2/28/10

“Jesús solo debe bastar en el camino”

El Papa en el rezo del Ángelus

Concluyeron ayer, aquí en el Palacio Apostólico, los Ejercicios Espirituales que, como de costumbre tienen lugar al inicio de la Cuaresma en el Vaticano. Con mis colaboradores de la Curia Romana hemos pasado días de recogimiento y de intensa oración, reflexionando sobre la vocación sacerdotal, en sintonía con el Año que la Iglesia está celebrando. Agradezco a todos los que han estado cerca de nosotros espiritualmente.

En este segundo domingo de Cuaresma la liturgia está dominada por el episodio de la Transfiguración que en Evangelio de san Lucas sigue inmediatamente a la invitación del Maestro: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame” (Lc 9,23). Este evento extraordinario, es un impulso en el seguimiento de Jesús.

Lucas no habla de Transfiguración, pero describe todo lo que pasó a través de dos elementos: el rostro de Jesús que cambia y su vestimenta que se vuelve blanca y deslumbrante, en presencia de Moisés y de Elías, símbolo de la Ley y de los Profetas. Los tres discípulos que asisten a la escena tienen sueño: es la actitud del que, aun siendo espectador de los prodigios divinos, no comprende. Sólo la lucha contra el sopor que le asalta permite a Pedro, a Jaime y a Juan “ver” la gloria de Jesús. Entonces el ritmo se acelera: mientras Moisés y Elías se separan del Maestro, Pedro habla y, mientras está hablando, una nube lo cubre a él y a los otros discípulos con su sombra; es una nube, que, mientras cubre, revela la gloria de Dios, como sucedió para el pueblo que peregrinaba en el desierto. Los ojos no pueden ver más, pero los oídos pueden oír la voz que sale de la nube: “Éste es mi Hijo, el elegido; escuchadle (v.35).

Los discípulos ya no están frente a un rostro transfigurado, ni frente a una vestimenta blanca, ni frente a una nube que revela la presencia divina. Ante sus ojos, está “sólo Jesús” (v.36). Jesús está solo ante su Padre, mientras reza, pero, al mismo tiempo, “Jesús solo” es todo lo que se les da a los discípulos y a la Iglesia de todos los tiempos: esto debe bastar en el camino. Él es la única voz a escuchar, el único a seguir, él que saliendo hacia Jerusalén dará la vida y un día “transfigurará nuestro mísero cuerpo para conformarlo a su cuerpo glorioso” (Fil 3,21).

“Maestro, qué bien estamos aquí” (Lc 9,33): es la expresión de éxtasis de Pedro, que se parece a menudo a nuestro deseo ante a los consuelos del Señor. Pero la Transfiguración nos recuerda que las alegrías sembradas por Dios en la vida no son puntos de llegada, sino luces que Él nos da en la peregrinación terrena, para que “sólo Jesús” sea nuestra Ley y su Palabra sea el criterio que guíe nuestra existencia”.

En este periodo cuaresmal invito a todos a meditar de manera asidua el Evangelio. Auspicio, además, que en este Año Sacerdotal los Pastores estemos realmente llenos de la Palabra de Dios, la conozcamos de verdad, la amemos hasta el punto de que ésta realmente dé su vida y su forma a su pensamiento (Homilía de la Misa crismal, 9 de abril de 2009). Que la Virgen María nos ayude a vivir intensamente nuestros momentos de encuentro con el Señor para que podamos seguirlo cada día con alegría. A Ella dirigimos nuestra mirada invocándola con la oración del Ángelus.