendrían respeto por su hijo. “Pero los campesinos, al ver al hijo, se dijeron: ‘Este es el heredero’. ¡Vamos, matémoslo y tendremos su herencia!”.
Robaron la herencia, que era otra. Una historia de infidelidad, de infidelidad a la elección, de infidelidad a la promesa, de infidelidad al pacto, que es un don. La elección, la promesa y el pacto son un don de Dios. Deslealtad al don de Dios. No entender que fue un regalo y tomarlo como propiedad. Esta gente se apropió del regalo y eliminaron este ser don para transformarlo en “mi” propiedad. Y el don que es la riqueza, es la apertura, es la bendición, ha sido cerrado, enjaulado en una doctrina de leyes, muchas. Se ha ideologizado. Y así el don ha perdido su naturaleza de don, ha terminado en una ideología. Sobre todo en una ideología moralista llena de preceptos, incluso ridícula porque se reduce a la casuística para todo. Se apropiaron del don.
Este es el gran pecado. Es el pecado de olvidar que Dios se ha hecho don para nosotros, que Dios nos ha dado esto como un don y, olvidando esto, convertirse en maestros. Y la promesa no es ya promesa, la elección no es ya elección: “El pacto debe ser interpretado según mi opinión, ideologizado”. Aquí, en esta actitud, veo quizás el comienzo, en el Evangelio, del clericalismo, que es una perversión, que siempre niega la gratuita elección de Dios, la alianza gratuita de Dios, la promesa gratuita de Dios. Olvida la gratuidad de la revelación, olvida que Dios se manifestó como don, se ha hecho don para nosotros y debemos darlo, hacerlo ver a los demás como don, no como nuestra posesión.
El clericalismo no es algo propio solo de estos días, la rigidez no es algo de estos días, ya estaba allí en tiempos de Jesús. Y luego Jesús continuará con la explicación de las parábolas – este es el capítulo 21 -, pasará al capítulo 23 con la condena, donde se observa la ira de Dios contra aquellos que toman el don como propiedad y reducen su riqueza a los caprichos ideológicos de su mente. Pidamos hoy al Señor la gracia de recibir el don como un don y de transmitir el don como don, no como una propiedad, no de una manera sectaria, de una manera rígida, de una manera “clericalista”.