Las batallas no siempre se ganan con las armas. Y los héroes no siempre llevan capa. Muchos se levantan al alba y saben solo la hora en la que comienza su jornada laboral
Cada tarde, España entera sale a los balcones para aplaudirles por su entereza y su generosidad. Son miles. Un ejército de hombres y mujeres que lucha cuerpo a cuerpo contra el coronavirus desde los centros sanitarios. Algunos cuentan su experiencia en este reportaje.
Paloma Fernández, enfermera de UCI en un hospital de Madrid: ‘Esto es como una guerra y yo me siento un soldado’
Tiene sólo 23 años, y una boda a la vista. Pero todo parece haberse detenido en el tiempo mientras Paloma recorre estos días la UCI del hospital en el que trabaja desde hace doce meses. Allí le esperan, dentro de cubos de cristal y tumbados boca abajo para respirar mejor, cuatro pacientes con coronavirus.
“Esto es como una guerra y yo me siento un soldado, pero esta vez no se trata de bombas, sino de pequeñas partículas que pueden caer e infectarte. Procuro no pensarlo mucho, tener presente a Dios y ver a Cristo en los pacientes. Ellos están asustados, y pasan mucho tiempo solos. El tiempo que estoy dentro procuro dedicárselo a ellos”, relata.
Procuro tener presente a Dios y ver a Cristo en los pacientes.
Ellos están asustados, y pasan mucho tiempo solos
Paloma lleva dos semanas sin descansar, como muchos de sus compañeros. Cuando pasa junto a los dos enfermos conscientes se detiene con ellos. A uno, que está mejor, le ha pasado una lista de películas para que se entretenga. A otra, una mujer de color que no habla español, le da conversación en inglés. “A través del cristal la miro con cariño, le preguntó cómo se encuentra… Ella sube el dedo en señal de victoria, porque dice que va a ponerse bien, que va a poder con el virus”.
“Tengo bastante paz interior. Cuando voy hacia el trabajo lo dejo todo en manos de Dios. Rezo por cada uno de mis pacientes y por mis compañeros. Tener presente a Dios y saber que estoy en sus manos me ayuda cada día a ir por el hospital con una sonrisa. Llevo solo 12 meses aquí, y puede parecer que soy un poco ‘happy’, pero lo que ocurre es que me apoyo en el Señor”, comenta. “Cada dificultad o suceso desagradable trato de verlo cara a Dios. Es lo que he aprendido gracias a la formación que recibo del Opus Dei. La situación es difícil. Sin Dios me pondría nerviosa. Pero cuando actúo así y veo las caras de nuestros pacientes, es reconfortante”.
Abel Mujal, médico internista en Barcelona: ‘El lunes paso a primera línea de combate’
El doctor Mujal trabaja en la unidad de hospitalización a domicilio de un hospital con 700 camas. Hasta ahora, derivaba enfermos a sus casas para liberar espacio para pacientes del COVID-19, pero la semana que viene su trabajo será visitar a los enfermos en sus casas. “El lunes paso a primera línea de combate”, explica. Siente la Medicina como una vocación, y aunque le preocupa la posibilidad de un contagio, sabe que es con su trabajo como mejor puede ayudar. “Pondré una estampa de la Virgen en el coche, y le pediré a ella que sea mi escudo frente al coronavirus”, dice.
“Esto es un trabajo de equipo. Estos días en los que la gente nos aplaude desde las ventanas son un chute de moral y, cuando los oigo, me acuerdo de todos los compañeros, también del personal de mantenimiento, de los que limpian nuestros teclados de ordenador para que no haya virus, de las cocineras… Yo, que utilizo coches de la unidad, pienso en las personas que los limpian y los llevan a arreglar. No podríamos visitar a estos pacientes ni hacer esta labor sin todos ellos”, considera.
Estos días en los que la gente nos aplaude desde
las ventanas son un chute de moral y, cuando
los oigo, me acuerdo de todos los compañeros
En su hospital, donde trabajan más de 2.000 personas, se doblan turnos y al finalizar el trabajo se sigue pendiente de los pacientes. “La formación que recibo del Opus Dei es importantísima para mí. Un sacerdote me decía que tenía que rezar más, porque así mantendría la paz, la serenidad y mi trabajo mejoraría. El hecho de tener a Dios cerca te ayuda a llevar la preocupación. Es una manera de recargar las pilas cada día. Yo sé que hay mucha gente rezando por nosotros y eso nos ayuda mucho, mucho, mucho…”.
Pilar Martínez, médico en una UCI en Málaga: ‘Ahora sí que trabajamos juntos’
En pocos días, el COVID-19 ha cambiado la dinámica de la UCI en la que trabaja Pilar, en un hospital de Málaga. Hasta ahora, a primera hora en las UCI los enfermeros aseaban a los pacientes, y luego entraban los médicos para explorarlos, ver analíticas e indicar el tratamiento. Ahora, lo primero es colocarse una escafandra, una bata impermeable, unas calzas, gafas, mascarilla con filtro, y doble o triple guante.
“Nuestros pacientes están sedados y conectados en ventilación mecánica y requieren muchos cuidados. Por ello compartimos tareas todos los sanitarios. Ahora sí que trabajamos juntos. Yo nunca había aseado a un paciente. Y es una tarea tan delicada… ¡Eso sí que es cuidar!”, considera. También ella trata de ver a Cristo en cada enfermo que atiende.
