José María Sánchez Galera
Ratzinger, sin servilismos ni nostalgias hacia la Edad Media, sale al paso de la manera como la Modernidad ha disociado razón de realidad, libertad de verdad, y al hombre de Dios e incluso de su propia naturaleza
A lo largo de su vida, Ratzinger (1927–2022) publicó una nutrida colección de libros, artículos, ensayos de toda índole y extensión. Uno de sus títulos más conocidos, Introducción al cristianismo (1968), lo escribió unos diez años antes de su ordenación episcopal; su Mi vida: Autobiografía (1997) abarca sólo hasta el momento en que recibió el birrete cardenalicio ─apenas un mes tras su nombramiento como arzobispo de Múnich─; Informe sobre la fe (1985) es, en diálogo con Vittorio Messori, un substancioso y sucinto libro editado cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; sus tres volúmenes de Jesús de Nazaret (2007, 2011, 2012) salieron a la luz cuando Ratzinger era Benedicto XVI, aunque no forman parte de la publicación oficialmente pontificia, sino personal del autor. Aunque todas sus obras versan sobre religión, sus enfoques son todo lo variados que se pueda ser. No tanto porque los enfoques sean relativos, sino porque la realidad misma requiere de distintas aproximaciones, métodos y planteamientos. Lo común de los diferentes enfoques es la búsqueda de la verdad.
Fascinado por esta mentalidad y por la calidad intelectual y humana de Ratzinger, el profesor José María Carabante (Universidad Complutense de Madrid) ofrece en un libro de extensión adecuada y muy manejable las coordenadas del pensamiento del tudesco. Pero no se trata sólo de un resumen de sus obras más destacadas, con citas y extractos pertinentes, sino que enmarca la trayectoria de Ratzinger en el tiempo. Carabante explica qué ha supuesto este teólogo dentro de la cultura cristiana en general y occidental en particular. Porque señala la manera como Ratzinger recibía todo el legado de la fe y de la cultura, desde la gentilidad griega hasta la postmodernidad. Incide Carabante en cómo la Modernidad ha implicado un fenómeno de creciente ruptura, no sólo con respecto a una Edad Media definida por su condición cristiana y teocéntrica, sino por la manera como la Modernidad ha disociado razón de realidad y libertad de verdad, al hombre de Dios e incluso de su propia naturaleza. Por tanto, mediante la inspección de la obra de Ratzinger, este libro nos ayuda a situarnos en las claves de nuestro tiempo, desde una perspectiva cristiana integradora que retoma a los Padres, revisa a Tomás de Aquino y sabe dialogar con quienes no aceptan que filosofía y teología sean dos saberes hermanados.
La lectura de este libro es traslúcida, elegante y delicada. En este sentido, parece imitar, sin darse cuenta, el estilo de Ratzinger. Dentro de las citas al papa bávaro que traslada Carabante, cabe destacar dos. Por un lado: «Frente a la ciencia, la sabiduría aparece como la apertura del hombre al todo, al fundamento soportador de lo eterno. Se identifica con aquel estar en camino del hombre; es, incluso, aquella inquietud que le impele a ser peregrino hacia el eterno y le impide contentarse con menos». Por otro lado: «Desenmascaremos otro prejuicio. Siempre nos parece evidente que lo infinitamente grande, el espíritu absoluto, no puede ser ni sentimiento ni pasión, sino pura matemática del todo. Afirmamos, aunque sin darnos cuenta, que el puro pensar es más grande que el amor, mientras que el Evangelio y la idea cristiana de Dios corrigen a la filosofía y nos hacen ver lo contrario, que el amor es más grande que el puro pensar. El pensar absoluto es un amor, no una idea insensible».
Fuente: eldebate.com