2/27/10

Las direcciones de la Cuaresma

Monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, obispo de Tehuacán

            El camino de la Cuaresma tiene dos direcciones: Dios y el prójimo. Dos orientaciones que se sustentan mutuamente. No se puede ir a Dios sin ir a los demás, pues se volvería un espiritualismo, o sea algo distorsionado; como no se puede ir a los demás sin ir a Dios, de otra manera sería sólo altruismo.

            Las obras de penitencia -oración, ayuno y limosna- sensibilizan, dirigen y sostienen a la persona en ambos itinerarios.

            La oración nos acerca a Dios... siempre en contexto de comunidad humana, incluso por parte del ermitaño, o sea de quien vive en total soledad física, porque se sabe parte de la familia humana.

            El ayuno significa "abstenernos de" todo aquello que nos aleja de Dios y del prójimo.

            La limosna nos hace avanzar en el desapego personal, indicando que lo que somos y tenemos no nos pertenece en exclusiva, sino que pertenece a los demás, especialmente a los necesitados, lo cual se traduce en expresar nuestra total pertenencia a Dios, que es el espíritu de pobreza.

            San Agustín repetidas veces relaciona en sus Sermones estas tres obras de penitencia, diciendo por ejemplo: "Nuestra oración -apoyada en la humildad y la caridad, en el ayuno y la limosna, en la abstinencia y el perdón de la injuria, en el cuidado que pondremos en hacer el bien en lugar de devolver el mal y de evitar el mal y practicar el bien- busca la paz y la obtiene porque esa oración vuela, sostenida y llevada a los cielos, donde nos ha precedido Jesucristo que es nuestra paz"; o también dice: "Estas piadosas limosnas y este frugal ayuno son las alas que en estos santos días ayudarán a nuestra oración a subir hacia el cielo".

            Todo esto tiene su fundamento en las palabras mismas de Jesucristo, quien relaciona y unifica los dos mandamientos del amor a Dios y el amor al prójimo. "No existe otro mandamiento mayor que éstos" (Mc 12,32).

            De este modo el perseverante propósito de volver a Cristo Jesús y de seguirlo, se ha de manifestar en actitudes y acciones específicas para ser prójimos -o sea próximos-, de personas concretas, especialmente las necesitadas. No se reduce a dar de lo que nos sobre, sino hasta que nos duela, que nos haga modificar algún plan de uso del dinero; dar de nuestras capacidades, de nuestra escucha, gastar nuestro tiempo a favor de los demás, lo cual no será tiempo perdido sino bien invertido; desde luego, es dar sin pretender una segunda intención de recuperar posteriormente con creces.

            Podemos preguntarnos: ¿De qué manera mi relación con Dios me está llevando a mejores actitudes y acciones con los demás? Igualmente ¿de qué manera mi servicio a los demás me sostiene y eleva en la relación con Dios? Que nuestra respuesta se exprese en el avance fructuoso de nuestro camino cuaresmal.