La rapidez en compartir los resultados de las investigaciones
es esencial. Médicos de diferentes países se van
contando experiencias y cediendo protocolos
La tarea más dura llega cuando tienen que informar a la familia, pues solo puede entrar un familiar, que visita al enfermo a través de los cristales. La mayoría ni siquiera pueden ir porque están en cuarentena. Así que la información se ofrece por teléfono. “Creo que eso es lo más duro, porque para, nosotros los intensivistas, el lenguaje no verbal es muy importante, y no puedes utilizarlo. Tienes que mostrar la gravedad de la situación y que ellos sientan que su familiar está en el mejor sitio, que se sientan seguros. La empatía por teléfono es difícil. Pero también estamos aprendiendo”, cuenta.
El virus no solo ha traído la colaboración en el seno de los equipos médicos; también entre hospitales y sociedades científicas a través de las redes sociales. La rapidez en compartir los resultados de las investigaciones es esencial y, a través de las redes, médicos de diferentes países se van contando experiencias y cediendo protocolos. “Al ser un virus nuevo, nadie sabía cómo tratarlo. Los chinos aportaron mucho, y este mes salen publicaciones con sus resultados. Pero los italianos, aunque empezaron antes, están aún en plena crisis y no les ha dado tiempo de publicar”. Pese a todo, Pilar mira el futuro con optimismo, aunque sabiendo que va a ser diferente. Habrá un antes y un después del COVID-19.
Mayte Pérez, médico del equipo COVID-19 en un hospital de Vigo: ‘Tratamos de ayudar a las familias en un momento tan duro’
En el equipo de Mayte hay diez médicos y enfermeras, apenas una pequeña parte del dispositivo desplegado para atender a los pacientes de coronavirus. Pero todos en el hospital están implicados, desde el laboratorio, las limpiadoras, los celadores… Y en la parte clínica, las áreas de Infecciosas y Neumología. “En los hospitales puede haber a veces pequeñas disputas entre servicios. Pero en este caso estamos trabajando todos codo con codo con disposición de ayudar, haciendo todo lo posible para conseguir la mejor atención de los pacientes”.
La prioridad ahora para el equipo de Mayte es
acompañar a las personas que están peor
y que posiblemente fallezcan
La prioridad ahora para el equipo de Mayte es acompañar a las personas que están peor y que posiblemente fallezcan. “Están solas en la habitación, porque los familiares no se pueden exponer al contagio. Estamos estudiando cómo hacer para que estén acompañados y cómo gestionar el duelo. Para las familias es un momento muy duro y trabajamos para ayudarles”, explica.
Luisa, médico anestesista y de cuidados críticos en un hospital de Madrid: ‘Mucha gente me pregunta qué hago yo para no tener miedo’
Luisa abandona cada día el hospital casi a las seis de la tarde, pero su jornada no termina. “Estos días no se desconecta. Cuando sales del trabajo sigues atendiendo llamadas de personas que necesitan orientación y consejo. Pero notamos que mucha gente reza por nosotros. Y nos transmiten muchos detalles de cariño. Es un momento único, extraordinario, de miedos e incertidumbres. Esto es algo que nos ha igualado a todos, que ha parado el país. Da lo mismo quién seas. Estamos todos en manos de Dios, con los cimientos movidos y a expensas de que esto pase”.
“Mucha gente me pregunta qué hago yo para no tener miedo y les contesto que lo único que puede cambiar la Historia es la oración. Les digo que le pidan a la Virgen un chubasquero invisible para no contagiarse. La gente ve que se necesita algo más para afrontar esto. Un plus, algo por encima de lo ordinario”, reflexiona. En su servicio trabajan unas 80 personas, y algunas están contagiadas y en aislamiento. Luisa las anima y procura estar cerca.
La pandemia está tocando el interior de las personas. “La gente está receptiva a cambios en su vida: hay compañeros que quieren estar más tiempo con sus familias. Esto es para todos una llamada de atención”, comenta.
Luisa no puede tocar a sus hijos ni a su marido.
A todos en el hospital les han dicho que se
consideren positivos por coronavirus
Cuando llega a casa, Luisa no puede tocar a sus hijos ni a su marido. A todos en el hospital les han dicho que se consideren positivos por coronavirus. Ella misma tuvo algo de fiebre y malestar hace unos días. Así que en casa mantienen las distancias y utilizan una solución alcohólica para lavarse. “Ahora valoramos lo más básico, el contacto físico con el que los seres humanos nos manifestamos el cariño”.
Luisa es del Opus Dei, y trata de santificar cada día su trabajo como anestesista. Su especialidad le obliga a intervenir en operaciones quirúrgicas a enfermos de coronavirus, a los que coloca un tubo en la traquea, una de las zonas con más posibilidades de contagio. Así ha ocurrido con varias intervenciones a ancianas contagiadas por el virus a las que se les había fracturado la cadera. Eran operaciones que no podían esperar. “También manejamos a los pacientes con neumonía. En la UCI quirúrgica empezamos a tener también pacientes con COVID-19 y yo estoy allí muchas horas”, relata.
Soy médico, y esto es lo que tengo que hacer,
lo que puedo hacer por los demás,
y es para lo que estoy en este mundo
Pese al riesgo de contagio, e incluso pese a notar algunos síntomas, el equipo de Luisa sigue trabajando, ofreciéndose a hacer guardias y jornadas intensivas. En su hospital todavía quedan camas, respiradores y algunas áreas vacías, aunque sabe que será por poco tiempo. Los casos se han duplicado en apenas una semana.
Pero hay una fuerza mayor que todas las dificultades que tira de ella, que tira de todos ellos. Esa fuerza es su vocación profesional, un alud que puede con todo. “Soy médico, y esto es lo que tengo que hacer, lo que puedo hacer por los demás, y es para lo que estoy en este mundo”.